Misterio
de Navidad/ Jean Meyer
Publicado en Domingo
21 de diciembre de 2014
“La
estrella nos lleva al pesebre, ahí encontramos al Niño Dios que entrega la paz
al mundo. Múltiples imágenes vuelven a nuestra memoria al escuchar la palabra
Navidad, todas aquellas con las cuales el arte cristiano intentó traducir este
misterio de dulzura.
De
modo que el misterio de Navidad es doble; misterio de la luz y misterio de la
oscuridad, del bien absoluto y del mal absoluto, esperanza de salvación en
medio de la desesperanza. Entre los hijos de la luz y los hijos de las
tinieblas no hay paz, no habrá paz hasta el fin del mundo. Edith Stein
reflexiona que “esta es una dura y grave lección, en verdad, que el encanto
delicioso del niño en el pesebre no debe velar a nuestra vista. Puesto que el
misterio de la encarnación y el misterio del mal están estrechamente relacionados.
Frente a esta luz que baja del cielo, la noche del pecado aparece más negra y
más densa”.
Los
primeros en llegar para adorar al niño nacido en condiciones de gran pobreza,
son los pastores, pobres trabajadores a los cuales la noche no trae descanso;
hicieron caso, confianzudos, al sorprendente mensaje de los ángeles, diciendo
“vamos a Belén, a ver qué ocurrió”. Luego llegan los reyes magos, magos más que
reyes, astrónomos, científicos que siguieron a la estrella y, después de
alegrarse grandemente frente al niño, hicieron caso a la advertencia recibida y
no informaron al malvado rey Herodes. En nuestro tiempo presente, tiempo
mexicano, tiempo del mundo, el rey Herodes sigue masacrando a los inocentes.
Herodes… el campeón de las tinieblas, en la noche del endurecimiento del
corazón, endurecimiento increíble, incomprensible, que afecta a todos los
matones, a todos los sicarios y a sus “reyes” Herodes, grandes y chicos, los
que dicen: “quítenme a estos que me estorban”. Herodes quiso matar al maestro
de la vida, sus imitadores, grandes y chicos, también.
Pero
hoy quiero quedarme con las figuras de luz, arrodilladas cerca del pesebre, los
fieles pastorcitos, los reyes magos, embajadores de la humanidad toda, los
pequeños inocentes, y no olvido al buey y al burro que calientan al niño.
¡Feliz Navidad a todos y paz a los de buena voluntad!
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