9 jun 2016

Duelo entre los más impopulares/ Trump vs Hilaria

Duelo entre los más impopulares/Rafael Navarro-Valls es catedrático, académico y analista de la Presidencia USA.

 El Mundo 9 de junio de 2016

¿He escrito impopulares? Tal vez mejor rechazados o, incluso, odiados. Nunca en unas elecciones presidenciales en EEUU los electores inscritos han manifestado tanto recelo hacia los dos candidatos triunfantes. Cerca del 66% estiman que Donald Trump y Hillary Clinton no son “honestos ni dignos de confianza” (sondeo New York Times/CBS News). Hillary, en cierto sentido, es víctima de su propio éxito. En su larga presencia en la vida pública estadounidense ha transitado con relativo éxito en medio de borrascas políticas. Pero ha sido a costa, muchas veces, de trapacerías y mentiras. Como sostiene Stanley Renshon, psiquiatra politólogo, pertenece a esa clase de políticos para los cuales “el fin justifica los medios”. Ella está en la verdad, necesita que esa verdad se imponga con la victoria y hay que llegar a ella sea como sea.

 Por ejemplo, todo el affaire de utilización de los ordenadores privados para mensajes oficiales inicialmente estuvo plagado de afirmaciones ambiguas, hasta que se ha demostrado claramente su negligencia. Desde julio de 2015, centenares de colaboradores de Hillary han sido interrogados y más de 50.000 e-mails se han recuperado de su servidor privado. El propio juez que dirige la causa ha comentado con disgusto que todo esto ha costado muchos miles de dólares a los contribuyentes. En fin, los no siempre claros ingresos en su Fundación, y el fiasco por su negligencia de Bengasi -con asesinatos de agentes de la CIA incluidos- hace que tanto la derecha como la izquierda formen un doble frente de ataque. Por ejemplo, su declaración de que el no nacido no merece la calificación de persona le ha supuesto la retirada de apoyo de los provida y de bastantes católicos.
 No lo tiene mejor Trump. Dejando a un lado la histeria de los medios liberales en su ataque al financiero, es cierto que el candidato millonario es aún más rechazado que Hillary. Por ejemplo, siete de cada 10 mujeres lo rechazan, y los hispanos parecen tenérsela jurada. Uno de los grupos de hackers más importantes del mundo virtual (Anonymous) le acaba de declarar la guerra electrónica por sus ideas “terribles”. Sus perfiles chauvinistas, racistas y xenófobos asustan a muchos. Desde el centro, la derecha y la izquierda, recibe ataques furibundos. Y, en el plano internacional, con la excepción de Putin y Kim Jong-un, el dictador norcoreano, los líderes internacionales lo ven con malestar. Silicon Valley está estupefacto, y Wall Street, después de una larga pataleta, poco a poco se resigna a verlo candidato por los republicanos. Hollywood lo rechaza.
 Ahora bien, el poder tiene una gran capacidad de atracción. Su irradiación es fascinante. En cuanto se intuye, los enrabiados de ayer son los moderados de hoy. Los odios se diluyen, la ira se sosiega y los abismos de rencor político acaban cruzándose sobre puentes de esperanza. Esto es, me parece, lo que está sucediendo con los candidatos más detestados de toda la historia de la presidencia. Veámoslo.
 Para Justin Barasky: “Las personas tienen una imagen de Trump que mide un kilómetro de ancho, pero un centímetro de profundidad. Cuando vean y entiendan las cosas que él ha dicho y hecho en su carrera, rápidamente se volverán contra él”. No parece que esa profecía se haya cumplido. Trump está hoy en la cresta de la ola. Un sondeo nacional incluso le acaba de dar vencedor en su duelo con Clinton por 41% contra 39%.
 El Partido Republicano parece rendirse ante el monstruo que ha gestado en sus entrañas. Tanto Ryan, el jefe de la mayoría republicana en el Congreso, como Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republican, se han alineado con Trump y con ellos la casi totalidad del establishment republicano -incluido Marco Rubio-, excepto los tres Bush, John McCain y Mitt Romney . La cadena conservadora Fox News ha hecho las paces con el violento millonario. Y los supremacistas blancos, después de algún titubeo, acaban de calificarlo -nada menos- como “una divina sorpresa”.
 Los latinos lo rechazan, pero comienzan a darse tímidos datos de una moderación de los odios iniciales. Una encuesta para Univision 23 muestra que el empresario es preferido entre los cubanoamericanos del condado de Miami-Dade frente a su probable rival, Hillary, por 41% a 29%. De ahí que comienzan a mitigarse las conclusiones de su castigo por la minoría hispana. Trump ha conseguido diferenciar entre ilegales y legales. Estos últimos, sencillamente, no se sienten amenazados por Trump.
 La candidatura de Trump ya no es un chiste. Incluso los editores del Huffington Post han echado marcha atrás en su inicial anuncio de que cubrirían su campaña «en las páginas de entretenimiento». De ahí que los distintos mix del rubio financiero -mezcla de Gengis Kang y Hitler; Mussolini y Berlusconi etcétera- se han diluido, viendo en él simplemente un populista, es decir, un representante de esa posición por la cual “el político devuelve al pueblo sus propios estados de ánimo, sus lugares comunes y sus prejuicios (Simone)”.
 Respecto a Hillary –la reina del caos, como la denomina un reciente libro de Diana Johnstone- está recobrando poco a poco el brillo de antaño. La insistencia de su campaña en mostrarla como la esposa ideal (tolerante con su marido), la madre de todos los americanos ( posible primera mujer presidenta), la hija devota (cuidadora de su madre hasta el final), la entrañable abuela y la pasionaria de los derechos de las mujeres, han dulcificado su imagen, anclada en la de una mujer dura y vengativa. Consciente de que la primera mujer presidenta no entusiasma tanto como el primer presidente negro, ha rescatado de las sombras la figura de Bill Clinton (héroe para los afroamericanos), prácticamente nominándolo como la gran esperanza de la economía americana, y lanzándolo a la campaña electoral californiana. Es la vuelta a los viejos tiempos de Billary: dos por uno. Un intento del olvido popular de la agresiva libido clintoniana y el contraataque, como recalca Vanity Fair, de que Trump no es un angelito en proezas sexuales: divorciado, con cinco hijos de tres esposas, y una posible primera dama extranjera (modelo yugoslava) que ha posado ligera de ropa.
 Por otra parte, un cierto temor a Trump ha revalorizado la figura de Hillary. Un buen número de electores prefieren confiar los códigos nucleares -y la Casa Blanca- a la experimentada Hillary más que a un político sin experiencia de gobierno. Y aunque la candidatura de Hillary supondría para muchos la perpetuación dinástica de una élite política, América soporta bastante bien a las familias gobernantes: desde los Adams, hasta los Kennedy, pasando por los Roosevelt y los Bush. Unos lo hicieron mejor que otros, pero en su conjunto, sus vidas políticas oscilan desde el sobresaliente al aprobado, sin llegar al desastre.
 Así pues, los candidatos republicano y demócrata afrontarán en julio dos convenciones no demasiado conflictivas. Trump, también vencedor en el supermartes de ayer (incluida California), es muy posible que en la convención de Cleveland logre la unidad de los republicanos, que en todo caso lo prefieren a la odiada Hillary. Ésta, sobre todo después de sus triunfos de ayer (California, New Jersey, New Mexico…) ya está mandando mensajes conciliadores a Bernie Sanders. Después de la victoria dijo: “Su campaña ha traído un debate vigoroso y positivo sobre la desigualdad en EEUU”. De este modo Hillary logrará en Filadelfia un respaldo masivo de la convención demócrata, incluido probablemente el del propio Sanders.
 ¿Y qué quedará para las convenciones? Aparte del habitual jolgorio, algo muy importante: el nombramiento de vicepresidente. Los nombres comienzan a proliferar. Por parte republicana, Susana Martínez, la gobernadora de Nuevo Mexico; Bob Corker, senador por Tennesse; el senador Marco Rubio o, entre otros, el gobernador de New Jersey, Chris Christie. En el campo demócrata, Cory Booker, afroamericano, senador por New Jersey; Julian Castro, hispano, actualmente en el gobierno de Obama; Tom Vilsack, ex gobernador de Iowa y actual secretario de Agricultura; o el mismo Sanders. Pero este capítulo requiere un análisis separado en este gran culebrón de las elecciones presidenciales.

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