3 nov 2009

Radio clerical

Radio clerical
FLORENCE TOUSSAINT,
Revista Proceso # 1722, 1 de noviembre de 2009;
El gobierno federal, según se dijo en la prensa, acaba de ceder una emisora al Arzobispado de México. Se trata de un hito en la historia de la radiodifusión mexicana. Hasta hoy, el carácter laico del Estado lo había impedido, pese a las presiones continuas de la Iglesia católica. Por este camino no faltará mucho para que también se le ceda un canal televisivo digital. Con ello la influencia del clero en la vida social y política del país se acrecentará, en un claro retroceso hacia principios del siglo XIX, cuando aún no se decretaban las leyes de Reforma ni se separaba la Iglesia del Estado. Un siglo y medio de laicismo ha sido afectado de manera radical.
La flexibilización de las prohibiciones tiene un largo trecho andado. Desde hace varios años, se ha permitido la difusión de actos religiosos en los medios, algunos un tanto disfrazados: como parte de las escenas de una telenovela en la cual concurren personajes del mundo religioso católico. El resto de las devociones se encuentra excluido de los melodramas, como si no existieran. En señal abierta de Televisa se transmite una serie que se titula Pare de sufrir, claramente devota. En los sistemas de cable y satélite mexicanos hay varios canales dedicados a la religión, algunos de las cuales construyen ritos que son verdaderos espectáculos mediáticos.
Por las noches, la radio comercial tuvo emisiones conducidas por curas que hablaban al auditorio de religión y dogma en forma de consejos para la vida. Sin embargo, había cierta mesura en el uso de los medios para catequizar. Hoy eso está desapareciendo. Cada día hay más expresiones de culto en emisoras radiofónicas y televisivas, sin que la Secretaría de Gobernación se preocupe.
En el marco de una sociedad depauperada, sin alternativas ni futuro, la religiosidad popular emerge de nuevo con fuerza y crea fenómenos como el culto a la Santa Muerte y a San Judas Tadeo. El 28 de cada mes, los jóvenes cholos rinden pleitesía a Judas Tadeo –patrono de las causas perdidas– en el templo de San Hipólito. Ese día el metro Hidalgo y sus alrededores se llenan de personas tatuadas con distintos motivos. En su mano derecha usan tres puntos que representan, en primer lugar, a la Virgen de Guadalupe; luego, a su madre y, en tercer lugar, a su pareja o a su banda o raza. El lugar y los vagones huelen a cemento y a tíner; en grupos pequeños, cholos de colonias marginales de la ciudad se drogan con esas sustancias. Van cargando la estatuilla del santo. Los hay de todos tamaños y materiales, algunos alcanzan la estatura de un adulto, otros son minúsculos. Los fieles también son de todos colores y edades. Familias enteras que vienen de pueblos aledaños cargan la figura y rosas rojas para su adorno. Llama la atención el que adolescentes y jóvenes ataviados a la manera del cholo sigan el ritual tal y como lo hacen los demás. Jóvenes de escasos recursos confían en que una imagen les ayude a sobrevivir. Adolescentes que inician su carrera como delincuentes, porque no hay otra opción, piden al santo que los proteja.
En el contexto de una radio con permiso no escrito para transmitir eventos religiosos, radio Chapultepec convocó al auditorio a sintonizar su estación el miércoles 28, día en que dedicó sus emisiones de nueve a 10 de la mañana a “San Juditas Tadeo”. Le dedicó Las mañanitas y luego difundió comentarios de “expertos eclesiásticos”. Invitó al público a participar de este acontecimiento a través del teléfono y del correo electrónico. Y envió boletines de prensa a los periodistas. Todo un acontecimiento. El fenómeno social en que se ha convertido el culto a un personaje de los desesperados, de los más pobres entre los pobres, está siendo objeto de transmisiones masivas. La cultura popular se vuelve objeto mediático y así se desnaturaliza.

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