El general Rafael Paz del Campo, el especialista Raúl Benítez Manaut y el constitucionalista Diego Valadés sugieren transitar hacia un mando civil
Nota de Jésica Zermeño
Enfoque de Reforma, 16 septiembre 2012.- México es uno de los siete países en América que aún tiene militares al frente de sus ministerios de Defensa. Los otros seis son El Salvador, Guatemala, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Además, es uno de los tres países en el continente, junto con El Salvador y Guatemala, que nunca ha tenido civiles al frente de la milicia. Los demás, la mayoría tras cruentas dictaduras castrenses, decidieron acotar el poder de los uniformados y abrir la posibilidad a los civiles de coordinar a las Fuerzas Armadas.
También México es el único país americano en el que no existe un mando unificado de Ejército y Marina.
Según las leyes orgánicas que rigen a la milicia mexicana, el mando supremo deberá ser nombrado por el presidente de la República y deberá ostentar el mayor grado en el escalafón militar: general de división para la Sedena y almirante en la Semar.
'Hace falta un mando único'.- Rafael Paz del Campo
Una Secretaría de las Fuerzas Armadas con un civil al frente descargaría al Ejército y la Marina de algunas funciones administrativas desgastantes y permitiría que los militares se dedicaran a ejercer el mando de las tropas, asegura el general retirado Rafael Paz del Campo.
"No tendría duda de que la comunidad internacional, los organismos no gubernamentales y defensores de los derechos humanos aplaudirían la decisión a favor de un secretario de Estado civil. Es muy fuerte la presión que se ejerce en este sentido, y en la limitación del fuero de guerra, muy a pesar de los efectos negativos que la comunidad militar percibe en esto.
"Sin embargo, también tendría efectos positivos: el general o el almirante contarían con una cortina de protección que los liberaría de algunos inconvenientes propios del sistema político. Ya no tendrían que asistir al Congreso a justificar el cumplimiento de las órdenes que reciben del Presidente. No tendrían que enfrentar, cuando menos directamente, a los organismos de derechos humanos y los medios de comunicación. Evitaría el desgaste, casi siempre inútil, para la obtención y justificación de los recursos presupuestales para el sostenimiento del soldado... De manera simple, los militares estarían dedicados a ejercer el mando de las tropas", explica el coordinador académico de la maestría en derecho militar de la Universidad Anáhuac del Norte.
El general, quien fuera director de Banjército y del Colegio de la Defensa, asegura que el sexenio que termina evidenció que hace falta en el gobierno federal un mando único que coordine las acciones del Ejército, la Marina y la Policía Federal.
"Al no existir un mando único responsable de estas acciones ante la nación, cada mando por separado toma sus propias decisiones, busca la dirección que sus intereses personales le aconsejan, dispone de los recursos, de los medios que considera necesarios, sin existir entre estas organizaciones la coordinación indispensable para la entrega de resultados satisfactorios.
"Hace falta un mando único que tome las decisiones y asuma las responsabilidades; que mantenga la unidad de objetivo", estima el general en retiro.
El también doctor en administración pública por la Universidad Anáhuac advierte al menos dos complicaciones para llevar a cabo estas transformaciones:
Primero, porque en medio de la guerra contra el narcotráfico ni el Ejército ni la Marina están preparados para la creación de un Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, figura que está presente en la mayoría de los países de América y que requeriría una reingeniería institucional profunda.
"Las tropas han sido usadas por el sistema político, por su comandante. Hasta hoy no se capta una sola decisión tomada por los mandos militares en esta intervención. Se siente una profunda división entre los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Se evoca una descoordinación en la toma de decisiones y desconfianza en el intercambio de información", considera.
Y en segundo término, porque se enfrentaría un problema adicional: determinar qué civil tendrá las credenciales para ser el secretario de las Fuerzas Armadas, dado el perfil de los políticos mexicanos. Los líderes que existen, dice, son percibidos por la sociedad como funcionarios privilegiados que no asumen ninguna responsabilidad ante la Nación, que se amparan en los fueros y brincan de un cargo a otro.
'Los dejaron solos'
Para Paz del Campo, la institución castrense fue abandonada en la lucha contra el crimen organizado por las autoridades civiles, quienes fueron incapaces de generar un marco legal que amparara sus acciones contra el crimen organizado.
A su parecer, este marco debe ser la reglamentación del artículo 89 constitucional, que establece que el presidente de la República puede disponer de las Fuerzas Armadas para preservar la seguridad nacional, seguridad interior y defensa exterior de la Federación.
Además, considera que a las Fuerzas Armadas no se les ha dotado de un presupuesto "razonablemente suficiente", que permita afrontar sus responsabilidades en materia de seguridad pública de una mejor manera, con equipo de punta; pues nueve de cada 10 pesos del presupuesto de la Sedena se va a gasto corriente.
"Es el momento de definir lo que hará el futuro gobierno de México con sus Fuerzas Armadas. ¿Las reorganizará? ¿Las modernizará? ¿Les definirá sus misiones? ¿Les delimitará sus áreas de responsabilidad? ¿Les generará una nueva doctrina, un nuevo marco legal para su actuación? O continuarán el camino del desprestigio, de su desaparición como tales, constituyéndose en una mala policía vestida de camuflaje... Éste es el sueño de nuestros vecinos", advierte.
'Los civiles tienen más sensibilidad'.- Raúl Benítez Manaut
Para evitar la regresión en las relaciones cívico-militares en México, el Presidente electo debe impulsar una reforma militar profunda y retomar la discusión sobre la creación de un mando conjunto coordinado por una Secretaría de la Defensa, que esté conformada por civiles, asegura Raúl Benítez Manaut.
Si Enrique Peña Nieto no promueve esta reforma, advierte el especialista en Fuerzas Armadas, las relaciones entre la clase política y los militares y marinos seguirán siendo opacas, de conveniencia, de desconocimiento y descoordinación.
"Corremos el riesgo de que las cosas sigan igual, de que en Los Pinos no haya ningún equipo que coordine y centralice información sobre las Fuerzas Armadas, de que no haya transparencia y que, en la Cámara de Diputados, las comisiones de Defensa y Marina no tengan prácticamente ninguna injerencia real de vigilancia sobre su labor.
"Los civiles tienen más sensibilidad para decir 'esto no está funcionando'. Los militares no; ellos reciben órdenes", asegura el académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.
El investigador recuerda que la discusión sobre la reforma de las Fuerzas Armadas estuvo presente en América Latina, España, Portugal y Sudáfrica a partir de finales de los setenta, con la desaparición de las dictaduras militares. El cambio en el rol de la milicia fue fundamental para el proceso democrático en esos países.
Asegura que el tema también fue parte de la agenda de la transición en México, promovido por senadores del PAN y diputados del PRD entre 1997 y 2000, y fue un asunto discutido en esos años en el Colegio de la Defensa Nacional y el Centro de Estudios Superiores Navales, las instituciones de educación superior de militares y marinos, discusiones plasmadas incluso en tesis de grado. Pero hoy en día, dice el miembro de la Latin American Studies Association, ese debate ha desaparecido.
La participación en la seguridad pública y la lucha contra el crimen organizado están provocando una parálisis en las Fuerzas Armadas de toda América Latina, y en México esto se ha exacerbado por una razón: nunca se hizo una reforma. En América del Sur hubo ministerios civiles, hay tropas afuera de sus países, haciendo misiones de paz, hay comandos conjuntos y hay Consejos de Seguridad Nacional cívico-militares, y aquí nunca los hubo. En Sudamérica se avanzó mucho más", afirma.
El investigador explica que Vicente Fox y Felipe Calderón buscaron el apoyo incondicional de las Fuerzas Armadas, evitando tocar su régimen legal. De forma tal, que el pacto cívico-militar funcionó igual que en la época priista.
"¿Qué se puede esperar con Peña Nieto?", cuestiona el especialista, "que no haya ningún cambio. Quizá me pueda equivocar, pero en la lista de reformas que dice Peña Nieto que va a impulsar no está ni la reforma militar ni la revisión de la Ley de Seguridad Nacional, que está parada".
Para Benítez Manaut, si el plan de Peña Nieto de transparencia y anticorrupción se va a llevar a cabo resguardando fueros de sindicatos, empresas paraestatales y militares, no tiene sentido emprenderlo.
"Si se quiere que la democracia siga avanzando, no se retroceda: es tiempo de iniciar la discusión para que un grupo de civiles dirija un mando conjunto de las Fuerzas Armadas vía un nuevo Ministerio. Acepto que no es tan factible, por las condiciones: la guerra contra el crimen organizado y la llegada del PRI. Además, la desconfianza que existe para la coordinación con la Policía Federal es inmensa. Pero esta discusión es necesaria, para que la estrategia contra el crimen sea más certera y algún día hablemos de que las Fuerzas Armadas dejen las calles", concluye.
'Podría ser un militar retirado'.- Valadés
Un gabinete es un órgano político de gobierno, y no debería haber en él hombres armados, afirma el abogado constitucionalista Diego Valadés, quien asegura que ya es tiempo de que México concluya su proceso de desmilitarización de la política, con mandos civiles al frente de las secretarías de la Defensa Nacional y Marina.
Esto resolvería muchos problemas de percepción en la sociedad mexicana, afirma el también ex procurador general de la República, y contribuiría a que se dé un regreso paulatino de los soldados a los cuarteles, luego de que en este sexenio fueron utilizados para labores de seguridad pública.
"México es uno de los pocos países en los que todavía una persona armada, dos militares en activo en el caso mexicano, se sientan en la mesa de los ministros, de los secretarios de Estado, con un jefe de Estado que es civil.
"Es una asignatura pendiente en el proceso de desmilitarización del país. Durante mucho tiempo los militares tuvieron la presidencia del partido hegemónico, hubo una época en la que tenían una cuota en el Congreso, en los estados; incluso tenían un sector del partido. Se ha venido dando un proceso de desmilitarización de la política, y el último paso que nos falta es que los secretarios de Marina y Defensa sean civiles, como ocurre prácticamente en todas las democracias modernas", comenta.
Valadés considera que es factible dar un paso en esta dirección, pues no implica una reforma constitucional, sino reformas a la Ley de la Administración Pública Federal y la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea.
Propone, además, una salida intermedia: nombrar a un militar en retiro, como ocurre en Perú, lo que implicaría ya no tener a un hombre armado en el gabinete.
El académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM considera preocupantes las tensiones que se están dando en torno al próximo relevo en la Sedena, y considera que éstas serían menores si esa función administrativa recayera en un civil.
"Veo una inquietud que no se había visto nunca, nunca después de agotada la fase armada de la Revolución. No había visto una tensión en el ámbito de las Fuerzas Armadas como la que se está produciendo en este momento, en la que incluso trasciende que hay pugnas importantes entre los jefes militares que aspiran a la Sedena. Eso nos debe hacer reflexionar", añade.
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