Revista Proceso # 1874, a 30 de septiembre de 2012
Desde que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación entregó la constancia de mayoría a Enrique Peña Nieto como presidente electo, Carlos Salinas ha hecho más frecuentes y sistemáticos sus despliegues de presencia pública. Contrariamente a lo que eso pudiera suponer, hay versiones de que quien está realmente cerca del próximo primer mandatario del país no es él sino su odiado rival, el también expresidente Ernesto Zedillo. Por lo pronto, Salinas ofreció una muestra de su “poder de convocatoria” con motivo de la boda de su hijo Juan Cristóbal, el sábado 22 de septiembre.
A las 11:00 de la mañana del sábado 22 de
septiembre, la mayoría de los mil 200 invitados a la boda de Juan Cristóbal
Salinas Occelli, hijo del expresidente Carlos Salinas de Gortari, recibieron el
siguiente mensaje por vía telefónica: “Para comodidad y seguridad de usted y su
familia, el licenciado Salinas les informa que se suspende la ceremonia
religiosa en la iglesia de Nuestra Señora del Socorro, y les invitamos a que
lleguen directamente a la recepción en el jardín San Ángel Inn a partir de las
12:00 horas”.
Extraoficialmente, el cambio fue para evitar que
los jóvenes integrantes del movimiento #YoSoy132 irrumpieran en la boda y para
que la “nota” al día siguiente del encuentro político-social-empresarial en
torno al enlace de Juan Cristóbal Salinas y Natalia Esponda no dañara la imagen
del exmandatario.
Carlos Salinas no ha perdido la oportunidad de
volver a ser retratado y mencionado desde que el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación entregó la constancia de mayoría a Enrique Peña Nieto
como presidente electo.
Apenas el 7 de septiembre apareció como invitado
especial en el primer informe de gobierno del mandatario priista de Quintana
Roo, Roberto Borge. Ahí afirmó que “sólo una cirugía plástica” le borraría la
sonrisa y que esperaba que Peña Nieto “sabrá estar a la altura de la enorme
responsabilidad que va a tener”.
Un día después, el 8 de septiembre, el
Departamento de Estado estadunidense otorgó la inmunidad a Ernesto Zedillo,
sucesor y adversario político del propio Salinas. La sonrisa no se le borró al
exmandatario, pero sobrevinieron algunas señales preocupantes para su entorno.
El 11 de septiembre, Enrique Peña Nieto firmó un
acuerdo de colaboración con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), presidida por José Ángel Gurría, identificado como uno de
los principales aliados de Ernesto Zedillo. Gurría también trabajó en el
gobierno salinista, pero fue secretario de Relaciones Exteriores y titular de Hacienda
y Crédito Público en el sexenio de “los neoliberales”, como denomina el propio
Salinas en sus libros recientes al periodo de Zedillo.
Unas semanas antes, el 17 de agosto, en
declaraciones a un portal informativo de Nayarit, el sacerdote Manuel Olimón,
influyente integrante de la jerarquía católica, había declarado que es el
expresidente Ernesto Zedillo y no Carlos Salinas quien “realmente está detrás”
de Peña Nieto.
Exiliado en la parroquia de Jala, Nayarit,
después de que cuestionó la existencia de Juan Diego, Manuel Olimón, quien fue
amigo de Luis Donaldo Colosio, manifestó a www.nayaritenlínea.mx que Zedillo
estuvo “detrás” de la campaña de Peña Nieto desde su oficina en Nueva York.
No sólo entre el alto clero, sino también en
círculos de la burocracia priista se ven con preocupación algunos posibles
nombramientos del futuro gabinete de Peña Nieto que tendrían más el sello de
Zedillo que el de Salinas, a quien reiteradamente se identifica como el
“padrino” político más encumbrado del mexiquense.
Exhibición de fuerza
La fiesta estuvo perfectamente calculada y
planeada para que Carlos Salinas de Gortari, a la usanza de los grandes
socialités, apareciera no sólo como anfitrión de la boda de su hijo, sino
también como pieza clave de los centros de poder empresarial y político más
importantes del país, con los cuales negociará Enrique Peña Nieto.
Según relataron a Proceso varios de los
asistentes, Salinas de Gortari preparó una “mesa de honor” en forma de
herradura, con más de 150 sillas, para que nadie se sintiera lejano al
exmandatario.
Ahí estuvieron los dos coordinadores
legislativos del PRI, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón; la exjefa
de Gobierno del DF, Rosario Robles; el exsecretario de Hacienda Pedro Aspe; los
gobernadores Roberto Borge, de Quintana Roo; César Duarte, de Chihuahua; Javier
Duarte, de Veracruz; Carlos Lozano, de Aguascalientes; Fausto Vallejo, de
Michoacán; Manuel Velasco, de Chiapas, así como los exgobernadores del Estado
de México Alfredo del Mazo, tío de Enrique Peña Nieto, y Emilio Chuayffet.
Muchos asistentes destacaron el “gran poder de
convocatoria” de Carlos Salinas de Gortari, pero también advirtieron las
ausencias más notables: no estaba ninguno de los integrantes del llamado
“primer círculo” del presidente electo, Enrique Peña Nieto, que ese día
culminaba su gira por Centro y Sudamérica, y tampoco ninguno de los
colaboradores o futuros integrantes del gabinete peñista que están vinculados
con el expresidente Ernesto Zedillo.
Salinas no se perdió ningún detalle de quienes
llegaban a la fiesta, a través de la calle León Felipe de San Ángel. Cuando su
mesa de alrededor de 150 asientos no se ocupó por completo, dio instrucciones
para que algunos de los invitados de las mesas contiguas se sentaran en la
“herradura del honor”.
Entre ellos, los empresarios Carlos Hank Rohn,
cabeza del Grupo Hermes; Bernardo Quintana, de Grupo ICA; Fernando Garza Sada,
de Grupo Vitro, y, en especial, los dos “nuevos amigos” de Enrique Peña Nieto:
los empresarios Jaime Camil y Carlos Peralta.
Ninguno de los directivos más importantes de
Grupo Televisa ni de TV Azteca estuvo en el convivio. La hija de Ricardo
Salinas Pliego, Ninfa Salinas, senadora recién elegida, acudió a dar los
saludos de la familia. Y de los ministros de la Suprema Corte, Olga Sánchez
Cordero también estuvo presente.
La columna Templo Mayor del periódico Reforma
destacó en su edición del 24 de septiembre que quien recibió “casi tantos
abrazos y felicitaciones como el novio fue el general Moisés Augusto García
Ochoa, como si ya portara la cuarta estrella que usan sólo los secretarios de
la Defensa Nacional”.
El “hermano incómodo” Raul Salinas de Gortari
estuvo en la celebración, acompañado de su atractiva pareja Ana Cecilia, así
como el abogado Juan Collado y su esposa, la actriz Yadhira Carrillo, entre
otros amigos y colaboradores del exmandatario.
De la administración saliente de Felipe Calderón
destacó la presencia del director general de Pemex, Juan José Suárez Coppel,
pero otros tomaron nota de la ausencia de Liébano Sáenz, excolaborador de
Ernesto Zedillo al que algunos integrantes del grupo peñista ubican como el
futuro director de la paraestatal más importante del país.
Otro personaje presente en la ceremonia fue José
Córdoba Montoya, el poderoso jefe de la Oficina de la Presidencia durante el
sexenio de Salinas y artífice de la propuesta peñista para disminuir los
diputados plurinominales en el Congreso y restablecer la “cláusula de
gobernabilidad”.
Tanto a Córdoba Montoya como a Pedro Aspe, tutor
y socio de Luis Videgaray, coordinador general del equipo de transición
peñista, se les considera como los dos “cerebros” más importantes y cercanos a
las propuestas de Peña Nieto.
La disputa entre expresidentes
El recelo entre Salinas y Zedillo no es nuevo,
pero se ha recrudecido en vísperas de la integración del equipo y del proyecto
de gobierno de Enrique Peña Nieto, quien contó con el apoyo de ambos
exmandatarios, aunque sólo se deslindó públicamente del primero.
“Carlos Salinas no está detrás de mí. En esto he
sido muy enfático: no lo está ni es mi asesor ni colabora con tu servidor.
Insisto: la única relación es de respeto y cordialidad, tal como la tengo con
todos los expresidentes de México y la procuro”, expresó Peña Nieto a Carlos Loret
de Mola el 4 de marzo de 2011.
La misma declaración la repitió en varias
ocasiones como mantra durante la campaña electoral de 2012, mientras que tanto
Salinas como Zedillo manifestaron su apoyo al exgobernador del Estado de
México.
En enero de este año, durante el encuentro con
directivos de bancos y representantes de compañías españolas de energía en el
Foro de Davos, Suiza, Ernesto Zedillo externó su apoyo al exgobernador
mexiquense, según declaró Luis Videgaray.
Salinas ha sido el más insistente en atacar a su
sucesor, Ernesto Zedillo, a quien claramente ha acusado de ser el responsable
de la crisis económica desatada en diciembre de 1994 y de encabezar el grupo de
“los neoliberales”.
En su obra La década perdida 1995-2006, Salinas
acusa a Zedillo de desviarse del proyecto original de su gobierno (1988-1994),
y en su más reciente libro, ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana, le atribuye a
su sucesor una alianza con el “neopopulismo autoritario” encabezado por Andrés
Manuel López Obrador.
Este es el diagnóstico de Carlos Salinas en los
primeros párrafos de su capítulo 6, Neoliberales y populistas: el tiempo
perdido:
“Para entender las condiciones actuales del
entorno nacional, conviene que los ciudadanos organizados conozcan la crónica
de los desvíos y abusos ocurridos en el país entre 1995 y 2006, años conocidos
como ‘la década perdida’y desde los que el neoliberalismo (Zedillo y Fox) y el
neopopulismo autoritario (López Obrador) han dominado el panorama nacional.
“En el trienio 1995-1998 la política nacional
sufrió un viraje de consecuencias funestas. Ahora, cuando inicia la segunda
década del siglo XXI, la nación enfrenta las graves consecuencias de las
políticas neoliberales de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, así como los
desastrosos resultados del neopopulismo autoritario que en la Ciudad de México
encabezó Andrés Manuel López Obrador. Combinados, neoliberalismo y
neopopulismo, frenaron el proceso de modernización del país.”
En la página 107 del mismo libro, Salinas
construyó el complot perfecto, citando un artículo del periodista Pablo
Hiriart: La alianza táctica Zedillo-López Obrador. Unas páginas después, lanza
contra el primero el auténtico ataque: el 16 de septiembre de 2011, los deudos
y víctimas de la matanza de Acteal acusaron a Ernesto Zedillo por “crímenes
contra la humanidad” en una Corte de Estados Unidos.
Salinas demostró no sólo tener información
privilegiada, sino anticiparse al escándalo que meses después generaría la
demanda en contra de Zedillo interpuesta por seis hombres y cuatro mujeres,
presuntos sobrevivientes de la masacre ocurrida en diciembre de 1997,
representados por el despacho de abogados Rafferty, Kobert, Tenenholtz, Bounds
& Hess, con sede en Miami, Florida.
Durante prácticamente un año, Zedillo mantuvo
silencio y evitó hacer declaraciones públicas. En paralelo, sus abogados
solicitaron a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y al
Departamento de Estado estadunidense otorgar inmunidad al expresidente mexicano
ante la demanda presentada en la Corte federal de New Haven, Connecticut. Desde
noviembre de 2011, la cancillería mexicana inició el trámite de solicitud a
favor de Zedillo.
El gobierno de Estados Unidos le otorgó la
inmunidad el viernes 7 de septiembre de 2012, prácticamente un año después de
que Salinas y el periódico La Razón revelaran la demanda civil contra Zedillo,
que incluía el pago de una indemnización por 50 millones de dólares.
Los abogados de Zedillo solicitaron desde enero
de 2012 la opinión del gobierno estadunidense sobre la inmunidad, argumentando
que esa demanda sólo buscaba “difamar” a su cliente y que el exmandatario
mexicano gozaba del derecho de inmunidad para soberanos extranjeros,
establecido en Estados Unidos desde 1976.
El 10 de septiembre Zedillo rompió el silencio y
calificó como “falsa y calumniosa” la querella en su contra y advirtió:
“responderé en consecuencia ante las autoridades pertinentes”.
“Las acusaciones de la demanda no son sólo
falsas, sino calumniosas”,afirmó en un mensaje publicado en el diario Yale
Daily News, de la universidad donde Zedillo dirige el Centro de Estudios para
la Globalización.
Las reacciones en contra de la decisión de
otorgar inmunidad a Zedillo fueron diversas, pero destacaron las críticas del
obispo de Saltillo, Raúl Vera López –quien era obispo coadjutor en San
Cristóbal de las Casas cuando se perpetró la masacre de 45 indígenas el 22 de
diciembre de 1997–, las del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las
Casas y las del exómbudsman capitalino Emilio Álvarez Icaza.
Vera López, quien antes había sugerido que
detrás de la demanda contra Zedillo podría estar la influencia de Carlos
Salinas de Gortari, afirmó el 10 de septiembre que la inmunidad era “terrible”,
porque Zedillo “se libra de la justicia por el poder político, no por el lado
de la justicia o porque se le absolvió”.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de
las Casas afirmó que conceder inmunidad a Zedillo “implica violaciones al
derecho internacional de los derechos humanos y tendrá como resultado proteger
y encubrir a responsables de crímenes de lesa humanidad”. El mismo centro se
deslindó también de la demanda interpuesta, aclarando que ni ellos ni los
integrantes de la organización Las Abejas, víctimas de los enfrentamientos
ocurridos en diciembre de 1997, utilizarían la masacre para fines políticos o
económicos.
Álvarez Icaza, en su condición de recién elegido
secretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, recordó
que la tendencia en todo el mundo en materia de violaciones o crímenes de lesa
humanidad es investigar a quienes son o fueron mandatarios.
Las redes de Zedillo
La poderosa red de relaciones construidas por
Carlos Salinas antes, durante y después de su sexenio sólo es comparable con la
presencia de Ernesto Zedillo en multitud de organizaciones internacionales,
pero también en medios de comunicación mexicanos y extranjeros.
Zedillo es director del Centro para el Estudio
de la Globalización, en Yale; consejero asesor en la Iniciativa para el Diálogo
Político (IPD) de la Universidad de Columbia; asesor del Instituto
Internacional de Economía; becario visitante del Centro para el Estudio del
Gobierno Global, y miembro del Club Madrid y del Consejo Interacción.
Además, participa en una decena de consorcios
industriales y financieros como consejero. En 2011 se integró a Citigroup, fue
consejero de Union Pacific, la trasnacional que se quedó con las concesiones de
Ferromex, y también ha aparecido desde 2000 en los consejos de administración
de trasnacionales como Procter & Gamble, compañía que comercializa unas 300
marcas de productos en 140 países; Alcoa, empresa estadunidense con
maquiladoras en la frontera México-Estados Unidos; Electronic Data Systems
(ESD), fundada por el multimillonario Ross Perot; Coca Cola Company y Daimler
Chrysler, firmas en las que ha aparecido como asesor.
Zedillo también mantiene presencia e influencia
en consorcios mediáticos, de manera más eficaz aunque menos visible que Salinas
de Gortari. El 27 de noviembre de 2010 se incorporó como uno de los siete
nuevos consejeros independientes de Grupo Prisa, el mayor consorcio editorial y
de medios de comunicación en España, propietario de la cadena de televisión de
paga Digital Plus, y socio de Televisa en Radiópolis.
Los multimillonarios Bill y Melinda Gates
impulsaron a Ernesto Zedillo como consejero para el Programa de Desarrollo
Global de la fundación que lleva el nombre del creador de Microsoft. Gates
posee desde 2010 el 5% de las acciones de Grupo Televisa, a través del fondo de
inversiones Cascade Investments.
Las redes de Zedillo se extienden, por supuesto,
hasta Televisa. Desde 1997, año de la muerte de Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre,
Zedillo, como presidente, apoyó al heredero Emilio Azcárraga Jean para que
quedara como director y presidente del consorcio. No sólo eso. La operación de
saneamiento financiero y bursátil de Televisa se realizó con el aval
zedillista. Algunos personajes importantes de este proceso trabajaron en su
administración. Por ejemplo, Salvi Folch Viadero, actual vicepresidente
corporativo de Administración y Finanzas del grupo, fue vicepresidente de
Supervisión Bursátil de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Desde esa
posición apoyó la recomposición accionaria de Televisa para que Azcárraga Jean
se quedara con más de 50%.
Algunos de sus excolaboradores estuvieron en el
gobierno de Felipe Calderón, como Luis Téllez, exsecretario de Comunicaciones y
Transportes y actual presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, y Javier
Lozano, exsecretario del Trabajo que ahora presidirá la Comisión de
Comunicaciones y Transportes en el Senado de la República.
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