Revista Proceso # 1874, a 30 de septiembre de 2012
Ser amigo de Vladimir Putin en Leningrado equivale a ganarse el premio mayor de la lotería. Todos los conocidos del actual presidente ruso que residen en esa ciudad son ahora empresarios tan prósperos que muchos figuran en las listas de Forbes. Nada mal para unos judokas, profesores o espías que tuvieron el olfato necesario para advertir que tras la muerte de la Unión Soviética el gas y el crudo iban a ser sus jugosas indemnizaciones personales.
Arkadi Rotemberg tenía 12 años cuando conoció a
Volodia en las clases de judo del club deportivo Trud en Leningrado (ahora San
Petersburgo). Era 1965. Ese año tuvo lugar un hecho que iba a ser decisivo para
ellos en su vida adulta: se fundó el Ministerio de Gas de la Unión Soviética
que luego se transformó en Gazprom, la mayor empresa rusa y una de las más
grandes del mundo.
Hoy Arkadi y su hermano Boris están en la lista
de Forbes de los 100 hombres más ricos del país y Volodia –como llaman en confianza
a Vladimir Putin– es presidente de Rusia.Putin, los Rotemberg y los demás personajes de esta historia tienen un punto en común: San Petersburgo. Todos se conocieron en un club deportivo, en un lago al lado de una fogata, en la universidad o en una oficina del KGB –el servicio secreto soviético– y terminaron conectados con las empresas de gas y crudo de Rusia, país que es el mayor productor de gas y el primer exportador de petróleo del mundo.
En su libro Amigos de Putin: Nueva élite de negocios de Rusia, Irina Mokrousova describe la fórmula del éxito: “Primero, haber nacido o crecido hace 50 o 60 años en Leningrado, estudiar en una universidad de ahí, dedicarse al judo, trabajar en el KGB o en el Smolny (la alcaldía de esa ciudad). Segundo, después de la desaparición de la Unión Soviética fundar empresas mixtas con extranjeros, construir una dacha (casa de campo) cerca del lago Komsomolskoe o trabajar en los cargos directivos del Banco Rusia.
“Si su biografía se enmarca dentro de esta
fórmula, felicitaciones: Usted recorrió el camino más corto para ser muy rico,
un influyente ministro o un director de primer nivel de alguna de las más
importantes empresas rusas.”
Las vidas de Volodia y los Rotemberg se
separaron: éstos se dedicaron al deporte y Volodia estudió derecho para cumplir
su romántico sueño de ingresar al KGB.
Durante sus años de espía Putin trabajó en
Dresde, en la República Democrática Alemana, pero cuando en 1989 cayó el Muro
de Berlín y Alemania se unificó, los hombres del KGB salieron a toda prisa.
Putin volvió a Leningrado, donde después de un breve paso por la universidad
fue nombrado asesor en asuntos internacionales de Anatoly Sobchak, quien en
1991 se convirtió en el primer alcalde electo de la ciudad.
Empezaban los noventa y moría la Unión
Soviética, lo que fue una verdadera catástrofe social y económica pero una
fuente de oportunidades para Putin y sus colegas que, educados para ser la
élite del país, se acomodaron a los nuevos tiempos.
Como jefe del Comité de Relaciones Económicas
Internacionales, Putin cumplió un papel importante para que las empresas
extranjeras se establecieran en la ciudad. De su mano ingresaron los primeros
bancos –el Dresdner y el Nacional de París– y su ayuda fue decisiva para la
instalación de Coca-Cola, Gillette, Procter & Gamble y Wrigley, entre
otras.
En 1991 el gobierno de la ciudad privatizó el
Banco Rusia, un pequeño establecimiento creado por el Partido Comunista en las
postrimerías de la Unión Soviética. Los beneficiarios de esa privatización
fueron Vladimir Yakunin, hombre del KGB, y dos profesores de la Facultad de Física:
Yuri Kovalchuk y Andrei Fursenko. El banco, prácticamente inexistente, empezó a
manejar fondos de la alcaldía de San Petersburgo y comenzó a prosperar.
En 1998 estos jóvenes empresarios fundaron junto
con Putin la cooperativa Ozero (lago), que agrupó a los prósperos vecinos del
lago Komsomolskoe, quienes rompieron con la uniformidad de las típicas dachas
humildes de la era soviética y empezaron a construir mansiones de nuevos ricos.
Por la misma época los Rotemberg fundaron el
club de judo Yavara Neva, cuyo presidente honorario es Volodia, su amigo de la
infancia, y cuyos patrocinadores fueron Guennadi Timchenko –el hombre más rico
de Rusia– y Roman Abramovich, actual dueño del club inglés de futbol Chelsea.
La época de San Petersburgo llegaba a su fin.
Sobchak perdió las elecciones en 1996 y Putin fue llamado a Moscú para trabajar
en la administración presidencial en el Kremlin. Al comenzar el nuevo siglo ya
era presidente del país más grande del mundo, con las mayores reservas de gas,
las segundas de carbón y las octavas de petróleo.
La vertical del poder
No fue la primera vez que un sucesor barre con
la influencia de quien lo llevó al poder.
Putin desplazó a los miembros y amigos de la
“familia”, como se conocía al círculo íntimo de su protector, el entonces
presidente Boris Yeltsin, y marcó el retorno de la autoridad estatal: Eliminó
las elecciones a gobernador, dividió al país en zonas especiales bajo el mando
de sus emisarios y recuperó el control de los principales conglomerados
económicos, especialmente los del gas y el petróleo, desplazando a los
oligarcas de la era de Yeltsin.
Mijail Jodorkovski, quien en los noventa compró
a precio de ganga Yukos, la mayor petrolera del país, está en la cárcel desde
2003 y la empresa fue absorbida por la estatal Rosneft. El control de Gazprom,
la compañía que monopoliza la producción y venta de gas, pasó de los hombres de
Yeltsin a dos jóvenes abogados de San Petersburgo: Alexsei Miller y Dmitri
Medvedev, quien en 2008 sería presidente de Rusia y que hoy es primer ministro.
De esta manera la parte del Estado en la
producción de crudo pasó de 16% en 2000 a más de 50% en 2007. En 2005 el Estado
recuperó la mayoría del paquete accionario de Gazprom.
En 2003 el control de la parte estatal en las 66
compañías más importantes del país quedó bajo el manejo directo del presidente.
Para administrar este imperio Putin se valió de sus amigos de San Petersburgo y
de los miembros de los organismos de seguridad (los silovikis), en especial de
la FSB (la sucesora del KGB), al tiempo que todos fueron premiados con alguna
joya de la economía rusa.
Según la socióloga Olga Krishtanovskaya, de la
Academia de Ciencias de Rusia, en un artículo de la revista New Times del 16 de
abril de 2008, al terminar su segundo mandato presidencial los amigos de Putin
controlaban 80% de las “alturas de comando” de las principales empresas y
puestos del Estado y 42.4% de ellos eran silovikis.
El periodista Eduard Murtazaev escribió el
pasado 27 de agosto en la edición rusa de la revista Forbes que “nueve hombres
de Putin controlan prácticamente todos los puestos clave de la economía:
extracción y transporte de gas y petróleo, medios de comunicación, grandes
proyectos de construcción, industria de defensa y sistema financiero”. Según el
analista esto sería el equivalente a 22.6% del PIB ruso.
Después de obtener el control de las empresas
estratégicas del país comenzó una segunda oleada de redistribución de la
riqueza, esta vez para favorecer a los amigos.
Gazprom empezó a desprenderse de sus “hijas” y
“nietas”, empresas que no eran el corazón del negocio. Se produjo un fenómeno
raras veces visto en la zoología: los peces más chicos empezaron a devorar
tiburones.
Los amigos judokas Arkadi y Boris Rotemberg
compraron varias empresas de Gazprom y ahora controlan 90% de la provisión de
tubos para sus gasoductos. Arkadi, llamado El Rey de las Licitaciones –según
publicó la revista alemana Die Welt el pasado 27 de marzo–, es uno de los
mayores contratistas del Estado en obras tan importantes como la polémica
autopista Moscú-San Petersburgo, que atraviesa el bosque de Jimki en el norte
de la capital rusa causando un enorme daño a una de las principales reservas
forestales de la ciudad.
En 2011 la fortuna de Arkadi fue estimada por
Forbes en mil 100 millones de dólares; y la de Boris, en 550 millones.
El Banco Rusia de Kovalchuk, que apenas ocupaba
el puesto 74 en 2004, abrió la boca para engullir Sogaz, la compañía de seguros
de Gazprom, la segunda aseguradora del país, por 120 millones de dólares. Hoy
vale 2 mil millones. Luego tomó control de Gazprombank y de Lider, el fondo de
jubilación de los empleados de Gazprom.
Actualmente Kovalchuk es un magnate de los
medios de comunicación ya que Gazprom adquirió el canal NTV, la radio Eco Moscú
y el tradicional periódico Izvestia. Según el diario inglés The Financial Times
del 30 de noviembre de 2011, esos medios fueron vendidos en 2005 por 166
millones de dólares; dos años después Dmitri Medvedev, que en ese momento
estaba al frente de Gazprom, estimó el valor del grupo mediático en 7 mil 500
millones de dólares.
Así el Banco Rusia pasó a ubicarse entre los 20
más importantes del país, mientras que German Gref, otro amigo petersburgués de
Putin, dirige Sverbank, el mayor banco de Europa central y oriental y que según
el rating de la revista especializada The Banker ocupa el lugar 11 entre las
instituciones de ahorro y crédito con mayores ganancias del mundo.
“Silovikis”
Los silovikis juegan un papel destacado. Igor
Sechin, asistente de Putin en la alcaldía de Leningrado, se convirtió en el zar
del petróleo: es el presidente de la junta directiva de Rosneft, la primera
productora de crudo del país.
Nikolai Tokarev, amigo de Putin desde los
tiempos en que éste era espía en Dresde, es presidente de Transneft, por cuyos
oleoductos circula 93% del petróleo del país.
Vladimir Yakunin –exmiembro del KGB y quien
obtuvo acciones del Banco Rusia y con Putin fundó Ozero– es director de la
empresa de ferrocarriles, cargo clave en un país que abarca nueve zonas
horarias.
Matías Varing, exespía de la Stassi –organismo
de seguridad de Alemania del Este–, es presidente de la junta directiva de
Rusal, la principal empresa de aluminio.
Serguei Chemezov, excompañero de Putin en la
sede del KGB en Alemania, dirige Rosteknologi, el conglomerado estatal que
posee cientos de empresas, incluyendo muchas de las más importantes fábricas
militares e industriales.
Otro caso emblemático es el de Guennadi
Timchenko. El canal de televisión RBC, especializado en finanzas, lo considera
el hombre más rico de Rusia. Según despacho del pasado 21 de marzo de la
agencia Ria Novosti, el patrimonio de este empresario, también originario de
San Petersburgo, era de 24 mil 600 millones de dólares en 2011. Y de acuerdo
con Forbes es uno de los 100 hombres más ricos del mundo.
Timchenko empezó sus negocios a finales de los
ochenta al romperse el monopolio estatal del comercio exterior, cuando las
refinerías fueron habilitadas para exportar por su cuenta y organizó un
eficiente esquema de transporte de petróleo hacia Europa aprovechando sus
contactos con la empresa de ferrocarriles y con la flota estatal de
buques-tanque.
Su empresa, Gunvor, es hoy la cuarta
comercializadora de petróleo del mundo y controla un tercio de las
exportaciones marítimas de crudo de Rusia. El voraz Timchenko, a través del
Banco Rusia, del cual también es accionista, compró a Gazprom las empresas
Sibur, el mayor grupo petroquímico, y Novatek, la segunda productora de gas del
país.
Con Novatek y el aval del Kremlin, Timchenko
está cuestionando lo que hasta ahora era un mandamiento sagrado: el monopolio
de Gazprom sobre la producción y transporte de gas.
Timchenko, que renunció a la nacionalidad rusa,
adoptó la finlandesa y vive en Suiza protegido de cualquier imprevisto cambio
de suerte en el Kremlin, financia el club de judo Yavara Neva de los Rotemberg,
cuyo presidente honorario es Putin.
El mandatario ruso declara un salario, una
pensión militar, un terreno de 5 mil metros cuadrados cerca de Moscú, un
departamento en San Petersburgo, tres vehículos y cerca de 500 mil dólares en
ahorros bancarios. No parece mucho para su verdadero cargo: presidente de Rusia
S.A.
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