Los
legionarios solo piden perdón y el Papa calla
La
orden anuncia una ruptura con la herencia de Maciel tras las críticas de la ONU
por abusos a menores y nombra un nuevo líder
PABLO
ORDAZ
El País, Roma 6 FEB 2014
Un
día después de que la ONU acusara al Vaticano de encubrir los crímenes de
pederastia, los Legionarios de Cristo, la congregación ultraconservadora
fundada en 1941 por el mexicano Marcial Maciel, hizo público ayer un comunicado
en el que pide perdón por “los gravísimos e inmorales abusos” de su fundador
hacia “seminaristas menores de edad, por los actos inmorales con hombres y
mujeres adultos, el uso arbitrario de su autoridad y de los bienes, el consumo
desmesurado de medicamentos adictivos y el haber presentado como propios
escritos publicados por terceros”. De forma simultánea, los Legionarios de
Cristo obtuvieron la autorización explícita del papa Francisco para anunciar el
nombre de su nuevo director general, el mexicano Eduardo Robles Gil, lo que en
la práctica significa que, después de tres años bajo observación, han obtenido
la luz verde del Vaticano para que el movimiento Regnum Christi siga su camino
dentro de la Iglesia.
La
pregunta es obligada: ¿eso es todo? A la espera de que Jorge Mario Bergoglio se
pronuncie —por medio de la palabra o los hechos— sobre las graves acusaciones
formuladas el miércoles por la Comisión sobre los Derechos del Niño de la ONU,
no parece que un comunicado y un nuevo director de los Legionarios sea
suficiente para dar carpetazo a un capítulo tan negro de la Iglesia. No hay que
olvidar que Marcial Maciel fue protegido por Juan Pablo II y que hasta ahora,
seis años justos después de su muerte, no es repudiado tan claramente por los
mismos que, en vida, hicieron posible —protegiéndole, persiguiendo a las
víctimas— sus tropelías. ¿No habría sido más creíble si, junto al par de folios
donde se detalla la propensión al delito y al pecado del fundador, se hubiese
incluido también quién o quiénes lo ayudaron o lo protegieron?
Los
religiosos admiten su inicial “incapacidad para creer a las víctimas”
El
comunicado, sin duda histórico por su dureza contra Marcial Maciel, hay que
ponerlo, no obstante, en contexto. Ha sido redactado por el Capítulo General
Extraordinario de los Legionarios, esto es, la asamblea de 61 delegados que
desde el día 8 de enero permanece reunida en Roma con el objetivo de que el
papa Francisco —en las antípodas de su modo de proceder— avalase su
refundación. De hecho, tanto la declaración sobre Maciel, en la que no se
ahorran golpes de pecho, como el anuncio del nuevo director general estaban ya
listas desde hace días —la elección del padre Robles Gil se remonta al 20 de
enero—, pero no ha sido hasta ahora, justo 24 horas después del rapapolvo de la
ONU, que el Papa ha dado el visto bueno a su divulgación.
En
su declaración, los Legionarios de Cristo no tienen más remedio que reconocer
que Marcial Maciel solo pudo hacer lo que hizo —hasta abusar de sus propios
hijos, que los tuvo, con dos mujeres distintas—gracias al apoyo de la
congregación. “Nos apena”, aseguran los Legionarios, “que muchas víctimas y
personas afectadas hayan esperado en vano una petición de perdón y de
reconciliación por parte del padre Maciel y hoy queremos hacerla nosotros,
expresando nuestra solidaridad con todas ellas. Hoy reconocemos con tristeza la
incapacidad inicial de creer los testimonios de las personas que habían sido
víctimas del padre Maciel, el largo silencio institucional y, más adelante, los
titubeos y errores de juicio a la hora de informar a los miembros de la
congregación y a las demás personas. Pedimos perdón por estas deficiencias que
han aumentado el dolor y desconcierto de muchos”.
¿No
habría sido más creíble si hubiesen señalado a quien protegió al fundador?
El
problema es que, muerto el perro, no se acabó la rabia. No solo porque hicieron
exactamente, como si siguieran un manual, lo que denunció el miércoles la
Comisión sobre los Derechos del Niño de la ONU en relación a las prácticas del
Vaticano. Ocultar el problema, ponerse del lado del verdugo en vez de proteger
a sus víctimas. Sino que, según el comité de expertos, los Legionarios —aunque
no solo ellos— practican un sistema de reclutamiento de adolescentes que
facilita los casos de abusos. “Son separados de sus familias mediante la
manipulación psicológica y aislados del mundo exterior”, advierte la ONU.
Y
de ahí que, de nuevo, los Legionarios de Cristo demuestran mucha habilidad al
asegurar en el comunicado que el Vaticano, y en especial “las intervenciones
decididas” de Benedicto XVI, fueron las que les abrieron los ojos con respecto
a Maciel. “El Papa”, explican, “consideró que la Legión de Cristo, en términos
generales, era una comunidad sana, pero había que hacer correcciones. La ayuda
de la Santa Sede fue imprescindible para descubrir cómo la personalidad y el
modo de actuar del padre Maciel estaban afectando a nuestra congregación
religiosa.
De
hecho, la Visita Apostólica —realizada, por mandato del Papa, entre 2009 y
2010— comprobó que la conducta del padre Maciel ha causado serias consecuencias
en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de hacer necesario
un camino de profunda revisión”. Y ahí siguen, en revisión, bajo la atenta
mirada del papa Francisco, de quien se espera una respuesta a las graves
acusaciones de la ONU.
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