Abogados
ciudadanos/Ana
Laura Magaloni Kerpel
Reforma, 28
Jun. 2014
Los
abogados son una pieza fundamental del desempeño del sistema jurídico en todos
sus ámbitos. Recientemente estuve en un seminario del Aspen Institute de
Madrid, en donde abogados de varios países de Europa y de Estados Unidos se
reunieron para discutir cómo crear las condiciones, en las grandes y poderosas
firmas de abogados, para que una parte del tiempo y experiencia de los abogados
se utilice al servicio de la comunidad, a favor de los intereses colectivos y,
sobre todo, a favor de los miles de ciudadanos que en todos los países no
tienen acceso a un servicio legal de alta calidad. Este tipo de profesionista
legal se sintetiza con el término de "abogados ciudadanos". En esa
discusión, me preguntaba, ¿dónde está México? Lamentablemente nos hemos quedado
muy atrás, pero nunca es demasiado tarde para retomar con ímpetu el camino
olvidado.
El
dilema que enfrentan las grandes firmas de abogados para aumentar las horas de
trabajo pro bono y contar con abogados ciudadanos tiene que ver con su
estructura de incentivos: en estas firmas, generalmente se cobra a los clientes
por hora de trabajo y, para ello, cada abogado tiene que ir reportando, día a
día y hora por hora, el trabajo realizado, el tiempo invertido, el cliente para
el que se trabajó, etcétera. Los ascensos y los bonos anuales son resultado del
dinero que cada abogado traiga al despacho, sea por conseguir clientes
importantes, o por el número de horas trabajadas y que el despacho pudo cobrar.
Ello significa, por ejemplo, que si un abogado se tarda el doble de tiempo del
que regularmente toma una tarea, la firma posiblemente sólo pueda cobrar el
tiempo que le debería haber tomado hacer esa tarea. No importa que haya
trabajado el doble. Con este sistema de incentivos, todo está puesto para que
tan pronto un abogado pone un pie en la firma se dedique a trabajar más de 12
horas diarias sin parar. ¿Cómo, entonces, hacer espacio al trabajo pro bono?
Los
socios de grandes firmas europeas y norteamericanas que acudieron al seminario
estaban convencidos de que, en el largo plazo, ese sistema de incentivos
termina por generar vidas un tanto monótonas e insatisfechas. Comentaban que
una parte importante de su vocación por el derecho cuando iniciaron su carrera
había tenido que ver con la justicia y el impacto que tiene la profesión legal
en la cohesión, la prosperidad y la paz de la colectividad. Arruinar, con un
sistema de incentivos perverso, esa cara de la profesión legal es costoso tanto
en términos personales como sociales. ¿Qué hacer al respecto?
Los
que han tomado la batuta son los norteamericanos. En Estados Unidos, las firmas
de abogados están incentivadas a llevar trabajo pro bono, pues ello se ha
convertido en una importante fuente de buena reputación. Muchas veces, los
mejores estudiantes de las facultades de derecho norteamericanas eligen
trabajar en uno u otro despacho en función de las características y relevancia
del trabajo pro bono de la firma. Asimismo, la Barra de Abogados de Nueva York,
entre otras, exige que, además de pasar el examen para poder litigar en la
entidad, el abogado debe haber llevado a cabo un número importante de horas de
trabajo pro bono.
Esta
práctica de una profesión legal al servicio de los intereses colectivos es
inexistente en México. Inclusive las firmas de abogados internacionales con
sede en México que, en otros países llevan a cabo trabajo pro bono, en México,
salvo honrosas excepciones, no lo hacen. Esta indiferencia de la élite jurídica
mexicana por su impacto en la justicia social es uno de los grandes lastres de
nuestro sistema jurídico. Para que cambie, el Estado tendría que diseñar un
nuevo sistema de incentivos, que puede ir desde la colegiación obligatoria,
hasta la obligación de los estudiantes de derecho de trabajar un tiempo en la
defensoría pública, como lo hacen hoy los estudiantes de medicina en los
hospitales públicos.
La
vocación por el interés público está en muchos estudiantes de derecho. Ello me
consta. Busquemos los caminos para que estas vocaciones no se pierdan. Estoy
segura de que un México con muchos abogados ciudadanos será un México más
potente, más próspero y menos violento.
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