9 ago 2014

El nieto de Carlotto: “Estoy viviendo un momento mágico y maravilloso”

El nieto de Carlotto: “Estoy viviendo un momento mágico y maravilloso”
En su primera aparición, dijo preferir que lo sigan llamando Ignacio, aunque para su familia materna sea Guido.
 Ignacio Hurban, Guido, el nieto de Estela de Carlotto.
Clarin, 9 de agosto de 2014
Nota de Guido Careli Lynch

Tiene los dedos entrelazados y no puede evitar frotarse las manos. Luce nervioso, como si midiera ese escenario incómodo y amenazante de cámaras y periodistas de Argentina y el exterior que se gritan entre sí para verlo a él un poco más de cerca. Sentada a su izquierda, su abuela, a la que conoció personalmente hace apenas cuarenta y ocho horas, pide calma y moderación. El micrófono, que no funciona bien, no colabora para templar los ánimos. Estela de Carlotto anticipa que no vino a la diminuta sala del primer piso de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, en el barrio de Montserrat, para hablar como la presidenta de esa institución, sino para acompañarlo a él, a su nieto. Entonces, por fin, el hijo biológico de Laura Carlotto y Oscar Montoya toma la palabra y su voz –serena y relajada– echa por tierra la percepción de los nervios. La procesión va por dentro, dicen.

 “Yo soy Ignacio...o Guido, porque ella está muy firme con esa decisión”, dice mientras señala –con una sonrisa– a su abuela. Detrás suyo hay una decena de integrantes de sus dos familias de sangre. Intenta describir el momento y agrega: “Me parece maravilloso y mágico lo que está pasando”.
 Un periodista insiste con la pregunta sobre el nombre. A pesar de que es un completo extraño, lo llama “Pacho”, como sus amigos. ¿Guido o Ignacio? Esa es la cuestión. El se toma unos segundos, cabecea, se lleva una mano debajo del mentón y mira para todos lados, como si buscara las palabras precisas. “Me siento más cómodo, estoy acostumbrado a mi nombre Ignacio, lo quiero seguir manteniendo. También entiendo que hay una familia que me está nombrando hace treinta y pico de años y para ellos soy Guido”, dice mientras que sus tíos, Claudia y Remo Carlotto posan, por un segundo, las manos en sus hombros. “Pero me siento cómodo con eso y con la verdad que me toca y esencialmente estoy muy feliz. Y agradecido”, asegura.
 Relata la admiración que siente por su abuela y la emoción por el abrazo que se dieron. “Cuando hay amor, es maravilloso el abrazo. Es diferente para mí que para ella.
 Yo hace dos días que sé quien soy, o que sé quien no era, o no sé, algo de eso”, matiza. Estela de Carlotto mira al frente hasta que posa sus ojos en su nieto, firmes.
 “Tuve una vida extraordinariamente feliz y a esa vida se le suma esta maravilla de ser parte de esta historia y de saber que queriéndolo o no, voy a entrar en los libros de historia”, explica al tiempo que rescata “el mayor de los amores” que le brindaron Clemente y Juana Hurban, sus padres de “crianza”. Ignacio quiere conocer los detalles de su historia. “Voy a ir encontrando eso, porque me lo van a contar, porque lo voy a ver, voy a ir atando esos cabos sueltos que tuve ”, dice.
 El 2 de junio –el día en el que festejaba su cumpleaños– tuvo un indicio. Confirma –tal como publicó Clarín – que alguien se lo sugirió. “Son esas vueltas extrañas, azares, circunstancias, hilos finos que dependen de que alguien se muera a tiempo o no ”, dice en lo que parece una alusión a Francisco Aguilar, propietario del campo donde se crió, fallecido en marzo y a quien diferentes versiones señalan como presunto intermediario.
 También aboga por la tarea de Abuelas en la búsqueda de nietos apropiados. “Aquellos que están con dudas, tienen que acercarse porque es necesario, no sólo para recuperar la identidad, sino para construir la memoria colectiva, para cicatrizar y seguir de la mejor manera posible. Yo era un pibe que crecí en el campo, pero terminé acá.
 Por fin, por el pedido de los fotógrafos que quieren la foto, porque quiere, porque puede, Ignacio abraza a su abuela Estela de Carlotto. Ya nadie grita. Todos, familiares y periodistas, aplauden.

*
Guido Carelli Lynch
En Colonia San Miguel, el pueblo más cercano al campo donde Guido Montoya Carlotto se crió como Ignacio Hurban, el rumor se escuchaba sin eufemismos desde las primeras horas de ayer. Francisco Aguilar, propietario del establecimiento rural donde Clemente y Juana Hurban viven y ejercían como caseros, podría haber sido el intermediario que entregó al hijo de Laura Carlotto al matrimonio. La muerte del estanciero, en marzo pasado, no disipa las versiones y por el contrario las multiplica. La repetían, entre otros, funcionarios, vecinos, y activistas de Derechos Humanos de Olavarría.
La viuda del ganadero, Susana Clara Mozotegui, se desentendió de los rumores.
“¡No sé nada de eso y mi marido no está!”, gritó al escuchar por teléfono la consulta de Clarín.
Asociaciones de Derechos Humanos de la zona confirmaron a Clarín que la presunta responsabilidad de Aguilar en la entrega Guido a sus padres de crianza es por ahora la única hipótesis que se maneja. Consignan, también, su cercanía con militares durante la dictadura, alimentado por su pertenencia a la Sociedad Rural. Algunos activistas aseguran que la conexión entre La Plata –donde funcionaba el centro clandestino La Cacha, donde Laura Carlotto estaba secuestrada– y Olavarría, probaría la responsabilidad de Aguilar, puesto que estarían implicadas personas de su círculo íntimo. Ese camino empezará a recorrerse el 22 de septiembre, cuando comience el juicio por los crímenes cometidos en Monte Peloni, el centro de clandestino de tortura que funcionó allí.
Aguilar fue además vicepresidente de Estudiantes de Olavarría y titular del Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA de Balcarce. También era integrante de la sociedad de la cantera Cerro del Aguila. En el campo en el que vivían los Hurban y creció Ignacio también se extraía piedra caliza. El empresario estaba jubilado pero presidía hasta la fecha de su muerte dos emprendimientos familiares: Aguilares S.A, para la explotación ganadera, y el Club de Equitación, que hoy preside uno de sus dos hijos, Jerónimo Aguilar.
El diario local El Popular insistió con la versión que asegura que “el disparador para que Guido llegara hasta Abuelas queriendo conocer su identidad habría tenido que ver con el comentario o la confesión que le habría hecho alguien muy cercano, relacionado supuestamente con el dueño del campo”.
Mientras tanto, el intendente José Eseverri mantiene un cerrojo informativo sobre el tema y dio instrucciones a sus funcionarios de no hablar sobre el tema. El martes, había anticipado en la radio local que (se daría) “un debate sobre cómo llegó a nuestra ciudad”. Según pudo reconstruir Clarín, se debería a un pedido del propio Guido de “bajar el perfil”.

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