Ética
en Gaza/ Peter Singer, Professor of Bioethics at Princeton University and Laureate Professor at the University of Melbourne, is the author of Animal Liberation, Practical Ethics, One World, The Ethics of What We Eat (with Jim Mason), The Life You Can Save, and the forthcoming The Point of View of the Universe (with Katarzyna de Lazari-Radek). In 2013, he was named the world’s third “most influential contemporary thinker” by the Gottlieb Duttweiler Institute.
Project
Syndicate |7 de agosto de2014
¿La
acción militar de Israel en Gaza es defendible desde un punto de vista moral?
Existen
diferentes respuestas posibles para esta pregunta. Algunas dependen de
respuestas a interrogantes previos sobre la fundación del estado de Israel, las
circunstancias que llevaron a muchos palestinos a convertirse en refugiados y
la responsabilidad por el fracaso de esfuerzos anteriores por alcanzar una
solución pacífica. Pero dejemos de lado estas cuestiones -que ya han sido
exploradas con mucha profundidad- y centrémonos en los asuntos morales
planteados por el último estallido de hostilidades.
Lo
que disparó de inmediato el conflicto actual fue el asesinato de tres
adolescentes judíos en Hebrón, en Cisjordania. Israel culpó a Hamas y arrestó a
cientos de sus miembros en Cisjordania, aunque nunca explicó el fundamento de
su acusación.
El
gobierno israelí tal vez haya aprovechado estos asesinatos indignantes como un
pretexto para provocar una respuesta de Hamas que le permitiera a Israel, a su
vez, invadir y destruir los túneles que Hamas había cavado desde Gaza hasta
Israel. Aunque los líderes israelíes sostienen que la magnitud y la
sofisticación de los túneles que descubrieron los tomaron por sorpresa, el
ejército de Israel informó al gobierno sobre los túneles hace más de un año, y
el gobierno creó una fuerza de operaciones especial para evaluar qué hacer con
ellos.
Hamas
respondió a los arrestos en Cisjordania con una descarga de cohetes que
alcanzaron a Tel Aviv y Jerusalén, aunque sin causar heridos. Israel luego
comenzó sus ataques aéreos, seguidos de una invasión terrestre. Al momento de
escribir esta columna, más de 1.600 palestinos, la mayoría de ellos civiles,
habían muerto como consecuencia de los ataques aéreos y terrestres israelíes.
Tres civiles israelíes han sido asesinados por fuego de cohetes o morteros
desde Gaza, y 64 soldados israelíes han perdido la vida desde que comenzó la
invasión terrestre.
Al
disparar cohetes a Israel, Hamas invitó a una respuesta militar. Un país que es
víctima de ataques con cohetes desde el otro lado de la frontera tiene derecho
a defenderse, aun si se pudiera inferir que sus propias acciones provocaron los
ataques, y los ataques en sí tengan una eficacia relativa. Pero un derecho de
autodefensa no significa el derecho a hacer cualquier cosa que se pueda
interpretar como un acto defensivo, sin importar el costo para los civiles.
A
pesar de los reclamos en algunos medios israelíes de que debería bombardearse a
Gaza “hasta que regresara a la edad de piedra”, el gobierno israelí parece
aceptar que eso sería un error. Israel ha tomado algunas medidas para minimizar
las bajas civiles al advertirles a los palestinos que evacúen zonas que iban a
ser atacadas.
Hamas,
por el contrario, no ha manifestado ningún interés en evitar las bajas civiles,
tanto en Israel como en Gaza. El único objetivo de disparar cohetes a ciudades
israelíes es causar bajas civiles, y el hecho de que los cohetes no hayan
logrado este objetivo en gran medida se debe a su imprecisión, al sistema de
defensa antimisiles “Iron Dome” (Cúpula de Hierro) de Israel y quizás a un poco
de suerte. La estrategia de Hamas de lanzar cohetes desde zonas residenciales y
almacenarlos en escuelas refleja a las claras la voluntad de sus líderes de
poner a los civiles palestinos en riesgo para enfrentar a Israel a la lúgubre
elección entre matar a civiles o permitir que los ataques con cohetes
continúen.
Así
las cosas, a pesar de cuáles podrían ser las objeciones morales que se les
puedan hacer a las acciones de Israel en el último mes, existen objeciones aún
más serias para los actos de Hamas. A diferencia de episodios anteriores,
países árabes como Egipto, Jordania y Arabia Saudita se han moderado en sus
críticas hacia Israel, aunque tal vez no tanto por razones morales como porque
consideran al Islam militante como una amenaza mucho mayor que Israel en sus
propios regímenes.
Sin
embargo, decir que las acciones de Israel son menos equivocadas que las de
Hamas no es decir mucho. Israel tiene objetivos militares legítimos en Gaza:
frenar los cohetes y destruir los túneles. Debería perseguir estos objetivos y,
al mismo tiempo, demostrar la máxima preocupación por los civiles atrapados de
Gaza.
En
un artículo reciente, Fania Oz-Salzberger, mientras escribía desde Tel Aviv al
tiempo que se interceptaban cohetes sobre su cabeza, instó al gobierno a enviar
suministros médicos a los pueblos de Gaza. Desde entonces, el ejército israelí
ha instalado un hospital de campaña en la frontera con Gaza para tratar a los
palestinos heridos.
Este
es un paso positivo, pero se ve superado por las repetidas instancias de
ataques aéreos y bombardeos israelíes que parecen haber matado innecesariamente
a civiles, desde los cuatro niños que murieron en una playa el 16 de julio
hasta los 20 palestinos civiles asesinados mientras estaban refugiados en una
escuela de las Naciones Unidas el 30 de julio. Estos incidentes recuerdan las
pasadas operaciones de la OTAN en Afganistán, en las que existía una
preocupación menor por salvaguardar las vidas de los civiles locales de la que
habría existido si hubieran estado en riesgo las vidas de las tropas de la OTAN,
o sus compatriotas civiles.
Algunos
se encogerán de hombros y dirán: “la guerra es el infierno”. Pero entre los
extremos insostenibles del pacifismo y la exaltación de la guerra a algo más
allá de la moralidad, existe un terreno medio que intenta minimizar el mal
incuestionable de la guerra. Podemos reconocer que Israel ha hecho algunos
esfuerzos en este sentido, pero también es nuestro deber decir: no los
suficientes.
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