Israel, Gaza/Jorge
G. Castañeda
Reforma, 7 de agosto de 2014
Uno
de los problemas que enfrenta cualquier análisis de la actual carnicería en
Gaza como del conflicto israelí-palestino, desde 1947, consiste en aceptar que
ambos bandos tienen algo de razón, más allá de la desproporción de
responsabilidades en cada coyuntura. La desproporción operó contra Israel en
1956, cuando Francia, Inglaterra y Egipto se aliaron en su contra, y en 1967,
cuando Siria, Egipto y otros países árabes también lo hicieron. La
desproporción hoy opera contra los palestinos. Gaza ha padecido un ataque
brutal, caracterizado por una desproporción de poder de fuego rara vez vista en
los anales de la guerra moderna. Pero lo esencial no está ahí, aunque las
imágenes trágicas de los niños en Gaza sugieran otra cosa.
Israel
tiene razón tanto en esta coyuntura como en los últimos 67 años: su existencia
y su seguridad no son negociables. Hay grados de agresión por parte de sus
vecinos árabes en el pasado, o por los palestinos de Líbano, Cisjordania o Gaza
que no son aceptables, como no lo es la detención por Irán de armamento
atómico. Un peligro inadmisible para el Estado Judío.
Tiene razón también en
insistir que debe
seguir habiendo un Estado Judío, porque esa fue su razón de ser y su código
genético de nacimiento.
Tiene
razón en pensar, como lo dice mi primo Ran, nacido en un Kibbutz antes de la
partición que: "No hay una idea concreta de cómo Israel hubiera podido
combatir este asalto maniaco infligiéndole menos daños a Gaza". Israel
tiene razón en que la ciudad subterránea de túneles, así como el llamado plan
maestro previsto para el año nuevo judío, junto con el crecimiento exponencial
del número y el alcance de misiles disparados por Hamás constituían un peligro
intolerable que debería ser atendido. Por último, Israel tiene razón en acusar
a Hamás de ser una organización que utiliza a la población civil de Gaza como
escudos humanos no sólo para defender a sus combatientes, sino para inducir a
Israel a cometer crímenes de guerra por los cuales podría ser juzgado en la
Corte Penal Internacional.
El
problema es que los palestinos, tanto la OLP en Cisjordania como Hamás en Gaza,
también tienen razón. La tienen al querer no sólo un Estado Palestino propio,
sino un Estado viable, constituido por territorios contiguos, con todos sus
atributos: ejército, divisa, policía, religión de Estado y una capital en parte
de Jerusalén. Tienen razón en considerar que la implantación masiva de
asentamientos judíos bajo el gobierno de Netanyahu no sólo en la Ribera
Occidental y en Jerusalén Oriental, sino también entre Gaza y Cisjordania
constituye un intento deliberado para impedir la contigüidad y viabilidad del
hipotético Estado Palestino.
Tienen
razón en creer que el alto número de muertes civiles en este último conflicto,
al igual que el del sur de Líbano hace cinco años, es producto de la reticencia
de la sociedad israelí a incurrir bajas militares mortales imponiendo el uso de
bombardeos y misiles aéreos, así como ojivas de artillería pesada, que por
definición carecen de la exactitud para sólo dar en el blanco escogido. No hay
manera de lanzar obuses a 30 km de distancia en zonas altamente pobladas sin
que haya daños colaterales masivos.
Desde
las negociaciones de Campo David y Taba, en el 2000, los intentos de buscar la
paz en Medio Oriente han partido de pequeños pasos para desactivar conflictos,
prolongar treguas y construir confianza, dejando para después el llamado fin de
juego, no han prosperado. Se debe volver al enfoque inverso: armar el acuerdo
final: seguridad e integridad del Estado Judío, reconocido como tal por todos
los grupos palestinos; existencia y viabilidad del Estado Palestino; una
Jerusalén compartida; compensación para los palestinos de los asentamientos
judíos e irrecuperables al este de la Línea Roja de 1967; ningún derecho de
retorno; y dejar el bloqueo de Gaza, los túneles o el muro en Ramala para
después. De no avanzar así, sólo hay dos salidas: un Estado de minoría judía
autoritaria, con "bantustanes" palestinos mayoritarios sin derechos.
O un Estado democrático, donde todos voten pero donde los judíos muy pronto
serán minoría. Ambas son desastrosas.
jorgegcastaneda@gmail.com
Un día despues: Fe
de erratas
Cometí
un error de hecho en mi columna de ayer, imputable a mi prisa innecesaria. En
1956 la desproporción se dio contra Israel pero de otra manera: cuando la URSS
y EU obligaron al retiro de Israel, Francia e Inglaterra de Port Said en
Egipto.
Jorge
G. Castañeda
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