14 dic 2015

Ahora fue la Puerta de la basílica de San Juan de Letrán

Una ceremonia simple y emocionante en la catedral de Roma
El papa Francisco abrió este domingo 13 de diciembre la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán, una de los cuatro templos pontificios y catedral de Roma.
 Después de rigurosos controles antes de entrar en la plaza, en los que colaboró la Guardia Civil Española, miles de fieles se congregaron para el evento, en este soleado y gélido domingo de diciembre.
Eran las 9: 29 horas y Francisco abre los batientes de la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán, su catedral. 

Francisco en cuanto Obispo de Roma, vestía paramentos claros con mitra, báculo y trial, una capa que envuelve el cuerpo, de color rosa como se requiere por el tiempo litúrgico del tercer domingo de Adviento, con una cruz morada. 
El coro de la Capilla Sixtina cantaba el Kyrie.
Bergoglio después de las oraciones iniciales y del acto penitencial en el atrio de la basílica, delante de la Puerta Santa, de bronce con una imagen de María, permaneció en silencio mientras se escuchaba el canto del Veni Creator Spiritu.

Tras abrir la puerta de bronce que representa a Cristo, el Papa entró y volvió a quedarse en silencio algunos instantes. A continuación caminó en la basílica hacia el altar, en donde celebró la santa misa. Una ceremonia muy simple, esencial y emocionante.
El himno de entrada compuesto especialmente para la ocasión, inicia con las palabras 'Misericordiosos como el Padre', tomadas del evangelio de Lucas. 
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Después de Bangui y San Pedro, Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán, su catedral. «Se nos pide que seamos instrumentos de misericordia, conscientes de que seremos juzgados sobre esto»
Vatican Insider 
ANDREA TORNIELLI
ROMA
A las 9.29 hrs. Francisco abre los batientes de la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán, su catedral. Es la tercera puerta jubilar abierta por el Pontífice, después de la de Bangui, en la República Centroafricana, el pasado 29 de noviembre, y la de San Pedro, el pasado 8 de diciembre. Es el tercer domingo de Adviento, llamado «Gaudete», de alegría, y los paramentos de la celebración fueron de color rosa, en lugar de los violeta.
 En la homilía, Francisco recordó que la invitación que hace el profeta a la antigua ciudad de Jerusalén se dirige también hoy a toda la Iglesia y a cada uno: «¡Alégrate… exulta!». El motivo de estas alegrías «se expresa con palabras que infunden esperanza, y permiten mirar el futuro con serenidad. El Señor ha abolido toda condena y ha decidido vivir en medio a nosotros».
 El Papa explicó que teniendo presente la Navidad, que se acerca, «no podemos dejarnos llevar por el cansancio; no está permitida ninguna forma de tristeza, a pesar de tener motivos por tantas preocupaciones y por las múltiples formas de violencia que hieren nuestra humanidad. La venida del Señor, debe llenar nuestro corazón de alegría». El profeta Sofonías recuerda que Dios «protege a su pueblo». «En un contexto histórico de grandes injusticias y violencias, por obra sobre todo de hombres de poder, Dios hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo, que no lo dejará más a merced de la arrogancia de sus gobernantes, y que lo liberará de toda angustia. Hoy nos piden que “no desfallezcan tus manos” a causa de la duda, de la impaciencia o del sufrimiento».
 «Hemos abierto la Puerta Santa —añadió Papa Bergoglio—, aquí y en todas las catedrales del mundo. También este simple signo es una invitación a la alegría. Inicia el tiempo del gran perdón. Es el Jubileo de la Misericordia. Es el momento de descubrir la presencia de Dios y su ternura de Padre. Seamos también nosotros como la gente que interrogaba a Juan: ‘¿Qué cosa debemos hacer?’». El Bautista «invita a actuar con justicia y a mirar a las necesidades de cuantos se encuentran en dificultad. Lo que Juan exige de sus interlocutores, es cuanto se puede confrontar con la ley. A nosotros, en cambio, nos piden un compromiso más radical. Delante a la Puerta Santa que estamos llamados a atravesar, nos piden ser instrumentos de misericordia, conscientes que seremos juzgados sobre esto. Quien ha sido bautizado sabe que tiene un compromiso más grande. La fe en Cristo lleva a un camino que dura toda la vida: aquel de ser misericordiosos como el Padre».
 «La alegría de atravesar la Puerta de la Misericordia se une al compromiso de acoger y testimoniar un amor que va más allá de la justicia, un amor que no conoce confines. Es de este infinito amor que somos responsables, no obstante nuestras contradicciones».

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