Revista
Proceso # 2056, 26 de marzo de
20016..
Terrorismo
de nueva generación/MARCO APPEL
Especialistas
en asuntos de seguridad y de terrorismo coinciden en que desde hace más de dos
décadas Bélgica es un centro logístico de los islamistas radicales, quienes
perpetraron los atentados de París de noviembre
último y el del pasado martes 22 en la capital belga. Algunos expertos
advierten incluso que los ataques de esta naturaleza pueden realizarse en
cualquier momento. Esa nación, dice uno de ellos, es el “Estado más débil” de
Europa tras los atentados de 2001. Y las redes de este “terrorismo de nueva
generación” se extienden ya por todo el continente.
No
obstante, el profesor de la Universidad de Toulouse y experto en temas de
terrorismo Mathieu Guidère declaró a la prensa francesa que Bélgica no es el
único centro de radicalización en suelo europeo, y que el autodenominado Estado
Islámico, autor de los ataques en París y Bruselas, “articula redes trasnacionales
para las que las fronteras estatales y nacionales no significan gran cosa”.
Desde
septiembre último, cuando una coalición de países encabezados por Estados
Unidos comenzó a bombardear sus posiciones en Siria, el Estado Islámico envió
“decenas de personas” a Europa para organizar atentados, relató Guidère al
cotidiano suizo 24 Heures el miércoles 23.
Un
grupo perpetró la operación de París y otro la de Bruselas: en ambos casos los
llamados “especialistas”, que se ocuparon de fabricar los explosivos y obtener
el armamento, fueron formados en Siria, en tanto que yihadistas locales fueron
los encargados de preparar la logística. “Esa distinción entre militantes
europeos y aquellos entrenados en Siria complica más la tarea de los
investigadores”, declaró el experto galo.
Alexandre
Vautravers, experto en seguridad del Global Studies Institute de la Universidad
de Ginebra, Suiza, refiere que los atentados de Bruselas suponen un “cambio de
intensidad en la escala” del terrorismo.
Explica:
“Ya no estamos frente a una pequeña célula de 10 a 15 elementos, sino frente a
una red mucho más importante. Simplemente imaginemos que para ofrecer un
escondite y la cobertura a un fugitivo, como lo fue Salah Abdeslam durante más
de cuatro meses, se estima que son necesarias al menos 10 personas de apoyo”.
Abdeslam
regresó a Bruselas la misma noche de los atentados parisinos tras haberse
arrepentido de activar su cinturón explosivo. Fue capturado el 18 de marzo
gracias a que un amigo suyo informó a la policía de su presencia en un
escondite de la capital belga.
Dos
días antes de los atentados de Bruselas, y dos después del arresto de Abdeslam,
el ministro belga de Relaciones Exteriores, Didier Reynders, reveló que el
grupo implicado en los ataques de París estaba integrado por “más de 30
personas” y no por 10 como había creído la inteligencia belga.
Roullier,
por su parte, subraya que hay que dejar de hablar de “lobos (terroristas)
solitarios” que se radicalizan en internet, pues detrás de cada sitio
extremista “hay una persona”. Asegura que las redes terroristas se han
transformado en “comunidades salafistas” cuya dificultad para golpear se ha
elevado.
Las
actuales medidas de seguridad tampoco bastan. Tras los ataques en el aeropuerto
de Zaventem y la estación del metro, el gobierno belga declaró la máxima
alerta: pasó del nivel tres al cuatro (el viernes 24 bajó nuevamente al tres).
Vautravers aclara que tales grados de riesgo sirven únicamente para preparar a
las fuerzas de seguridad ante un potencial atentado y no para impedirlo.
“No
tiene ninguna complejidad saltar en pedazos en medio de una fila de espera con
un cinturón o una maleta atiborrada de explosivos. No hay manera de prevenir
eso”, indica Roullier, quien considera que el reforzamiento de la cooperación
policiaca y el endurecimiento de las leyes antiterroristas no solucionarán el
problema, sino sólo el combate a sus “causas de fondo”.
Otro
consultor en seguridad, el francés Jean-Charles Brisard, asegura que alzar los
niveles de alerta y desplegar al ejército en las calles son medidas para
tranquilizar a la población. Sacar a los militares “no tiene ningún efecto
sobre el terrorismo” y resulta contraproducente, pues pueden convertirse en
objetivos de ataques.
“Sabemos
que el problema se sitúa en Irak y en Siria. Hay que terminar con la
intervención militar porque no tenemos los medios de nuestras ambiciones”,
señaló Guidère a la revista gala Challenges el martes 22. Y agregó: “¿Qué hace
Francia frente al Estado Islámico en Irak y Siria? Los rusos han golpeado a los
yihadistas 50 veces más que Francia. La coalición es ineficaz. Y el problema es
que no hay ningún proyecto político en esa región. Europa está rebasada.”
Pacto
de no agresión
Desde
hace más de dos décadas Bélgica es un centro logístico de los islamistas
radicales, refieren los expertos europeos: desde ese país fue emitida en los
años noventa la primera comunicación del Grupo Islámico Armado (GIA), una de
las organizaciones terroristas más sanguinarias de la época que cometió una
serie de ataques en Francia. La primera mujer kamikaze extranjera provenía de
una ciudad del sur del país (se hizo estallar en Irak en 2005), y la pista
belga aparece regularmente en las investigaciones de los atentados cometidos en
los países de la Unión Europea (UE).
Los
expertos señalan que casi la totalidad de las redes activas del radicalismo
islámico se trasladaron a la capital de Bélgica, el “Estado más débil” de
Europa, tras los atentados de 2001 y el reforzamiento de la lucha
antiterrorista de Reino Unido. Actualmente esas redes se sitúan por todo el
continente.
Bélgica
se encuentra en el centro geográfico de Europa, está bien conectada y es un
cruce del tráfico de drogas y armas entre Francia y Holanda. Además, cuenta con
instituciones de seguridad fragmentadas y con pocos recursos: dispone
actualmente de mil 200 efectivos civiles y militares que deben encargarse de la
vigilancia de las instituciones de la UE, la OTAN y de 800 radicales islamistas
peligrosos, entre muchas otras misiones.
Sin
embargo, entre la comunidad periodística y académica causaba suspicacia el
hecho de que el país, cargando el fuerte simbolismo de ser la anfitriona de las
instituciones de la UE y la OTAN, no hubiera sido blanco del terrorismo como
otras capitales o ciudades europeas.
En
ese sentido, el dispositivo de seguridad implementado en aquellos inmuebles
llama la atención por su relativa laxitud: no existen filtros de seguridad en
la periferia de los edificios de la UE; cualquier persona puede aproximarse
hasta la entrada, salvo en el Consejo de Ministros, donde existen controles
externos. En algunos casos los accesos de seguridad se encuentran al interior
de los inmuebles e incluso hay oficinas de la UE que comparten espacio con
comercios públicos.
Segundos
antes de la explosión, el convoy del metro atacado había dejado la estación
Schuman, que circula por debajo de la zona que ocupan las instituciones
europeas. Esa estación está localizada en el llamado “corazón de Europa”, en
donde está el edificio sede del Consejo de Ministros (ahí se reúnen los Jefes
de Estado y de Gobierno de la UE), de la Comisión Europea (el “gobierno común”
de la UE), del Servicio Europeo de Acción Exterior (el cuerpo diplomático de la
UE) y cientos de oficinas y representaciones de gobiernos y organizaciones
internacionales de todo tipo.
De
manera extraoficial se hablaba de una especie de “pacto de no agresión” de
Bélgica con los extremistas islámicos, teoría que tomó fuerza cuando tras los
atentados de París se acusó al alcalde socialista de Molenbeek, Philippe Moureaux
(quien gobernó entre 1992 y 2012), de haber cerrado los ojos a la
radicalización de la comunidad islámica para enfocarse en una baja en los
índices de criminalidad común y en políticas populistas que garantizaran varias
veces su reelección.
El
pasado 18 de noviembre, Jean Quatremer, corresponsal en Bruselas del diario
galo Libération, entrevistó al profesor de la Universidad de Gante Brice de
Ruyver, quien fue consejero en seguridad del primer ministro belga Guy
Verhofstadt entre 2000 y 2008.
En
la entrevista Quatremer abordó el asunto de los reproches franceses respecto a
una ineficiencia de la inteligencia belga que permitió los atentados de París,
y pregunta si Bélgica no se guardó información que los hubiera podido evitar.
Ruyver
contestó que no, y explicó que, siendo un país pequeño, Bélgica está obligado a
ser cooperativo para así poder estar informado y prevenir amenazas. El
periodista francés comentó entonces:
–Algunos
afirman que Bélgica habría llegado a acuerdos con ciertos grupos extremistas:
“no les buscamos pelea, pero ustedes no cometan atentados aquí”.
El
exconsejero en seguridad respondió que si eso hubiera ocurrido significaría
“una traición total”, y arguyó que los funcionarios de seguridad belgas “jamás
hubieran tomado una decisión de esa naturaleza”.
Se
le pregunta cómo explica que Bélgica, cuya capital hospeda instituciones
internacionales que son objetivos potenciales, se haya librado de atentados
terroristas, sin contar el ataque del Museo Judío de Bruselas el 24 de mayo de
2014, en el que un hombre armado mató a cuatro personas.
Ruyver
dijo que el Estado belga invirtió y modernizó sus medios de seguridad, en
particular en la centralización de la información de sus agencias de
vigilancia, con la creación en 2006 del Órgano de Coordinación para la Amenaza
Terrorista.
Señaló
que el personal de los cuerpos de seguridad, aunque limitado, está “bien
organizado”. Todo lo anterior, dijo, habría permitido a Bélgica ser capaz de
controlar o desmantelar redes que pudieran actuar en el país o el extranjero,
con excepción del grupo que llevó a cabo los atentados de París. l
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