El
País | 27 de marzo de 2016.
Cincuenta
años después de proclamarse “nunca más”, frase asociada al holocausto judío
durante la II Guerra Mundial, se repite otro genocidio, en Yugoslavia, en el
medio de la cuna de la civilización occidental, ante la indiferencia de la
comunidad internacional y con la cooperación de la propia secretaría general de
las Naciones Unidas.
Cuando
comparecí como testigo de la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional para la
antigua Yugoslavia en el juicio contra Slobodan Milosevic, denuncié que el
crimen cometido con el pueblo bosnio musulmán entre 1992 y 1995 había sido
objeto del mayor acto de encubrimiento.
Era
entonces “la hora de Europa y no de los americanos”, como declaró en nombre de
la comunidad el canciller de Luxemburgo, Jacques Poos, al anunciar desde
Belgrado en junio de 1991, el fin del conflicto en la antigua Yugoslavia,
cuando en realidad recién comenzaba.
Veamos
cómo Europa asumió esta responsabilidad:
Primero:
a los dos meses de aceptar la incorporación de Bosnia-Herzegovina, como miembro
de la ONU, activó un plan para dividir al país en cantones étnicos: serbios,
croatas y bosnios. O sea, a la par que se terminaba con el aborrecible apartheid
de Suráfrica, la ONU y la comunidad europea lo recreaban en Bosnia.
Segundo:
el Consejo de Seguridad de la ONU acordó un embargo de armas en conocimiento de
que solo Serbia y Croacia disponían de armamento y de fuerzas militares. Esta
resolución de hecho intentaba dirimir a muy corto plazo la partición de Bosnia
entre Serbia y Croacia, y entre sus fanatizados lideres: Milosevic y Tudjman.
Los bosnios musulmanes desarmados, solo tendrían la opción de rendirse, pero
como vimos, resistieron al más alto costo humano y territorial.
Tercero:
ante esa desigual realidad, en agosto de 1993, los llamados países No Alineados
en el Consejo de Seguridad: Pakistán, Marruecos, Cabo Verde y Venezuela
promovimos una resolución que le permitiera a Bosnia ejercer el derecho a la
legítima defensa previsto en el artículo 51 de la Carta de la ONU. Tal derecho
le fue negado por el consejo bajo la absurda consideración de que al levantar
el embargo de armas se aumentaría el nivel de violencia y se intensificaría el
conflicto. (Para ese momento ya habían muerto 200.000 bosnios, más de un millón
de personas habían sido desplazadas de sus hogares; 20.000 mujeres, violadas, y
la Corte Internacional de Justicia ya había advertido al Consejo de Seguridad
de la amenaza de genocidio, ante lo cual el Consejo ni siquiera contestó a la
Corte. Reino Unido, España, Francia, Japón y Brasil votaron en contra de la
resolución. Estados Unidos, a favor.
Sin
embargo, semejante comportamiento en el Consejo no impidió declaraciones como
las del presidente Mitterrand: “Si estuviésemos hablando de la seguridad de
nuestros propios Estados, nos tomaría dos horas y no semanas tomar esta
decisión”. De Helmut Kohl: “No se puede permitir que la comunidad internacional
deje solos a los musulmanes de Bosnia. El levantamiento del embargo es una
necesidad y un deber moral, porque significa ayudar al más débil”. La baronesa
Thatcher: “Es intolerable impedir que la gente pueda defenderse a sí misma, a
menos que uno esté dispuesto a defenderla”. Por su parte, Felipe González: “Si
la comunidad internacional no es capaz de resolver el problema por las vías que
tiene a su alcance, ni quiere hacer una intervención masiva en Yugoslavia como
parece evidente, el derecho a la legítima defensa de los bosnios empieza a
aflorar”.
En
esa oportunidad, como representante de mi país, Venezuela, declaré en el
Consejo de Seguridad que ningún país ni grupo de países tenían el derecho para
instruir a un Estado, por pequeño e indefenso que este sea, de lo que debe o no
hacer. Que no acudir a la defensa y protección de un Estado víctima del
genocidio y de la limpieza étnica, como lo señaló la propia Corte Internacional
de Justicia, era, sin duda, un hecho muy inquietante.
Más
aún, dije que impedirle a un pueblo su autodefensa para sobrevivir implicaba
responsabilidades morales y políticas de extraordinaria significación. Que una
cosa es decidir no ayudar a un Estado que fundamenta su preservación en el
principio de la seguridad colectiva y, otra, negarle el derecho natural a la
autodefensa que le corresponde. Pero, como vimos, fue en vano y concluí
diciéndoles que con su decisión asumirían ante el mundo la responsabilidad
correspondiente, y que recordaran que “los que buscan impedir la guerra sin
honor, acaban sufriendo la deshonra y la guerra”, como dijo sir Winston
Churchill.
Hoy
en La Haya es Radovan Karadzic el condenado a 40 años de prisión por el
abominable crimen de genocidio en Srebrenica. Falta finalizar el juicio en 2017
al general Ratko Mladic, llamado El carnicero de los Balcanes, para que el
tribunal creado por la ONU dé por terminada sus más que demoradas actuaciones.
Es
evidente que los crímenes de guerra, de desarraigo de inocentes, de violación
masiva de mujeres como terrorismo de Estado, con los miles de muertos del
genocidio que representaron no ocurrieron a espaldas de la comunidad
internacional.
En
abril de 1993 presidí una misión especial del Consejo de Seguridad a
Srebrenica, entonces sitiada por las fuerzas serbias desde donde declaré a los
medios internacionales que nos acompañaron que “un genocidio en cámara lenta
estaba ejecutándose en Srebrenica”.
A
pesar de la gravedad de semejante advertencia, el Consejo de Seguridad continuó
negando la realidad, y en menos de dos años, en julio de 1995, ocho mil jóvenes
y hombres fueron masacrados en la que se reconoce como la mayor masacre
individual después de la II Guerra Mundial. Los lideres del Reino Unido, de
Francia, de Rusia y hasta de España actuaron como si Bosnia Herzegovina,
situada en el medio de Europa, ya no era una república europea, sino musulmana,
y por lo tanto no la defendieron.
Comprometerse
a que era “la Hora de Europa y no de los americanos” fue una responsabilidad
que deliberadamente no asumieron los europeos con un costo humano monumental
que ningún tribunal puede reparar. En retrospectiva, el dicho español “de
aquellos polvos vienen estos lodos” seguramente tiene mucho que ver con el
terrorismo desatado en Europa después del abandono de la indefensa Bosnia
musulmana.
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