Revista
Proceso
2058, a 9 de abril de 2016..
Caro
Quintero, uno de los primeros clientes/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Rafael
Caro Quintero, uno de los líderes del ahora desaparecido Cártel de Guadalajara,
fue uno de los primeros clientes mexicanos de Mossack Fonseca, el despacho
panameño dedicado a la creación de empresas en paraísos fiscales.
Cuando
los empleados de Mossack Fonseca acudieron al viejo expediente, los socios de
la firma fundada en 1977 quedaron en evidencia. Jürgen Mossack, uno de los
fundadores del despacho e hijo de un alemán que trabajó para el régimen nazi,
había hecho la cobertura para el narcotraficante mexicano cuando se refugió en
Costa Rica, en 1985, en su huida tras la muerte de Camarena.
Con
la detención de Caro Quintero y su extradición a México, donde fue condenado a
40 años de prisión, el caso parecía cerrado. Sin proponérselo, el Comité
Olímpico de ese país lo reabrió 20 años después y Mossack Fonseca recurrió a
una práctica repetida en otros casos: manipular las fechas, según consta en la
investigación internacional coordinada por el ICIJ, que tiene su sede en
Washington.
La
operación para eliminar las evidencias comenzó el 18 de marzo de 2005, cuando
Rigoberto Coronado, abogado de Mossack Fonseca, envió un correo electrónico a
Jürgen Mossack, Ramón Fonseca y Chris Zollinger, los socios de la firma.
De
manera puntual les dijo que Jürgen Mossack era el agente residente y presidente
de la Compañía Monte Carlo, S.A., la empresa propietaria de la casa. Según el
abogado, esa empresa “fue sacada de nuestros controles, junto con otra de
nombre Financiera Monte Carlo, S.A., desde 1987”; es decir, dos años después de
la detención del jefe del Cártel de Guadalajara.
En
ambas empresas, el despacho de abogados experto en empresas offshore también
había registrado como cliente a un costarricense de nombre José María Plat
Horrit, según muestran los archivos de la firma que forman parte de la
investigación internacional #PanamaPapers.
Enseguida,
Rigoberto Coronado soltó la mala noticia para el despacho, que para entonces ya
tenía miles de clientes de todo el mundo: “Parece que el dueño real de ese
inmueble y por ende de la sociedad, era un narcotraficante de nombre Rafael
Caro Quintero, preso en México desde hace varios años…”. Precisó que los
directores de esas sociedades eran Jürgen Mossack, Diva de Donado y María
Bycayán. A los dos últimos dijo que no los conocía y propuso “la renuncia” de
ellos, pero esperó indicaciones.
Al
lunes siguiente, Mossack escribió: “Pablo Escobar era un niño de pecho al lado
de R. Caro Quintero. No quisiera estar entre los que vaya a visitar después de
que salga del presidio”.
La
respuesta del abogado Coronado fue clara: “Entiendo que debo proceder con las
renuncias y no proporcionar más información”. Al día siguiente reveló en otro
correo electrónico lo que iban a hacer: “En el expediente hay unas cartas
originales de renuncia ya firmadas y sin fecha”. Los documentos fueron usados
en 2005 para las renuncias de los empleados de Mossack Fonseca a las dos
compañías creadas 30 años antes.
Caro
Quintero, quien fue liberado por medio de un amparo en agosto de 2013, volvió a
la condición de prófugo cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación
revirtió el recurso de protección que le había dado la justicia federal, pero
para entonces ya había desaparecido. Ahora aparece como uno de los más buscados
de Interpol.
Carlos
Sousa, director de Marketing y Comunicación de Mossack Fonseca, fue consultado
por Proceso para saber por qué el despacho abrió sus puertas al sinaloense
acusado de narcotráfico.
Por
medio de un correo electrónico respondió: “En esa época, el mundo operaba
diferente, sin internet, y conseguir información de personas en general no era
fácil de validar o investigar su actuar”.
Respecto
a otros casos de narcotráfico en los que Proceso revela la intervención de
Mossack Fonseca como parte de los Panama Papers, Sousa aseguró que el despacho
cumple con las obligaciones de la Oficina de Control de Activos de Extranjeros
(OFAC, por sus siglas en inglés), del Departamento del Tesoro estadunidense.
“Nosotros
no atendemos a personas que salen listados en OFAC o cualquier otro listado que
recoge información de criminales”. Dijo que Mossack Fonseca vende una compañía
a una persona cuando las diferentes búsquedas que se hacen en su sistema, entre
ellos World Check y World Compliance, no arrojan nada negativo.
“Si
posteriormente obtenemos información de que la compañía ha sido listada en
OFAC, se hacen los respectivos reportes y se comienza el proceso de renuncia, a
menos que los reguladores (autoridades) den una instrucción diferente”,
aseguró.
Pero
no fue la manera en que Mossack Fonseca actuó en 2012, cuando abrió dos
empresas a Wendy Amaral y Gerardo González Valencia, a quienes Estados Unidos
los señala como miembros del Cártel de Jalisco Nueva Generación. Al menos desde
2007, los hermanos González Valencia ya habían sido señalados por las
autoridades estadunidenses.
Mossack
Fonseca tampoco fue rigurosa en 2001, cuando abrió las puertas al colombiano Juan
Pablo Londoño, quien le anunció que se establecería en México con una empresa
que movería millones de dólares en varios países de América Latina. Ante las
acusaciones de Estados Unidos de que en realidad se trataba de una fachada del
Cártel de Sinaloa, Mossack Fonseca terminó la relación. Pero habían pasado 10
años.
Carlos
Sousa dijo que esos nombres están enlistados en World Check y World Compliance
a partir de 2015. “Si detectamos actividad sospechosa o mala conducta,
rápidamente informamos sobre ello a las autoridades. Similarmente, cuando se
acercan a nosotros las autoridades con evidencia de posible mala conducta,
siempre cooperamos plenamente con ellas”.
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