Para la cobertura México, además de Proceso participaron Aristegui Noticias, Univisión y Grupo McClatchy, que edita varios periódicos en EU.
Revista
Proceso
2058, a 9 de abril de 2016..
La
historia y sus efectos/JORGE CARRASCO ARAIZAGA Y MATHIEU TOURLIERE
THE
PANAMA PAPERS
La publicación
simultánea de los resultados de la investigación llamada #PanamaPapers causó
una conmoción mundial. Fue condenada unánimemente, en un principio, por casi
todos los medios de comunicación del mundo que no habían participado en el
proyecto. Pero poco a poco los efectos han empezado a sentirse y su aceptación
aumenta. Durante algo más de un año, 376 periodistas de más de cien medios del
mundo trabajaron en secreto para desentrañar ese laberinto de empresas fantasma
donde quisieron ocultar bienes muchos jefes de Estado y de gobierno, sus
familiares y amigos, traficantes de armas, narcotraficantes, comerciantes de arte,
futbolistas…
En
febrero de 2015 el periódico Süddeutsche Zeitung (SZ), de Múnich, Alemania, dio
la exclusiva: las autoridades alemanas estaban investigando cientos de casos de
evasión de impuestos y de probable lavado de dinero. Varios bancos alemanes habían
sido ya objeto de operativos en busca de evidencias.
En
especial uno, el Commerzbank. El segundo banco más importante de Alemania había
sido intervenido en sus oficinas centrales de Frankfurt por 150 abogados
fiscalistas, inspectores y detectives.
Los
reporteros del diario supieron que el gobierno de Alemania había comprado un
paquete de documentos de la firma de abogados Mossack Fonseca, establecida en
Panamá y dedicada a la creación de empresas offshore que estaban operando con
el apoyo de bancos alemanes.
Otros
gobiernos europeos se sumaron a la investigación porque esas compañías offshore
alcanzaban a cientos de sus ciudadanos y a sus sistemas financieros. También
estaban dispuestos a pagar.
Adelantado en
la cobertura del caso, el SZ recibió de forma anónima un primer paquete de
información sobre Mossack Fonseca. Eran correos electrónicos,
documentos en formato word, imágenes y bases de datos internas del despacho. En
total 80 gigabytes.
La
filtración siguió creciendo y pronto rebasó la base de datos que el gobierno
alemán había comprado, según pudieron saber los periodistas del SZ de sus
fuentes. El número de países, bancos y clientes involucrados fue creciendo.
Los periodistas
alemanes entraron en contacto con el Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), una organización con sede en
Washington y que acababa de publicar una investigación conjunta
de medios de varios países, SwissLeaks, la historia de las cuentas secretas de
políticos, empresarios y celebridades de todo el mundo en el banco HSBC en
Ginebra, Suiza.
La
información entregada al SZ siguió creciendo. Hacia mediados de 2015 alcanzaba
ya los 2.4 terabytes. Prácticamente todo el mundo estaba implicado. Junto con
el diario, el ICIJ decidió convocar a periodistas del mayor número de países
para que indagaran en esa enorme y compleja base de datos.
Algunos de los
medios que habían trabajado en SwissLeaks y antes en WikiLeaks decidieron
separarse del proyecto ante la masiva incorporación de periodistas.
Para el ICIJ no había otra manera de descubrir lo que había en todo ese tipo de
documentos. La condición: acuerdos, firmados, de confidencialidad.
En septiembre
siguiente, decenas de periodistas de todo el mundo se reunieron en Múnich, en
la sede del SZ. Proceso fue el único medio mexicano
presente. Para entonces, ya era claro que asistían a la filtración más grande
de la historia.
Durante
dos días, los reporteros de investigación del diario alemán Frederich Obermaier
y Bastian Obermayer y los directivos del ICIJ compartieron el alcance de la
investigación e instruyeron a los periodistas cómo investigar de mejor manera
para no perderse en el mar de datos.
Los
periodistas que ya habían comenzado a indagar en los documentos compartieron
las historias que se empezaban a perfilar: presidentes, primeros ministros,
reyes, sus familiares y amigos, traficantes de armas, narcotraficantes,
comerciantes de arte, futbolistas y empresas reconocidas, además de un
sinnúmero de entidades financieras, participaban en un complejo entramado
internacional que comenzaba en las oficinas en Panamá de Mossack Fonseca con el
propósito de ocultar sus identidades y la ruta del dinero.
Se formaron
grupos de periodistas por regiones y por temas de interés. Se definieron
agendas de trabajo y se compartieron también orientaciones para mejorar las
búsquedas.
Los
periodistas de Panamá explicaron lo que es Mossack Fonseca: una gran maquinaria
que opera en 35 países con 48 oficinas y la manera en que ha sofisticado sus
operaciones a través de instrumentos legales para ocultar el origen del dinero.
En México, Mossack Fonseca no tiene
oficinas. En su lugar, cuenta con decenas de despachos de abogados que les
presentan a los prospectos que buscan sacar dinero del país.
“Maestros del secreto”, se definió en esa
reunión al despacho fundado por Jürgen
Mossack, hijo de un funcionario de la Alemania nazi y posterior agente de la
CIA en América Central, y Ramón Fonseca, un escritor egresado de la London
School of Economics y asesor de la presidencia de Panamá hasta que se
revelaron los secretos de su firma. Semanas
antes ya había pedido licencia cuando un grupo de periodistas coordinados por
el ICIJ fueron a Panamá para entrevistar a los socios.
Durante
meses, 376 periodistas de más de cien
medios se comunicaron e intercambiaron resultados de sus búsquedas en los 11
millones y medio de documentos que resultaron al final, contenidos en 2.6
terabytes. En el foro habilitado por el ICIJ, al que sólo se podía acceder con
códigos de seguridad, convergieron periodistas de casi 80 países y de 25
lenguas diferentes.
Para la
cobertura México, además de Proceso participaron Aristegui Noticias, Univisión
y Grupo McClatchy, que edita varios periódicos en Estados Unidos.
Cada
medio definió sus historias, acordando fechas para no adelantarse en el caso
que dos o más estuvieran interesados en el mismo tema. Durante meses se habían mantenido las medidas de seguridad, con el
temor constante de que la investigación se filtrara antes de las 13:00 horas,
tiempo de México, del domingo 3.
Dio
la una de la tarde en la Ciudad de México. En Islandia se terminaba la tarde;
los moscovitas se preparaban a dormir y en Seúl, los madrugadores se levantaban
para iniciar la semana. Al mismo instante salieron las primeras notas de lo que
desde el año pasado se llamó PanamaPapers.
Un
par de horas antes de la caída del embargo, algunos medios y organizaciones
habían advertido de la inminente publicación de revelaciones a nivel
internacional. Aun con un público preparado, la dimensión de la noticia rebasó
las expectativas. Pronto la información rebotó de celular en celular,
sacudiendo las redes sociales; no sonaban las 14:00 horas y #PanamaPaper ya era
“trending topic” a nivel mundial.
La
experiencia fue prácticamente igual para todos los colegas en el mundo. El tema
PanamaPapers generó muchas reacciones a nivel político y en redes sociales; sin
embargo, se observó una actitud de distancia del resto de la prensa respecto a
los trabajos de los medios nacionales; México no fue la excepción.
Los
islandeses sabían que algo extraño ocurría. El pasado 15 de marzo, la esposa
del primer ministro publicó en sus redes sociales que poseía una empresa
offshore a su nombre, y afirmaba que no había nada ilegal detrás de ello.
Cuatro días antes, Reykiavik Media y SVT –dos medios socios de ICIJ– habían
preguntado, en entrevista con el primer ministro, sobre la existencia de la
empresa offshore.
En
la noche del domingo 3, poco tiempo después de darse a conocer la noticia
mundial, Reykiavik Media difundió su reportaje en la televisión. Prácticamente
seis de cada diez islandeses –58%– estuvo frente a su pantalla. El día
siguiente, 22 mil personas –en un país de 329 mil habitantes– se amasaron
frente al Palacio de Gobierno, exigiendo la renuncia del primer ministro con
plátanos en la mano, los cuales simbolizan las derivas de las élites.
Luego
de la revelación, el presidente del Peñarol, de Uruguay, Juan Pedro Damiani,
renunció el miércoles 6 como presidente de la Comisión de Ética de la FIFA.
Además, el martes 5, al siguiente día de la publicación de las relaciones del
organismo internacional con Mossack Fonseca, la policía suiza allanó las
oficinas de la UEFA en Nyon, en busca de los contratos firmados entre el
organismo del futbol europeo y la sociedad Cross Trading. El contrato fue
firmado por el actual presidente de la FIFA y el entonces director de asuntos
legales de la UEFA, Gianni Infantino.
En
Paquistán se abrió ya una investigación sobre los tres hijos del premier,
mientras que en el Reino Unido, el primer ministro David Cameron está sometido
a una severa crítica porque terminó por admitir su participación en una empresa
offshore de su padre. En Argentina, al presidente Mauricio Macri se le abrió un
proceso judicial por su participación en una empresa creada por Mossack
Fonseca.
Tono
geopolítico
El martes 5 la
organización WikiLeaks publicó una serie de mensajes en su cuenta de Twitter
mediante los cuales insinuaba que el ICIJ servía los intereses del gobierno de
Estados Unidos, pues una de las historias más destacadas revelaba las
operaciones offshore del círculo cercano a Vladimir Putin.
Las
críticas de WikiLeaks se cristalizaron sobre el Proyecto de Investigación sobre
Crimen Organizado y Corrupción (OCCRP, organización de periodistas de
investigación que reportan los vínculos entre el crimen y el poder en Europa
Oriental y Asia Central.
El hecho de que
el OCCRP recibe financiamientos del Instituto Open Society –propiedad del
multimillonario George Soros– y de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID) hacía sospechosa la revelación sobre Putin, según
WikiLeaks.
“Gobierno de Estados Unidos financió la
historia ofensiva de #PanamaPapers sobre
Putin a través de USAID. Algunos buenos periodistas pero ningún modelo de
integridad”, publicó la organización de Julian Assange como parte de sus
comentarios en la red social.
El
miércoles 6, sin embargo, WikiLeaks corrigió su versión. “Aseverar que #PanamaPapers son en sí mismo un complot contra Rusia
es un sinsentido. Sin embargo, el cártel, la organización de (Washington)
DC y el dinero de la USAID hacen parcial la cobertura”, publicó.
El
medio progubernamental Russia Today difundió ampliamente la interpretación
según la cual la investigación periodística era un ataque de los gobiernos
occidentales contra Putin. La cadena insistió que el nombre de Putin no
apareció en ningún documento de PanamaPapers.
En
internet también surgieron cuestionamientos sobre la ausencia de políticos,
criminales o multimillonarios estadunidenses en las investigaciones, así como
sobre el carácter anónimo de la fuente, lo que alimentó la versión según la
cual Washington orquestó la filtración al SZ para dañar a su rival ruso.
El
portal estadunidense Fusion fue de los pocos medios de Estados Unidos en participar
a la investigación, la cual destapó la presencia de 211 estadunidenses entre
los clientes de Mossack Fonseca –aunque el ICIJ asumió que esta cifra era
“completamente subestimada”–.
Explicó
que Estados Unidos tiene de por sí estados “onshore” –como Wyoming, Delaware o
Nevada–, donde imperan reglas de secrecía más laxas que en las Islas Vírgenes
Británicas y en los cuales se pueden abrir empresas fantasma para llevar a cabo
actividades ilegales.
Según
tres expertos entrevistados por Fusion, Delaware permite la formación de
fideicomisos y 49 estados autorizan la incorporación de “empresas de
responsabilidad limitada”, las cuales garantizan el anonimato de sus
propietarios. Mossack Fonseca incluso tiene una filial en Nevada.
Muchos
de los 11 y medio millones de documentos desembocan en callejones sin salida,
ya que la información del beneficiario final de las estructuras se encuentra en
Suiza, en las Islas Vírgenes Británicas, en Bahamas, en Seychelles o en Estados
Unidos, donde el secreto es absoluto, incluso para Mossack Fonseca.
El
Instituto Brookings, uno de los think tanks liberales más antiguos e
importantes de Washington, emitió una interpretación opuesta a la de WikiLeaks:
publicó el miércoles 6 un artículo titulado “¿Estarán en realidad los rusos detrás de los PanamaPapers?”, en el
que estimó que el verdadero ganador de las investigaciones es el gobierno ruso,
pues Putin no está directamente señalado en los documentos, mientras que la
información tiene el potencial de desestabilizar los gobiernos y empresas
occidentales.
WikiLeaks
también cuestionó al ICIJ sobre su rechazo en publicar toda la información en
internet, como la organización de Julian Assange suele proceder al obtener
documentos.
“Somos una organización de periodismo de
investigación y, como tal, publicamos historias de interés público. Los
PanamaPapers exhiben los fracasos sistémicos y significativos en la economía
offshore”, respondió el ICIJ, al añadir: “Otras partes de la base de datos
tienen un carácter privado y no son del interés público”.
El
ICIJ también insistió que no proporcionará la base de datos a ningún
gobierno. l
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