Revista
Proceso
# 2065, 29 de mayo de 2016..
El
contrapeso de Macri despacha en el Vaticano/ Francisco Olaso y JUan José Subirá.
El
opositor más reputado de las políticas ultracapitalistas del presidente
argentino, Mauricio Macri, es el Papa Francisco. El pontífice le ha negado su
respaldo y frecuentemente le manda mensajes en los que lo insta a atemperar sus
políticas neoliberales, que hasta el momento han profundizado la crisis que
vive aquel país. La postura de Jorge Bergoglio, además, ha cimbrado la Iglesia
argentina, que alberga grandes sectores ultraconservadores, y al empresariado,
que lo alababa cuando criticaba a Kirchner y lo repudia cuando hace lo mismo
con el actual mandatario.
BUENOS
AIRES.- El Papa planta cara al presidente argentino. El malestar de Francisco
frente el impacto social de las políticas que aplica Mauricio Macri se vuelve
cada día más explícito. El jueves 19, Francisco expresó frente a los obispos
del Consejo Episcopal Latinoamericano su inquietud por la “situación social,
económica y política” que atraviesan algunos países latinoamericanos, entre los
que mencionó a Argentina.
El
domingo 22, la Conferencia Episcopal Argentina denunció el aumento de la
pobreza, el desempleo y la desnutrición infantil. Un día más tarde, el
Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) advirtió
sobre los riesgos de “poner demasiadas expectativas en el efecto derrame como
estrategia de reducción de la pobreza”. El efecto derrame –promesa de bienestar
futuro a partir de la libertad económica, la desregulación de los mercados y el
enriquecimiento de los adinerados– es el horizonte que esgrime el gobierno para
justificar las privaciones que sufre la población.
La
falta de legitimación papal a las políticas que impulsa el gobierno argentino
se ha revelado acertada. La calidad de vida de la población cruje desde que
Macri se hizo cargo del Poder Ejecutivo. El gobierno reconoce estar “en el peor
momento”, pero lo atribuye a la “pesada herencia” recibida de Cristina
Fernández de Kirchner.
El
compromiso electoral de investigar casos de corrupción que podrían involucrar a
miembros del gobierno saliente –expresidenta incluida–, ha perdido parte de su
legitimidad moral. Macri es uno de los cinco mandatarios en actividad cuyo
nombre aparece en los PanamaPapers. Es o ha sido miembro del directorio de
empresas inscritas en guaridas dedicadas a la evasión fiscal y al lavado de
dinero.
Los
temores
Lo
más tangible en estos primeros meses de gobierno es el aumento del costo de la
vida. El nivel general de precios se disparó tras la devaluación del peso
frente al dólar decidida el pasado diciembre, y registró entre enero y abril un
alza de 18%.
La
inflación, que en los últimos cuatro años de mandato de Cristina Fernández se
mantuvo entre 25 y 30%, trepará en 2016 a 40%, según estimaciones privadas, ya
que las estadísticas oficiales, poco fiables durante el kirchnerismo, hoy son
inexistentes.
A
la quita de subsidios a los servicios públicos se sumó el aumento de tarifas de
energía eléctrica, agua y gas, que va de 300% a 700%. El poder adquisitivo del
salario tuvo en el primer trimestre una caída de 8% respecto de noviembre
último, según un informe de la consultora Ecolatina.
El
Estado se desfinanció a través de la reducción drástica de impuestos al sector
agroexportador. Y se endeuda para pagar deuda antigua y gastos corrientes. El
freno a la inversión pública agrava el estancamiento, lo que repercute en
sectores clave, como la construcción y la producción manufacturera. El consumo
se retrae. El FMI prevé una recesión de 1% en 2016.
Tras
sólo cinco meses de gobierno, el temor a perder el empleo se ha convertido
–después de la inflación– en la segunda mayor preocupación de los argentinos.
Los despidos suman 154 mil 786 hasta abril, de acuerdo con un estudio del
Centro de Economía Política Argentina. Macri vetó el viernes 20 la ley
sancionada un día antes por el Congreso, con el objetivo de desalentar despidos
durante un periodo de seis meses.
“Francisco
rechaza la explotación capitalista y el neoliberalismo, e identifica que todo
eso caracteriza al gobierno de Macri, con su cultura mercado-friendly y sus
funcionarios que fueron CEO de multinacionales”, sostuvo Fortunato Mallimaci,
investigador y profesor de la Universidad de Buenos Aires (diario Página 12 del
9 de marzo pasado).
Varios
son los documentos y homilías en los que el Papa ha condenado el recetario
neoliberal que hoy se aplica en Argentina. “Hoy tenemos que decir ‘no a una
economía de la exclusión y de la inequidad’. Esa economía mata”, se lee en el
documento La alegría del Evangelio, de 2013.
Los
interlocutores habituales de Francisco sostienen que el Papa critica el
carácter neoliberal del gobierno de Macri, pero también su “revanchismo” contra
políticos kirchneristas y las expresiones peyorativas de sus funcionarios
contra los trabajadores despedidos.
El
gobierno tiene entre sus filas a 27 exejecutivos de entidades financieras
internacionales. Su temor ahora es que la postura y las palabras de Francisco
sean interpretadas en clave ideológica, con Macri encabezando una
administración que favorece a los más ricos y se desentiende del costo social
de sus políticas.
El
legislador Gustavo Vera es amigo y portavoz oficioso del Papa: “Yo creo que
Francisco está muy preocupado: cree que en algún momento el presidente electo
por los argentinos tiene que entender que, por más que sea presidente, no es
una monarquía”, sostuvo el 12 de mayo en Canal 13.
Papa
peronista
“Francisco
es un argentino eminente, famoso e importante en el mundo, obvio que Macri debe
tener las mejores relaciones con él; no es negocio pelearse pero tampoco es el
fin del mundo. No creo que el Papa sea un líder político que tenga mucho
éxito”, dijo Jaime Durán Barba al canal Todo Noticias el miércoles 25. El
consultor está detrás de la carrera política de Macri desde sus inicios. Es su
hacedor y gurú. Hoy es uno de los tantos referentes del oficialismo que atacan
a Francisco abierta o solapadamente.
El
Papa peronista, tituló La Nación el 17 de marzo de 2013, cuando quedó claro que
un triunfo del proyecto neoliberal en Argentina encontraría a Bergoglio en la
trinchera opuesta. “El doloroso rol que el Papa Francisco cumple en Argentina”,
definió el periódico Clarín el pasado sábado 14, criticando “los privilegios
políticos concedidos a Cristina y su séquito”.
“El
Papa Francisco no ayuda a pacificar el país”, sostuvo la diputada Elisa Carrió,
que suele oficiar de altavoz del ideario de los sectores que apoyan al
gobierno. Varios dirigentes que solían visitar a Bergoglio cuando el entonces
arzobispo de Buenos Aires se peleaba con los Kirchner, ahora le reprochan que
“se meta en política”.
“En
el debate sobre el aborto debería haber libertad de conciencia para que cada
legislador vote como piensa”, dijo la gobernadora de la provincia de Buenos
Aires, María Eugenia Vidal, en declaraciones a Radio Mitre, el viernes 13.
Vidal
es el principal alfil de Macri. Está a cargo de la provincia más importante de
Argentina. Siempre ha sido una abanderada contra el aborto. Sus palabras
amenazan resquebrajar el pacto tácito entre el Vaticano y la Casa Rosada
durante décadas. Tal declaración debe leerse como parte de la guerra fría entre
Francisco y Macri. La despenalización del aborto en Argentina durante su papado
sería para Francisco una derrota sin precedente.
El
gobierno y los grandes medios que lo apoyan reaccionaron con enorme desagrado
cuando Francisco envió un rosario bendecido a Milagro Sala. Esta dirigente
social se encuentra detenida en la provincia de Jujuy debido a una denuncia del
gobernador Gerardo Morales, estrecho aliado de Macri.
Algo
parecido sucedió cuando se supo que Francisco recibiría a Hebe de Bonafini,
integrante de la asociación Madres de Plaza de Mayo, el viernes 27. El 24 de
marzo último se cumplieron 40 años del comienzo de la última dictadura y El
Vaticano anunció que abrirá los archivos de la época.
Con
el kirchnerismo alicaído tras la derrota electoral, Cristina Kirchner recluida
en su silencio, una oposición fragmentada, los gobernadores peronistas
dependientes de la coparticipación federal que administra el gobierno,
Francisco se transforma en un actor político de peso, al cual es muy difícil
atacar.
El
gobierno ve la mano del pontífice en la reciente reunificación de las cinco
centrales sindicales, algo que no ocurría desde 1992. Francisco ha expresado
además su deseo de unir a los movimientos sociales de diferentes tendencias
políticas. Esto podría traducirse en capacidad de movilización y resistencia
frente a las políticas del gobierno. Hasta ahora estas medidas han generado una
recomposición de las ganancias de los sectores agroexportadores pero ninguna
mejora en la distribución del ingreso.
“Mientras
el Papa presenta una memoria de largo plazo, que revela el impacto social que
han tenido en el pasado las políticas económicas que ahora se están aplicando
nuevamente, Macri presenta una memoria de corto plazo, y pretende mostrarse
como alguien nuevo en la política, cuando en realidad, más que innovar,
reproduce lo que ya se hizo”, sostiene Fortunato Mallimaci en el artículo
citado. “El Papa fue el primero en poner a Macri ante esa memoria de largo
plazo”, dice.
“De
alguna manera, en la reunión entre Macri y Francisco se encontraron dos modelos
de catolicismo”, prosigue el investigador. “Porque hay muchos sectores
católicos que apoyan al macrismo, sobre todo de organizaciones no
gubernamentales y grupos burgueses, y también hay una mayoría silenciosa de
obispos argentinos apoyando al macrismo. En Argentina no hay una lucha entre
laicos y católicos, sino entre distintos tipos de catolicismo”, puntualiza.
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