Venezuela,
entre la negación y la desesperación/ Edmundo Jarquín fue embajador de Nicaragua en España durante el gobierno sandinista de los años 80.
El País, viernes,
20/May/2016
Hace
pocos días regresé de Venezuela, dónde no había estado en casi dos décadas. Mi
visita fue de apenas dos muy intensos días. Es obvio que el torrente de
información e imágenes que recibimos instantáneamente en la llamada “sociedad
de la información” en que vivimos, ya prácticamente volvió obsoleta aquella
vieja sabiduría de “ver para creer”.
En
términos informativos y analíticos no es necesario viajar a Venezuela para
conocer la explosiva realidad del país, pero la información y las imágenes no
pueden sustituir el impacto emocional que provoca ser testigo de las escenas, y
conocer a los personajes -relevantes algunos, anónimos la mayoría-, así como el
contacto con sus circunstancias.
Llegué
justo el día que la oposición inició la recolección de firmas amparando la
solicitud de autorización para convocar al revocatorio de mandato del
Presidente Maduro. El día antes, la autorización había sido dada a la Mesa de
la Unidad Democrática (MUD), en que se agrupa la oposición. El primer impacto
fue ver las inmensas colas de ciudadanos firmando. En dos días la MUD recolectó
casi 10 veces más firmas de las que se necesitaban para este primer paso, y la
mitad de las que se necesitan para convocar al revocatorio.
Esas
colas solamente fueron comparables a las que también vi en farmacias y centros
de venta de alimentos básicos, y no cabe duda que unas y otras colas se
alimentan de los mismos ciudadanos.
Sin
duda, también, que con esas colas los ciudadanos están votando para que vaya
Maduro y su gobierno, como lo hicieron en las elecciones legislativas del
pasado 6 de diciembre cuando la oposición ganó mayoría calificada en la
Asamblea Nacional.
Pregunté
cómo se explicaba que dos días antes la Corte Suprema de Justicia, controlada
por el gobierno, haya decidido declarar inconstitucional la opción para que la
oposición usara su mayoría calificada para acortar el período de Maduro, y un
día después el Tribunal Electoral, igualmente controlado, haya decidido
entregar las planillas para recoger las firmas del revocatorio del mismo
Maduro. Todos mis interlocutores contestaron lo mismo: el temor de los
militares a enfrentarse a la necesidad de un enorme derramamiento de sangre ya
que la oposición había anunciado para el día en que llegué una gigantesca
movilización para exigir la entrega de las planillas. Algo semejante a lo que
habría ocurrido el 6 de diciembre, como se especuló, en que ante la evidencia
del aplastante triunfo de la oposición, los militares habrían presionado para
que se aceptaran los resultados, por el riesgo que el potencial fraude
desencadenara una masiva protesta y tuviesen que disparar masacrando
compatriotas.
Es
decir, las fuerzas armadas, pese a su partidismo político, conservan cierta
autonomía para arbitrar en el conflicto, por el riesgo de dividirse, ya que la
masiva votación de la oposición no se explica sin apoyo de muchos militares y
sus familias, como ocurrió en 1989 en Panamá donde la mayoría en los cuarteles
votó contra el régimen militar, y en Nicaragua entre las fuerzas armadas y
milicias sandinistas en 1990.
En
los mismos días, las noticias recogieron otras formas de desahogo de la desesperación
ciudadana frente a la escasez, la hiperinflación, el desempleo, las privaciones
y el ahogo de libertades: los saqueos de almacenes de alimentos y camiones de
distribución, incluyéndose en ese inventario de la desesperación a militares
enjuiciados por robar cabros del vecindario de su cuartel, pues en el mismo no
tenían alimentos.
Mientras
tanto el gobierno de Maduro continúa en una obstinada negación de la realidad.
Ha rechazado los constantes llamados de la oposición a un diálogo institucional,
entre los poderes del Estado, y Maduro, desde su control del Ejecutivo y la
Corte Suprema de Justicia, niega sistemáticamente la facultad legislativa de la
Asamblea Nacional, lo que significa desconocer los votos de la inmensa mayoría
de ciudadanos.
Dejé
Venezuela con la impresión que la dinámica social de la desesperación, en el
contexto de un país con los más altos niveles de criminalidad del mundo y donde
la población ha empezado a hacer justicia por su mano, desbordará al proceso
político por esa negativa del gobierno frente a una oposición que, buscando
salidas, tiende puentes para afirmar al país en la otra orilla, sin
encontrarla.
El
día que salí se conoció que el Papa Francisco había enviado una carta personal
a Maduro, y después el anuncio que un Secretario del Vaticano visitará
Venezuela.
Ojalá
esta gestión la atienda Maduro, y llegue a tiempo. .
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