En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler..
Columna Confidencial/El Financiero, 2 de agosto de 2016
Columna Confidencial/El Financiero, 2 de agosto de 2016
Trending topic
Los 50 años como sacerdote de Norberto Rivera no fueron suficientes para convertirlo en un tema de qué hablar, no así una frase de una nota del semanario Desde la Fe que se convirtió en trending topic por un día: “el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler”. Esa oración se repitió, durante más de 12 horas, convertida en todos los memes que usted ya se imagina.
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Sexualidad con Norberto Rivera: El ano no está preparado para la penetración
YAZMÍN NAVARRO / SDPNOTICIAS.COM, lun 01 ago 2016 12:45
"En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler".
Este fin de semana se hicieron públicos los comentarios de un 'artículo' del Semanario Católico, Desde la Fe, a cargo del cardenal mexicano Norberto Ribera, en el que el ano no está preparado para el coito.
“La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.
En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente pudiendo causar sangrados e infecciones”, escribió.
Sus comentarios derivaron que Sanjuana Martinez, periodista nacida en Nuevo León, lo calificara como "el nuevo sexólogo de la Arquidiócesis de México".
Lamentables las declaraciones del cardenal Norberto Rivera. Ya borró el tuit. pic.twitter.com/NReJoY1lch
— Σxtremø (@soyelcheko) August 1, 2016
¿Por qué? Verán, ella se pregunta ¿qué pasa con el sexo anal? De acuerdo a “Journal of Sexual Medicine”, el ano tiende a ofrecer resistencia, por lo que a la hora de las relaciones se recomienda la relajación corporal y sobre todo, el uso de lubricantes.
Y seamos honestos, en SDP les hemos hablado infinidad de veces sobre esta práctica sexual, que se puede preparar para la penetración si se realiza con el tiempo y la suavidad que se requiere. Además, que se trata de una actividad sumamente placentera.
En el mismo estudio se señala que después del coito anal, es mejor no penetrar la vagina a fin de no contaminar la zona íntima con flora bacteriana y si lo hace, debe usar un nuevo condón además de tener una adecuada higiene.
Entonces, ¿qué pasa con el semanario? pero sobre todo, ¿qué pasa con el cardenal? El artículo afirma que si se tiene relaciones heterosexuales, no se corre riesgo de contraer alguna ETS. Nada más alejado de la realidad.
La polémica que generó este texto terminó en una ola de burlas hacia el católico, pues los tuiteros no perdieron la oportunidad de hacerle ver su error de la manera más chusca posible.
—Cardenal Norberto Rivera. Reconocido sexólogo y ginecólogo mexicano.
El texto fue publicado la semana pasada:
Por qué la Iglesia se opone al ‘matrimonio gay’? (2 de 5)
Desde la fe, 19 de Julio de 2015 | DLF Redacción
Es muy común que cuando un niño sale por primera vez al kinder o a la escuela, su mamá lo llene de recomendaciones (que si hace frío no se quite el sweater, que si hace calor no se asolee; que coma lo que le preparó y no lo intercambie por comida ‘chatarra’, que no beba agua de la llave, que si un compañerito estornuda, no se le acerque), todas nacidas de su corazón amoroso de madre, que no quiere que su hijito se enferme.
Y no importa si sus consejos son o no bien recibidos, ella los hace de todos modos.
Así pasa con la Iglesia. Ella, como Madre, se preocupa por todos sus hijos, quiere que estén lo mejor posible, y si percibe que corren algún riesgo, se los advierte.
Es el caso del llamado ‘matrimonio gay’.
La Iglesia se opone porque no quiere que nadie sufra los daños que este tipo de unión suele provocar: daños a la salud física, psicológica y espiritual.
Consideremos en este número el daño a la salud física.
El cuerpo humano no está diseñado para la relación homosexual.
La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.
En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente: causando sangrados, infecciones, y eventualmente incontinencia, pues con el continuo agrandamiento, el orificio pierde fuerza para cerrarse.
Además, el miembro que penetra el ano entra en contacto con materia fecal, fuente de incontables bacterias y microbios, y ésta es ingerida si después se practica sexo oral. Ello no puede ser considerado una ‘alternativa normal’, y mucho menos saludable.
También en el sexo lésbico puede haber contagio de enfermedades de transmisión sexual, así como daños por la penetración de objetos que sustituyen el miembro masculino.
Según informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA, emitido hace dos años, los hombres que tienen sexo con otros hombres son los principales propagadores de enfermedades de transmisión sexual.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) reportaron que en 2010, “los hombres que tienen sexo con hombres sumaron el 78 por ciento de nuevas infecciones de VIH entre los hombres y el 63 por ciento de todas las nuevas infecciones”.
Más del 50 por ciento de los homosexuales que sostienen relaciones sexuales contraerán algún tipo de enfermedad de transmisión sexual: VIH, herpes, papiloma humano, sífilis, gonorrea, etc.
Es un grave problema de salud pública porque la mayoría de los homosexuales reconoce tener adicción al sexo, e inclinación hacia un estilo de vida promiscuo.
Aun sabiendo esto, la Iglesia insiste como pedía san Pablo, a tiempo y a destiempo, en que la continencia es la única solución.
Y cabe añadir, que así como sucede cuando el niño al que su mamá hizo recomendaciones, no las sigue y se enferma, que ella no lo rechaza sino lo atiende amorosamente, también la Iglesia Católica dedica su amoroso cuidado maternal a los homosexuales que enferman por tener relaciones sexuales.
Por ejemplo, cuando surgieron los primeros enfermos de SIDA y nadie se les quería acercar, no los ayudaron quienes aplaudían su estilo de vida, ni los que critican a la Iglesia por oponerse al uso del condón (del que se sabe que deja pasar virus microscópicos así que realmente no ofrece segura protección), los ayudó la Iglesia Católica, que les abrió las puertas en sus centros de salud atendidos por religiosas y un caritativo personal, que les dio atención digna hasta el final.
La Iglesia no odia a los homosexuales, los ama, y sufre si ellos sufren, por eso se opone el ‘matrimonio gay’, porque quienes participan en este tipo de unión tienen una altísima probabilidad de terminar con una grave enfermedad.
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Por qué la Iglesia se opone a la iniciativa del Presidente que promueve el “matrimonio igualitario”?
Sexualidad con Norberto Rivera: El ano no está preparado para la penetración
YAZMÍN NAVARRO / SDPNOTICIAS.COM, lun 01 ago 2016 12:45
"En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler".
Este fin de semana se hicieron públicos los comentarios de un 'artículo' del Semanario Católico, Desde la Fe, a cargo del cardenal mexicano Norberto Ribera, en el que el ano no está preparado para el coito.
“La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.
En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente pudiendo causar sangrados e infecciones”, escribió.
Sus comentarios derivaron que Sanjuana Martinez, periodista nacida en Nuevo León, lo calificara como "el nuevo sexólogo de la Arquidiócesis de México".
Lamentables las declaraciones del cardenal Norberto Rivera. Ya borró el tuit. pic.twitter.com/NReJoY1lch
— Σxtremø (@soyelcheko) August 1, 2016
¿Por qué? Verán, ella se pregunta ¿qué pasa con el sexo anal? De acuerdo a “Journal of Sexual Medicine”, el ano tiende a ofrecer resistencia, por lo que a la hora de las relaciones se recomienda la relajación corporal y sobre todo, el uso de lubricantes.
Y seamos honestos, en SDP les hemos hablado infinidad de veces sobre esta práctica sexual, que se puede preparar para la penetración si se realiza con el tiempo y la suavidad que se requiere. Además, que se trata de una actividad sumamente placentera.
En el mismo estudio se señala que después del coito anal, es mejor no penetrar la vagina a fin de no contaminar la zona íntima con flora bacteriana y si lo hace, debe usar un nuevo condón además de tener una adecuada higiene.
Entonces, ¿qué pasa con el semanario? pero sobre todo, ¿qué pasa con el cardenal? El artículo afirma que si se tiene relaciones heterosexuales, no se corre riesgo de contraer alguna ETS. Nada más alejado de la realidad.
La polémica que generó este texto terminó en una ola de burlas hacia el católico, pues los tuiteros no perdieron la oportunidad de hacerle ver su error de la manera más chusca posible.
—Cardenal Norberto Rivera. Reconocido sexólogo y ginecólogo mexicano.
El texto fue publicado la semana pasada:
Por qué la Iglesia se opone al ‘matrimonio gay’? (2 de 5)
Desde la fe, 19 de Julio de 2015 | DLF Redacción
Es muy común que cuando un niño sale por primera vez al kinder o a la escuela, su mamá lo llene de recomendaciones (que si hace frío no se quite el sweater, que si hace calor no se asolee; que coma lo que le preparó y no lo intercambie por comida ‘chatarra’, que no beba agua de la llave, que si un compañerito estornuda, no se le acerque), todas nacidas de su corazón amoroso de madre, que no quiere que su hijito se enferme.
Y no importa si sus consejos son o no bien recibidos, ella los hace de todos modos.
Así pasa con la Iglesia. Ella, como Madre, se preocupa por todos sus hijos, quiere que estén lo mejor posible, y si percibe que corren algún riesgo, se los advierte.
Es el caso del llamado ‘matrimonio gay’.
La Iglesia se opone porque no quiere que nadie sufra los daños que este tipo de unión suele provocar: daños a la salud física, psicológica y espiritual.
Consideremos en este número el daño a la salud física.
El cuerpo humano no está diseñado para la relación homosexual.
La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de posibles infecciones presentes en el semen.
En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente: causando sangrados, infecciones, y eventualmente incontinencia, pues con el continuo agrandamiento, el orificio pierde fuerza para cerrarse.
Además, el miembro que penetra el ano entra en contacto con materia fecal, fuente de incontables bacterias y microbios, y ésta es ingerida si después se practica sexo oral. Ello no puede ser considerado una ‘alternativa normal’, y mucho menos saludable.
También en el sexo lésbico puede haber contagio de enfermedades de transmisión sexual, así como daños por la penetración de objetos que sustituyen el miembro masculino.
Según informe del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA, emitido hace dos años, los hombres que tienen sexo con otros hombres son los principales propagadores de enfermedades de transmisión sexual.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) reportaron que en 2010, “los hombres que tienen sexo con hombres sumaron el 78 por ciento de nuevas infecciones de VIH entre los hombres y el 63 por ciento de todas las nuevas infecciones”.
Más del 50 por ciento de los homosexuales que sostienen relaciones sexuales contraerán algún tipo de enfermedad de transmisión sexual: VIH, herpes, papiloma humano, sífilis, gonorrea, etc.
Es un grave problema de salud pública porque la mayoría de los homosexuales reconoce tener adicción al sexo, e inclinación hacia un estilo de vida promiscuo.
Aun sabiendo esto, la Iglesia insiste como pedía san Pablo, a tiempo y a destiempo, en que la continencia es la única solución.
Y cabe añadir, que así como sucede cuando el niño al que su mamá hizo recomendaciones, no las sigue y se enferma, que ella no lo rechaza sino lo atiende amorosamente, también la Iglesia Católica dedica su amoroso cuidado maternal a los homosexuales que enferman por tener relaciones sexuales.
Por ejemplo, cuando surgieron los primeros enfermos de SIDA y nadie se les quería acercar, no los ayudaron quienes aplaudían su estilo de vida, ni los que critican a la Iglesia por oponerse al uso del condón (del que se sabe que deja pasar virus microscópicos así que realmente no ofrece segura protección), los ayudó la Iglesia Católica, que les abrió las puertas en sus centros de salud atendidos por religiosas y un caritativo personal, que les dio atención digna hasta el final.
La Iglesia no odia a los homosexuales, los ama, y sufre si ellos sufren, por eso se opone el ‘matrimonio gay’, porque quienes participan en este tipo de unión tienen una altísima probabilidad de terminar con una grave enfermedad.
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Por qué la Iglesia se opone a la iniciativa del Presidente que promueve el “matrimonio igualitario”?
Desde la fe, aomingo, 31 de julio de 2016
En esta serie acerca de por qué la Iglesia se opone al llamado ‘matrimonio igualitario”, toca el turno a reflexionar cómo dicha unión genera un grave daño espiritual.
Se dice que la Iglesia discrimina a los homosexuales, lo cual es falso.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se enseña que las relaciones homosexuales “no pueden recibir aprobación” (CEC 2357), pero también enseña que los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará todo signo de discriminación injusta.” (CEC 2358)
Espera de ellos lo mismo que pide a solteros, divorciados o viudos: que vivan en continencia, en castidad (ver CEC 2359). Y no lo pide para molestarlos sino para beneficiarlos. No quiere que sean utilizados como simples objetos de placer, sino que se respete su inestimable dignidad de hijos del Padre celestial.
La identidad de un ser humano no puede ser su apetito sexual. Es ante todo, hijo de Dios, tiene dones, cualidades, es miembro de una familia, de una sociedad. Identificarse sólo por su inclinación sexual, permitir que ésta le defina, es limitarse.
La Iglesia considera que la relación sexual es una expresión de amor entre un hombre y una mujer, que se dan el uno al otro totalmente. Dicha entrega debe ser sostenida por Dios, que le da a los esposos la gracia de amarse como Él los ama, ser fieles y mantenerse unidos hasta que la muerte los separe.
Dentro del Matrimonio alcanza verdadera plenitud la relación sexual, que santifica a los cónyuges en una entrega mutua abierta a la vida.
Fuera del Matrimonio la relación sexual satisface de momento pero deja un vacío espiritual.
La Iglesia sólo admite el Matrimonio entre hombre y mujer, porque así lo establece la Palabra de Dios.
Dios creó al ser humano. “hombre y mujer los creó...Y los bendijo Dios, y les dijo Dios: ‘Sean fecundos y multiplíquense...” (Gen 1,27-28).
Jesús dice: “dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne” (Mt 19, 5).
San Pablo condena fuertemente la relación homosexual. A una comunidad le reprocha: “sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres... se abrasaron de deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre...” (Rom 1, 26-27).
A otra le advierte: “¡No te engañes! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales... heredarán el Reino de Dios.” (1Cor 6, 9-10).
Los angloparlantes llaman a los heterosexuales ‘straight’, es decir ‘rectos’, término aceptado por los propios homosexuales, y que implica que la homosexualidad es una desviación.
Todo ser humano tiene desviaciones, por ejemplo hacia la ira, el rencor, la avaricia, la gula, la lujuria, etc. y lo que necesita es que se le ayude a corregirla, no que se le propicie caer en ella.
Si surgiera un movimiento de mentirosos, que a través de medios masivos convencieran al público de que mentir es bueno y normal, que no pueden evitarlo, y que son víctimas de discriminación porque en los juicios y en los documentos oficiales se les obliga a decir la verdad, y el Estado cediera a la presión de influyentes políticos y empresarios mentirosos y legalizara su desviación hacia la mentira, la Iglesia no lo aprobaría. Se mantendría firme en pedir que dijeran la verdad, aunque no fuera la opción ‘políticamente correcta’ o popular. ¿Por qué? Porque Dios ordena: “no mentirás”.
Así también, a quien tiene una desviación sexual, la Iglesia quiere ayudarle a controlarla, no a entregarse a ella.
Que el Estado vuelva algo legal no lo hace moral.
La Iglesia considera pecado grave la relación sexual homosexual.
Muchos creyentes homosexuales que se casan terminan por alejarse de Dios. Como Adán y Eva, sabiéndose en pecado, se esconden de su Señor, ponen en riesgo su salvación.
Por eso la Iglesia, que mira con compasiva comprensión a todos los homosexuales, se preocupa por ellos y los exhorta a esforzarse por vivir en continencia y castidad, fortalecidos con la ayuda sacramental.
Cuando el Papa Francisco dijo: “Si una persona gay se acerca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticar?”, no estaba aprobando la relación homosexual, sino invitando a los homosexuales a acercarse a Dios, y a experimentar la dicha y la paz de amoldar su vida a la divina voluntad.
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