Renato
Leduc/por
Raúl Casamadrid
Allá
en el año 1982, bien recuerdo yo, en una cantina catrina
de la Colonia Obrera, mi compadre Marcial Alejandro presentó la grabación de su
primer disco como
solista: El
corrido,
donde musicalizaba dos textos del poeta
Renato Leduc.
Contaba que
en una de ellas, en la barra, llegó a beber hombro a hombro con el usurpador
Victoriano Huerta, y que en otra, en su época preparatoriana de San Ildefonso,
ganó una apuesta donde a cambio de pagar durante un par de semanas la cuenta de
aquel expendio, le exigían escribir un soneto
que rimara con la palabra tiempo,
a lo cual el escritor en
cierne aceptó de inmediato, sin percatarse de que esta palabra no tiene rima en
español.
De ahí su estupendo soneto “Aquí se habla del tiempo perdido...” donde
utiliza el vocablo tiempo en
once de los catorce versos del poema (o en
doce, si incluimos la palabra destiempo),
y que además de
hacerle ganar esta apuesta a su compañero, le produjo buenas regalías cuando lo musicalizaron en forma de bolero para lograr un gran éxito comercial.
El poeta de origen
francés y madre tarahumara se refería a
las damas de manera elegante y respetuosa. En un momento dado comenzó a decir
que, en su personal opinión, la mujer más
bella que conocía era la muy famosa vedette de
origen oriental
y acapulqueño Lyn May.
“Usted siempre tan internacional, maestro”, me atreví a
decir. “Se sabe que ha tenido usted amoríos con mujeres europeas,
norteamericanas, sudamericanas y de otras partes del mundo, pero me parece que
sus predilectas son las de origen asiático”.
“No todas –respondió rápido–, pero
sí Lyn May”. “¿Por qué, maestro?”, me atreví a preguntarle. “Pues es que es la
única mujer que tiene las nalgas por el frente”, respondió y bebió un gran
trago de tequila.
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