14 sept 2018

“Los acuerdos extrajudiciales (entre el clero y víctimas) hicieron gran daño”, dice obispo de EU

Abusos sexuales en EU, el obispo de San Antonio: “Los acuerdos extrajudiciales hicieron gran daño”
Por primera vez, un pastor estadounidense cuestiona los millonarios acuerdos alcanzados durante años por diócesis para dirimir las acusaciones de abusos contra sacerdotes fuera de las cortes de ese país. Gustavo García Siller revela el devastador impacto de la actual crisis en los fieles
Gustavo García Siller, es obispo de San Antonio,  Texas...
Vatican Insider, 14/09/2018

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO
Los acuerdos extrajudiciales hicieron “gran daño al bien común”. La única solución de raíz para la crisis institucional por los abusos sexuales en Estados Unidos es la rendición de cuentas y, en eso, “se ha avanzado con lentitud”. Gustavo García Siller aborda una variable hasta ahora minimizada en la ecuación de la tempestad que azota a la Iglesia en ese país. El arzobispo de San Antonio cuestiona, incluso, la legitimidad moral de esas soluciones. Palabras que retumban, allí donde - durante años- la jerarquía eclesiástica desembolsó cientos de millones de dólares para contener la llegada de las denuncias contra clérigos a las cortes. En entrevista con el Vatican Insider, el pastor de origen mexicano analiza el devastador impacto de la actual trágica situación.  

_¿Cómo está viviendo las informaciones publicadas en las últimas semanas sobre los abusos sexuales contra menores en la Iglesia de Estados Unidos? 
Profundamente avergonzado y decepcionado por la corrupción en la Iglesia que, en su momento, no permitió que se ayudara a las víctimas de estos horrendos crímenes a sanar sus heridas, ni que se protegiera a otros y a la sociedad de esos delincuentes. Al mismo tiempo me siento sumamente preocupado por la fe del pueblo de Dios, el rebaño traicionado por pastores que se convirtieron en lobos con piel de oveja. Pero también me siento esperanzado por el valor de las víctimas que han hablado, de las autoridades que han trabajado por la justicia, los periodistas que han sacado la podredumbre a la luz y los múltiples miembros del pueblo de Dios que velan por los indefensos, dando testimonio de que el buen pastor nunca abandona a su rebaño. El señor, que sufre las heridas causadas a su cuerpo místico, nos está purificando en el dolor y debemos permitírselo. 
  -¿Qué impacto han tenido estas revelaciones en las comunidades católicas? 
La gente está sumamente decepcionada, sobretodo de los obispos, y con mucha razón. Las reacciones se dan de muchas maneras. En distinta medida y de diferentes modos cada persona está viviendo un proceso de duelo, especialmente los católicos, tratando de sanar las heridas. En algunos la lesión alcanza su fe, lo cual es trágico, pues Cristo sufre con ellos y en estos momentos nos resulta mucho más complicado comunicárselos. 
  -Después de la crisis de 2002 y el protocolo de Dallas se pensaba que la Iglesia de Estados Unidos había atendido a fondo este problema, ¿por qué siguen apareciendo nuevos testimonios y se generan otros escándalos? 
Aunque hubiera un solo caso sería muy alarmante, pero el propio reporte del gran jurado de Pensilvania da cuenta de que se ha avanzado mucho. La reducción en la incidencia de estos crímenes es muy notable. El reporte presenta un número mínimo de casos posteriores a las medidas tomadas por los obispos en 2002, en comparación con la cantidad abrumadora de los anteriores a ese año. De manera que sí se ha actuado a fondo, aunque es evidente que no lo suficiente. Debemos redoblar esfuerzos. 
  -¿Qué está haciendo la Iglesia católica en Estados Unidos para afrontar este flagelo? ¿Es suficiente? ¿Se podría hacer más?  
Se debe aplicar con más rigor el Estatuto Para la Protección de Niños y Jóvenes. Y tiene que haber mayor y más eficacia en rendición de cuentas, especialmente por parte de los obispos, además de la conversión profunda de todos los miembros de la Iglesia. Y, como dije, con un solo caso que existiera, tendríamos que hacer más para que nunca se vuelva a dar abuso sexual por parte de un clérigo, un colaborador de la Iglesia o cualquier persona. Por mi parte, frecuentemente invito a las personas a que si se enteran de algún caso de abuso o de encubrimiento de abuso, cometido por quien sea, inmediatamente lo reporten a la policía o al fiscal de distrito, quienes son la autoridad responsable de investigar esos delitos. También exhorto constantemente al clero y a todo el personal que colabora en la Arquidiócesis para que insistan en esa misma invitación. 
  -Los obispos de su país estudiaron por mucho tiempo los detalles de los abusos, ¿a qué atribuye que se hayan verificado tantos casos en la Iglesia de Estados Unidos?  
Efectivamente se ha estudiado el tema durante mucho tiempo porque es muy complejo y debe seguirse estudiando para avanzar en la búsqueda de mejores soluciones. Existen muchos factores que influyen en la vida, en la mente y en el corazón de una persona que llega a ser capaz de abusar sexualmente de un menor. Y quienes han cometido esos crímenes no han sido ajenos a la profunda crisis de valores que se ha venido desarrollando en el mundo especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial, más marcadamente a partir de los años sesenta con la llamada “revolución sexual” y con otras manifestaciones también en las últimas décadas. El cambio de época ha visto desmoronarse la escala de valores que dábamos por sentada hace dos generaciones. Eso ha propiciado desintegración familiar, la ausencia de figuras paternas y maternas sanas y estables que permitan el sano desarrollo afectivo y moral de las personas, y también ha favorecido el incremento de la violencia a todos los niveles. Todo esto da lugar a que se combinen patologías psicológicas y psíquicas con gravísima inmoralidad, ocasionando estas conductas criminales. 
  -¿Qué rol han jugado las prácticas de encubrimiento a niveles jerárquicos? 
Estamos conscientes de lo indignante y grave que ha sido el encubrimiento por parte de quienes ostentan autoridad, pues se impidió que se atendiera adecuadamente a las víctimas, que se hiciera justicia, se protegiera a otros de potenciales crímenes y se hicieran mejoras en la selección y en la formación para prevenir ese desorden moral y mental. Si una conducta está descrita en la ley como delito significa que es de interés público que se prevenga, se persiga y se resarza en lo posible el daño causado. En muchos casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia se llegó a acuerdos extrajudiciales al amparo de la ley, mediante el pago de enormes sumas de dinero para que las víctimas no revelaran esos crímenes. De esa manera se hizo gran daño al bien común. Deberíamos cuestionarnos como sociedad por qué es eso legal en Estados Unidos. La rendición de cuentas por parte de todos los responsables es una solución de raíz en la que hemos avanzado con lentitud. 
 -¿Qué impacto han tenido estas revelaciones en la credibilidad y el testimonio de la Iglesia?  
El impacto ha sido tremendo. Estas revelaciones han han confrontado negativamente la fe de las personas, en algunos casos de manera devastadora. La crisis de valores propia del cambio de época de por sí ha dañado la confianza en todas las instituciones y en las figuras de autoridad. En el caso de la Iglesia estas revelaciones han sido un catalizador de ese proceso destructivo. Se ha causado un gran dolor a todos sus miembros. Muchas personas están experimentando esta crisis como una prueba a su fe, pero hay quienes lo están viviendo como una oportunidad para ayudar a que el cuerpo de Cristo, la Iglesia, cambie para bien y emprenda nuevos caminos.  
  -¿Cuál es el principal desafío de esta situación? 
La situación pide ser fieles; está exigiendo a los que creemos en Cristo y en su Iglesia, a vivir genuinamente los valores evangélicos, escuchar más la palabra de Dios e imitar a Jesús. Ese es el desafío más grande, la conversión profunda de todos. Dado que esta situación no es exclusiva de la Iglesia ni solamente en Estados Unidos, esto puede ayudar. Si se hace una reflexión y una crítica seria de los hechos, eso puede llevar, ojalá, a que otras sociedades en otros lugares del mundo no tengan que esperar a que sucedan estas cosas para entender uno de los problemas causados por la fractura que hay en el consenso social sobre los valores en todo el mundo. 
  -En los últimos días se anunció que diversos tribunales de su país están avanzando con investigaciones sobre abusos en la Iglesia, ¿existe preocupación entre los obispos? 
Toda la situación nos preocupa, pero tiene que haber claridad y transparencia. La herida se tiene que limpiar a fondo para que pueda sanar. 
  -El Papa Francisco, entre otras cosas, identificó en el clericalismo y una cierta mentalidad elitista en la Iglesia como las causas principales de la crisis por los abusos, ¿coincide? 
Si; el clericalismo tiene que ver con poder, cuando la razón de ser de las posiciones de autoridad es el servicio. Cuando una persona busca una posición de poder, eso no es seguir a Jesucristo, eso no es ser cuerpo de Cristo. En el seguimiento de Cristo todos buscamos servir más y mejor. Y para ser buenos líderes, debemos mantener nuestra integridad y rendir cuentas de ella. Cerca de los menores siempre hay mayores de un modo u otro. Todos tenemos la responsabilidad de cuidarlos, de ayudarles y, por lo mismo, todos debemos rendir cuentas de alguna manera. Yo debo rendir cuentas de lo que hago y dejo de hacer, pero necesito la ayuda y la exigencia de otros para hacerlo. Y todos estamos en esa situación. Pero la mayoría en la Iglesia son laicos.  
  -¿Cómo combatir ese clericalismo?  
Ciertamente los obispos, los sacerdotes, los consagrados, no hemos escuchado el llamado a combatir el clericalismo, pero creo que tampoco los laicos lo han escuchado suficientemente. Frecuentemente hacen depender su acción o inacción de la opinión del sacerdote o del obispo. Si algo sale bien, se le atribuye el mérito al cura o al obispo y se le elogia; si algo sale mal, también se culpa al párroco o al obispo. El clericalismo es un veneno. Se señala a uno por ser muy bueno, a otro por ser muy malo, pero no se mira al espejo. Todos somos responsables por el anuncio del mensaje de Cristo y por la Iglesia. Así como necesitamos ser obispos íntegros, auténticos testigos del Señor resucitado, nos urgen más laicos católicos que asuman plenamente y con madurez su responsabilidad por anunciar a Cristo al mundo. El cristianismo auténtico en los laicos exige del clero la misma fidelidad irreprochable, tanto por su propio testimonio, como por el correcto desempeño de las funciones que a cada uno corresponden según su posición. Por eso insisto en mi invitación a denunciar cualquier delito ante la autoridad competente y en mi reconocimiento a quienes han sacado a la luz esos hechos tan deleznables: autoridades civiles, periodistas, las propias víctimas y sus familiares, quienes ayudan a los afectados a sanar, y tantos otros. 
  -¿Cuál es su opinión sobre el caso del cardenal Theodore McCarrick y las acusaciones -incluso contra el mismo Papa- del ex nuncio apostólico Carlo Maria Viganò? 
Cualquier conducta que constituya un delito, civil o canónico, debe esclarecerse en los tribunales correspondientes. Tengo entendido que el arzobispo McCarrick ya está siendo sometido a un proceso canónico. Quien sea responsable de conducir ese proceso es quien debe valorar cualquier testimonio. 
  -¿Se puede superar una crisis tan dura como la que afronta la Iglesia en Estados Unidos hoy?  
La Iglesia ha vivido muchas crisis y las ha superado por la fuerza de Jesucristo. No confiamos en nosotros mismos ni en nuestra buena voluntad, en procedimientos o en estrategias, sino en Dios. Nuestros ojos están fijos en Jesús, el iniciador y consumador de nuestra fe, que soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. 
  -¿Cuál es su mensaje a los fieles? 
Nos toca a todos, particularmente a los obispos y sacerdotes, asumir esta situación de frente y dejarnos afectar por esta realidad. La parresía, a la que el Papa Francisco nos exhorta frecuentemente, debemos practicarla tanto para anunciar a Cristo como para enfrentar las culpas de la Iglesia. Debemos actuar con la valentía que faltó en décadas anteriores, por cuya ausencia fue permitido tanto mal. Yo invito a todos a hacer lo que a cada uno le corresponde y lo que cada quien pueda hacer para atender a las víctimas de los abusos y a aquellos cuya fe ha sido afectada por todo esto. Necesitamos ayudarnos unos a otros a sostenernos en nuestra fe. Solamente con una espiritualidad fuerte y profunda vamos a poder salir adelante, y podremos ayudar a sanar y a ser sanados, con la esperanza de que la Iglesia va a salir de esto más purificada y más parecida a Cristo, el señor resucitado que conserva en su cuerpo las heridas de su crucifixión.
 ¿Quién es el obispo Gustavo García Siller?

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