Abril y Karen/Jorge volpi
El feminicidio de Abril responde tanto a la violencia machista de su marido como a la ineficacia del sistema de justicia
REFORMA
07 Dic. 2019
La primera mujer sufre durante diez años los celos de su esposo, director de la filial mexicana de una gran trasnacional. Según el relato de una de las hijas y el hermano de la mujer, su violencia no hace sino incrementarse hasta el momento en que, en vez de acudir a terapia de pareja, el ejecutivo intenta estrangularla. A partir de ese punto, ella toma la decisión de buscar el divorcio. Los celos del esposo aumentan y, una noche, mientras le mujer duerme, la golpea con un bate de beisbol. La mujer lo denuncia entonces por intento de feminicidio. El hombre es detenido pero, por instrucciones de tres jueces, no tarda en ser liberado. Al poco tiempo, mientras la mujer viaja en su coche al lado de su abogado y sus dos hijos, dos sujetos le dan alcance en una motocicleta y le disparan en la nuca y la espalda. Todas las sospechas apuntan a que los sicarios fueron contratados por el marido, tal como denuncia la hija de ambos. Las consecuencias: dos de los jueces -pero no el magistrado que revisó la sentencia- han sido suspendidos, el presunto agresor -en paradero desconocido- se ha declarado inocente y la Procuraduría aún se prepara para arrestarlo.
La segunda mujer toma un taxi por la noche. Por alguna razón, el taxista le parece sospechoso y así se lo hace saber a su familia en un mensaje de texto. Después de eso, no vuelve a comunicarse durante horas. Asustados -tanto como cualquiera que viva en esta ciudad y en este país-, sus padres acuden a la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México y reportan su desaparición. En este caso, todos los protocolos se activan, el asunto estalla en redes, la policía sigue su rastro y hasta la jefa de Gobierno manifiesta su preocupación. Por la mañana, se confirma que la mujer no fue secuestrada, sino que pasó la noche en un bar y luego en algún lugar en la carretera a Cuernavaca. La reacción: desde periodistas hasta incontables usuarios de redes acribillan a la mujer con burlas y memes satíricos: frente a lo que es una falta de sensibilidad hacia su familia, se le acusa de todo tipo de cosas, como si su crimen hubiese sido estar viva.
En el lapso de unos días, las historias paralelas de Abril Pérez Sagaón y Karen Espíndola, en apariencia tan contrarias, ponen en evidencia los mismos mecanismos machistas que prevalecen en nuestro país y nuestra época. Las diferencias son, por supuesto, evidentes: Abril está muerta y Karen está viva; Abril fue asesinada mientras que Karen pasó una noche de fiesta. Pero en los dos casos las raíces del heteropatriarcado dominante se tornan tan obvias como obscenas: el feminicidio de Abril responde tanto a la violencia machista de su marido como a la ineficacia de nuestro sistema de justicia, en tanto que Karen no ha sido atacada por la falta de tacto hacia su familia, sino por ser una mujer libre que puede decidir qué hacer con su vida y su cuerpo una noche.
En el caso de Karen las autoridades hicieron, por una vez, lo que les correspondía, pero nada indica que, si en vez de irse de fiesta en efecto hubiese sido secuestrada o asesinada, éstas hubiesen respondido de la misma manera. Más probable es lo contrario: según México Evalúa, el índice nacional de impunidad roza el 95 por ciento. ¿Quién podría apostar por que el suyo hubiese llegado a ser parte del 5 por ciento de los que sí se resuelven en esta pavorosa estadística? En esos mismos días, Cintya Gabriela Moreno se subió a un taxi y luego su cuerpo fue encontrado sin vida.
Las historias de Abril y Karen -atroz, la primera; satisfactoria, la segunda- muestran dos desafíos urgentes para la sociedad mexicana: un cambio educativo en todos los niveles -de las autoridades a los medios, pasando por todas nuestras instituciones educativas- que enseñe a hombres y mujeres a comportarse con perspectiva de género. Y, como repito casi cada semana, una drástica reforma de nuestro sistema de justicia, que hasta ahora nadie quiere acometer, que impida que más mujeres como Abril o Cintya sean asesinadas o que cualquier mujer, como Karen, tenga justificado miedo de salir a la calle.
@jvolpi
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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