El llamamiento de Antígona/Marek Edelman, último superviviente del comando de la insurrección del gueto de Varsovia, Julia Hartwig, poeta, Barbara Torunczyk, escritora, y decenas de familiares y amigos de brigadistas polacos
Tomado de EL PAÍS, 29/05/2007;
Nosotros, hijos y descendientes de los brigadistas polacos que, como el general Walter y tantos otros, lucharon en España. Nosotros, que también somos amigos y discípulos de Jacek Kuron, nos sentimos orgullosos de la actuación de aquellos ciudadanos polacos que llegaron a una España devastada por una trágica guerra civil, para defender en el campo de batalla al Gobierno democráticamente elegido de la República española. Todos nosotros denunciamos la actuación de algunos grupos de diputados polacos que pretenden eliminar los nombres de estos voluntarios heroicos de la historia de Polonia.
Exigimos que se ponga fin a la elaboración de leyes y reglamentos que tienden a deshonrarles. Setenta años han pasado desde el estallido de la Guerra Civil española. Que algunos diputados quieran ahora imponer su propia lectura de la historia nos causa indignación. Ahora que están sin capacidad de defensa, esta ofensiva contra nuestros héroes significa la negación de los principios y valores que los llevaron a resistir en España. Estamos escandalizados. Este tipo de prácticas en la política polaca nos inspira a la vez repugnancia y tristeza.
No hemos olvidado: los voluntarios de Polonia combatieron en España bajo la consigna de los demócratas de todos los tiempos: “Por su libertad y por la nuestra”; la misma consigna de nuestra insurrección nacional de noviembre de 1830. Se comprometieron en España inspirados por el grito de guerra de todos los demócratas que en ese momento luchaban contra el fascismo en Europa: “No pasarán”.
No hemos olvidado: los grandes poetas y escritores de esa época, tales como Wystan Hugh Auden, Stephen Spender, Ernest Hemingway y Egon Erwin Kish, apoyaban el combate de los republicanos en España. Josif Brodsky, el poeta emblemático de su generación, premio Nobel, expulsado de la URSS, amigo de Czeslaw Milosz y de Zbigniew Herbert, vio que en España se libraba la última guerra del siglo XX a favor de la Ciudad Justa. Y Wladyslaw Broniewski nos ha transmitido el heroísmo de los defensores de Madrid: con su dedo bañado en sangre escribían en las murallas No pasarán.
No hemos olvidado: en busca de modelos morales para el progreso libertario en una Europa post-Yalta, petrificada en el yugo de los totalitarismos y de la guerra fría, fue en los campos de batalla de España donde encontramos personas que salvaron el honor de la democracia europea y del idealismo político. A ellos los elegimos como guías: George Orwell, Simone Weil, André Malraux, Nicola Chiaromonte…
Durante la Guerra Civil, España fue el campo de batalla del heroísmo, de la solidaridad, del coraje y del sacrificio. No podemos negarlo. Fue también el campo de la traición, del crimen político y de vergüenza. Nadie lo niega hoy. Pero la España actual nos enseña el arte del perdón, nos muestra la manera, con dignidad y sin derramamiento de sangre, de salir de la dictadura. Nuestros diputados polacos tendrían que meditar esta enseñanza. Es inaceptable que la coalición del actual Gobierno de Polonia arrastre por el barro el honor de aquellos ciudadanos que contribuyeron a ganar las libertades políticas de las que gozamos hoy.
Recordamos a nuestros diputados: grandes nombres de la política polaca como Jerzy Giedroyc, Jacek Kuron, Marek Edelman o Henryk Wujec defendieron, ya en 1991, a los antiguos brigadistas internacionales denunciando las embestidas legales en contra de su honor y el sentido de su combate en España en los años 1936-1939. Ya se habían dado iniciativas como la actual para desposeer de su título de antiguos combatientes a los brigadistas, para suprimirles el incremento de su modesta pensión de jubilación, para prohibirles la adhesión a las asociaciones democráticas de los veteranos polacos. En aquella época, un puñado de brigadistas estaba todavía con vida. Hoy en día, estos diputados vuelven a insistir en una reglamentación que la presión de la opinión pública había ya anulado.
Como en la Tumba del Soldado Desconocido, se están borrando de nuestra historia de lucha por la libertad los nombres de tantos voluntarios de Polonia que murieron en los frentes españoles. Los Gobiernos italianos y alemanes no han eliminado de su historia a sus compatriotas por participar en la Guerra Civil española, ni han demostrado la necesidad de destruir sus recuerdos, independientemente del lado ideológico de su combate.
Las autoridades de Polonia han encontrado otra actividad política tan mezquina como indignante: ir a cazar nombres de calles que se refieran a los héroes de la guerra de España, para cambiarlos. Nadie ha preguntado la opinión a los vecinos.
A los ojos de los demócratas de hoy en día, la guerra de España sigue encarnando una página de la historia de Europa, una página de lucha contra la dictadura. Los héroes de esa guerra fueron las primeras víctimas de esta dictadura y por eso son un símbolo de libertad. En 1996, la nueva democracia española gobernada entonces por el conservador Aznar, otorgó, por decreto real, la ciudadanía española a todos los voluntarios de la Brigadas Internacionales, cualquiera que fuera su país de origen y residencia. Hoy nuestra IV República de Polonia, en lugar de honrarlos y pagar su deuda moral, decide excluir de su historia a estos mismos brigadistas.
Se trata del honor de Polonia. Los brigadistas polacos que combatieron a favor de la España republicana ya prácticamente han desaparecido: sólo quedan cinco, tres de ellos viven en Varsovia, el mayor, de 94 años, muy enfermo, y el más joven con 90 años.
Los demás se fueron hace años de su país, por culpa del antisemitismo que ya reinaba en 1968. En Francia vive un brigadista que tras combatir en España fue deportado a Auschwitz. En Suecia se refugió otro brigadista tras varios años de cárcel y tortura en Polonia. ¿Este ínfimo suplemento a la pensión de cinco jubilados amenazaría el presupuesto nacional de Polonia, tal como lo afirman algunos diputados?
Reunimos aquí nuestras firmas en son de protesta contra esta política indignante que constituye una ofensa a Polonia. Nos dirigimos a la opinión pública del mundo democrático: no despeguen su mirada de lo que está pasando en Polonia; en nombre de su libertad y de la nuestra. Y a aquellos que nos pregunten con qué derecho y con qué título tomamos la palabra, les respondemos: el derecho eterno, el de Antígona. Señores políticos, ¡dejen los muertos en paz! Ocúpense de su porvenir y del nuestro.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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