Ceremonia por el CXCIX Aniversario de la Gesta de Independencia de México
Miércoles, 16 de Septiembre de 2009 Discurso de Fernando Gómez Mont Urueta, Secretario de Gobernación.
Señor Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, don Felipe Calderón Hinojosa.
Señor Senador don Carlos Navarrete, Presidente del Senado; señor Diputado Ramírez Acuña, Presidente de la Cámara de Diputados.
Señor Ministro Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Compañeros del presídium, señores diplomáticos, invitados especiales, señoras y señores:
Hoy conmemoramos el inicio de la lucha por la Independencia Nacional. El año del Bicentenario, cargado de simbolismo histórico, brinda la oportunidad de que cada festejo sea un pretexto para reflexionar sobre nuestra historia y sobre su vigencia.
La Independencia de México marcó el comienzo de una vida como colectividad, definida por una identidad propia y compartida. Una identidad surgida de la comunión de similitudes que trascendieron la división impuesta por una sociedad heterogénea.
Una sociedad en donde la condición étnica y social determinaba el futuro al que cada persona podía aspirar. Invita a la reflexión el eco que tuvo la disposición a encontrar las coincidencias en una realidad definida, precisamente, por las diferencias; invita a la reflexión y al aprendizaje.
En el movimiento independentista se cimenta nuestra identidad nacional. A partir de él asumimos la responsabilidad de ser los únicos encargados, como Nación, de la definición y consolidación de nuestro destino. Nuestra madurez como Nación se evidencia, precisamente, en esa voluntad de perseguir nuestro futuro.
Hoy es momento de ser congruentes con esa responsabilidad, de llegar a acuerdos que permitan tomar las acciones necesarias para consolidar una Nación de prosperidad, de equidad y oportunidad para todos.
Hoy es momento de encontrar las coincidencias en las distintas nociones de bienestar y de asumir los costos que implica la transformación.
Hoy es momento de conjugar voluntades individuales y acciones sectoriales; es momento de regenerar la confianza en la acción pública; es momento de consolidar la voluntad ciudadana que exige bienestar y justicia como principios rectores.
Es momento de un Gobierno reflexivo y activo, de una sociedad participativa e incluyente, y de prácticas honestas y eficientes.
La consolidación de nuestra identidad como país, siempre se alimentó de la lucha por la soberanía y la delimitación clara de un territorio que nos perteneciera.
Hoy en día, hablar de soberanía implica hablar de autonomía para garantizar libertades políticas y económicas a nuestra gente. Implica fortalecer nuestra economía y hacer a todos partícipes de los beneficios derivados que permitan plantear proyectos de vida más satisfactorios y más esperanzadores; implica consolidar nuestra democracia para que la expresión política sea cada vez más representativa de la voluntad ciudadana.
Hoy en día, hablar de territorio implica hablar de un espacio cultural que incluya a las distintas realidades que se conjugan en un mismo concepto de país.El territorio, antes definido por sus linderos físicos, hoy los trasciende necesariamente para incorporar a quienes han migrado, llevando la Patria a otras naciones.
Los festejos, que con motivo del Bicentenario realizamos, ofrecen la oportunidad de recuperar el espíritu de lucha por un mejor futuro, e imprimirlo en nuestra realidad a través de un cauce institucional.
Un espíritu que sostiene nuestra vitalidad como Nación y alimenta la esperanza de un mejor país para todos.
Sin olvidar las diferencias particulares, hoy debemos articular nuestras aspiraciones personales con los anhelos colectivos.
El Presidente Calderón nos ha invitado a aprovechar este momento como uno de transición y transformación, de reforma, de reestructura, de renovación.
Por nuestra historia, sabemos que las grandes transformaciones sólo pueden nacer de la suma de voluntades, del encuentro de contrarios, de la potenciación de las fuerzas.
Es el momento de imprimir quiénes somos y de dónde venimos a nuestra realidad institucional.
Como decía Octavio Paz: los hechos históricos nunca son hechos nada más, siempre están teñidos de humanidad.
Es momento de imprimir nuestra humanidad, nuestro ánimo, nuestra voluntad a esta nueva etapa de la historia nacional.
Nuestra generación tiene la encomienda irrenunciable de materializar anhelos de antaño, de modernizar el ejercicio de Gobierno y de autoridad, de incorporar a los sectores marginados a la vida política nacional, de reafirmar nuestra capacidad de indignación ante realidades inaceptables, de refrendar nuestra voluntad para modificar situaciones insostenibles.
Nuestra generación tiene la encomienda de restituir la confianza en los actores sociales, políticos, económicos y culturales del país. Pero, sobre todo, esta generación tiene que devolver el valor al compromiso y a la participación ciudadana.
Señor Presidente.
Señoras y señores.
La Independencia de México es resultado de la introspección, la empatía y la comunión entre personas que compartían algo evidente, pero intangible, algo que las unió bajo un concepto integral de Nación, que sigue vivo.
Por ello, hoy no celebramos la lucha, sino la causa que la motivó; no celebramos la escisión, sino la unión; no celebramos el orgullo arrogante, sino la solidaridad tolerante que se requiere para coincidir en la esencia, aunque lo particular nos contraponga.
Celebramos la disposición a luchar unidos por mayor bienestar, una lucha que como país debemos continuar, hasta que el anhelo sea verdad.
Gracias.
Miércoles, 16 de Septiembre de 2009 Discurso de Fernando Gómez Mont Urueta, Secretario de Gobernación.
Señor Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, don Felipe Calderón Hinojosa.
Señor Senador don Carlos Navarrete, Presidente del Senado; señor Diputado Ramírez Acuña, Presidente de la Cámara de Diputados.
Señor Ministro Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Compañeros del presídium, señores diplomáticos, invitados especiales, señoras y señores:
Hoy conmemoramos el inicio de la lucha por la Independencia Nacional. El año del Bicentenario, cargado de simbolismo histórico, brinda la oportunidad de que cada festejo sea un pretexto para reflexionar sobre nuestra historia y sobre su vigencia.
La Independencia de México marcó el comienzo de una vida como colectividad, definida por una identidad propia y compartida. Una identidad surgida de la comunión de similitudes que trascendieron la división impuesta por una sociedad heterogénea.
Una sociedad en donde la condición étnica y social determinaba el futuro al que cada persona podía aspirar. Invita a la reflexión el eco que tuvo la disposición a encontrar las coincidencias en una realidad definida, precisamente, por las diferencias; invita a la reflexión y al aprendizaje.
En el movimiento independentista se cimenta nuestra identidad nacional. A partir de él asumimos la responsabilidad de ser los únicos encargados, como Nación, de la definición y consolidación de nuestro destino. Nuestra madurez como Nación se evidencia, precisamente, en esa voluntad de perseguir nuestro futuro.
Hoy es momento de ser congruentes con esa responsabilidad, de llegar a acuerdos que permitan tomar las acciones necesarias para consolidar una Nación de prosperidad, de equidad y oportunidad para todos.
Hoy es momento de encontrar las coincidencias en las distintas nociones de bienestar y de asumir los costos que implica la transformación.
Hoy es momento de conjugar voluntades individuales y acciones sectoriales; es momento de regenerar la confianza en la acción pública; es momento de consolidar la voluntad ciudadana que exige bienestar y justicia como principios rectores.
Es momento de un Gobierno reflexivo y activo, de una sociedad participativa e incluyente, y de prácticas honestas y eficientes.
La consolidación de nuestra identidad como país, siempre se alimentó de la lucha por la soberanía y la delimitación clara de un territorio que nos perteneciera.
Hoy en día, hablar de soberanía implica hablar de autonomía para garantizar libertades políticas y económicas a nuestra gente. Implica fortalecer nuestra economía y hacer a todos partícipes de los beneficios derivados que permitan plantear proyectos de vida más satisfactorios y más esperanzadores; implica consolidar nuestra democracia para que la expresión política sea cada vez más representativa de la voluntad ciudadana.
Hoy en día, hablar de territorio implica hablar de un espacio cultural que incluya a las distintas realidades que se conjugan en un mismo concepto de país.El territorio, antes definido por sus linderos físicos, hoy los trasciende necesariamente para incorporar a quienes han migrado, llevando la Patria a otras naciones.
Los festejos, que con motivo del Bicentenario realizamos, ofrecen la oportunidad de recuperar el espíritu de lucha por un mejor futuro, e imprimirlo en nuestra realidad a través de un cauce institucional.
Un espíritu que sostiene nuestra vitalidad como Nación y alimenta la esperanza de un mejor país para todos.
Sin olvidar las diferencias particulares, hoy debemos articular nuestras aspiraciones personales con los anhelos colectivos.
El Presidente Calderón nos ha invitado a aprovechar este momento como uno de transición y transformación, de reforma, de reestructura, de renovación.
Por nuestra historia, sabemos que las grandes transformaciones sólo pueden nacer de la suma de voluntades, del encuentro de contrarios, de la potenciación de las fuerzas.
Es el momento de imprimir quiénes somos y de dónde venimos a nuestra realidad institucional.
Como decía Octavio Paz: los hechos históricos nunca son hechos nada más, siempre están teñidos de humanidad.
Es momento de imprimir nuestra humanidad, nuestro ánimo, nuestra voluntad a esta nueva etapa de la historia nacional.
Nuestra generación tiene la encomienda irrenunciable de materializar anhelos de antaño, de modernizar el ejercicio de Gobierno y de autoridad, de incorporar a los sectores marginados a la vida política nacional, de reafirmar nuestra capacidad de indignación ante realidades inaceptables, de refrendar nuestra voluntad para modificar situaciones insostenibles.
Nuestra generación tiene la encomienda de restituir la confianza en los actores sociales, políticos, económicos y culturales del país. Pero, sobre todo, esta generación tiene que devolver el valor al compromiso y a la participación ciudadana.
Señor Presidente.
Señoras y señores.
La Independencia de México es resultado de la introspección, la empatía y la comunión entre personas que compartían algo evidente, pero intangible, algo que las unió bajo un concepto integral de Nación, que sigue vivo.
Por ello, hoy no celebramos la lucha, sino la causa que la motivó; no celebramos la escisión, sino la unión; no celebramos el orgullo arrogante, sino la solidaridad tolerante que se requiere para coincidir en la esencia, aunque lo particular nos contraponga.
Celebramos la disposición a luchar unidos por mayor bienestar, una lucha que como país debemos continuar, hasta que el anhelo sea verdad.
Gracias.
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