Revista Etcétera, 4 de abril, 2010
Julio Scherer, periodista/Marco Levario T.
Hace poco más de nueve años escribí sobre varios de los mitos que, según creo, envuelven a don Julio Scherer García; aún pienso que éstos integran algo similar a un celofán fino, resistente y transparente que cubre sin embargo su esencia, en particular, la de periodista.
Desde siempre he comprendido que el elogio o la diatriba como leit motiv del discurso que sea son propios de fanáticos cuando no de cofradías engendradas en la oscuridad de intereses que se niegan a presentar en público. Nada de esto le es propio a seres racionales que encuentran en los reductos de la inteligencia y la ética los motivos para respetar y admirar a alguien, no obstante los matices que a ellos y a todos nos envuelven. En definitiva: no creo en los santos ni en el fervor de sus feligreses, no creo ni en los que les otorga la religión ese carácter ni en los que aparecen como estandarte o proclama de camarillas laicas.
Lo anterior es un preámbulo indispensable para escribir lo siguiente: para mí, la edición de Proceso del 4 de abril de este año es ejemplo de buen periodismo. Me refiero en particular al encuentro de Julio Scherer García con Ismael Zambada, a la foto de portada y a la forma en que el periodista narra aquella situación inédita.
Es muy probable que, por estos días, no falte quien diga que Proceso fue usado para un acto de propaganda e incluso opine que la revista le da eco al parecer del Mayo que considera que el gobierno federal perdió la guerra contra el narcotráfico. En la esfera del poder oficial esto, con toda seguridad, se toma como una afrenta más de la revista contra el gobierno del presidente Felipe Calderón cuya reacción durante estos años ha sido tan primitiva que suspendió el flujo de publicidad a Proceso.
El diablo y los infiernos
En la entrada de “La crónica de un encuentro insólito”, los editores de la revista recuerdan la frase de Scherer: “Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”. Más allá del aroma a epopeya que desprende ese dicho --y de que por eso incluso tengamos el derecho a emocionarnos como sucede con quien esto escribe—vale la pena reconocer que, en efecto, entrevistar al diablo sería la gran exclusiva para cualquier profesional de la comunicación, en este caso, hablamos del Mayo Zambada. Incluso, y aunque parezca sólo un matiz, podríamos decir que no debemos esperar a que tal o cual personaje de relevancia indiscutible pida la entrevista, hay que gestionarla.
El asunto es que director de Proceso no sólo tiene el reconocimiento nuestro sino también el de un narcotraficante y por eso lo buscó. Es natural: el Mayo busca la credibilidad que tiene esa revista para difundir su mensaje al mismo tiempo que la publicación incrementa su credibilidad al publicar la charla. Hay que asumirlo, el periodismo tampoco es una profesión para santos, es la actividad que documenta hechos y registra dichos al mismo tiempo que intenta explicarlos y proyectar sus consecuencias. Para ello, no hay ni puede ni debe haber, zonas vedadas.
Sobre el mensaje que pretendió dejar Ismael Zambada también habrá múltiples interpretaciones y entre ellas esta que sostengo: creo que el narcotraficante abre la puerta a la negociación con el gobierno, y lo hace desde una posición de fuerza. La imagen de la portada de Proceso impacta justo por eso, no tanto porque es el registro de la verosimilitud de un encuentro: impacta porque es una instantánea que muestra qué tan cerca está de nosotros el narcotráfico.
Propaganda o periodismo
Sin duda, Julio Scherer hace lo que le corresponde, “he de preguntarle, soy lo que soy”, le dice al capo, y éste hace lo propio. Es la tensión natural entre el periodista y el interlocutor. El resultado nos adentra en el perfil de uno de los principales narcotraficantes de México que es, además, una persona atenta al contenido de los medios de comunicación. Retrata a una persona que vive con miedo todo el tiempo, le da pánico que lo encierren y que pues así “Nomás” se inició en el narco. Esa semblanza en un espacio tan breve como el que tuvo Julio Scherer también lo muestra a él como el gran periodista que es.
Nadie que busque a los medios de comunicación lo hace con fines diametralmente distintos a los de promover ideas, acciones o imágenes. Entonces no hay sorpresa en que eso sea lo que intente el capo al buscar al ex director de Proceso, en serio: lo inaudito es que no pretendiera eso el Mayo. También sería asombroso que Julio Scherer o cualesquier otro periodista se negara a hablar con uno de los capos más relevantes del narco en el país. Escribí periodista.
Es previsible un alud de críticas a Proceso y a Julio Scherer. Habrá polémica, pública o soterrada pero la habrá. Por mi parte estoy convencido de que la revista y el periodista, como decían los clásicos, hicieron lo que tenían que hacer.
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