En
evidencia, las miserias de la justicia penal/
GLORIA
LETICIA DÍAZ, reportera.
Proceso #1942, 18 de enero de 2014;
A
un año de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinara la
liberación de Florence Cassez, el coordinador del Programa Universitario de
Derechos Humanos de la UNAM, Luis de la Barreda Solórzano, sostiene que en
México las instituciones requieren “revoluciones profundas” para alcanzar “un
sistema de justicia honorable”.
Autor
del libro ¿Culpable? Florence Cassez, el juicio del siglo (Grijalbo, 2013), De
la Barreda comenta a Proceso que el caso Cassez puso en evidencia las fallas de
las instituciones procuradoras de justicia, las cuales se lanzaron como
“jauría” contra la acusada. Lo grave es que, al final de la historia, quedaron
“muy mal paradas”.
En
ese papel quedaron “la AFI (Agencia Federal de Investigación), responsable de
la detención de Florence Cassez) y las tres instancias judiciales que la
condenaron prácticamente a cadena perpetua”.
Según
el exómbudsman capitalino “sólo se salva de esta catástrofe, de esta
podredumbre jurídica, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aunque no
podemos dejar de lamentar que la resolución no se haya emitido durante el
gobierno de Felipe Calderón”.
El
exdirector del Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad también habla
de TV Azteca y Televisa que participaron en el montaje de Genaro García Luna,
secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Calderón, así como de la
animadversión contra Cassez mostrada, dice, por “90% de los medios y líderes
sociales”, entre ellos Isabel Miranda de Wallace, la organización Alto al
Secuestro, los presidentes de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(CNDH) José Luis Soberanes y Raúl Plascencia, así como el exómbudsman del
Distrito Federal Emilio Álvarez Icaza.
Todos
ellos, dice, “se sumaron al linchamiento contra la acusada sin conocer el
expediente, lo cual ya es grave; o se negaron a ver anomalías e inconsistencias
que eran muy notorias, siguiendo una tendencia muy recurrente a lo largo de la
historia de una multitud que se vuelve una jauría contra un acusado”.
En
su momento, recuerda, Soberanes y Álvarez Icaza se manifestaron en contra de
que Cassez compurgara su sentencia en Francia conforme al Tratado de
Estrasburgo.
Plascencia,
a su vez, pidió a los ministros de la primera sala de la SCJN que “fuera una
resolución que se orientara a favor de las víctimas, no en el sentido de las
pruebas existentes sino en contra de la acusada”.
Durante
los años que duró “el juicio del siglo”, De la Barreda defendió el principio de
presunción de inocencia y consideró insostenibles las pruebas formuladas contra
la francesa, sentenciada primero a 96 años de prisión y después a 60. “Ningún
otro caso”, dice, “ha provocado tanta atención y desatado tantas pasiones como
el de Cassez”.
En
su libro de 150 páginas divididas en 12 capítulos, el exómbudsman capitalino
revisa de manera sucinta la indagatoria: las tres sentencias que mantuvieron a
Cassez en prisión siete años; la solicitud de su defensa, encabezada por
Agustín Acosta, para que la SCJN asumiera el caso; el proyecto del ministro
Arturo Zaldívar de marzo de 2012 y la resolución final de enero de 2013
dirigida por la ministra Olga Sánchez Cordero.
El
caso llamó su atención, relata, desde que vio a Cassez en la televisión: “No
tenía facha de secuestradora; más bien parecía una madona del Greco, joven,
alta y esbelta”. Se interesó más en ver la respuesta de los diversos actores
sociales y políticos en Francia y México –sobre todo de los presidentes Nicolas
Sarkozy, Francois Hollande y Felipe Calderón– y de la opinión pública en ambos
países.
“Las
reacciones oscilaron entre la ira y el júbilo”, comenta.
Juicios
por consigna
En
lenguaje llano, De la Barreda desmenuza las pruebas presentadas por la PGR
contra Cassez y exhibe las contradicciones de los testimonios de sus tres
principales acusadores: Cristina Ríos, Christian Ramírez y Ezequiel Elizalde,
así como los asentados en actas judiciales y los públicos. Y concluye: “Los
testigos víctimas mintieron”.
Según
De la Barreda, miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
las presuntas víctimas colaboraron con las autoridades para hundir a Cassez
“por gratitud” a los uniformados que las liberaron; o bien porque, asegura, los
policías estaban convencidos de la responsabilidad de Israel Vallarta y
Florence Cassez, aun cuando no pudieron comprobar su presunta relación.
“Aunque
suene novelesco, podría tratarse de una venganza privada por motivos ignotos –y
quizá contra una persona que no tenía que ver con tales motivaciones–, para la
cual un personaje poderoso habría contado con los servicios de agentes sin
escrúpulos. Las víctimas, reales o no, pudieron ser sobornadas o coaccionadas
para participar en tan truculenta intriga”, escribió De la Barreda.
En
entrevista, el primer ómbudsman del Distrito Federal sostiene que el caso
Cassez demostró una vez más que en México hay juicios de consigna, es
sistemática la fabricación de culpables y los funcionarios responsables
permanecen impunes.
“¿Por
qué un juez y los magistrados que conocieron (el expediente) en la primera y
segunda instancias la condenaron a pesar de las contradicciones tan
evidentes?”, se pregunta.
“Sólo
hay dos posibles explicaciones: una, que no revisaron con cuidado el
expediente, lo cual sería imperdonable por lo que estaba en juego: la libertad
de una mujer en la flor de la edad; dos, porque se dejaron presionar por el
entorno pasional o por las propias declaraciones del entonces presidente de la
República (Calderón), quien se puso en papel de Ministerio Público.”
–¿En
su investigación logró descifrar qué hubo detrás de esta consigna? –se le
pregunta.
–No
lo sé. Eso tendría que ser producto de otra investigación, pero no es inusual
que en México se hagan falsas acusaciones, armadas de manera fraudulenta. Eso
ha sido una constante. Nuestro Ministerio Público es terriblemente ineficaz y
con frecuencia recurre a esa canallada de fabricar culpables.
–¿Se
pretendía proteger a quien fuera director de la AFI: el entonces secretario de
Seguridad Pública, Genaro García Luna?
–No,
porque podemos enumerar muchísimos casos de fabricación de culpables y la
constante es que los culpables quedan totalmente impunes.
El
entrevistado se explaya:
“No
hubo ningún castigo para el doctor Samuel I. del Villar y los funcionarios que
armaron todas las acusaciones respecto al caso Stanley (asesinado en junio de
1999), una acusación fraudulenta muy burda; no hubo ningún castigo para Chapa
Bezanilla con todo aquel escándalo de La Paca; tampoco se castigó a quienes
mantuvieron presos a los indígenas acusados de la matanza de Acteal, ni para el
titular de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del
Pasado (Ignacio Carrillo Prieto).
“En
fin, se puede acusar falsamente en México, inventando pruebas, inventando
hechos y esto puede permanecer en la total impunidad. Lo más triste en el caso
Florence es que la fabricación haya sido convalidada por tres instancias
judiciales.”
Especialista
en seguridad y derechos humanos, De la Barreda critica en su libro al actual
presidente de la CNDH, Raúl Plascencia Villanueva, quien, dice, interpuso
sendas denuncias contra los funcionarios que participaron en el montaje contra
Cassez días después de darse el fallo definitivo de la SCJN; es decir, tres
años después de estar al frente de la comisión y tras siete de que la operación
de García Luna y las televisoras fuera un escándalo dentro y fuera de México.
De
la Barreda compara el caso Cassez con el de Alfred Dreyfus, capitán del
ejército francés, de origen judío y acusado de espionaje a favor de Alemania en
1894, quien fue deportado a la Isla del Diablo en la Guyana Francesa y cuyo
juicio dividió a la sociedad gala durante 12 años. Y expone en su libro: el de
Florence “es sólo un ejemplo más de las miserias del sistema de justicia penal
en México”.
También
alude al caso del indígena chiapaneco Alberto Patishtán Gómez, encarcelado 12
años por un homicidio que nunca se le comprobó. “Eso habla”, dice, “de un Poder
Judicial en el cual no está garantizando el debido proceso ni el principio de
presunción de inocencia; tampoco los derechos humanos del acusado.
“La
SCJN no conoció del caso porque procesalmente no le correspondía, y como último
recurso se tuvo que reformar la ley para que el presidente pudiera liberarlo (a
Patishtán). No es la Corte la que falló, sino el conjunto del sistema
judicial.”
Para
De la Barreda este escenario obliga a pensar en una “revolución copernicana en
las instituciones: tener un Ministerio Público que investigue objetiva y
honestamente, dé con los verdaderos culpables de los delitos y no los fabrique;
tener jueces que asuman su delicadísima función de decidir por la libertad o
prisión de un acusado”.
Con
motivo del aniversario de la liberación de la francesa tras la intervención de
la SCJN, el autor de ¿Culpable? Florence Cassez, el juicio del siglo considera
que es prematuro saber si esa decisión removió las estructuras del sistema
judicial mexicano.
“Es
probable que en estos momentos haya muchos inocentes en la cárcel, cuyos casos
no conocemos porque no son extranjeros (ni fueron defendidos por su embajada);
porque no han llegado a la Corte o porque no hubo plumas, aunque sea
minoritarias, que los defendieran.
“Lamentablemente
tendrá que venir otro caso así tan sonado como el de Florence para que nos
demos cuenta si el Ministerio Público y los jueces están actuando de una manera
distinta.”
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