2 feb 2014

JEP, RIP


 Luto, elogios, gratitud... el mundo lo despide/ROBERTO PONCE
 Revista Proceso # 1944, 1 de febrero de 2014.

 Si bien los principales medios de información europeos y del Continente Americano lamentaron el deceso de José Emilio Pacheco por ser “uno de los poetas mexicanos más importantes del siglo XX”, el diario escandinavo Svenska Dagbladet lo declaró “de los escritores con máxima trascendencia para el mundo hispanoparlante”, aunque ninguno de sus libros se haya traducido en las tierras del Premio Nobel.
 Radio Kulturnytt transmitió la inesperada noticia desde Estocolmo el lunes 27 por la tarde y los detalles de su partida el domingo 26 (con la voz de Cristina Pacheco de fondo), anunciando que este año aparecerá su primera obra en sueco: Las batallas en el desierto.
Paralelalemente, el rotativo londinense The Guardian ejemplificó con una anécdota chusca “el humor autodespreciativo de un escritor considerado el poeta mexicano más importante de la segunda mitad del siglo XX”, nota de Nick Caistor para internet, que comenzaba del modo siguiente:

“En 2010, cuando se dirigía a recoger el Premio Cervantes, galardón de mayor relevancia para la literatura en lengua española de manos del rey español Juan Carlos, los pantalones del poeta y novelista mexicano José Emilio Pacheco se le cayeron a las rodillas. Sin inmutarse, los subió con una mano declarando que ‘incidentes como éstos son un remedio para la vanidad’.
“(…) sería más reconocido por The Battles­ in the Desert, 1981 (Las batallas en el desierto). La novela corta se ha reeditado unas 40 veces e inspiró la realización de un filme, Mariana, Mariana, un cómic, una canción del conjunto Café Tacvba y una dramatización, traduciéndose también al inglés y otras lenguas europeas.”
El periodista Douglas Martin, en la edición matutina del lunes en el diario The New York Times, llamó a José Emilio Pacheco “un león literario que ganó numerosos premios en América Latina”:
“El poeta emergió en los sesenta con un grupo de autores cuya conciencia social tocaba asuntos candentes, como la contaminación ambiental, la pobreza y el burocratismo gubernamental. Sus primeros versos resonaron con imaginarios surrealistas y simbólicos, pero pronto viró hacia el estilo más directo y sencillo que lo caracterizaría en más de una docena de poemarios.”
Martin retomó dos ideas fulgurantes. La primera, publicada en Inglaterra por el Suplemento Literario del Times: “La precisión del señor Pacheco, su moderación y su balance, hicieron que ‘los significados de la maldad y del desastre en sus poemas se inflamaran de un impacto mucho más grande”. La segunda, de un ensayo elaborado por un experto estadunidense en letras de América Latina y enciclopedista de los escritores mexicanos de la pasada centuria:
“El significado y la insignificancia del tiempo lo inquietaban frecuentemente. Merlin H. Forster, editor de Tradition and Renewal: Essays on Twentieth-Century American Literature and Culture (1975), escribió en su ensayo para ese volumen: ‘Pacheco está dolorosamente consciente de los ciclos del tiempo y la transitoriedad de la experiencia humana’.”
El martes 28, El País de España desplegó a primera plana una pequeña llamada a sus lectores: “Verso de luto en la poesía en español. Los países latinoamericanos lloran a José Emilio Pacheco…”, dedicando casi tres páginas con textos del colombiano Darío Jaramillo (“Una poesía del tiempo”, amplio ensayo de las constantes poéticas en Pacheco); del poeta peninsular Antonio Colinas (“Abrir caminos en la selva” con remembranzas de su convivio en Salamanca y durante la Feria del Libro Guadalajara 2011), y del historiador mexicano Enrique Krauze (“Un humanismo literario”), quien apuntó para el mundo:
“Por la sección ‘Inventario’ en la revista Proceso pasó, semana a semana hasta el día de hoy, buena parte de la literatura universal, no como una interpretación pedante y críptica, sino como una crónica que vincula, con emotividad y sabiduría, obras, autores y circunstancias. Su vocación de servicio cultural fue una de las más cumplidas que registra nuestra historia.”
También en ese periódico, pero el jueves 30, apareció una emotiva remembranza de Elena Poniatowska –que este año seguirá los pasos de Pacheco cuando en 2010 a éste le fue entregado el Premio Cervantes en Alcalá de Henares–: “José Emilio, ya no eres de aquí”, jugando con un verso del poeta.
En los diarios de todas las naciones de América, los elogios a Pacheco brotaron unánimes, sobre todo por quienes pudieron gozarlo. Por ejemplo, el escritor Alejandro Zambra, quien lo topó a finales del siglo durante una de sus visitas a Santiago de Chile, expresó:
“Fuimos al Club Peruano con Sergio Parra y un grupo de poetas, éramos todos muy jóvenes, y nos escuchó a cada uno. Era un gran poeta y entró en diálogo con nosotros a pesar de la gran distancia que nos separaba.”
El tabloide La tercera de aquel país cuya Universidad de Talca lo condecorara en 2001 con el Premio Iberoamericano de Letras, trazó su retrato como un “poeta de la lucidez y de discreción”.
En París, antes de la medianoche del lunes, el blog del periódico Le Monde cabeceó la noticia: “Ha muerto el inmenso poeta José Emilio Pacheco en México”, ponderando su “vasta cultura” y algunas versiones de sus poemarios en francés por los editores de La Différence.
Inmediatamente, una lectora gala que en 2002 voló rumbo a México sólo para entrevistar a Pacheco sobre su poesía (temática de tesis por ella elegida como estudiante para obtener la maestría), suscribió a través de la red un comentario singular (http://america-latina.blog.lemonde.fr/2014/01/27/jose-emilio-pacheco-immense-poete-est-mort-au-mexique/):
Aquel hombre discreto, siempre negándose a recibirme por pudor o para no ‘deformar mis lecturas de textos’, me brindó carta blanca a una interpretación que me sumergió hasta la profundidad de sus obras y al mero corazón de México, la ciudad de sus versos, ¡donde permanecí cinco años!… Te doy las gracias por haberme enviado esa ‘pulga’ de taxi a casa por la tarde, que esperó mi retorno dos horas enfrente de mi puerta para entregarme tus obras completas acompañadas por aquella carta llena de benevolencia y ese “jeux de piste” con máscaras y laberintos que me hicieron viajar hacia la poesía, por los rincones de México, y empaparme de su cultura tan bella y poderosa… ¡la rampa de lanzamiento más bella que jamás había soñado! ¡Gracias!
Jeanne

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