Las víctimas de
Michoacán: el recuento imposible/JOSÉ GIL OLMOS
Revista
Proceso
# 1944, 1 de febrero de 201.
Desde
2007, cuando Felipe Calderón le declaró la guerra al crimen organizado desde su
natal Michoacán, los habitantes de la entidad han vivido inmersos en la
violencia: la de las bandas criminales que los matan, extorsionan o
desaparecen, y la de las fuerzas de seguridad, las cuales prácticamente hacen
lo mismo. La cifra de michoacanos muertos, desaparecidos o desplazados contra
su voluntad es incierta. Lo único seguro es que el estado adquiere poco a poco
las características de la tierra arrasada.MORELIA, MICH.- Concentrados en la
estrategia militar para combatir al crimen organizado, los gobiernos federal y
estatal no reparan en quienes han quedado atrapados en la guerra contra el
narcotráfico y padecen por igual las agresiones de policías, soldados y
delincuentes.
Durante
2013 cientos de familias michoacanas fueron forzadas a desplazarse a otros
estados o de una ciudad a otra. Extraoficialmente en la entidad se cuentan, en
ese año, más de 3 mil muertos y una docena de desaparecidos a manos de policías
municipales y soldados.
Desde
2007, cuando Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico, ha habido 12
mil 715 homicidios dolosos en Michoacán, según datos del Secretariado Ejecutivo
del Sistema Nacional de Seguridad Pública dados a conocer en septiembre del año
pasado.
De
acuerdo con ese conteo, sólo de enero a julio de 2013 se habían cometido 496
homicidios dolosos en Michoacán, la cifra más alta desde 1998, cuando se tuvo
el récord histórico de 695 en un lapso semejante.
Pero
en realidad no hay una cifra exacta de muertos y desaparecidos en esta guerra.
Desde el 24 de febrero de 2013 –fecha en que comenzaron a integrarse los grupos
de autodefensa ciudadana–, tras los combates con Los Caballeros Templarios cada
bando recoge a sus muertos y heridos y no se levanta ni un acta ministerial.
Por ejemplo, el 19 de octubre del año pasado hubo un enfrentamiento entre estos
dos grupos, y según José Manuel Mireles –uno de los dirigentes comunitarios– el
saldo fue de 13 muertos, de los cuales 12 eran delincuentes. No hubo registro
oficial de ese hecho.
Lo
inasible de las cifras se detecta incluso al revisar los datos oficiales de
algún choque, como ocurrió en julio de 2013, cuando hubo ataques en seis puntos
del estado. El gobierno federal reportó 20 civiles muertos, pero no reveló
nombres; sólo proporcionó los de dos policías federales y el del vicealmirante
Carlos Miguel Salazar Ramonet.
La
Iglesia tiene otros números: cifras de la arquidiócesis de Morelia indican que
desde la llegada de Fausto Vallejo al gobierno michoacano (2011) ha habido 2
mil 300 muertes violentas; desde la declaración de guerra de 2006, más de 30
mil.
Nadie
conoce tampoco el número de desplazados, pues miles de familias han huido de
los municipios más violentos –30% de los 113 de la entidad– en una migración
“hormiga y silenciosa”.
El
presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH), José María
Cázares, reconoció que en los primeros 20 días de este año 90 personas huyeron
de sus casas de Tierra Caliente, por la inseguridad; el año pasado fueron más
de 200.
El
éxodo michoacano generado por la violencia criminal se observa de manera más
nítida si se considera que de las 36 mil solicitudes de asilo en Estados Unidos
el año pasado, 2 mil eran de Michoacán, especialmente de Tierra Caliente.
Y
el Comité de Familiares de Personas Detenidas, Desaparecidas en México
(Cofaddem) Alzando Voces sostiene que “en esta nueva estrategia” –la del
gobierno de Peña Nieto, que prolonga la iniciada por Calderón– “siguen ausentes
los derechos humanos y la impartición de justicia”.
Violencia
de Estado
El
3 de enero de 2007 el presidente Felipe Calderón se puso una casaca verde y un quepis
en la 43 Zona Militar de Apatzingán, Michoacán, para lanzar su declaración de
guerra contra el narcotráfico. Flanqueado por los secretarios de la Defensa,
Guillermo Galván, y de Marina, Mariano Francisco Saynez, exclamó: “Vengo hoy
como comandante supremo a reconocer su trabajo, a exhortarlos a seguir
adelante con firmeza, entrega y a decirles que estamos con ustedes”.
A
partir de entonces la entidad mostró todos los signos de una guerra:
enfrentamientos entre bandas criminales, soldados, policías y autodefensas;
quema de vehículos; miles de muertos, desplazados y desaparecidos; cateos
ilegales; detenciones arbitrarias y violaciones a los derechos humanos, que no
han sido reconocidas por los gobiernos federal y estatal.
Cristina
Paredes, hija de Francisco Paredes Ruiz, defensor de los derechos humanos
desaparecido el 26 de septiembre de 2007, dice a Proceso que la violencia en
Michoacán es generada por el Estado y empezó cuando Felipe Calderón lanzó su
declaración de guerra. Ahora, sigue con la misma gravedad en el gobierno de
Peña Nieto.
“Esa
lucha empieza a generar graves violaciones a los derechos humanos, como
desapariciones forzadas, el desplazamiento involuntario, tortura como método de
inculpación, allanamiento de morada, cateos ilegales, violaciones, robo a casa
habitación por parte de militares.
“La
posición que nosotros manejamos es que es una violencia de Estado; no creemos
que sea sólo una guerra contra las drogas o el crimen organizado, porque éste
está dentro de las mismas estructuras del gobierno, como lo vemos en los casos
que tenemos registrados de desaparición forzada en los cuales han tenido que
ver militares, marinos, policías estatales y municipales.
“Esta
violencia no obedece simplemente a un partido, al PAN con Felipe Calderón, sino
que se sigue agudizando con el PRI de Enrique Peña Nieto. Ahora se sigue
desapareciendo gente, desplazándola; es lo mismo porque no se han creado las
condiciones de seguridad, y es por eso que nacen las guardias comunitarias
diciendo ¡ya basta!
“Hoy
se vuelven a desplegar soldados y policías y nos están llegando reportes de que
se están llevando a gente que ni siquiera tiene que ver con el crimen
organizado ni con el narcotráfico. Creemos nosotros que otra vez, con todo
esto, se van a registrar graves violaciones a los derechos humanos”, sostiene
Cristina, integrante del Cofaddem.
Mercedes
Ruiz González, madre de Guillermo Alejandro Ortiz Ruiz –abogado defensor de los
derechos mineros que desapareció junto con su colega Vianey Heredia Hernández
el 29 de junio de 2010 en Tumbiscatío– señala a este semanario otras de las
graves faltas en la impartición de justicia para todos los casos de
desaparición forzada:
“No
existe un solo caso en el que se haya consignado por una desaparición forzada.
Ahora, con la administración de Peña Nieto, estamos viendo que esa impartición
de justicia y la impunidad continúan bajo el manto de la retórica y del
discurso, porque las violaciones se siguen llevando a cabo. Incluso vemos que
en los medios de comunicación existe un velo en el que ni siquiera pueden
hacerse visibles muchos casos de desaparición forzada. No es que ya no existan
o no se lleven a cabo, sino que están ocultos, no se están registrando”,
advierte.
Laura
María Orozco, también del Cofaddem y cuyo padre y dos de sus hermanos están
desaparecidos, advierte que hay casos en los cuales se juntan tres violaciones
a los derechos humanos: desplazamiento involuntario, desaparición forzada y
sustracción de bienes y tierras.
“Tenemos
conocimiento de que muchas de las personas despojadas de sus propiedades o
víctimas de desaparición forzada o asesinato han tenido que dejar sus hogares.
Pero no hay un registro concreto de desplazados. La propia Comisión Estatal de
Derechos Humanos no tiene ese registro. Es una situación grave”, afirma la
joven.
La
pesadilla de los Orozco
El
Cofaddem tiene registrados 189 casos de desaparición forzada desde 2006. Por su
parte, la CEDH hace un año daba cuenta de 678 quejas por desapariciones, sin
especificar si eran forzadas.
Laura
María Orozco dice a Proceso que en el Cofaddem estiman que por cada caso
registrado hay cinco más no denunciados, pues muchos familiares se frenan por
las amenazas y hostigamiento de los policías municipales y de la Procuraduría
General de Justicia de Michoacán. Esto significa que habría unos 945 casos y en
la mayoría estarían implicados policías municipales y estatales, así como
militares.
Es
el caso de su familia. En agosto de 2007, cuenta, su hermano fue detenido en
Nuevo Zirosto cuando un grupo de soldados llegó a una supuesta casa de
seguridad de los criminales, la cual encontraron vacía. Al no hallar a nadie en
el lugar, detuvieron a su hermano José Iván y lo acusaron de portar armas,
tráfico de droga y posesión ilegal de autos.
En
el comunicado número 100 de la Secretaría de la Defensa –con fecha 1 de agosto
de 2007– se consigna la detención de José Iván y de otro menor; los acusaban de
secuestro y supuestamente les aseguraron nueve pistolas, cinco fusiles y
cientos de cartuchos, así como una camioneta, uniformes y fornituras de la
Policía Municipal y placas de un auto de Guerrero.
José
Iván Orozco salió de prisión el 8 de mayo de 2012 absuelto por encontrársele
inocente. Pero durante los cinco años que estuvo preso, su padre y sus hermanos
Moisés y Leonel fueron desaparecidos por militares, en venganza, dice su
hermana, por las denuncias que interpusieron ante autoridades estatales y la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Su
padre, Leonel Orozco Ortiz, fue desaparecido por soldados vestidos de civil el
3 de julio de 2008 luego de presentar la denuncia de intento de extorsión de
militares, quienes le pidieron 200 mil pesos para liberar a su hijo José Iván.
“Le
dijeron a mi papá que si no quería que se llevaran a su hijo les diera 200 mil
pesos. Mi papá les dijo que no tenía por qué darles dinero y entonces le
dijeron a mi hermano: ‘Ahora a ver si sales, ¿para qué fue a quejarse a
derechos humanos?’. Como no dimos el dinero saquearon la casa, se llevaron
ropa, fotos de la familia y todo lo que pudieron.
“Mi
papá puso denuncias por extorsión y robo contra los militares y se quejó
incluso en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. El 5 de julio de 2008
iba a presentar sus pruebas ante la CNDH, pero el 3 de julio llegó un grupo
armado que dijo ser de la Policía Ministerial con una orden de aprehensión en
su contra. Amagaron a mi mamá, a mi hermano y a un tío. Esas personas tenían
corte militar pero decían que eran ministeriales, y se lo llevaron”.
Después
de ese hecho, Laura señala que presentaron denuncias ante la procuraduría
estatal (APP 244/2008/II-FEADS) sin resultado alguno. Dedicados a trabajar
huertas de aguacate siguieron sus labores, pero continuaron sufriendo el
hostigamiento de los militares, quienes incluso una vez catearon la casa de su
hermano Moisés y la de su madre.
“Mi
mamá no los dejó. Ellos anotaron algo en su libreta y a los ocho días, el 18 de
abril de 2009, llegó a la casa un grupo de la AFI que se llevó a mi hermano
Leonel Orozco Medina, de 17 años. Se puso una denuncia ante la procuraduría
(APP 62/2009/I-FEADS) y no hicieron nada. Hasta ahorita sigue desaparecido.”
Luego
de esto dejaron el pueblo y encargaron sus tierras a dos tíos, pero en 2010
fueron despojados de las huertas por soldados que se las dieron a otras
personas, vinculadas con bandas criminales. Ante esto su hermano Moisés
presentó nuevas denuncias. La respuesta fue brutal. Este último fue
desaparecido por la Policía Municipal de Apatzingán el 22 de mayo de 2012. Hoy
50 miembros de la familia viven en otras entidades.
Otros
casos de desaparición forzada son los de Luis Gómez Álvarez, un hojalatero a
quien policías municipales de Morelia se llevaron el 19 de abril de 2013;
Guillermo Alejandro Ortiz Ruiz y Vianey Heredia Hernández, los dos abogados
dedicados a la defensa de los derechos mineros que desaparecieron cuando iban a
Tumbiscatío el 29 de noviembre de 2010; Patricio Barrera Corona, Simón Corona
Banderas, Roberto Mejía Mendoza y otra persona más que desaparecieron el 23 de
septiembre de 2009 en un retén policiaco de Turicato, cuando regresaban a su
casa luego de pedir recursos para mejorar la iglesia. Y hay más…
En
la lista de desapariciones forzadas en Michoacán figuran periodistas, abogados,
jornaleros y trabajadores. En lo que va del gobierno de Peña Nieto ya se tiene
una relación de 12 desapariciones forzadas, con lo cual Michoacán ocupa la
cuarta posición en ese rubro, sólo superado por Coahuila, Chihuahua y Nuevo
León.
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