Saludo
a Su Santidad, Papa Francisco, en ocasión de la Visita ad Limina de los Obispos
de México de
José Francisco Robles Ortega, Arzobispo
de Guadalajara y Presidente de la CEM .
Palacio
Apostólico, 19 de mayo de 2014
Santo
Padre:
Los
Obispos de México hemos venido en peregrinación a Roma, para visitar las tumbas
de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo; y para saludar a Su Santidad, como
Sucesor de Pedro, nuestro venerado Padre, estrechar los lazos de comunión con
su persona y reiterar nuestra fidelidad a su Ministerio Petrino, al mismo
tiempo que acogemos su palabra de aliento, de alegre esperanza y de
confirmación en la fe.
Esta
palabra la esperamos de su persona y al mismo tiempo de las Congregaciones y
Pontificios Consejos que le ayudan a prestar el servicio de Pastor Universal de
la Iglesia.
Sabemos
que no somos peregrinos solitarios, sino que cada uno trae consigo la
representación de la comunidad eclesial que le ha sido confiada; es decir la
realidad de los fieles cristianos laicos, la vida consagrada, los seminaristas,
los diáconos, los presbíteros, en una palabra, el Pueblo de Dios.
Oportunamente
hemos hecho llegar la información de nuestra vida eclesial respectiva.
Esperamos ahora, con humildad y confianza, las observaciones, consejos y
recomendaciones que tenga a bien hacernos; sea personalmente o a través de sus
más cercanos colaboradores. Todo para mayor gloria de Dios, bien de la Iglesia
y servicio de todas las personas.
Junto
con la realidad de nuestras respectivas comunidades, peregrinamos también con
los desafíos y oportunidades que nos presenta la realidad compleja de nuestra
querida nación mexicana.
Somos
un pueblo que, juntamente con nuestras autoridades civiles, busca darse las
estructuras adecuadas para un desarrollo justo y sustentable para todos. Sin
embargo, por el momento, vivimos una extendida y endémica pobreza en un gran
sector de la población, con todo lo que esto conlleva: ignorancia,
enfermedades, abandono del campo y emigración a la ciudad y al vecino país del
norte. Al respecto no sólo nuestra población emigra, muchos hermanos, sobre
todo centroamericanos pretenden cruzar nuestro país para llegar a los Estados
Unidos y, tenemos que reconocer, son víctimas de atracos, extorsión,
violaciones y muerte que enluta a tantos hogares.
Padecemos,
de años, la presencia y actividad del negocio del narcotráfico, fenómeno
globalizado y complejo, que ha causado profunda división, muchas muertes, daños
a la salud física de la juventud y a la salud moral de las familias; ha sido
causa, además, de la ruptura del tejido social.
No
obstante que somos un pueblo que ama, celebra y canta a la vida, tenemos que
lamentar como se ha ido enseñoreando la cultura de la muerte, manifestada en
una falta de respeto a la sacralidad de la misma vida; no sólo en las muertes
violentas y crueles del crimen organizado, sino también en la mentalidad
abortista de algunos sectores, muchas veces impulsada por políticas de agenda
que atentan contra nuestra conciencia, la soberanía de nuestra nación y
directamente contra el santuario de la vida, la familia.
Somos
un pueblo que ama la convivencia, que práctica la solidaridad y la
hospitalidad. Sin embargo, tenemos que reconocer hondas divisiones en algunos
sectores de la sociedad, provocadas muchas veces por intereses de partidos
políticos y grupos de poder que no buscan el bien común sino su propio
beneficio.
No
cabe duda, a la base de estas obscuras realidades está la arraigada cultura de
la corrupción, la impunidad y la ambición desmedida. La ausencia, muchas veces,
de la cultura de la legalidad, del compromiso social y de la corresponsabilidad
ciudadana; al mismo tiempo se percibe una pérdida de la conciencia de la
moralidad de los actos y las omisiones, en fin, la realidad del pecado.
Ante
estos desafíos y otros que no he mencionado porque miran a nuestro ámbito
intraeclesial y que cada Señor Obispo reporta en su informe; a manera de
ejemplo menciono solamente el avance de grupos religiosos o pseudoreligiosos;
abandono e indiferencia de tantos bautizados católicos, acentuada ignorancia
religiosa; ausencia del compromiso de muchos laicos en las realidades
temporales; desconocimiento y falta de aplicación de la Doctrina Social de la
Iglesia.
Como
Conferencia Episcopal nos hemos esforzado por acompañar el caminar de nuestro
pueblo, poniendo especial atención a las familias, a los jóvenes, a los
indígenas y a la pastoral vocacional, con pronunciamientos y orientaciones,
valiéndonos también del Magisterio Pontificio y Latinoamericano, sobre todo del
presente siglo.
En
el año 2000, en la carta Pastoral “Del encuentro con Cristo a la solidaridad
con todos”, se marcan las líneas pastorales por donde hemos caminado en estos
casi catorce años, teniendo como objetivo que el encuentro con Jesucristo vivo,
se convierta en un camino permanente de conversión, para reafirmar la comunión
eclesial y para propiciar la solidaridad y la misión, de manera que podamos
responder a los desafíos actuales que enfrenta la nación y la iglesia en México
(cfr. N. 4).
Reconocemos
al mismo tiempo, mirando a los inicios de nuestra nación y de la Evangelización
que: “No se puede negar que una realidad que nos ha marcado como nación
mexicana y que pertenece a los rasgos fundamentales que nos definen y nos dan
identidad ha sido el hecho del encuentro con Jesucristo” (N. 24) “Todo ello
iluminado misteriosamente desde el principio por Santa María de Guadalupe” (N.
25).
Al
mirar la variedad y riqueza de expresiones pastorales de la Iglesia en México,
reconocemos con humildad que “somos una Iglesia unida, pero múltiple en sus
modos de vivir y expresar la fe. Se trata de los matices que distinguen a las
comunidades en el país, y por tanto, de la riqueza de la diversidad que
configura la unidad y la comunión, dimensiones esenciales del mismo misterio de
la Iglesia de Cristo” (N. 143).
Con
ocasión de la celebración del bicentenario de la Independencia y del centenario
de la Revolución mexicana, emitimos el documento “Conmemorar nuestra Historia
desde la Fe”, en el que, partiendo de la centralidad de la persona y su
dignidad, expresamos que se requieren esfuerzos para superar la injusticia, la
desigualad y la pobreza e impulsar las luchas de la sociedad a favor de la
libertad, la justicia y la auténtica democracia, y “la vigencia completa del
derecho humano a la libertad religiosa” (81).
Padeciendo
en carne propia, juntamente con nuestro pueblo, el grave problema de la
inseguridad, la delincuencia organizada y la violencia, en 2010 publicamos la
Carta Pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga vida digna”, en la que
como pastores analizamos las causas y los mecanismos de estos lamentables
males, y apuntamos posibles caminos de
solución.
Ante
la emergencia educativa que evidencia el cambio de época, emitimos el documento
“Educar para una nueva sociedad”, en el que reconocemos que “la presencia de la
Iglesia en la educación es tradición viva y una constante histórica, a pesar
del contexto jurídico, político e ideológico que en algunos momentos ha sido
adverso” (N. 25). También señalamos la necesidad de impulsar la tarea educativa
que caracterizó la primera evangelización, para promover la concordia, la
cultura del encuentro, del diálogo y de la paz.
Reconocemos
con sinceridad que en ocasiones nos ha hecho falta que estas orientaciones de
nuestra Conferencia Episcopal sean asumidas con mayor compromiso en nuestras
diócesis y provincias.
Además
de las líneas pastorales que acabo de señalar, hemos asumido con determinación
y estamos haciendo esfuerzos por implementar la Misión Continental,
profundizando más el discipulado y la misión que el nuevo Pentecostés vivido en
Aparecida nos señala, así como la alentadora Exhortación Apostólica de Su
Santidad, “Evangelii Gaudium”.
Sepa,
Santo Padre, que los fieles católicos de México y sus pastores, veneramos,
amamos, escuchamos y obedecemos al Sucesor de Pedro. Por eso queremos refrendar
con nuestra visita esos valores, al tiempo que lo encomendamos a la ternura y
protección de la Morenita del Teyac, Madre del verdaderísimo Dios por quien se
vive y Madre Nuestra.
Gracias
Santo Padre por este encuentro. Suplicamos su inspiradora palabra y su
bendición para nosotros y para nuestro pueblo.
+José Francisco, Cardenal Robles Ortega
Arzobispo
de Guadalajara
Presidente
de la CEM
*
Luego
del encuentro de los Obispos de México con el Papa Francisco, el Cardenal José
Francisco Robles Ortega, Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
(CEM), Mons. Ramón Castro Castro, Obispo de Cuernavaca y Coordinador General de
la Visita ad Limina, y Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey, concedieron una rueda de prensa a los medios de comunicación en las
instalaciones del Instituto Patrístico Agustiniano.
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