Irak:
un problema de la India/Jaswant Singh was the first person to have served as India’s finance minister (1996, 2002-2004), foreign minister (1998-2004), and defense minister (2000-2001). While in office, he launched the first free-trade agreement (with Sri Lanka) in South Asia’s history, initiated India’s most daring diplomatic opening to Pakistan, revitalized relations with the US, and reoriented the Indian military, abandoning its Soviet-inspired doctrines and weaponry for close ties with the West. His most recent book is India at Risk: Mistakes, Misconceptions and Misadventures of Security Policy.
Project
Syndicate | 4 de julio de 2014
Irak
parece estar desmoronándose a pedazos con el rápido avance del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS,
por sus siglas en inglés) que amenaza con llevar al país hacia una división
entre chiíes, suníes y entidades kurdas, mientras que simultáneamente difumina
la frontera con su turbulento vecino en el oeste. Por otra parte, la
insurrección ahora amenaza con extenderse a otros dos países vecinos,
Afganistán y Pakistán, que ya se enfrentan a innumerables desafíos internos.
Para la India, el mensaje es claro: sus intereses de seguridad nacional están
en riesgo.
Después
de casi cuatro décadas de guerra, Afganistán está, una vez más, tambaleándose
al borde de un abismo. Apenas la semana pasada, tras las acusaciones de fraude
masivo durante las recientes elecciones presidenciales en el país, miles de
manifestantes marcharon hacia el palacio presidencial. Debido a que los
seguidores del candidato agraviado son en su mayoría tayikos, los
acontecimientos reavivaron las profundas tensiones étnicas de Afganistán.
Las
luchas internas de Pakistán – que van desde los conflictos entre las
comunidades a la implacable actividad terrorista – son bastante conocidas. De
hecho, el país sufrió recientemente un ataque terrorista importante, que no
sólo dio lugar a más de 29 muertes, sino que también hizo que el aeropuerto
internacional de Karachi – el aeropuerto más grande en el país – deje de
funcionar durante casi 12 horas. Sólo un par de semanas más tarde, hombres
armados dispararon contra un avión de Pakistan International Airlines mientras
aterrizaba en la ciudad norteña de Peshawar, matando a un pasajero e hiriendo a
tres miembros de la tripulación.
Las
intervenciones estadounidenses deficientemente meditadas, en especial la
invasión de Irak en el año 2003, han exacerbado la infinidad de resentimientos
y desafíos de seguridad de la región. Lejos de llevar la paz a Irak, la campaña
militar – llevada a cabo con el pretexto de eliminar armas de destrucción
masiva – incentivó al crecimiento de la violencia. Ante la imposibilidad de
estabilizarse por sí solo, Irak – que inicialmente exigió a Estados Unidos
retirar todas sus tropas – ha venido solicitando una renovada participación
estadounidense. Si los talibanes organizan una escalada al estilo ISIS,
¿también Afganistán pedirá pronto a
EE.UU. que regrese?
La
lucha de Irak como un Estado unificado no es nada nueva. Comenzó hace casi
exactamente un siglo atrás, cuando el Reino Unido y Francia crearon un nuevo
mapa del Medio Oriente mediante el Acuerdo Sykes-Picot. El periodista
paquistaní Yasser Latif Hamdani hizo hincapié en la imprudencia del enfoque
franco-británico, que incluyó dibujar fronteras que ataban dentro de ellas a
pueblos diversos – y cuyas consecuencias se muestran de forma contundente en
países como Irak y Pakistán
En
este contexto, como Richard Haass recientemente señaló: “el potencial de las
prolongadas guerras político-religiosas dentro y fuera de las fronteras, en las
cuales participan tanto fuerzas y milicias locales y extranjeras, como también
los propios gobiernos, es inmenso”. En verdad, la región se está “desatando a
una velocidad vertiginosa”.
En
la actualidad el impulso se encuentra en ISIS – una organización islamista aún
más extrema que Al Qaeda. Si bien frecuentemente se ha caracterizado a ISIS
como una organización sunita, es importante destacar que, tal como Ali Khan
Mahmudabad ha puntualizado, la ideología del grupo se asemeja mucho a la de la
radical secta Kharijite en el siglo VII, que también se sintió envalentonada
para censurar, y luego matar, a otros musulmanes tildándolos de no creyentes.
De
todos modos, el ejército iraquí es una fuerza derrotada. De acuerdo con el
Instituto Washington para la Política del Cercano Oriente, casi una cuarta
parte de los batallones de combate de Irak ya no tienen una “jerarquía de
mando,” y han perdido su equipamiento y sus soldados han abandonado sus
puestos. De manera similar, los oficiales estadounidenses indican que más de un
tercio de las divisiones del ejército iraquí se encuentran en situación
“ineficaz para el combate”.
Por
lo tanto, no es de extrañar que Irak haya perdido el control sobre el tráfico
en su frontera con Siria. En los hechos, el gobierno iraquí podría inclusive
empezar a perder control sobre su frontera con Jordania en un futuro no muy
lejano, permitiendo que ingresen un conjunto completamente nuevo de fuerzas
desestabilizadoras a causar estragos en su territorio. Un comandante iraquí
recientemente resumió el desafío: “No tenemos suficiente información de
inteligencia; no tenemos una buena cobertura aérea; estamos batallando contra
grupos muy bien entrenados que tienen una buena experiencia en enfrentamiento
en las calles y que se desplazan con
rapidez entre ciudades y aldeas”.
La
pregunta ahora es si el Medio Oriente, en la forma en la que lo conocemos, se
mantendrá intacto por algún tiempo más. Después de la Primera Guerra Mundial,
el mariscal de campo británico Archibald Wavell indicó proféticamente que:
“después de ‘la guerra para poner fin a la guerra’”, los vencedores “parecen
haber tenido bastante éxito en París al crear una ‘paz que ponga fin a la
paz’”. Vislumbró lo que ahora parece obvio, que la imposición de acuerdos
artificiales en el Medio Oriente únicamente engendraría conflictos.
Para
la India, esta incertidumbre supone un serio desafío de seguridad, que requiere
que este país trascienda más allá de su papel de espectador silencioso. Después
de todo, la propia India es uno de los países musulmanes más grandes del mundo,
con aproximadamente 177 millones de musulmanes, tanto suníes como chiíes. Ya
que las fuerzas que desestabilizan al Medio Oriente no están confinadas dentro
de fronteras nacionales, la India simplemente no puede arriesgarse a que la
creciente expansión de la guerra civil entre suníes y chiíes llegue a
expandirse hacia su población.
La
región necesita un nuevo paradigma de seguridad. Por su propio bien, y por el
bien de sus vecinos, la India debe asumir un papel activo en la creación de
dicho paradigma, y debe asumirlo muy pronto.
De
hecho, dada la creciente influencia de China en Pakistán y Afganistán, este
acto de creación diplomática podría ser una prueba clave sobre cómo China ve
sus relaciones con la India. Los chinos pueden decidir cooperar con la India y
con otros para forjar una nueva estructura de paz para el gran Medio Oriente,
o, al contrario, pueden utilizar los crecientes riesgos que la India y sus
vecinos enfrentan para ir tras pequeñas ventajas tácticas. Las relaciones de la
India con China pudiesen depender de esta elección por muchos, muchos años por
venir.
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