La
guerra de Pakistán dentro de casa/Shahid Javed Burki, former Finance Minister of Pakistan and Vice President of the World Bank, is currently Chairman of the Institute of Public Policy in Lahore.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Project
Syndicate | 4 de julio de 2014
El
mes pasado, tras años de indecisión, el ejército pakistaní inició una operación
militar a gran escala en la Zona Tribal de Waziristán del Norte para eliminar
las bases terroristas y poner fin a la anarquía en la región. La idea es
limpiarla de combatientes extranjeros que usan este territorio como base para
diferentes campañas yihadistas en el mundo musulmán. Sin embargo, al generar
otra crisis de refugiados más, se corre el riesgo de propagar la amenaza
terrorista a otras partes de Pakistán como Karachi, su mayor ciudad y nudo
comercial.
Son
varios los grupos terroristas que operan desde zonas de refugio al interior de
esta zona tribal y, colaborando con otras organizaciones del país, ya han
atacado a Afganistán, China, India e Irán, los cuatro vecinos de Pakistán. Los
uzbecos del Movimiento Islámico de Uzbekistán se han convertido en la amenaza
más visible, tras haber reclamado la autoría del ataque del 8 y 9 de junio al
Aeropuerto Internacional Jinnah de Karachi, en el que murieron 30 personas,
entre ellos los 10 atacantes.
Al
lanzar el operativo en Waziristán del Norte, el General Raheel Sharif, nuevo
jefe del Ejército de Pakistán, manifestó que sus fuerzas no distinguirían entre
talibanes supuestamente “buenos” o “malos”. Estos últimos, entre los que se
cuentan los Haqqani (por Jalauddin Haqqani, que encabezó la resistencia
islámica contra las fuerzas soviéticas en Afganistán) habían recibido en el
pasado entrenamiento y equipos de los Servicios de Inteligencia Conjuntos (ISI,
por sus siglas en inglés), el principal organismo de seguridad pakistaní.
Tras
la invasión estadounidense a Afganistán en 2001, los Haqqani se refugiaron en
la Zona Tribal de Waziristán del Norte, situación tolerada por los ISI con la
idea de que el grupo pastún actuaría como agente de Pakistán en Afganistán una
vez que las tropas estadounidenses se marcharan en 2014. Sin embargo, parece
ser que los Haqqani no cumplieron su parte y dejaron que sus huéspedes uzbecos
en Waziristán del Norte atacasen en aeropuerto de Karachi.
El
conflicto no será fácil de contener ni manejar. Los pastunes, el principal
grupo étnico a ambos lados de la frontera entre Afganistán y Pakistán, se
encuentran en una fuerte disputa en ambos países para reafirmar los que
consideran sus legítimos derechos políticos y económicos. Karachi, ubicada a
cientos de kilómetros al sur, no escapará a las consecuencias del operativo en
Waziristán del Norte.
El
ejército, que planeó bombardear intensamente por aire los principales
escondites de los milicianos, pidió de antemano a los residentes que
abandonaran el área. Cerca de 350.000 personas han huido ya, dando origen a una
crisis humanitaria de una escala similar a la de 2009, cuando las fuerzas
armadas irrumpieron en el Valle del Swat, donde los talibanes se habían hecho
fuertes.
Es
probable que el desplazamiento de tanta gente tenga profundas consecuencias en
Pakistán. Según un informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados, dado a conocer apenas cinco días tras el ataque, a fines de 2013
había en todo el planeta 51,2 millones de desplazados forzosos (seis millones
más que el año anterior), representando la mayor cifra desde la Segunda Guerra
Mundial.
En
Pakistán hay registrados 1,5 millones de refugiados, más que en ningún otro
país, además de unos 3,5 desplazados internos.
Tal
como ha ocurrido en otras ocasiones, es improbable que los desplazados internos
de Waziristán del Norte sigan en los campos preparados para ellos en los
distritos colindantes: muchos migrarán a las grandes ciudades paquistaníes,
especialmente Karachi, entre cuyos 20 millones ya hay cerca de seis millones de
pastunes, más que la suma de los que existen en Kabul y Peshawar.
De
hecho, Karachi ha recibido el mote de “la ciudad instantánea”, ya que se ha
multiplicado por 50 debido a varias olas migratorias ocurridas desde que
Paquistán se independizara en 1947. La primera, de cerca de 2 millones de
personas, llegó cuando ocho millones de musulmanes abandonaron la India
inmediatamente tras la independencia. La segunda estuvo formada principalmente
por obreros pastunes que ayudaron a construir la nueva capital comercial. La tercera
ola fue de refugiados de la guerra de Afganistán contra la ocupación soviética.
Y la cuarta comenzó a principios de la década del 2000 tras la invasión
estadounidense a Afganistán, que además dio origen a la resistencia pastún a
ambos lados de la frontera y contribuyó a su vez al extremismo islámico en las
áreas tribales.
Por
ende, los desplazamientos que están ocurriendo desde Waziristán del Norte
pueden verse como parte de esta cuarta ola. Incluso si el ejército logra
erradicar a los milicianos, algunos de los desplazados internos acabarán en
Karachi con cicatrices de guerra y sin el menor ánimo de bajar las armas si las
autoridades municipales no logran desarrollar instituciones políticas
inclusivas que den a las minorías étnicas una voz política justa. En tal caso,
es muy posible que la campaña militar en Waziristán del Norte acabe por generar
más violencia allí donde más daño puede hacer.
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