El mágico poder
de escribir/ Gabriel García de Oro
El
País Semanal, 8 de junio de 2014-
Pone
en orden los pensamientos, reduce la ansiedad y ayuda a comunicarse con los
demás
Disfrutar
y lograr más haciendo menos
Gracias
a la lectura, nuestro mundo personal se enriquece con otros mundos, se ensancha
nuestra vida con otras vidas. Leer, sin
lugar a dudas, es crucial en el crecimiento y desarrollo de los individuos y de
la sociedad. Tanto es así que desde distintos sectores se trabaja para
elevar los índices de lectura en la población. Nos hemos dado cuenta de ello.
De lo que aún no nos hemos percatado es del poder mágico y transformador que
tiene la otra cara de la moneda: escribir. Tal vez para muchos esta actividad
está reservada para “aquellos que saben escribir”. La mayoría de nosotros nos
sentimos excluidos del olimpo de las letras, reduciendo nuestros actos en este
sentido a un puñado de correos electrónicos, listados de la compra o
redundantes mensajes en las redes sociales. Pero pensar que esta actividad está
reservada a los grandes literatos sería tan estúpido como creer que no podemos
salir a correr porque no somos Usain Bolt. Del mismo modo que para realizar
este deporte solamente se necesita dar un paso tras otro, para escribir, como
decía Oscar Wilde, solamente hay dos reglas: tener algo que decir y decirlo. Y todos tenemos cosas que contar,
como mínimo a nosotros mismos. Repasemos tres géneros que nos abrirán la puerta
a sorprendentes beneficios para nuestro progreso personal e incluso para
nuestra salud, tanto emocional como física. Aprovechemos un poder que,
literalmente, está en nuestras manos.
“Al escribir
proyectas un mundo a tu medida” (Jesús Fernández Santos)
El
diario personal es una de las herramientas más usadas por los psicólogos para
reordenar las emociones de los pacientes. Sus beneficios son muchos; incluso,
según un estudio llevado a cabo en Nueva Zelanda y publicado en la revista
Time, la gente que lleva un diario personal cicatriza antes sus heridas, y no
hablamos de las emocionales, sino de las físicas. Sin embargo, al margen de la
terapia, también puede servirnos para crecer, progresar, conocernos mejor.
Solamente necesitamos un bolígrafo, un cuaderno y 15 minutos de tranquilidad
antes de ir a dormir. De este modo:
Reflexionaremos
nuestro día. El diario nos obliga a organizar lo que hemos vivido y a ponerlo
en relación con nuestros sentimientos. Volvemos, por así decirlo, a vivir y
sentir lo más importante del día.
Evaluaremos
nuestras respuestas emocionales. La reflexión nos conduce a la evaluación.
¿Hemos actuado correctamente? ¿Nos hemos dejado llevar por los sentimientos?
¿Volveríamos a actuar de esta manera? Estas preguntas nos permiten mejorar o
reforzar nuestra conducta, y así crecer en confianza y autoestima.
Pondremos
en perspectiva las situaciones. Porque podremos repasar las páginas escritas y
darnos cuenta de que esto que tanto nos preocupaba, con el paso del tiempo,
resulta que no tenía tanta importancia. O que aquel problema que pensábamos que
no tenía solución, resultó tenerla.
Liberaremos
estrés. Escribir de lo que nos pasa es una manera inigualable de exteriorizar
emociones. De airear sentimientos. O, incluso, de dar rienda suelta a
fantasías. Y ya sean emociones, sentimientos o fantasías, es importante que no
se retroalimenten en nuestra cabeza enrareciendo nuestro ambiente emocional.
Dormiremos
mejor. Todo lo que hemos mencionado provoca que aligeremos carga antes de ir a
dormir.
Que estemos más relajados y con más seguridad para afrontar el nuevo día, lo
que facilita que durmamos mejor y descansemos profundamente, y así al día
siguiente estaremos más despiertos. En todos los sentidos.
Esta
técnica nació principalmente para la superación de situaciones traumáticas y
dolorosas. Sin embargo, hoy es de uso común para todas aquellas personas que
quieran conocerse mejor y tener un mayor control sobre sus emociones. La
escritura expresiva se basa en no pensar. En dejarse llevar por la palabra. De
esta manera conseguimos asomarnos a nuestro inconsciente y conectar con realidades
interiores que de otra manera seguirían bloqueadas y ocultas. James Pennebaker,
psicólogo de la Universidad de Texas, estudia sus beneficios desde hace más de
tres décadas y asegura que “estimula la protección inmunológica, relaja y
mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial y reduce el
consumo de alcohol y fármacos”. Si queremos empezar este viaje interior,
solamente debemos:
Escoger un tema
que nos preocupe, por ejemplo, por qué no me llevo bien con esta persona, o por
qué me siento mal en esta situación, o por qué no consigo hacer esto que me
propongo… Lo que sea, pero que tenga relevancia para nosotros.
Escribir
20 minutos durante cuatro días seguidos. Es importante ser constante durante el
proceso. Encontrar un momento de tranquilidad en el que sepamos que no seremos
molestados. Apagar teléfonos, aislarse por un rato.
“El que lo piensa todo primero, no escribe nada
después” (Francisco Umbral)
Solo
escribir. Hacerlo sin pensar en el qué. Dejar que las palabras fluyan, que las
frases salgan de nuestro interior. Sin atender al estilo ni a la corrección
ortográfica. No juzgar; por sorprendente que sea lo que nos venga a la cabeza,
escribámoslo. Sin miedo.
No leer hasta
el final.
Durante los cuatro días que dura este experimento personal es conveniente no
repasar. No leer lo que hemos escrito para que no contamine la escritura del
siguiente día. Una vez finalicemos, entonces sí hay que hacerlo para ver qué
sentimientos tenemos ante esa fotografía interior. Y así, analizar en qué nos
puede ayudar, qué hemos aprendido y cómo nos hace sentir.
En
la prestigiosa Harvard Business Review apareció un artículo titulado ‘Los
beneficios de la poesía para profesionales’. En él, John Coleman insistía en
que todos los empresarios deberían escribir poesía. Que para ejercer cualquier
puesto de responsabilidad era necesario tener visión de poeta y dejar a un lado
los libros de management. Revolucionario e inesperado, el artículo de Coleman
nos descubre algunos beneficios de escribir poesía que todos, seamos
empresarios o no, tenemos a nuestro alcance. Y es que la poesía es la mejor
medicina para:
Convertir
en simple lo complejo. El limitado espacio de un poema nos obliga a sintetizar.
A buscar metáforas, paralelismos que conviertan el caos en algo comprensible.
La poesía es un ejercicio constante de encerrar lo inalcanzable en una imagen
entendible.
No hay espejo
que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras” (Juan Luis Vives)
Desarrollar
la empatía. La poesía no solamente nos obliga a estar atentos a nuestros
sentimientos, sino también a los de los demás. Una exploración con la que
entendernos y conectarnos con el mundo que nos rodea.
Potencia
la creatividad. La lucha constante por encontrar la palabra justa que consiga
expresar aquello que queremos decir, la capacidad de asombro ante cualquier
detalle o el trabajo de imaginación continuo son ejercicios creativos de primer
orden.
Nos
enseña a valorar la belleza. Cuando estamos conectados con nuestro yo poético,
somos capaces de apreciar la belleza en un simple charco. La poesía nos conecta
con un sentido estético de la vida.
Estos
ejercicios toman la escritura como partida para el progreso emocional. Pero la
palabra es magia, en general tanto cuando hablamos con los demás como cuando lo
hacemos con nosotros mismos. No es extraño oír a alguien decirse “¡Qué idiota
he sido!” en lugar de dedicarse algo constructivo del tipo “Aquí fallé por esto
o por lo otro”. Charles Reade dijo: “Siembra un pensamiento y cosecharás un
acto. Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un
carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino”. Pero no debemos olvidar
que los pensamientos se hilan con palabras, y según sea ese hilo, así será el
tejido de nuestro destino.
Un
remedio para el aburrimiento
Dan Brown, autor de El
código Da Vinci, estaba de vacaciones. Un día, en la piscina de un hotel, no
tenía nada que hacer y se aburría. De repente encontró un libro abandonado en
una hamaca. Era un thriller. Lo leyó y
pensó que eso estaba tan mal escrito que podía hacerlo él. Así que empezó a
escribir para paliar el aburrimiento, cuando él nunca había sentido la llamada
de las letras. Así que nunca se sabe cuándo uno empezará a escribir ni hacia
dónde le llevará ese camino. Lo que es seguro es que siempre nos va a
sorprender.
LIBROS
‘La
magia de escribir’
José
Antonio Marina y María de la Válgona
(Debolsillo)
Es
un manual lleno de entusiasmo y pasión por la palabra escrita, ya sea novela,
poesía o no ficción.
‘Zen
en el arte de escribir’
Ray
Bradbury
Un
compendio de artículos del genial escritor de ciencia-ficción acerca de todo lo
que nos puede dar el mundo de la palabra.
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