Columna LA
HISTORIA EN BREVE/CIRO GÓMEZ LEYVA
Ocho
minutos con Álvaro Corcuera
Milenio Diario, 27/05/14
Una
entrañable amiga, familiar de él, me dijo que Álvaro Corcuera quería hablar
conmigo. Yo había leído que se encontraba muy mal de salud, al filo de la
muerte. Lo llamé el domingo por la mañana y el propio Álvaro, el padre
Corcuera, el joven sucesor de Marcial Maciel en los días funestos de la Legión
de Cristo, me lo confirmó. Tumor cerebral metastásico, entendí. Nada que hacer
ya con radiaciones ni quimioterapias. Quizá una última cirugía. Quizá.
Por
eso sentí que fue la charla de despedida con un hombre al que vi una sola vez,
marzo de 2010, entrevisté una sola vez, también por esos días, y con el que
habré conversado una o dos ocasiones por teléfono.
No
percibí culpabilidad en sus palabras, tampoco que se sintiera con el derecho de
levantar una acusación en contra de alguien. Lo que escuché fue el refrendo de
sus palabras de 2010, la autocrítica, la obligada disculpa por los actos
reprobables y terribles de Maciel. Volvió a citar a Einstein con sentido
teórico: la crisis es una bendición, porque la crisis trae progreso. La crisis
en donde nacen la inventiva, los descubrimientos, la virtud. La crisis en donde
siempre puede aflorar lo mejor de cada uno.
Difícilmente
tocará al padre Corcuera saber si los crímenes de Maciel y las crisis
demoledoras que trajeron devendrán en una gran obra, como prometen los
Legionarios.
Se
despidió con amabilidad extrema. Y creo que como el personaje de Márai que, en
un último encuentro, consigue contar algo con exactitud, agrupar sus ideas y
pensamientos de manera clara y concisa.
En
ocho minutos
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