Revista
Proceso,
No. 1987, 29 de noviembre de 2014
Ayotzinapa,
visto por Mujica/ELÍAS CAMHAJI
La
desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa “da una sensación” de que México
es “una especie de Estado fallido”, declaró el presidente de Uruguay, José
Mujica, durante una entrevista con Elías Camhaji, productor editorial de
Foreign Affairs Latinoamérica, revista que en su portal en internet publicó el
viernes 21 un fragmento con las declaraciones del mandatario sudamericano. El
domingo 23 el gobierno de Enrique Peña Nieto manifestó “sorpresa y rechazo
categórico” por esas declaraciones y citó al embajador uruguayo para pedirle
explicaciones. Un día después, Mujica reculó: Expresó que México, Guatemala y
Honduras “no son ni serán Estados inocuos o fallidos”. Con autorización de
Foreign Affairs Latinoamérica, Proceso reproduce extractos amplios de la
entrevista que provocó el enojo del gobierno de México y tensó las relaciones
diplomáticas con Uruguay.
“Simplificando
otras cuestiones, en la disputa electoral está esa cuestión central: se
gobierna a favor de unos o de otros. Es imposible ser objetivamente neutral.
Desde luego, a nosotros nos preocupó mucho dar ventaja a la inversión
extranjera directa y al crecimiento, pero obligamos también a repartir. Las
economías contemporáneas muestran que a veces pueden crecer, pero que no crecen
a la par.
EC:
Y más allá de los factores económicos, el país entró también en una
transformación social fuerte.
JM:
El país tenía hace 10 años 39% de pobreza y hoy tiene 11%. El país tenía 5.5%
de indigencia y hoy tiene 0.5%. Con toda la arbitrariedad que tienen los
promedios, de todas maneras dan una idea de lo que ha sido la política en el
Uruguay y es eso lo que está en disputa.
“Desde
luego, los recursos no caen del cielo, hay una política fiscal que es más
fuerte: Tiene que pagar más el que tiene más. Hay 20% de la población a la que
se le aumentó el peso fiscal. Mientras que a la franja más pospuesta fue lo
contrario. Son de las tantas medidas que tienen que ver con la redistribución:
una gran responsabilidad de los Estados contemporáneos. En general nosotros
hemos visto en el mundo de hoy que si los gobiernos no se mueven para que se
redistribuya, la economía podrá andar viento en popa, pero no hay caso.
EC:
¿Cuál cree que sea el programa de gobierno que sea más emblemático durante su
gestión, el que usted crea que es el más importante, el que haya representado
el mayor reto a resolver?
JM:
Yo creo que todo es según donde usted está parado. Si usted es peón rural y
hace cien años que lo llevan a cuenta y no le reconocen la ley de ocho horas de
trabajo, y a usted viene un gobierno y se las otorga, ¿usted va a pensar que
esa será la mayor conquista?. Usted soñó con poder trabajar ocho horas y sin
tener que trabajar más para que cobrara.
“Ahora,
si usted está en otra parte de la sociedad, por ejemplo, si es una persona que
tiene ingresos altos y le descuentan 40 mil pesos por mes de aporte fiscal,
usted va a pensar que es un gobierno malo que le mete la mano a los bolsillos.
Todo depende de dónde estemos parados.”
Al
narco, “arrebatarle el mercado”
EC:
Durante su gobierno se hicieron políticas progresistas muy importantes, como la
interrupción del embarazo legal y el matrimonio igualitario.
JM:
Eso se cimienta en un país que debe ser el más laico de Latinoamérica. Hace
ciento y pico de años que la Iglesia fue separada del Estado. El gobierno se
define como laico. Los presidentes cuando juramos, no juramos por Dios. Lo que
sí es que existe libertad plena religiosa, pero el laicismo es fuerte en la
sociedad uruguaya. Somos un país que hace ciento y pico de años tiene enseñanza
gratuita, a todos los niveles: universidad, escuelas, liceo, etcétera; y cosas
que pueden ser muy difíciles o imposibles en otros lados son posibles aquí.
“Fíjese,
por 1914 acá se reconoció la prostitución, se le organizó como una profesión,
se revisaba semanalmente, tenía que ser aporte de seguridad social. En otras
partes todavía la tienen prohibida. Lo mismo pasó con el alcohol. En 1914 o
1915, por ahí, el Estado compró la refinería de alcohol de boca y durante más
de 50 años el único que producía alcohol de boca era el Estado y lo vendía:
caña, coñac, grapa, wisky. Lo cobraba un poquito caro, pero era bueno, y con
eso atendía la salud pública. Luego se les ocurrió la ley seca y se les ocurrió
una medida de regulación.
EC:
Se dejó de lado el enfoque represivo. Hablando justamente desde esta
perspectiva, también algo que nos llama mucha la atención, a gente como yo que
vengo de México, es el tema de la regulación de la mariguana. ¿A qué obedece
esta medida? ¿En qué contexto se da?
JM:
A un análisis de lo que viene pasando hace muchos años. Llevamos 70, 80 años
reprimiendo y cada vez está peor. Es un principio que señalaba Albert Einstein:
“Si tú quieres cambiar, no puedes seguir haciendo lo mismo”. Entonces, nosotros
nos decidimos por una política de tratar de arrebatarle el mercado al
narcotráfico, porque mucho peor que la droga es el narcotráfico. Lo que termina
prostituyendo a las sociedades es ese bombardeo permanente de dólares que le
pegan al Estado por todas partes y lo terminan corrompiendo.
“Nosotros
hemos visto y hemos pensado lo que pasa en el mundo entero. Entonces decidimos:
“No, no… vamos reconociendo a los consumidores, vamos a brindarles un servicio”.
Que el individuo no dependa de un narcotraficante. Lo tenemos identificado y le
aseguramos una ración. Si el hombre se quiere pasar le decimos: “Mi’jo, te
tienes que atender”.
“¿Qué
hay acá? Hay un concepto de límite. Si yo bebo dos o tres wiskys, tal vez no
sea grave por día. Si me tomo un litro todos los días me tienen que internar.
Con esto de la mariguana, si el tipo fuma un cigarro, no sería bueno. Nosotros
no defendemos la adicción, pero es relativamente soportable. Lo que es
insoportable es que tenga que andar clandestinamente. Entonces, nosotros
estamos montando todo un aparato, estudiamos todo lo que han hecho en el mundo
y vamos a hallar un mecanismo que esperemos que dé resultados.
México:
“Estado fallido”
EC:
Este tipo de políticas ha atraído mucha atención internacional hacia Uruguay.
La proyección del país le ha permitido salir del ámbito regional, de estar
constreñido a Brasil y a Argentina, a tener una proyección verdaderamente
internacional. ¿Qué papel cree usted que desempeñó en este proceso? ¿Cómo
incidió la figura de Pepe Mujica?
JM:
Bueno, seguramente en nuestro modo de ser y algunas de nuestras definiciones,
nuestra manera de mirar el mundo, de vivir, pueden llamar la atención. Yo no
tengo la culpa si las repúblicas están enfermas de monarquías y feudalismos. La
dirigencia política tiende a vivir no como vive el promedio de su país, sino
que tratan de vivir como viven los privilegiados económicamente de ese país.
“Se
supone que en la democracia, las decisiones fundamentales las toma la mayoría,
y las mayorías no viven con los lujos de las minorías. Las mayorías son
modestas, viven con dificultades económicas y pienso que en una república
democrática, los gobernantes deben expresar en sus valores, en su forma de
vivir, lo que es la sociedad a la que pertenecen. Pero desgraciadamente hay
instituciones feudales y monárquicas que culturalmente mantienen influencia en
nuestras tradiciones culturales. Las presidencias tienden a parecerse a la casa
real de las monarquías, la alfombra roja, les tocan la corneta, todo esto no es
republicano. Las repúblicas vinieron para suscribir que todos somos iguales.
EC:
Como usted sabe, México vive un episodio muy complicado con la desaparición de
los 43 estudiantes en Ayotzinapa. Usted vivió en carne propia la represión
política, estuvo 14 años preso. Me gustaría saber qué piensa al respecto del
caso de los estudiantes desaparecidos.
JM:
Es terrible. Es terrible que se caiga en ese tipo de cosas. A uno le da una
sensación, visto a la distancia, que se trata de una especie de Estado fallido,
que los poderes públicos están perdidos totalmente de control, están
carcomidos. Es muy doloroso lo de México. Yo apelo a que México reaccione en su
ética y en su moral.
“Esto
es posible por una gigantesca corrupción. La corrupción se ha establecido, me
da la impresión, visto a la distancia, como una tácita costumbre social.
Seguramente el corrupto no está mal visto, es un triunfador, es un señor
espléndido. Por ese lado, estamos fritos.”
EC:
Ahora en Montevideo pude ver muchas muestras de solidaridad de la sociedad
uruguaya. Uno se da cuenta en los grafitis de las calles y hablando con la
gente. Creo que ha sido muy importante el apoyo internacional para exigir una
solución.
JM:
Nosotros lógicamente pensamos que sí. Que siendo un problema mexicano, tiene un
nivel que ya traspasa lo de México. Es un problema de la humanidad. Son cosas
que en el mundo de hoy no deberíamos permitir, porque la civilización que
tenemos tiene muchísimos defectos, pero el progreso y la marcha de esa
civilización no tiene que atar las manos. Hay cosas que no se pueden permitir.
Estas cosas podrían ser en el medioevo, pero no pueden ser en el mundo de hoy.
EC:
Usted plantea un dilema interesante cuando habla sobre los crímenes que se cometieron
en la dictadura en Uruguay. Nosotros queremos las dos cosas: queremos verdad y
queremos justicia, pero muchas veces es difícil tener las dos, prácticamente
imposible. ¿Qué hacer ante un pueblo que quiere las dos? En México queremos
verdad y queremos justicia. Queremos saber qué pasó con los estudiantes y
queremos que los responsables paguen por eso.
JM:
Yo creo que este episodio de los estudiantes y cosas por el estilo, no tiene
otro camino que la investigación y que los responsables paguen. No es
negociable. No se puede colocar esto en el largo capítulo de las consecuencias
de la dictadura, etcétera. Esto es un fenómeno de una calidad en sí mismo, que
dejarlo pasar es casi una atrocidad.
“Lo
mejor de México está obligado –caiga quien caiga, le duela a quien le duela y
tenga la consecuencia que tenga– a aclarar este asunto, porque a raíz de este
episodio surgieron cosas laterales, como la aparición de tumbas que no estaban.
Quiere decir que hay más muertos que no están ni siquiera reclamados. Entonces
la vida humana es menos que la de un perro.
“Es
muy difícil que esto suceda en una sociedad moderna, porque además no es
ninguna lucha política, es corrupción de cabo a rabo. Es todavía peor que la
dictadura, porque las dictaduras, siendo feroces, por lo menos tienen un
enfoque que pretende ser político. Esto es corrupción, esto es un negocio, es
plata.
EC:
Más allá de lo que se hizo o lo que no se hizo, ¿cómo le gustaría a Pepe Mujica
ser recordado?
JM:
La verdad es que no me preocupa el recuerdo. Esa preocupación es un poco
vanidad humana. El paso del tiempo es una cuestión de mayores dimensiones. Al
principio parece que tiene importancia, pero a medida que pasa el tiempo, ya.
El mejor premio es que quede otra gente luchando por llevar adelante aquellas
cosas que nosotros pudimos haber soñado. Mientras haya vida, no hay otro camino
que luchar para mejorar las condiciones de la vida. Me sentiría enormemente
recordado si hay luchadores sociales y no valdría la pena el porvenir si no hay
luchadores sociales. l
*
La versión completa de esta entrevista con el presidente José Mujica será
publicada por Foreign Affairs Latinoamérica en su edición impresa
correspondiente a enero de 2015. (www.revistafal.com.)
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