Eencuentro
entre Francisco y el Patriarca Bartolomé debería dar una agenda
concreta hacia la unidad de los cristianos, afirmó un experto dominico que
lleva más de once años viviendo en Estambul.
¡Bienvenido entre nosotros, muy querido Hermano!
“Confío
en que algo más llegará en estos dos días en los cuales el Papa Francisco y el
Patriarca se reunirán. Siento que estos dos días de reuniones” hará que
“teólogos y expertos jurídicos y canónicos se comprometan en una agenda real
para alcanzar la unidad”, dijo el P. Alberto Ambrosio, vicepresidente de la
Unión de Religiosos de Turquía y profesor de la Universidad de Lorraine
(Francia).
El sacerdote ha desarrollado un profundo conocimiento de Turquía, al
cual ha dedicado algunos de sus libros.
Por
el momento, el Patriarca Bartolomé está trabajando en organizar el Sínodo
Pan-ortodoxo, es decir, el primer acercamiento de todas las confesiones
ortodoxas, programada para el 2016.
Este
domingo, en el último día de su visita a Turquía, Francisco participó
en la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, junto al Patriarca Ecuménico,
Bartolomé, quien en su discurso expresó su deseo de lograr la ansiada unidad de
los cristianos y agradeció la labor desempeñada por el Santo Padre para
alcanzar este objetivo común.
A
continuación el discurso completo del Patriarca Bartolomé:
https://www.aciprensa.com/noticias/texto-y-video-discurso-del-patriarca-bartolome-en-la-divina-liturgia-54930/
Santísimo
y amado Hermano en Cristo, Francisco, Obispo de Roma,
Gloria
y alabanza damos a nuestro Dios Trino que nos ha concedido la alegría inexpresable
y el honor particular de la presencia personal de Vuestra Santidad, durante el
festejo de este año de la memoria sagrada del fundador, a través de su
predicación, de nuestra Iglesia, el Apóstol Andrés el Primer Llamado.
Agradecemos cordialmente a Vuestra Santidad el precioso don de su bendita
presencia entre nosotros, junto con su venerable Séquito. Con amor profundo y
gran honor os abrazamos dirigiéndoos el cordial abrazo de la paz y del amor:
"Gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo".
"Porque nos apremia el amor de Cristo".
Todavía
conservamos fresco en nuestro corazón el recuerdo de nuestro encuentro con
Vuestra Santidad en la Tierra Santa en común peregrinaje piadoso al lugar donde
nació, vivió, enseñó, padeció, resucitó y ascendió, allí donde estuvo antes, la
Cabeza de nuestra fe, así como también el agradecido recuerdo del evento
histórico del encuentro allí de nuestros inolvidables predecesores el Papa
Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Athenágoras. Aquel encuentro de ellos, hace
ya cincuenta años, en la Santa Ciudad, cambió la dirección del curso de la
historia; los paralelos y algunas veces enfrentados caminos de nuestras
Iglesias se encontraron en la visión común del descubrimiento de la pérdida de
su unidad, el amor congelado ha vuelto a inflamarse y fue acelerada nuestra
voluntad de hacer todo lo que esté de nuestra parte para que de nuevo se
edifique nuestra comunión en la misma fe y en el Cáliz común. Desde entonces se
abrió la vía de Emmaús, vía probablemente larga y algunas veces escabrosa, pero
sin retorno, invisiblemente caminando junto con nosotros el Señor, hasta que Él
se nos revele "en el partir el pan".
Esta
vía la han seguido desde entonces y la siguen todos los sucesores de estos
inspirados jefes, instituyendo, bendiciendo y apoyando el diálogo de la caridad
y de la verdad entre nuestras Iglesias para la elevación de los obstáculos
acumulados por un milenio completo en las relaciones entre ellas, diálogo entre
hermanos y no, como antiguamente, de adversarios, precisando con toda franqueza
la palabra de la verdad, pero también respetándose recíprocamente como
hermanos.
Dentro
de este clima del camino común trazado por nuestros mencionados predecesores,
os acogemos hoy también, Santísimo Hermano, como portador del amor del Apóstol
Pedro a su hermano el Apóstol Andrés, el Primer Llamado, cuya memoria sagrada
solemnemente celebramos hoy. Según costumbre sagrada, instituida y observada ya
desde décadas por parte de las Iglesias de la Antigua y Nueva Roma, representaciones
oficiales de ambas intercambian visitas durante la fiesta patronal de cada una
de ellas, para que también a través este modo sea demostrada la hermandad
carnal de los dos corifeos Apóstoles, que de común han conocido a Jesús y han
creído en Él como Dios y Salvador. Esta común fe la han transmitido a las
Iglesias que han fundado con su predicación y han santificado con su martirio.
Esta fe han vivido y han dogmatizado los Padres comunes de nuestras Iglesias,
reunidos desde oriente y occidente en Concilios Ecuménicos, heredándola en
nuestras Iglesias como fundamento inquebrantable de nuestra unidad. Esta fe,
que hemos conservado en común en el oriente y en el occidente por un milenio,
somos llamados nuevamente a ponerla como base de nuestra unidad, de modo que
"manteneos unánimes y concordes" avanzamos junto con Pablo adelante
"olvidando lo que queda atrás y lanzando hacia lo que está por
delante".
Porque
en verdad, Santísimo Hermano, nuestra obligación no se limita en el pasado,
sino que se extiende sobre todo y, especialmente en nuestros días, en el
futuro. Porque, ¿para qué vale nuestra fidelidad al pasado, si esto nada
significa para el futuro? ¿Qué utilidad tiene nuestro orgullo por todo que
hemos recibido, si todo esto no se traduce en vida para el hombre y el mundo de
hoy y del mañana? "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre", y su
Iglesia viene llamada a tener su visión dirigida no tanto al ayer, sino al hoy
y al mañana. La Iglesia existe por el mundo y por el hombre y no por sí misma.
Nuestra
visión dirigida al hoy no puede evitar nuestra agonía también para el mañana.
"Luchas por fuera, temores por dentro". Esta comprobación del Apóstol
para su época, vale integra hoy también para nosotros. Porque, mientras todo el
tiempo que nos ocupamos con nuestras contradicciones, el mundo vive el temor de
la supervivencia, la agonía del mañana. ¿Cómo puede sobrevivir mañana una
humanidad afligida hoy por muchas divisiones, conflictos y enemistades, muchas
veces también en el nombre de Dios? ¿Cómo será repartida la riqueza de la
tierra más justamente de modo que no viva mañana la humanidad una esclavitud
más horrible, que jamás conoció antes? ¿Qué planeta encontrarán las próximas
generaciones para habitar, si el hombre moderno con su avidez lo destruye cruel
e irremediablemente?
Muchos
ponen hoy sus esperanzas en la ciencia; otros en la política; otros en la
tecnología. Pero ninguna de estas puede garantizar el futuro si el hombre no
adopta la llamada de la reconciliación, del amor y de la justicia; la llamada
de la aceptación del otro, del diferente, aún también del enemigo. La Iglesia
de Cristo, que es la primera que ha enseñado y ha vivido esta predicación, debe
aplicarla en primer lugar para sí misma "para que el mundo crea". He
aquí el por qué urge como jamás en otro tiempo el camino hacia la unidad de los
que invocan el nombre del gran Pacificador. He aquí el por qué la
responsabilidad de nosotros los cristianos es grande frente a Dios, a la
humanidad y a la historia.
Santidad,
En
el todavía breve recorrido a la cabeza de vuestra Iglesia os habéis mostrado ya
en la conciencia de nuestros contemporáneos como predicador del amor, de la paz
y de la reconciliación. Predicáis con vuestras palabras, pero sobre todo y
principalmente con vuestra simplicidad, humanidad y amor hacia todos, con los
cuales ejercitáis vuestro alto ministerio. Inspiráis confianza en los
desconfiados, esperanza en los desesperados, expectación en aquellos que
esperan una Iglesia afectuosa para todos. Además ofrecéis a vuestros hermanos
Ortodoxos la esperanza que en vuestros días el acercamiento de nuestras dos
grandes y antiguas Iglesias se continuará basándose sobre los firmes
fundamentos de nuestra común tradición, la cual desde siempre observada y
reconocía dentro de la estructura de la Iglesia un primado de amor, honor y
servicio en el ámbito de la sinodalidad, de modo que "con una boca y un
corazón" viene confesado Dios Trino y derramado Su amor por el mundo.
Santidad,
La
Iglesia de la Ciudad de Constantino que por primera vez os acoge hoy con mucho
amor y honor, como también con profundo reconocimiento, lleva en sus hombros
una pesada herencia, como también una responsabilidad tanto para el presente
como para el futuro. En esta Iglesia la Divina Providencia ha puesto, a través
del orden instituido por parte de los sagrados Concilios Ecuménicos, la
responsabilidad de la coordinación y de la expresión del consenso de las
Santísimas Iglesias Ortodoxas locales. Dentro de esta responsabilidad
trabajamos ya intensamente para la preparación del Santo y Gran Concilio de la
Iglesia Ortodoxa, que se decidió fuera convocado aquí, con la benevolencia de
Dios, dentro el año 2016. Las comisiones responsables trabajan ya febrilmente
para la preparación de este gran evento en la historia de la Iglesia Ortodoxa,
por el éxito del cual pedimos también vuestras oraciones. Desgraciadamente, la
comunión eucarística entre nuestras Iglesias, rota desde hace mil años, no
permite todavía la constitución de un común Gran y Ecuménico Concilio. Rezamos
que una vez restablecida la plena comunión entre ellas no tarde en resurgir
también este gran e ilustre día. Hasta aquel bendito día, la participación de
cada una de nuestras Iglesias en la vida sinodal de la otra será mostrada con
el envío de observadores, como ya sucede, por medio de vuestra gentil
invitación, durante los Sínodos de vuestra Iglesia, y como, esperamos, que
sucederá también durante la realización, con la ayuda de Dios, del nuestro
Santo y Gran Concilio.
Santidad,
Los
problemas que la coincidencia histórica levanta hoy frente a nuestras Iglesias
nos imponen que superaremos el girar en torno nosotros mismos, para afrontarlos
con la más estrecha colaboración posible. Los modernos perseguidores de los
cristianos no preguntan a qué Iglesia pertenecen sus víctimas. La unidad, por
la cual nos comprometemos, se realiza ya en algunas regiones, desgraciadamente,
a través del matririo. Tendamos en común la mano al hombre moderno, la mano del
único que puede salvarlo a través Su Cruz y Su Resurrección.
Con
estos pensamientos y sentimientos expresamos también ahora la alegría por la
presencia entre nosotros de Vuestra Santidad, agradeciéndola y rezando al Señor
que por las intercesiones del celebrado hoy, el Apóstol Primer Llamado y de su
hermano en carne Pedro Protocorifeo, proteja Su Iglesia y la conduzca al
cumplimiento de Su santa voluntad.
¡Bienvenido
entre nosotros, muy querido Hermano!
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