Texto
completo del discurso del Santo Padre a niños y jóvenes refugiados
El
papa Francisco, a las 16 horas, poco antes de llegar al Aeropuerto de Estambul
para regresar a Roma, ha encontrado a un grupo de jóvenes que asisten al
Oratorio de los salesianos, refugiados de Turquía, Siria, Irak, de paises de
Medio Oriente y de África.
Queridos
jóvenes
He
deseado mucho este encuentro con ustedes, que vienen de Turquía, Siria, Irak, y
de otros países del Medio Oriente y de África. Están aquí en representación de
cientos de sus coetáneos, muchos de ellos refugiados y desplazados, asistidos
cotidianamente por los Salesianos. Quiero expresar mi participación en su
sufrimiento y espero que mi visita, con la gracia del Señor, pueda darles un
poco de consuelo en su difícil situación. Esta es la triste consecuencia de conflictos
exasperados y de la guerra, que siempre es un mal y nunca es la solución de los
problemas, sino que más bien crea otros.
Los
refugiados, como ustedes, se encuentran a menudo carentes, a veces durante
mucho tiempo, de los bienes primarios: vivienda digna, asistencia sanitaria,
educación, trabajo. Tuvieron que abandonar no sólo bienes materiales, sino,
principalmente, la libertad, la cercanía de los familiares, su entorno de vida
y las tradiciones culturales. Las condiciones degradantes en las que muchos
refugiados tienen que vivir son intolerables. Por eso es preciso hacer todo
esfuerzo para eliminar las causas de esta realidad. Hago un llamamiento para
una mayor convergencia internacional para resolver los conflictos que
ensangrientan sus tierras de origen, para contrarrestar las otras causas que
obligan a las personas a abandonar su patria y promover las condiciones que les
permitan quedarse o retornar. Aliento a todos los que están trabajando generosa
y lealmente por la justicia y la paz a no desanimarse. Me dirijo a los líderes
políticos para que tengan en cuenta que la gran mayoría de sus poblaciones
aspiran a la paz, aunque a veces ya no tienen la fuerza ni la voz para pedirla.
Muchas
organizaciones están haciendo mucho por los refugiados; me alegra
particularmente la obra eficaz de los numerosos grupos católicos, que ofrecen
ayuda generosa a tantas personas necesitadas sin discriminación alguna. Deseo
expresar vivo reconocimiento a las autoridades turcas por el gran esfuerzo
realizado en la asistencia a los desplazados, especialmente los refugiados
sirios e iraquíes, y por el compromiso real de intentar satisfacer sus
exigencias. Espero también que no falte el apoyo necesario de la comunidad
internacional.
Queridos
jóvenes, no se desanimen. Con la ayuda de Dios, sigan esperando en un futuro
mejor, a pesar de las dificultades y obstáculos que ahora están afrontando. La
Iglesia Católica, a través de la valiosa labor de los Salesianos, les es
cercana y, además de otras ayudas, les ofrece la oportunidad de cuidar su
educación y su formación. Recuerden siempre que Dios no olvida a ninguno de sus
hijos, y que los niños y los enfermos están más cerca del corazón del Padre.
Por
mi parte, junto con toda la Iglesia, voy a seguir dirigiéndome con confianza al
Señor, pidiéndole que inspire a los que ocupan puestos de responsabilidad, para
que promuevan la justicia, la seguridad y la paz sin vacilación y de manera
verdaderamente concreta. A través de sus organizaciones sociales y caritativas,
la Iglesia permanecerá a su lado y seguirá apoyando su causa ante el mundo.
Que
Dios los bendiga a todos.
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