Durante
el encuentro de Francisco con las familias, el lunes 15 de febrero en Tuxtla
Gutiérrez, una pareja de divorciados vueltos a casar de Monterrey contará su
historia. Aquí un adelanto
“No
reclamamos los sacramentos, sino una Iglesia sin etiquetas, sin católicos de
primera y de segunda”. Lo afirman Humberto Gómez Espinosa y Claudia Castillo
Leal. Son mexicanos y son divorciados vueltos a casar. Originarios de
Monterrey, fueron elegidos para dar su testimonio ante el Papa durante su
próxima visita apostólica. Por años estuvieron alejados de la Iglesia, pero
tuvieron su oportunidad de regresar y la tomaron. Hoy ayudan a otros
matrimonios a evitar el fracaso. No toman la hostia, pero “comulgan en los
hermanos y en los más necesitados”.
La
tarde del l5 de febrero Francisco se reunirá con las familias de México en la
localidad de Tuxtla Gutiérrez, capital del sureño Estado de Chiapas. En el
estadio “Víctor Manuel Reyna” y sus alrededores se esperan más de 100 mil
personas. El pontífice escuchará los testimonios de algunas personas, entre
ellos Humberto y Claudia, a los cuales responderá en español.
Ellos
le contarán que llevan 16 años de casados por civil y que se alejaron de la
Iglesia porque creían que no eran bienvenidos en la casa de Dios. Pero hace
tres años y medio recibieron la invitación para integrarse a un grupo de
divorciados en su parroquia, Nuestra Señora de Guadalupe, reina del
trabajo.
En
entrevista con el Vatican Insider aseguraron que, ahí, fueron recibidos “con
cariño y misericordia”. Monterrey es, quizás, la diócesis mexicana más avanzada
en la atención pastoral de estas personas. De hecho uno de sus obispos
auxiliares, Alfonso Miranda, participó en octubre pasado del Sínodo. En esa
asamblea, convocada por el Papa y realizada en el Vaticano, se abordaron
diversos aspectos sobre la familia, incluida la situación de los
divorciados.
“Llegamos
con muchas dudas, dolor porque pensábamos que la Iglesia nos castigaba, no nos
dejaba comulgar, ser padrinos, confesarnos, sentíamos rechazo de parte de las
personas por ser divorciados vueltos a casar”, confesaron. Pero se
sorprendieron al ser recibidos con los brazos abiertos.
Entre
otras cosas les explicaron que, como bautizados, ellos “siguen siendo Iglesia”
y tienen un camino de salvación. Y les dijeron que pese a no poder acceder a
los sacramentos, tienen la posibilidad de estar en comunión con Cristo de otras
formas.
“Hemos
aprendido a comulgar a través del servicio a nuestros hermanos que tienen
hambre, de nuestros hermanos enfermos, privados de su libertad. Teníamos un
matrimonio estable, sentíamos que éramos felices pero ahora que el señor es el
centro de nuestra familia”, añadieron.
Pero
no todo ha sido fácil. Reconocieron la existencia de rechazo por parte de
algunos feligreses, que no aceptaban su participación en la Iglesia. Un hecho
que ellos atribuyeron a la “falta de información” y que, aceptaron, poco a poco
va cambiando gracias al involucramiento de personas como ellos en la liturgia y
otras actividades de la Iglesia.
No
obstante, la controversia sobre los divorciados y vueltos a casar mantiene su
vigencia. Dentro y fuera de la Iglesia. ¿Por qué? Por desconocimiento,
señalaron. Y por un “estigma” que a estas personas los acompañará por siempre:
Aceptar su situación es aceptar el divorcio, el fracaso.
“Uno
de los objetivos del grupo es apoyar a matrimonios en situaciones difíciles
para evitar que lleguen al divorcio, nos han invitado a compartir temas en las
platicas prematrimoniales. Somos conscientes de los problemas que un divorcio
ocasiona para las familias, hemos vivido ese dolor y por lo mismo trabajamos
para evitar en lo posible esta situación”, indicaron.
Agregaron
que en su diócesis, Monterrey, se trabaja desde la atención pastoral llevando a
los divorciados vueltos a casar a que tengan “un encuentro verdadero y profundo
con Cristo” y, partiendo de ese encuentro, “busquen su camino de
salvación”.
“Sabemos
que podemos estar en comunión con Cristo estando principalmente en comunión con
su Iglesia, en comunión con su palabra y, sobre todo, en comunión con el Cristo
que está en nuestros hermanos, los más necesitados y alejados. Nuestro
‘reclamo’ no es el acceso a los sacramentos, es tener una Iglesia sin
etiquetas, de católicos de primera y de segunda”, aclararon.
“Una
Iglesia donde todos se sientan en casa y sean amados y abrazados. Nuestra
familia camina de la mano de Dios, comulgamos a través de las obras de
misericordia, sabemos que trabajando para el señor podemos lograr la salvación,
anhelamos la comunión sacramental pero, mientras, hacemos nuestra comunión
espiritual con el corazón abierto para que el señor entre en nosotros y nos
ayude a seguir adelante”, apuntaron.
En
su condición, Humberto y Claudia agradecen al Papa Francisco sus iniciativas
para una discusión real sobre los divorciados vueltos a casar. Porque
–insistieron- todavía existe rechazo en algunos sectores de la Iglesia.
Advirtieron que, al sentirse rechazados, los divorciados se alejan y sus hijos
crecen alejados de la fe.
Y
precisaron: “Es importante que trabajemos buscando a estas familias que se
sienten heridas y rechazadas, sanar sus heridas, mostrarles el amor y
misericordia de Dios e integrarlas a la Iglesia. Que nos reconozcamos todos
como pecadores, necesitados de la misericordia de Dios, y darnos cuenta que
somos cuales a los ojos de Dios. Ser sensibles al dolor de los demás y
reconocer en ellos a un hermano en Cristo”.
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