Revista
Proceso # 2064, 22 de mayo de 2016
El
inaudito viraje de Trump/J.
JESÚS ESQUIVEL
Con
un cambio de actitud, Donald Trump ha sorprendido a todos: su lenguaje rijoso,
áspero y grosero ha cambiado por un discurso más o menos moderado, sin rastros
de xenofobia o misoginia. No es casual: aún le falta remontar el último peldaño
antes de ser ungido candidato republicano a la Presidencia, y sabe que aún
puede tropezarse. El jefe de su partido en el Congreso ya le leyó la cartilla y
amenaza con sacarlo de la contienda.
Washington.-
La realidad de asumirse como el casi seguro candidato presidencial por el
Partido Republicano obligó al multimillonario empresario Donald Trump a
modificar su lenguaje, maquillar su ideología e intentar dar la impresión de no
ser un tipo tan pedante, denuncian algunos de sus correligionarios que se
niegan a aceptarlo como su abanderado para las elecciones presidenciales.
Ya
sin contrincantes, por lo menos hasta la celebración de la Convención Nacional
del Partido Republicano –a celebrarse del 18 al 21 de julio en Cleveland,
Ohio–, Trump contrató a más de una decena de asesores político-electorales para
venderse ante los electores como un candidato presidencial más refinado,
sensible y distinto al bravucón, ofensivo y grosero aspirante a la nominación
de su partido.
La
semana pasada Trump inició una pasarela por las redacciones de diarios tan
importantes como The New York Times y The Washington Post, y por canales de
televisión nacionales como Fox News, NBC y ABC, así como estaciones de radio,
para dar entrevistas en las que sorprendió la moderación en sus propuestas.
“Revisaremos
con cuidado todos los acuerdos comerciales para modificar sólo lo que se tenga
que modificar, sin afectar los intereses económicos del país y de los
trabajadores estadunidenses”, declaro al Washington Post, por ejemplo.
Esto
que le dijo el magnate de la industria de la construcción al periódico más
importante de la capital estadunidense y uno de los más influyentes del país,
es la antítesis de lo que hasta hace unos días propagaba a los cuatro vientos.
Trump
había prometido hasta antes de colocarse como el virtual candidato presidencial
republicano, que de ganar la Presidencia en los comicios del próximo 8 de
noviembre, aboliría todos los acuerdos comerciales suscritos por Estados
Unidos, empezando por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
El
cambio de posición de Trump no se debe a que de pronto haya descubierto las
bondades de los acuerdos comerciales. Según varios de sus asesores, el magnate,
como si fuera demócrata y no republicano, siempre ha rechazado el libre
comercio como herramienta de crecimiento económico y de creación de empleos.
Su
endoso a la política comercial republicana es el resultado de la conversación
de 40 minutos que tuvo la semana pasada en Washington con Paul Ryan, el
presidente de la Cámara de Representantes y líder de los republicanos en el
Capitolio.
Ryan,
excandidato a la Vicepresidencia en las últimas elecciones presidenciales, le
leyó la cartilla a Trump. El influyente republicano a quien se le sigue
mencionando como el “caballo negro” de la Convención Nacional –podría ser
nominado como alternativa ante una desastrosa candidatura de Trump–, le dijo al
multimillonario que no se considerara endosado por el liderazgo del partido,
que antes debería unir filas en torno a él con los líderes y dirigentes del
instituto político. Y le recitó, uno a uno, los puntos inamovibles de la
plataforma republicana.
Es
más, Ryan, como ya lo había hecho antes, al terminar la reunión se negó a
endosar a Trump como candidato presidencial republicano. Negativa que mantiene
vigente el suspenso del acontecer político que habrá en la Convención de
Cleveland, donde se supone su ungirá a Trump.
Arrepentido
“Absolutamente,
me arrepiento de muchos de los comentarios que hice al inicio de la campaña”,
le dijo Trump a Kelly. “Pero”, apuntó el magnate de la industria de la
construcción, “si hubiese sido menos duro, si me hubiese comportado más
presidenciable –y no quiero decir que comportarse más presidenciable sea malo–,
si no hubiera luchado como lo hice, creo que no hubiera sido exitoso”, machacó
a Fox News.
Las
palabras del virtual candidato republicano a Kelly lo exhiben como un hombre
calculador, frío, que sabe cómo manipular a las masas, que es capaz de mentir y
ajustar sus discursos si éstos le son contraproducentes, precisamente como
ahora le aconseja el nuevo puñado de asesores que tiene a su lado.
Jeff
Flake, senador federal republicano y uno de los líderes del partido que se
resisten a endosar a Trump como candidato presidencial, declaró a varios medios
que por más que se retracte, el empresario difícilmente podrá reparar el daño
que le hizo a varios sectores del electorado nacional, sobre todo al femenino y
al hispano.
“Los
votantes hispanos no lo aceptan por lo que ha dicho de los mexicanos, a quienes
trató de criminales; por la promesa de construir un muro en la frontera con
México y de deportar a todos los inmigrantes indocumentados”, consideró Flake
en varias de las entrevistas. Como este senador, varios de sus correligionarios
no saben qué hacer con el tema Trump y los votantes hispanos, porque apoyar al
empresario significaría ponerse una soga al cuello.
Flake
representa un distrito de Arizona donde viven y votan muchos hispanos que
pueden marcar la diferencia en su futuro político. Respaldar a Trump como
candidato presidencial, al igual que a muchos legisladores republicanos, les
representaría perder el voto hispano para reelegirse o elegirse en las
elecciones del próximo 8 de noviembre.
Trump
es veneno puro para ganar el voto hispano al que aspira el Partido Republicano.
El
consejo de Ryan a Trump, según lo poco que se ha filtrado de esa reunión,
respecto al tema del voto hispano, fue que modere se posición sobre los
inmigrantes indocumentados pero mantenga una posición de mano dura sobre el
asunto de la seguridad en la frontera con México, muro incluido.
Analistas
políticos en todo Estados Unidos aseguran que aun cuando modificara su discurso
sobre el tema de la inmigración indocumentada, es irreparable el daño que causó
Trump al Partido Republicano y por ende a su candidatura presidencial.
Hillary
Clinton, la virtual candidata presidencial demócrata, capitaliza políticamente
todo el maquillaje y viraje de la campaña de Trump.
La
exprimera dama, exsecretaria de Estado y exsenadora federal promete que de
ganar la Presidencia aplicará una reforma migratoria integral para regularizar
el estatus de residencia de los 10 u 11 millones de inmigrantes indocumentados,
y fortalecerá la seguridad en la frontera con México sin necesidad de construir
un muro que divida a dos naciones amigas y vecinas.
Las
promesas de Clinton y los ataques de Trump a los inmigrantes indocumentados y a
los mexicanos, según las encuestas nacionales, les dan a los demócratas una
amplia ventaja para ganar los votos de los hispanos en las elecciones
presidenciales.
En
todas las entrevistas que concedió Trump la semana pasada, el magnate presentó
propuestas irreconocibles, distintas a todo lo que proclamaba hace apenas un
mes. Incluso, con un tono menos altisonante, habló de entablar negociaciones
con las instituciones bancarias y de inversiones en Wall Street, de las cuales
había denunciado que eran cómplices de la corrupción en Washington,
especialmente de personajes como la misma Clinton.
El
dinero
En
otro cambio que podría demostrar que Trump nunca pensó salir avante en su
campaña por la nominación presidencial republicana y que por ello decía
cualquier barbaridad sobre cualquier asunto de política nacional y exterior sin
conocimiento de causa, también el martes 17 dobló las manos en otro asunto que
había causado mucha controversia.
El
multimillonario catalogado como racista y misógino le entregó a la Comisión
Federal Electoral el monto de los ingresos que obtuvo en 2015. Trump había
asegurado que no tenía por qué hacer público cuánto dinero ganaba ni cuánto
pagaba de impuestos al gobierno federal. Sin embargo, las leyes electorales en
Estados Unidos son muy claras en este sentido, por lo que ahora, como virtual
candidato presidencial republicano, no tuvo más remedio que recular y dar a
conocer sus ingresos.
Sin
contar dividendos, intereses, rentas ni pagos por regalías en inversiones, el
año pasado Trump ganó poco más de 557 millones de dólares. Lo cual hace creíble
lo que él presume: que posee una fortuna de unos 10 mil millones de dólares, de
los cuales gastó apenas unos 40 millones para financiar su campaña en las
elecciones primarias.
En
contraste, aunque también de escándalo nacional porque se quiere presentar como
una mujer común y corriente de la clase media alta de Estados Unidos, Hillary
Clinton dio a conocer que en 2015 ganó poco más de 5 millones de dólares sólo
por las regalías de sus libros de memorias.
A
esto hay que añadirle el millón y medio de dólares que obtuvo como oradora en
eventos organizados por banqueros, universidades y empresarios. De acuerdo con
la información revelada por la familia Clinton, fueron casi 7 millones de
dólares los que, juntos, cobraron en 2015 Hillary y el expresidente Bill, su
esposo, por el papel de oradores.
Trump,
como se esperaba, ya tomó el asunto de los emolumentos de Hillary Clinton y su
marido por dar discursos, como la evidencia de la hipocresía de la virtual
candidata del Partido Demócrata.
“Clinton,
la tramposa (apodo que ya le puso el multimillonario empresario), se acomoda a
cualquier postor siempre y cuando le paguen los 260 mil o 315 mil dólares que
cobra por discurso”, denunció Trump en una de las entrevistas que dio la semana
pasada.
La
guerra sucia y la modificación de posiciones e ideología no son un tema nuevo
en la contienda presidencial de Estados Unidos. Es incluso un común denominador
en el derrotero de los aspirantes a ocupar la Oficina Oval de la Casa Blanca.
No obstante, con Trump y Clinton como contendientes esto podría tomar mayor relevancia.
La
mayoría de las encuestas nacionales realizadas hasta ahora por los medios
estadunidenses, insisten en que Clinton saldría vencedora ante Trump, aunque ya
hay uno o dos sondeos que arrojaron un resultado a favor del magnate, a
consecuencia de la falta de credibilidad de la exprimera dama ante los
votantes, y no porque aquel sea del mayor agrado entre electores que no la
quieren a ella.
Al
empresario le preocupa que en Cleveland su partido le quiera dar una sorpresa
con Ryan, si las encuestas lo siguen mostrando como perdedor ante Clinton.
Además de modificar o maquillar su personalidad e ideología, ahora que ya se
dio cuenta de la realidad política en la que vive, Trump no quiere gastar su
dinero para financiar la campaña nacional.
Ya
les pidió a los distintos comités nacionales republicanos que recolecten dinero
a su nombre para poder derrotar a Clinton. De acuerdo con los cálculos hechos
por el Partido Republicano, de junio a noviembre Trump necesitaría por lo menos
unos mil 500 millones de dólares para sufragar los gastos de una campaña
nacional. Esto, en términos de sus ganancias como empresario, le implicaría
destinar sus ingresos de solamente tres años, que respecto al monto de su
fortuna sería como quitarle un pelo a un gato.
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