La
magdalena de Proust/Lola
Morón+
El
cerebro guarda cientos de historias, sabores, olores, sonidos… que de repente
nos sorprenden y trasladan a otro momento. El olfato es el sentido más evocador
porque tiene conexión directa con el almacén de la memoria.
El País, Semanal, 22 de mayo de 2016.
Y
MUY pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de
otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en el
que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel
trago con las migas del bollo tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención
en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió,
me aisló, sin noción de lo que lo causaba (…)”.
Este
es solo un ejemplo de los muchos que encontramos en la obra de Marcel Proust En
busca del tiempo perdido. Sabores y olores que despiertan sensaciones seguidas
de emociones, recuerdos, sentimientos y afectos. ¿Dónde estaban aquellos
recuerdos si jamás habían revivido hasta aquel instante?
Proust
no era un científico sino un escritor con una sensibilidad extraordinaria, un
pintor de sensaciones que supo adivinar cómo funcionaba la mente antes de que
la biotecnología, la neurociencia e intelectos privilegiados como el suyo
pudieran demostrar que así, efectivamente, parece ser como trabaja.
En
el cerebro existen dispositivos especializados en coordinar las diferentes
funciones de interacción con nuestro mundo interno y externo y con el
pensamiento, pero no son módulos estancos. Es un sistema abierto e
interconectado. Una zona está superespecializada en la percepción de sabores y
olores, otras almacenan recuerdos. Memorias a veces puramente intelectuales y
otras de tipo emocional, que nos invitan a evocar situaciones cuya impronta fue
acompañada –tal vez provocada– por una vivencia especial, sentida.
Pero
¿qué tiene el olfato? A muchos no les habrá pasado inadvertido que es el
sentido más evocador, y esto tiene una explicación sencilla. El sentido del
olfato tiene una conexión directa con el almacén de la memoria. Otros como la
visión, el oído o el tacto han de atravesar varios escalones antes de producir
una emoción. El olfato es, por así decirlo, el único sentido que nos puede
hacer revivir una emoción sin ser conscientes todavía de ella. No es ni más ni
menos importante que otros a día de hoy y puede resultar, simplemente, hermoso
o curioso, pero en otros momentos evolutivos esta cualidad del olfato estaba
directamente implicada en nuestra capacidad de supervivencia.
Las
áreas cerebrales –a veces distantes– están conectadas entre sí con las que
controlan el cuerpo –por eso se eriza la piel, se acelera el corazón, nos
estremecemos– o con las que controlan la atención, de ahí que parezcamos
ausentes por unos instantes, inmersos en el intramundo. De ahí también que si
aparece súbitamente otro estímulo que nos pone en alerta de un posible riesgo
vital, este momento idílico pase a un segundo o tercer plano o, simplemente,
desaparezca y se ponga en marcha un sistema de lucha o huida.
Y,
cómo no, todo esto está a su vez conectado con el mundo de los afectos. En
clase de neurofisiología un profesor aseguraba, orgulloso: “Si de algo no cabe
dudar es de que la mejor paella es la paella de mi madre”. Y yo pensaba: “La
paella no sé, pero el cocido, el de la mía”.
El
cannabis y la memoria
— Llamamos cannabinoides a las sustancias
químicas que enlazan con los receptores del cuerpo y del cerebro que reciben
este mismo nombre.
— De origen externo son los
fitocannabinoides, sustancia extraída de la planta Cannabis sativa y utilizada
como droga estupefaciente. Produce numerosos síntomas, algunos de ellos
agradables, implicados en el sistema de recompensa, lo que favorece las
conductas adictivas. Pero tiene contrapartidas: afecta de forma directa al
aprendizaje y a la memoria.
— Menos conocido pero más importante es el
sistema endocannabinoide interno, formado por sustancias que sintetiza nuestro
propio organismo y entre cuyas funciones destacamos su acción sobre la memoria.
— Como no sería eficaz recordar todo aquello
que vivimos o estudiamos, este sistema se encarga de optimizar la memoria,
haciendo que olvidemos la información que considera irrelevante para nuestra
supervivencia, desplazando aquello que no necesitamos en favor de almacenar la
información que nos ayude a mantener un nivel emocional adecuado.
— Pero cuidado, que los cannabinoides
externos no son tan selectivos.
+Lola Morón
Nacida en El Aaiun en 1971, es psiquiatra y experta en neuropsiquiatría. Su formación pasó por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Queens (Canadá), y en ambos ha sido también profesora. Es responsable de la Unidad de Neuropsiquiatría del Hospital Clínico San Carlos.
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