Revista
Proceso # 2064, 22 de mayo de 2016..
Chilapa,
entre desaparecidos, fosas y osamentas/EZEQUIEL
FLORES CONTRERAS
En
Chilapa, Guerrero, mientras la violencia del grupo Los Ardillos y su brazo
armado se acrecienta, la justicia parece alejarse, sostienen los lugareños,
quienes la semana antepasada conmemoraron el primer aniversario del sitio a esa
localidad. Su movilización incluyó una jornada de búsqueda de sus
desaparecidos, al término de la cual corroboraron que viven en una zona de
fosas clandestinas.
CHILAPA
DE ÁLVAREZ, GRO.- Tiene seis años y, por su origen nahua y su hiperactividad,
los rastreadores de Chilapa e Iguala lo incorporaron a su grupo para que les
ayudara a localizar los restos de sus familiares desaparecidos en este
municipio guerrerense.
Se
llama Samuel Roberto Zapoteco Cervantes y le dicen El Tigrito de Zitlala. Era
el más pequeño del grupo de 50 personas que entre el miércoles 11 y el viernes
13 organizaron una jornada para localizar a sus familiares en esta franja que
conecta la región Centro con la Montaña de Guerrero. La mayoría eran mujeres
nahuas, pero también había jóvenes y ancianos y los encabezó el profesor José
Díaz Navarro.
El
Tigrito dejó de ir a la escuela esos días para acompañar a su madre, Regina
Cervantes Teopanzin, y se unió al colectivo Siempre Vivos. Junto a los integrantes
de la asociación Los otros desaparecidos de Iguala, recorrió la zona y ayudó a
remover la tierra.
Cuando
el grupo llegó a un predio denominado Loma Larga, camino al poblado de
Tepehuixco, al sur de este municipio colapsado por la narcoviolencia, apenas
asomó un pedazo de mandíbula de la tierra removida el pequeño nahua preguntó:
“¿Éste es mi papá?”. Nadie respondió.
Los
rastreadores continuaron su búsqueda. Encontraron restos humanos en dos fosas
de esa loma. Las autoridades ministeriales acudieron al sitio y exhumaron
cuatro cuerpos.
Los
lugareños aseguran que desde el año pasado han sido encontradas varias fosas
con al menos ocho cuerpos y 11 cabezas cercenadas. Son las víctimas de las
bandas criminales que operan ahí desde hace meses. Nadie las detiene, comentan.
Cuatro
días después, el martes 17, autoridades estatales recibieron una llamada
anónima que alertó sobre la posibilidad de que ahí estuvieran los restos de los
43 normalistas de Ayotzinapa, en un paraje conocido como El Mirador, en las inmediaciones
de Coacoyula, en Iguala.
Ahí
encontraron cuatro cráneos y medio centenar de fragmentos óseos. Estaban
esparcidos, lo que hizo suponer a los peritos que fueron extraídos de algún
lugar y depositados ahí. La zona permanece acordonada desde ese día. Hasta el
cierre de edición, las autoridades aún realizaban los análisis de genética.
Roberto
Zapoteco Chinito, padre del Tigrito de Zitlala, desapareció el 8 de marzo de
2015 en Chilapa. Un grupo armado irrumpió en el sitio de taxis que cubre la
ruta Chilapa-Zitlala y se lo llevó junto con su sobrino, Rafael Grande
Zapoteco.
Ese
día, recuerda doña Regina, Zapoteco Chinito y su sobrino estaban descansando en
uno de los vehículos en la base de Chilapa cuando fueron amagados por unos
empistolados que se los llevaron a la fuerza frente a decenas de testigos.
Cuenta
también que hace unos meses un profesor originario de Zitlala que labora en la
comunidad de Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango –considerado bastión
del grupo delictivo Los Ardillos–, le comentó que vio a su marido en aquel
poblado. “Viajaba en una camioneta con otros hombres”, le dijo.
Los
grupos criminales que operan en la zona no sólo aniquilan a sus adversarios,
también realizan secuestros para reclutar adeptos y los obligan a trabajar para
ellos en campos de enervantes o los integran a sus escuadrones de la muerte.
Un
año del sitio de Chilapa
El
lunes 9, familiares de personas desaparecidas de Chilapa y padres de los 43
normalistas de Ayotzinapa marcharon juntos para exigir justicia y castigo para
los responsables de la barbarie que se vive en esta zona de la Montaña baja y
el resto de la entidad.
En
este lugar irrumpió hace un año un grupo vinculado con la banda criminal de Los
Ardillos, que presuntamente encabeza la familia del dirigente perredista
Bernardo Ortega Jiménez. Los pobladores acusan a los integrantes de esta banda
de la desaparición de 16 personas de entre 15 y 31 años, algunos de los cuales,
dicen, han sido vistos en campos de amapola que resguardan hombres armados.
En
mayo de 2015, integrantes de un grupo de sicarios sitiaron durante cinco días
la cabecera municipal y se llevaron a los 16. Y aunque ahí había policías
federales y estatales y soldados, no hicieron nada por evitarlo (Proceso 2013).
Los
desaparecidos son, según las autoridades ministeriales: Jorge Jaimes Abarca, de
18 años; Carlos Emanuel Meza Nava, de 21; Daniel Velázquez Romero, de 23; los
hermanos Miguel, Juan y Víctor Carreto Cuevas, de 23, 20 y 15 años; Jorge Luis
Salmerón Hernández, de 22; Sergio Derramona Abarca, de 25; Alexandro Nava
Reyes, de 21; Jaime Eduardo Villanueva Altamirano, de 31; Arturo Gutiérrez
Jaimes, de 19; Juan Carlos García Castro, de 16 años; Victorino Morales
Acatitlán, de 28, Sebastián Ulises Alonso Jaimes, de 21, así como Crispino
Carreto González y su hijo Samuel Carreto Vázquez.
De
acuerdo con reportes oficiales, cinco son de familiares del exdirector de
Seguridad Pública municipal, Silvestre Carreto, preso por sus presuntos nexos
con Los Rojos, el grupo delincuencial que le disputa la zona a Los Ardillos.
Durante
el sitio a Chilapa, los familiares de los desaparecidos presionaron a las
autoridades para que iniciaran una investigación y los trajeran de regreso. Y
aunque se implementó un operativo policiaco militar, la narcoviolencia no cede.
En
septiembre último, la Fiscalía General del Estado (FGE) atribuyó a Los Ardillos
“el levantón y desaparición de al menos 30 personas en Chilapa” a principios de
mayo de 2015, cuando presuntos autodefensas sitiaron la cabecera municipal con
el apoyo del Ejército y policías estatales y federales, según los reportes
oficiales consultados por el corresponsal.
Meses
después, en enero pasado, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong, encabezó una sesión del gabinete de Seguridad Nacional en Chilapa, donde
habló de la confrontación entre Los Rojos, encabezados por Zenén Nava Sánchez,
El Chaparro, y Los Ardillos. Adelantó que se va a construir un cuartel militar
en esa franja donde el Ejército ha sido acusado de proteger a Los Ardillos.
El
funcionario federal se reunió en privado con familiares de los desaparecidos en
Chilapa y se comprometió a seguir trabajando para determinar las causas de la
irrupción del brazo armado de Los Ardillos y a localizar a los 16
desaparecidos. Hasta hoy no ha habido resultados.
La
tensión y violencia prevalecen en la zona donde el grupo armado ligado a Los
Ardillos se expande hacia municipios como Zitlala y Mártir de Cuilapan.
“A
un año de la tragedia, andamos como limosneros tras la justicia sin tener
respuesta”, sostiene el profesor José Díaz Navarro, hermano de Hugo y
Alejandro, quienes junto a tres empresarios de la construcción fueron
interceptados por sujetos armados en la comunidad de El Jagüey a finales de
noviembre de 2014. Los cinco siguen desaparecidos.
El
último año, el colectivo Siempre Vivos documentó al menos 61 casos de
desaparición de personas con denuncia en Chilapa, 40 más que no han sido
denunciados y más de 100 ejecuciones.
En
la jornada del lunes 9 los familiares de desaparecidos de Chilapa y los padres
de los 43 normalistas de Ayotzinapa participaron en el tradicional festejo que
se realiza desde hace 89 años en este lugar la víspera del Día de la Madre, al
cual se integran estudiantes de los planteles locales con farolas artesanales.
En
2015 el acto fue suspendido a causa de la irrupción del grupo armado. Lo
encabezaba el comisario del poblado de Xiloxuchicán, José Apolonio Villanueva
Jiménez, y sus seguidores desarmaron a policías municipales, sitiaron durante
una semana el poblado, considerado bastión de Los Rojos, y aprovecharon para
allanar viviendas y llevarse a más de una decena de jóvenes.
Esta
vez, Díaz Navarro pidió castigo para el exgobernador interino, Rogelio Ortega
Martínez, pues, según él, su administración firmó un pacto de impunidad con los
líderes del brazo armado de Los Ardillos.
También
reprochó la criminal indolencia del gobierno federal porque, dijo, no ha hecho
nada para combatir a esos delincuentes a pesar de las denuncias de los
familiares de las víctimas contra el expresidente del Congreso local, el
perredista Bernardo Ortega Jiménez, por sus presuntos nexos con el narco.
Según
los reportes oficiales consultados por el corresponsal, Bernardo Ortega es
hermano de Celso, La Vela, y Antonio, líderes del grupo delictivo afincado en
el poblado de Tlanicuilulco, Quechultenango. Ellos mantienen el control
delincuencial en varios municipios de la región Centro, así como en Tixtla,
Mochitlán y en el Congreso local, a través de Érika Alcaraz, coordinadora de la
fracción perredista.
El
miércoles 11, un año después de la tragedia, cansados de la actitud de los
políticos y autoridades, los familiares de los desaparecidos decidieron salir a
los cerros a buscar a sus desaparecidos y confirmar que Chilapa es una zona de
fosas clandestinas que el gobierno trata de ocultar.
Desde
2014 este semanario dio a conocer que Chilapa se había convertido en el
escenario de una brutal guerra entre tres bandas criminales que buscan el
control geográfico y político de un corredor esencial para el trasiego de
drogas (Proceso 1959 y 1967).
Díaz
Navarro advirtió desde 2015 que en Chilapa se estaba gestando “otro
Ayotzinapa”, pues fue evidente que la delincuencia actuó en contubernio con el
Ejército y las autoridades federales y estatales.
Nulo
apoyo gubernamental
El
31 de enero último este semanario (Proceso 2048) publicó el reportaje En
Guerrero, impunidad garantizada, donde se advirtió que desde septiembre pasado,
autoridades federales civiles y militares, así como estatales, saben quiénes,
cómo operan y cuál es su ámbito de influencia, pero nadie detiene a los
integrantes de Los Ardillos y Los Rojos, quienes tienen postrada a la entidad
gobernada por Héctor Astudillo.
Y
aunque los reportes oficiales incluyen fechas y nombres de los criminales, la
impunidad sigue. Las autoridades federales tienen identificados a los
operadores de ambos grupos, conocen sus zonas de influencia y el control que
ejercen en los municipios de la zona que conecta la región Centro con La
Montaña guerrerense.
Uno
de los documentos consultados, elaborado por la Fiscalía General del Estado,
indica que El Chaparro es el líder de Los Rojos, una pandilla que se afincó en
Chilapa, mientras que Celso Ortega Jiménez, La Vela, hermano del exdiputado
local Bernardo Ortega, quien hoy lidera la corriente perredista denominada
Movimiento Alternativo Social, encabeza a Los Ardillos.
El
informe refiere que el defenestrado gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero
y su correligionario Bernardo Ortega, presidente del Congreso estatal en la LX
Legislatura, son el brazo político de Los Ardillos, cuyo bastión se encuentra
en el poblado de Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango, desde donde
controlan los municipios de Tixtla, Mochitlán, José Joaquín de Herrera,
Atlixtac y Zitlala.
El
reporte de la FGE, entregado al gobierno federal, abunda que Los Ardillos
forman parte de la estructura del grupo de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie,
capturado en agosto de 2010 y extraditado a Estados Unidos el 30 de septiembre
de 2015.
Y
añade que desde hace meses el grupo se apropió de tierras en los municipios de
Heliodoro Castillo, Leonardo Bravo, Tixtla y José Joaquín de Herrera,
presuntamente al amparo de Aguirre Rivero y Bernardo Ortega, para controlar las
regiones del Centro y La Montaña.
Los
municipios controlados por la familia de Bernardo Ortega, de acuerdo con el
reporte consultado, son utilizados por Los Ardillos como “centros de acopio y
trasiego de droga”. El grupo cuenta con narcolaboratorios para la elaboración
de drogas sintéticas. Además de producir y comercializar droga, sus integrantes
se dedican a secuestrar, extorsionar a los comerciantes locales y a cobrarles
el derecho de piso.
Según
el documento, redactado durante el interinato de Rogelio Ortega Martínez,
Chilapa es importante para Los Ardillos porque les permite controlar el
trasiego de la mariguana y amapola que se produce en los municipios indígenas
de La Montaña, como Acatepec, Malinaltepec, Iliatenco, Tlacoapa, Atlamajalcingo
del Monte y Metlatónoc.
“Desde
Chilapa, los subproductos de la droga (heroína) pueden ser trasladados a través
de vías alternas al puerto de Acapulco y la Ciudad de México hasta el norte del
país, con pérdidas relativamente menores y mayores rangos de seguridad, debido
a los contactos que los transportadores tienen con algunas autoridades”,
señala.
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