Revista
Proceso
#2078, a 28 de agosto de 2016..
Economía:
las cuentas no salen/CARLOS ACOSTA CÓRDOVA
En
agosto, el mes previo a su cuarto informe de gobierno, Enrique Peña Nieto
alcanzó su nivel más bajo de aprobación popular, lanzado a un tobogán
vertiginoso tras sus escándalos de presunta corrupción, conflictos de interés y
conductas antiéticas. Todo en medio del agravamiento de la violencia y de las
violaciones a los derechos humanos a lo largo del país, y en un entorno de
desastre económico nacional sin precedentes.
Hizo
bien el presidente Enrique Peña Nieto en cambiar el formato de la presentación
pública de su cuarto informe de gobierno, el 1 de septiembre.
Nunca
un presidente de la República, al menos en la historia reciente del país, había
llegado con tan pésimo balance de su gestión a estas alturas del sexenio. Por
eso, nada podría decir Peña Nieto en un mensaje tradicional de logros y
avances; de noticias de un futuro mejor para los mexicanos.
No
los hay.
Sí,
por el contrario, el presidente de las reformas estructurales, el de la
transformación y modernización del país, el que llegó con vitalidad, fuerza y
energía en un momento que se creía de gloria y que señalaba un futuro
promisorio para el país –Mexico’s moment, se decía en el extranjero–, llega,
por decir lo menos, empequeñecido.
Ni
la sombra del que asumió la Presidencia el 1 de diciembre de 2012, con todas
las bendiciones y expectativas posibles, dentro y fuera del país.
Peña
Nieto arriba a su informe de este jueves con el índice de aceptación popular
más bajo, jamás visto para un presidente, marcado por la corrupción; manchadas
de sangre las manos; incapaz de reducir los índices de inseguridad pública;
ineficaz para abatir la delincuencia organizada y, en particular, el
narcotráfico.
Y
lo peor, en materia social y económica su gobierno arroja los peores
resultados, comparado con los tres que lo antecedieron. Han sido
insignificantes sus esfuerzos para bajar la desigualdad social y la pobreza. La
economía ha registrado el crecimiento más mediocre de los últimos 25 años. El
ejercicio del gasto público ha sido en extremo oscuro; crece y crece, pero no
contribuye al crecimiento de la economía. Las finanzas públicas se llevan tan
“en orden” que la deuda pública ha crecido más de 10 puntos porcentuales del
Producto Interno Bruto (PIB) en lo que va del gobierno, una velocidad de
endeudamiento que no se veía desde José López Portillo.
Esto
último ha traído como consecuencia que, apenas la semana pasada, dos de las
grandes calificadoras internacionales, Standard & Poor’s Global Ratings
(S&P) y Moody’s Investors Service, hayan bajado la perspectiva de largo
plazo del gobierno mexicano, de “estable” a “negativa”.
Eso
quiere decir, en términos llanos, que los mercados financieros le han perdido
la confianza al país en su conducción económica, sobre todo de la política
fiscal, que comanda Luis Videgaray Caso, el titular de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público (CHCP).
Ambas
agencias calificadoras le dieron una paliza al gobierno mexicano la semana
pasada. El martes 23, S&P señaló que México ha hecho más reformas
estructurales que ningún otro país emergente, “pero su tasa de crecimiento ha
sido decepcionante, debido parcialmente a factores no económicos”. Incluso
reconoció que en México hay “debilidades en la gobernabilidad, que reflejan en
parte una débil aplicación de la ley y la percepción de corrupción; hechos que
limitan los beneficios de estas reformas, especialmente en la inversión”.
Por
su parte, Moody’s apuntó “el débil desempeño económico de México y las
continuas dificultades externas, que pondrán a prueba los esfuerzos de
consolidación fiscal del gobierno federal y el riesgo de que aumenten los
niveles de deuda”. Advirtió: “Aunque el nivel de deuda de México es moderado,
el gobierno tiene menos margen de maniobra fiscal que el que tenía hace 10
años”.
La
preocupación de las calificadoras por el crecimiento de la deuda pública no es
gratuita. Con Peña Nieto en la Presidencia y Luis Videgaray en la SHCP, la
deuda pública neta ha crecido en tres años y medio 10.5 puntos porcentuales del
PIB.
De
iniciar el gobierno con un Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros
del Sector Público (SHRFSP) por 5.9 billones de pesos (36.4% del PIB), ha
llevado ese indicador, a junio de este año, a casi 8.9 billones (46.9% del
PIB). Es decir, tres billones de pesos más de deuda, 10.5 puntos porcentuales
del PIB, en tan sólo tres años y medio.
El
SHRFSP es la expresión más amplia de la deuda, pues incluye la deuda neta del
sector público presupuestario, las obligaciones netas del Instituto para la
Protección al Ahorro Bancario (IPAB), del Fondo Nacional de Infraestructura
(Fonadin), los Proyectos de Impacto Diferido en el Registro del Gasto
(Pidiregas) y los programas de apoyo a deudores, así como las deudas de la
banca de desarrollo y de los fondos de fomento.
Ninguno
de los dos presidentes anteriores hizo algo similar en su sexenio completo:
Vicente Fox inició con una deuda de 2.05 billones de pesos (30.3% del PIB) y la
dejó en casi 3.14 billones (28.8% del PIB).
Es
decir, el primer presidente panista endeudó al gobierno con 1.1 billones
adicionales, pero como porcentaje del PIB la redujo en -1.7 puntos
porcentuales, pues de 30.5% del PIB, la bajó a 28.8%.
Felipe
Calderón Hinojosa, segundo presidente panista, todavía bajó la deuda a
27.55% del PIB en su primer año de
gobierno, 2007. Inició su gobierno en diciembre de 2006, con una deuda de 3.14
billones de pesos (28.77% del PIB) y la dejó, al término de su sexenio, en 5.9
billones (36.4% del PIB).
Es
decir, en sus seis años de gobierno Calderón aumentó la deuda neta total en
casi 2.8 billones de pesos: unos 7.6 puntos porcentuales del PIB, mientras que
Peña Nieto, en tres años y medio, ya le metió 3 billones de pesos, unos 10.5
puntos porcentuales del PIB. Y eso sin que haya padecido una recesión
estadunidense al principio de su gobierno, como le sucedió a Fox; mucho menos
una severa crisis financiera internacional –que hizo caer a la economía
mexicana en poco menos de 5% –, como la que tuvo que sortear Calderón.
En
picada
Desde
antes de la elección presidencial de 2012, Peña Nieto y su entonces coordinador
de campaña, Luis Videgaray, criticaban a los gobiernos de los últimos 25 años
–de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón– porque no habían sido capaces de
superar un mediocre crecimiento económico: en promedio, de poco más de 2%.
Peña
Nieto prometió incluso que en su gobierno la economía crecería tres veces esa
ínfima cifra de 2%. Apostaba a que, sobre todo después de la primera mitad del
sexenio, creciendo “de manera sostenida” al 6%.
Para
su cuarto informe, el mandatario priista llega con una economía que sigue
creciendo al mediocre 2%. Y no hay indicios de que en adelante las cosas vayan
a ser mejores.
Si
se compara el desempeño económico de los primeros 14 trimestres, o tres años y
medio de Peña Nieto con igual lapso de los gobiernos de Zedillo, Fox y
Calderón, el del actual presidente supera necesariamente a sus dos antecesores
panistas. No así a Zedillo, quien de los cuatro ha sido el del inicio más
caótico y desastroso.
El
comienzo de las gestiones de Fox y Calderón fue complicado. El primero, desde
su primer año de gobierno, debió padecer la recesión en Estados Unidos generada
por los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York y al desplome de las
empresas tecnológicas, las llamadas “punto com”.
Además,
afectó ese inicio de Fox la entrada de China a la Organización Mundial del
Comercio, con lo cual desplazó a México como segundo exportador a Estados
Unidos.
Por
eso, prácticamente los dos primeros años de Fox fueron de atonía económica.
Sólo en el primer trimestre de 2001 hubo crecimiento, un magro 1.2% real anual;
los siguientes cuatro trimestres fueron de caídas del PIB.
En
el tercer año no hubo bajas, pero el crecimiento económico no llegaba ni
siquiera a 1%. Fue hasta el cuarto año cuando empezó a repuntar la economía. En
el primer trimestre de 2004 ésta creció 3%, y en el segundo, 4%. Se perfilaba,
para el resto del sexenio, una notable mejoría.
Pero
los primeros tres años y medio de Fox –el mismo lapso que se considera de Peña
Nieto para la comparación, pues las cifras oficiales del Inegi sólo llegan
hasta el segundo trimestre de este año– fueron de un magro crecimiento: 0.86%.
Calderón
empezó muy bien el primer año y medio, con crecimientos trimestrales a tasa
anual real de entre 2% y 3%. Pero la desgracia llegó pronto. Una alza súbita en
los precios internacionales de los alimentos provocó en México inclementes
subidas de precios en carnes, pollo y, sobre todo, tortillas y maíz. Se produjo
la llamada “crisis de la tortilla”, que causó encono en la población por los
desproporcionados precios del producto y el acaparamiento de granos.
La
economía empezó a retroceder y para 2008, y sobre todo 2009, de plano se
desplomó con caídas trimestrales del PIB de más de -6% y mensuales de hasta
-9%. Era el efecto, en el país, de la llamada segunda gran recesión
internacional, que desplomó las economías del mundo, produjo un severo
desempleo en todos los países y aniquiló las expectativas de bienestar social
en todo el orbe.
Total,
que en ese lapso –los 14 primeros trimestres, tres años y medio del gobierno de
Calderón– la economía registró un crecimiento promedio de 0.72% real anual.
Caso
extraordinario fue el del gobierno de Ernesto Zedillo (1995-2000). Tuvo un
comienzo desastroso como ninguno. En el cuarto trimestre de 1994, último de
Carlos Salinas, la economía creció 5.3% real anual.
Pero
luego vino el famoso “error de diciembre”, con una dramática devaluación del
peso que inició el 19 de diciembre de 1994: ese día el tipo de cambio había
cerrado en 3.47 pesos por dólar. Al día siguiente, la sorpresa y el caos:
apenas abrió el mercado cambiario, el dólar ya valía 3.92 pesos. Es decir,
había subido su precio en 45 centavos. El peso se había devaluado 13% en horas.
Al cierre de la jornada cambiaria el peso terminó perdiendo poco más de 52
centavos, para una devaluación de 15.11% en un día.
Ahí
empezaron el tobogán infernal para el peso y el desastre económico.
Devaluaciones diarias llevaron al dólar a costar, el 30 de enero de 1995, hasta
6.50 pesos, aunque al cierre del mercado cambiario terminó en 6.35 pesos.
Una
devaluación de 83.2% en sólo un mes y 10 días de iniciado el gobierno. Lo que
siguió ya es historia: el más terrible desplome de la economía mexicana,
incluso mayor al de la crisis de 2008-2009.
El
primer año de gobierno de Zedillo fue de una completa desolación y estupor
ciudadano: la economía se desplomó casi 6% (-5.739%). No había reservas
internacionales. Cerraron miles de empresas. El desempleo cundió. La inflación
por las nubes, igual que las tasas de interés. Tristeza y desencanto de la
población.
Sin
embargo Zedillo, que llegó a la Presidencia sin buscarla como consecuencia del
asesinato de Luis Donaldo Colosio, mostró pronto sus tablas en materia
económica –había sido titular de la ahora extinta Secretaría de Programación y
Presupuesto–, pese a que siempre fue un funcionario más bien de bajo perfil.
Aun
cuando hubo brutales caídas trimestrales del PIB en ese año, de entre -5% y
-8%, muy pronto revirtió la situación –con Guillermo Ortiz en la SHCP–, pues
acabó sus primeros 14 trimestres con un crecimiento económico promedio de casi
3%. Casi un punto porcentual más de lo que ha logrado Peña Nieto en igual
periodo de tres años y medio: 2% de crecimiento real anual, en promedio
trimestral.
La
diferencia con los tres gobiernos que le antecedieron es que Peña Nieto inició
su gestión de la manera más cómoda posible, sin crisis afuera ni adentro, con
los mejores indicadores y una economía creciendo a tasas superiores al 4%. Como
ninguno de los otros tres.
Después
de sortear la crisis de 2008-2009, Calderón pudo levantar la economía nacional
–con Agustín Carstens como secretario de Hacienda, primero; luego con Ernesto
Cordero y al final con José Antonio Meade–, a tal grado que en 2010 el PIB
creció 5.13% real anual; en 2011, 4.05% y en 2012, su último año, en 3.77%. Un
promedio de 4.32% en sus últimos tres años de gobierno.
Zedillo
y Fox, que también se las vieron negras al inicio de sus gobiernos, dejaron en
sus últimos tres años una economía más fuerte que la actual en el país.
Zedillo:
en 1998, la economía creció 4.77%; en 1999, 2.66% y en 2000, su último año,
5.04%, para un promedio de 4.2%.
Fox,
igual: en 2004 la economía creció 4.02%; en 2005, 3.26% y en 2006, 5%.
Promedio: 4.1%.
En
cambio, Peña Nieto, con todo y que inició su gobierno entre algodones y sedas,
sin sobresaltos –aunque, hay que decirlo, las secuelas de la crisis
internacional estaban vivas, además de que desde mediados de 2012 ya empezaba a
desacelerarse la economía–, empezó mal en lo económico, y datos oficiales
indican que terminará peor.
Si
se promedia el crecimiento en lo que va del gobierno de Enrique Peña Nieto
apenas araña el 2%.
El
lunes 22, cuando el Inegi dio a conocer los datos definitivos del
comportamiento de la economía en el segundo trimestre del año, el subsecretario
de Hacienda Fernando Aportela sugirió, no muy convencido, que la actividad
económica lleva buen rumbo y buen ritmo: sigue creciendo, se crean cada vez más
empleos, el crédito sigue expandiéndose, la inflación está en mínimos
históricos, las tasas de interés están bajas y que el mercado interno –los
servicios y el comercio– es ahora el gran motor de la economía.
Está
“tan bien” la economía que el propio funcionario anunció ese mismo día el
enésimo recorte que la SHCP aplica a sus proyecciones de crecimiento de la
economía nacional.
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