Revista
Proceso
#2078, a 28 de agosto de 2016..
¡Basta,
cardenal Rivera! (tu tiempo se acaba…)/ Sabina Berman..
Detengan
la respiración, señoras y señores del siglo 21: pónganse las gafas, abran
grandes los ojos y asómbrense: hete acá que vivimos en México ahora mismo la
Nueva Cristiada. Y no, no es una alucinación, ni es un movimiento marginal de
un sector lunático de la población. (Benditos estaríamos.) Estamos, ¡ah, qué
inoportunamente!, ante un movimiento bien financiado y organizado desde el
Arzobispado de México y desde un grupo de empresarios que se autonombran Los
Consagrados. Un grupo secreto, donde los rumores que corren por los pasillos
húmedos y oscuros de los subsuelos de las catedrales, colocan a Manuel Arango,
Bobby Slim y la familia Autrey, rumores que por lo pronto los nombrados no
desmienten.
Un
movimiento que se antoja absurdo en el siglo 21 y que sin embargo viene logrando
mucho en nuestro país. Por lo pronto ha logrado ya que los gobernadores de
Durango, San Luis Potosí y Veracruz (este mismo lunes), en ceremonias masivas
que la prensa nacional ha dejado sin reportar, “consagren” sus estados a la
Virgen de Guadalupe y al Corazón de Jesús. Un movimiento que está inundando
periódicamente las calles de Morelos cada domingo para destituir a su
gobernador, abiertamente pro derechos y libertades igualitarios. Un movimiento
que apenas hace dos semanas forzó al presidente Enrique Peña Nieto a recular en
la iniciativa que envió al Congreso para incluir las bodas homosexuales en la
Constitución, al tiempo que ha venido comprando a golpes de amenazas y billetes
a los legisladores de los estados donde este año se ha criminalizado el aborto.
¿Qué
hacen ante esta embestida del catolicismo talibán nuestros partidos políticos?
¿Qué hacen los legisladores de nuestra República laica? Al primer soplo se han
hincado. Por boca de su jefe de bancada en el Senado, el senador Emilio Gamboa
Patrón, el PRI declaró esta semana su sumisión: el PRI, dijo, no defenderá a
los gays ni a las mujeres, porque “tiene cosas más urgentes que atender”. La
tibia reacción del PRD es patética, la propia de una izquierda muerta de miedo
y sin voces articuladas. El líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, desde
hace tiempo ha dado su beneplácito a los curas fundamentalistas: las mujeres y
los gays le parecen a él “temas menores”, su expresión, no la mía. El ala
liberal del PAN está dejándose arrasar por sus extremistas. Y en conjunto los
políticos se tapan los oídos, se hincan y persignan ante el arzobispo Norberto
Rivera, luego se levantan y se van a sus pecados, dejándoles el problema a los
ciudadanos.
¿Qué
dice por su parte El Vaticano? Por lo pronto nada oficialmente. Pero el padre
David Fernández, jesuita y rector de la Universidad Iberoamericana, publicó
esta semana en el periódico Reforma un artículo inquietante. En él afirma que
la Iglesia del siglo 21 tiene como reto “incluir a la diversidad” y “reconocer
la dignidad” de los gays y las mujeres. Al afirmarlo, da por sentado que la
Cristiada mexicana no cuenta con la bendición del Papa Francisco. Por su parte
el padre Alejandro Solalinde ha sido aún más claro. Ha declarado que este
movimiento nace de “las fobias personales del arzobispo Norberto Rivera”,
fobias que “no corresponden a la línea del Vaticano”, que ha ordenado a sus
sacerdotes lo contrario: dejar de mirar los genitales ajenos y sus usos, y
enfocar los ojos en “las víctimas de la pobreza y la guerra”.
Agréguese
a esto el dato de que Norberto Rivera tiene marcada ya su fecha de jubilación
en nueve meses, y el panorama termina de esclarecerse. Estamos ante la última
bravuconada de un cardenal que en plena insumisión al Estado laico y al Papa de
su Iglesia incita al desorden civil. Un cura que suelta los canes de su ira
contra las mujeres y los gays, y pone de rodillas a nuestros desvertebrados
hombres y mujeres de la política, porque sí, porque lo puede, porque no hay
hombres ni mujeres en nuestra política que defiendan al Estado laico, porque
darse el lujo de joder a la mitad de la población bien vale la inmoralidad de
pactar y fotografiarse con gobernadores corruptos como Duarte de Veracruz,
porque con esta muestra de músculo quiere forzar la designación de su relevo,
porque quiere irse de su trono dejando como legado el alboroto social, y porque
no hay mil mexicanos que le digamos ¡basta, ciudadano Rivera!, ya tu tiempo
está por acabarse, pon la mitra en el perchero y mejor despídete en paz.
Que
nadie se confunda. No estamos ante un debate ideológico que busca con
sinceridad clarificar si el aborto y la homosexualidad son benignos o no. Ese
debate ya se dio en México en el siglo 20, con resultados conocidos. Para el
año 2000, la descriminalización de la interrupción del embarazo (de acuerdo con
ciertas condiciones) regía ya en cada uno de los estados de la República. Y en
el año 2015, la Suprema Corte de Justicia dictaminó que la discriminación a
personas homosexuales en cualquier asunto, incluidos el matrimonio y la
adopción de hijos, era anticonstitucional. Como tampoco estamos ante un
movimiento popular genuino. Lejos de ello, estamos ante lo dicho, el último
estertor rabioso de un casi exarzobispo y su coro de donadores ricos, señores
que aman la estructura patriarcal y quieren imponerla no sólo sobre su familia,
sino sobre el universo.
La
moraleja de tales certezas es simple. Sería un error reiniciar un debate
ideológico que ya sucedió. Sería un error también suponer que un movimiento que
no es popular, sino financiado, perderá tracción ante lo inverosímil de sus
banderas. Para derrotar esta Nueva Cristiada hace falta que cien mil mexican@s
despertemos de nuestros asuntos del siglo 21 y nos tomemos el tiempo de mostrar
nuestra adhesión al Estado laico y a los derechos y libertades de la
diversidad. Que nos expresemos en el espacio público –la prensa, las redes
sociales, la calle– y confirmemos que somos much@s más que la grey del casi
exarzobispo. Que elevemos el costo a nuestros acomodaticios políticos señalando
a los que traicionan esas causas ya mayoritarias. Y que saquemos nuestros
pañuelos blancos (o redactemos nuestros tuits) para decirle a Norberto: #adiós,
a-Dios-encomendamos-tu-pendenciera-alma.
Tengo en mi sereno pecho la hermosa sensación de que la Virgen de Guadalupe y el Sagrado Corazón de Cristo nos lo agradecerán.
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