Revista
Proceso
#2078, a 28 de agosto de 2016..
En seguridad,
vaivenes sangrientos/ Jorge Carrasco Araizaga
Todo
indica que el presidente Peña Nieto no sabe qué hacer para reducir los altos
índices de inseguridad en el país. Propone estrategias que no acaban de cuajar
o pone y quita funcionarios –la mayoría ajenos a la materia–, mientras la
delincuencia florece y la violencia aumenta. Algunos analistas señalan el
principal error de las medidas presidenciales: mantener como responsable último
de la seguridad a un solo hombre, el titular de la Secretaría de Gobernación.
El
cambio y el incumplimiento han sido las constantes en el gobierno de Enrique
Peña Nieto en materia de seguridad. Recambios de funcionarios en áreas clave,
estrategias fallidas, anuncios sin efecto y acciones a medias han marcado los
casi cuatro años que lleva su sexenio.
Aunque
hasta ahora ha mantenido a un solo titular en la Secretaría de Gobernación como
máximo responsable de la seguridad del país, ha tenido a tres encargados de la
Comisión Nacional de Seguridad (CNS) y a tres en la prevención del delito.
Todos bajo la autoridad del secretario Miguel Ángel Osorio Chong, a quien Peña
Nieto le dio un gran aparato de seguridad e inteligencia para reducir los
niveles de violencia que tienen a México entre los países más inseguros del mundo.
Apenas
había pasado año y medio de su administración cuando cayó el primer comisionado
nacional de Seguridad, Manuel Mondragón y Kalb, en medio de desencuentros con
Osorio Chong y sus complicaciones para echar a andar una de las principales
propuestas de Peña Nieto contra la inseguridad: la creación de una Gendarmería
Nacional, en reemplazo de la Policía Federal (PF).
Según
versiones de la propia corporación policial, Mondragón y Kalb nunca se entendió
con Osorio Chong. Quería tratar directamente con el presidente, tal y como los
secretarios de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, y de Marina,
Vidal Francisco Soberón Sanz.
El
proyecto de la Gendarmería acabó en un remedo. Ni Gobernación ni las Fuerzas
Armadas se pusieron de acuerdo, dejando en el desamparo el proyecto
presidencial (Proceso 1970). Mondragón y Kalb salió de la CNS en mayo de 2014.
Lo reemplazó Monte Alejandro Rubido García, viejo integrante de los aparatos de
seguridad y uno de los colaboradores más cercanos del exsecretario de Seguridad
Pública federal, Genaro García Luna.
Ante
el desacuerdo en el gabinete de seguridad sobre si los civiles o los militares
tendrían el control de la Gendarmería Nacional, el Ejército y la Marina se
replegaron. A Rubido García no le quedó más que reducir la Gendarmería Nacional
a una división más de la Policía Federal, que depende de la propia CNS.
Pero
Rubido sólo duró año y medio en el cargo. Lo sentenció la fuga de Joaquín
Guzmán Loera, El Chapo, del penal de máxima seguridad del Altiplano, en el
Estado de México, en julio de 2015. Aunque dejó el cargo hasta agosto
siguiente, Alejandro Rubido no pudo impedir su salida, pues además de tener
bajo su mando a la PF, la CNS es la responsable de las prisiones federales,
como la del Altiplano, a través del Órgano Administrativo Desconcentrado de
Prevención y Readaptación Social (OADPRS).
El
entonces comisionado del OADPRS, Juan Ignacio Hernández Mora, fue cesado. En su
lugar llegó Eduardo Guerrero Durán, un cuestionado empresario de la seguridad
privada que estuvo a cargo de los penales en el gobierno de César Duarte, en
Chihuahua.
Otra
propuesta de seguridad frustrada del gobierno Peña Nieto fue su oferta de
anteponer la prevención a la represión. Presentada como divisa para
diferenciarse de su antecesor, Felipe Calderón, y como parte de su decisión de
desaparecer la Secretaría de Seguridad Pública federal y entregar sus funciones
a la de Gobernación (Segob), impulsó la Subsecretaría de Prevención y
Participación Ciudadana.
Anunció
entonces la creación, a cargo de esa subsecretaría, del Programa Nacional de
Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia, concebido para prevenir
los delitos a través de polígonos de seguridad municipales, sin considerar las
fronteras estatales.
Pero
esa subsecretaría ha destacado sólo por el cambio de funcionarios. Su primer
titular fue Roberto Campa Cifrián, hoy subsecretario de Derechos Humanos de la
Segob, y quien estuvo en el cargo hasta abril de 2015. Fue reemplazado por el
integrante del Partido Verde, aliado del PRI, Arturo Escobar.
El
nombramiento fue ampliamente impugnado no sólo por el desconocimiento de
Escobar en materia de seguridad, sino por sus pretensiones de operación
electoral (Proceso 2032) desde ese espacio de gobierno. Su salida se precipitó
cuando la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos electorales
(Fepade) solicitó una orden de aprehensión en su contra como probable
responsable de delitos electorales durante la campaña de Enrique Peña Nieto.
Aunque
al final la Fepade se desistió, Escobar tuvo que salir de la Subsecretaría. A
duras penas se mantuvo medio año en el puesto. La dependencia quedó acéfala
tres meses, hasta que en febrero de este año fue designado para ella Alberto
Begné Guerra, otro improvisado en materia de seguridad.
PF,
bajo la mira
En
ese ir y venir de los principales funcionarios encargados de reducir la
violencia, el único que ha acompañado a Osorio Chong en toda su gestión es el
comisionado general de la PF, Enrique Galindo Ceballos, quien, sin embargo,
ahora se encuentra bajo presión debido a la ejecución sumaria de 22 civiles,
presuntos narcotraficantes, en Tanhuato, Michoacán, a manos de efectivos de la
Policía Federal, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
(CNDH).
Aunque
la PF había librado los cuestionamientos sobre la muerte de civiles en
Apatzingán, también en Michoacán, en enero de 2015, la CNDH la puso contra la
pared cuando el pasado jueves 18 dio a conocer su informe sobre la matanza en
el Rancho del Sol, entre los municipios de Tanhuato y Ecuandureo.
El
informe y recomendación del organismo ocurrió en momentos en que la corporación
es sometida a una investigación por el enfrentamiento con civiles durante un
frustrado desalojo de maestros disidentes en Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19
de junio, que dejó ocho muertos y decenas de heridos.
Incluso
el organismo técnico encargado de evaluar las políticas de seguridad pública,
el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP),
ha sido objeto de los vaivenes de Peña Nieto. Hasta ahora ha tenido cinco
titulares. En promedio, no han durado ni un año.
Los
nombramientos son hechos directamente por el presidente de la República, aunque
ratificados por el Senado. Peña Nieto designó primero a José Ramón Martel,
quien apenas duró un mes y ni siquiera fue ratificado por los senadores. Luego
nombró a Monte Alejandro Rubido, a quien luego llevó a la CNS.
El
tercero fue el exgobernador de Campeche Jorge Carlos Hurtado Valdez, quien
salió para seguir su carrera burocrática en la Secretaría de Educación Pública
(SEP) y luego en la secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. El
cuarto titular del SESNSP fue Jesús Muñoz Vázquez, quien sólo estuvo dos meses
en el cargo. En diciembre del año pasado fue designado Álvaro Vizcaíno Zamora.
Uno
de los fracasos más conocidos en el área de seguridad fue la designación de su
amigo, Alfredo Castillo Cervantes, como comisionado especial de Seguridad en
Michoacán. Sólo duró un año, de enero de 2014 a enero de 2015. Salió en medio
del escándalo por la ejecución de civiles por parte de la PF en Apatzingán.
En
lo que el gobierno federal llamó la “pacificación” del estado, Castillo le dio
reconocimiento a una parte de los grupos civiles armados, sin importar sus
presuntos vínculos con la delincuencia organizada. A otros, como José Manuel
Mireles, quien se opuso a esa medida, lo persiguió y encarceló.
La
mano de la Segob
En
noviembre de 2014 el presidente propuso un decálogo en materia de seguridad en
medio de la crisis por la desaparición, dos meses antes, de los 43 estudiantes
de Ayotzinapa, en la que participaron policías municipales de Iguala, y de la
ejecución sumaria de al menos 15 civiles, presuntos delincuentes, en el
municipio de Tlatlaya, Estado de México, por parte de elementos del 102
Batallón de Infantería del Ejército en junio de ese año.
Entre
las medidas está la creación del Mando Único Policial para quitarle el control
de la seguridad a los municipios. La propuesta, sin embargo, se encuentra
detenida en el Congreso, donde se espera que sea modificada y acabe en un mando
mixto; es decir, que no todos los municipios dejen de tener cuerpos policiacos.
Propuso
además cambios legislativos para definir las competencias de los municipios en
delincuencia y combatir la infiltración de la delincuencia organizada en ese
nivel de gobierno. Las modificaciones siguen pendientes. También falta legislar
otra de sus propuestas: la creación de un Sistema de Inteligencia Nacional
(SIN).
Ese
nuevo sistema vendría a integrar en una sola instancia toda la inteligencia que
producen las dependencias civiles y militares para la seguridad en el país. En
septiembre del año pasado, en su Tercer Informe de Gobierno, anunció que
enviaría al Congreso una Ley de Seguridad Interior, pero que entonces apenas
era un anteproyecto. Esa Ley permitiría la creación del SIN.
En
la CNS lo único que Mondragón y Kalb concretó fue su propuesta de dividir el
territorio nacional en cinco regiones para combatir a la delincuencia. Aunque
esa política se mantiene, el resultado hasta ahora es que el país es tan
violento como con Felipe Calderón (Proceso 2075), no obstante el periodo de un
año de gracia que Peña Nieto pidió en marzo de 2013 para que ver “una reducción
sensible” de la violencia y para ajustar su estrategia de seguridad.
Al
igual que su antecesor, Peña mide sus éxitos en seguridad por las detenciones
de cabezas del narcotráfico. De una lista de 122 “objetivos”, en diciembre
pasado aseguró haber atrapado a 96; aunque la violencia de la delincuencia
organizada se mantiene prácticamente en todo el país.
La
Segob ha replicado el esquema de las cinco regiones en otra que se anunció como
una nueva estrategia del gobierno federal para combatir la delincuencia: la
creación de un Centro Nacional de Fusión de Inteligencia (Cenfi) con cinco
centros regionales (Cerfis).
Según
el pasado informe presidencial, en diciembre de 2014 ya estaba terminada la
obra civil del Cenfi y sus oficinas regionales, distribuidas en el noreste,
noroeste, centro, occidente y sureste del país; las mismas zonas definidas por
Mondragón y Kalb, ahora titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones
de la Secretaría de Salud.
Aunque
la ubicación precisa de esos centros no se ha dado a conocer, de acuerdo con el
Informe, los Cenfi del sureste y occidente empezaron a funcionar en abril y
mayo del año pasado. El resto estaba siendo equipado tecnológicamente. En
diciembre de 2015 Osorio Chong inauguró en Iguala el Cenfi de la región centro.
Los
encargados directos de la operación de esos centros son la Secretaría de la
Defensa Nacional, la Procuraduría General de la República (PGR) y el Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (Cisen, dependiente de la Segob).
El
responsable formal del Cisen es Eugenio Ímaz Gispert, colaborador cercano de
Osorio Chong desde el gobierno de Hidalgo. Sin conocimientos acreditados en
materia de seguridad e inteligencia, Ímaz ha estado ausente del Cisen por
motivos de salud.
Edmundo
Salas Garza, exdirector de Análisis del Cisen, asegura que una de las fallas
del gobierno de Peña Nieto en materia de seguridad e inteligencia ha sido la de
reproducir el esquema de las administraciones anteriores: mantener al órgano de
inteligencia del Estado en manos del secretario de Gobernación.
Un
órgano de inteligencia no puede estar sujeto a los vaivenes de orden político
de una dependencia como la Segob, dice Salas Garza, maestro en seguridad
nacional y profesor en la materia en el Instituto Nacional de Administración
Pública.
El
organismo de inteligencia debe estar más allá de cualquier secretaría, fuera de
los avatares políticos a los que están sometidos los titulares de las distintas
dependencias, y depender del presidente de la República, auxiliado con un
comité o consejo asesor muy poderoso, que no ponga el énfasis en el uso de la
fuerza, sino que sobre todo tenga una visión estratégica, considera.
La
actual dependencia que tiene de la Segob influye en sus decisiones.
Ejemplifica:
si el titular de la SEP, Aurelio Nuño, recibe del Cisen información de que sus
acciones pueden radicalizar a los opositores de la reforma educativa y generar
un problema mayor, el encargado de la Educación en el país puede considerar que
el responsable del Cisen elaboró ese diagnóstico porque el secretario de
Gobernación también tiene intereses a futuro y que fue enviado para ponerle
piedras en el camino.
“Eso
tiene que cambiar, el órgano de inteligencia debe dejar de depender de la
Segob”, insiste.
En
materia de inteligencia, en el gobierno de Peña “se han hecho parches, tratando
de consolidar centros de inteligencia regionales. Ahí lo único que sucede es
que participan los miembros de la inteligencia militar, de la inteligencia
civil, de la inteligencia criminal, la PGR, y algunos de la inteligencia
estatal.
“Pero
no está claro quién va a coordinar. Lo más importante sería saber cuál es el
esquema de la seguridad nacional y bajo qué orden se va a establecer una Agenda
Nacional de Riesgos o las agendas locales de riesgos, para que no estén bajo
las ocurrencias de los gobernadores o de los titulares de las entidades de
inteligencia”, dice.
Para
el especialista es mejor que no se haya presentado al Congreso la Ley de
Seguridad Interior, porque a partir de una confusión sobre los efectos de las
amenazas externas a la seguridad interior, se lograría el propósito de las
Fuerzas Armadas de tener amplias facultades en materia de seguridad pública.
Lo
que buscan los militares es que se les den garantías para actuar, sin necesidad
de que los llame ninguna autoridad civil y sin necesidad de estar sujetos a
ninguna reglamentación civil, porque la seguridad interior es el ámbito natural
de las Fuerzas Armadas, dice.
“Si
caemos en esa confusión, lo que vamos a hacer es elevar a rango de seguridad
nacional aspectos que tienen que ver con la seguridad pública”, advierte.
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