Revista
Proceso
#2078, a 28 de agosto de 2016..
Ante obesidad y
sobrepeso, fracaso de políticas oficiales/Mathieu Tourliere
El
subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Pablo Antonio Kuri
Morales, admite que la obesidad y el sobrepeso, dos de los factores que
provocan la diabetes, se vienen gestando desde hace tres décadas. La falta de
una política integral para combatirlos le cuesta al Estado más de 200 mil
millones de pesos al año, lo que afecta de manera severa las finanzas públicas.
Cada
año, el sistema de salud mexicano invierte 224 mil millones de pesos para
combatir la obesidad y el sobrepeso, y aun cuando no está colapsado, “hay un
gran riesgo de que si no ponemos un alto a esta tendencia de incremento”, la
sobrecarga sobre dicho sistema “no va a ser sostenible”.
Quien
lanza la voz de alerta es el subsecretario de Prevención y Promoción de la
Salud, Pablo Antonio Kuri Morales.
El
funcionario federal proporciona cifras: en el año 2000, la diabetes afectaba a
4.6% de los mexicanos; seis años después, la tasa se elevó a 7.3% y para 2012
se ubicó en 9.2%. Los años recientes, las muertes causadas por esa enfermedad
siguieron una tendencia similar: pasaron de 85 mil en 2012 a 89 mil en 2013 y
llegaron a 94 mil en 2014.
La
semana antepasada, la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer,
dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), confirmó que el
sobrepeso y la obesidad incrementan los riesgos de cáncer de colon, recto,
esófago, riñón, mama, endometrio, cardias gástrico, hígado, vesícula, páncreas,
ovarios y tiroides, y están vinculados con meningioma y mieloma múltiple.
“Estudios
de la unidad de análisis económico de la Secretaría de Salud de 2015 estiman
que el impacto de la obesidad y el sobrepeso –factores importantes para
explicar la diabetes– tienen un costo directo de 151 mil millones de pesos e
indirectos de 72 mil millones”, sostiene Kuri.
Dice
que si bien la atención y el diagnóstico están prácticamente cubiertos, hay
problemas de financiamiento para ello y para el tratamiento por hemodiálisis. Y
advierte: “Cuando los sistemas estatales de salud sean rebasados, no habrá
recursos suficientes y puede convertirse en un problema muy serio”.
La
explosión del sobrepeso y la obesidad, dice el funcionario, se deben a la
sedentarización –hoy, los mexicanos pasan en promedio 6.5 horas del día frente
a la televisión–, al incremento de la esperanza de vida, la falta de actividad
física, así como a la proporción cada vez mayor de la comida chatarra y
refrescos.
Cada
año, una persona consume 163 litros de refresco en promedio. En 2013 se
vendieron 214 mil toneladas de alimentos ultraprocesados, lo que colocó a
México en el cuarto lugar a nivel internacional en este aspecto. En cuanto a la
obesidad, ocupa el segundo sitio en el mundo –afecta a tres de cada 10
mexicanos– y el primero en materia de sobrepeso –siete de cada 10.
Kuri
admite que el problema se gestó en las últimas tres décadas. ¿Qué falló?, se
pregunta. Faltó, dice, una política integral para atender la obesidad y el
sobrepeso, pues antes no había control de los diabéticos, pese a que en 2010
hubo un acuerdo sobre salud alimentaria; tampoco funcionaron los esfuerzos de
regulación.
Impuesto
que no baja
En
2014, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) recaudó por primera vez el
Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) sobre las bebidas
azucaradas, a las que aplicó una tasa de 10%, pese a la fuerte oposición de la
industria refresquera. Esta medida se sumó al IEPS de 8% gravado sobre las ventas
de comida chatarra.
Según
la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el año pasado el Estado
mexicano recaudó 37 mil 325 millones de pesos en impuestos especiales a las
bebidas azucaradas y a la comida chatarra.
“Nos
gustaría que se destinara una fracción de este impuesto a la salud, pero no es
el caso, no está etiquetado para ello”, lamenta Kuri. Precisa que “hay una
discusión interna” para que los recursos bajen a los programas de salud.
–¿Qué
pasaría si se invirtiera más dinero en la estrategia contra la diabetes? –se le
pregunta.
–Creo
que tendría un impacto mucho más rápido. Se podrían reforzar las campañas,
garantizar el acceso al agua en todos los lugares, se podrían hacer muchas
cosas que no están en la agenda por falta de recursos.
El
próximo 8 de septiembre, la SHCP presentará el proyecto de presupuesto federal
para 2017, y en él se podrá observar si una parte del dinero recaudado por el
IEPS se destinará a programas de salud.
Una
iniciativa presentada en el Senado propone elevar la tasa de recaudación a 20%
–el doble de la actual– para incrementar el precio de los refrescos y disminuir
su consumo.
Con
respecto a un posible incremento en el IEPS sobre refrescos o sobre la comida
chatarra, Kuri asevera: “Hasta donde sé, (la SHCP) no está considerando el
incremento de ningún impuesto. Esto es importante, es un compromiso del
gobierno”.
El
impuesto provocó una reducción del consumo de refrescos en 6% el primer año,
según un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y la Universidad
de Carolina del Norte, publicado en el British Medical Journal en enero pasado.
Sin
embargo, la industria refresquera afirma que este impuesto no redujo el consumo
ni disminuyó la cantidad de calorías ingeridas por los mexicanos, sino que
afectó el bolsillo de los más pobres, destruyó empleos y fomentó la aparición
de un mercado negro de la chatarra.
Conméxico,
la coalición de la industria, exhibió estudios del Instituto Tecnológico
Autónomo de México (ITAM) y de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL)
para demostrar que el impuesto no tuvo efectos benéficos en el consumo y en la
salud.
“Nosotros
creemos que sí sirve el impuesto. Como hubo controversia, hicimos un foro en la
academia, donde sentamos al INSP, el ITAM y la UANL y todos concluyeron que el
consumo disminuyó en un 6%. Falta ver cuál es el impacto en salud”, explica el
funcionario.
El
miércoles 17, José Antonio Fernández Carvajal, presidente de Fomento Económico
Mexicano (Femsa), la segunda mayor embotelladora de Coca Cola en el mundo,
minimizó los impactos del impuesto sobre la industria e incluso se burló de la
medida recaudatoria.
En
su ponencia ante el Foro Estrategia Banorte expuso: “Aprendimos que los precios
de nuestros productos estaban demasiado bajos, porque ponen este impuesto y al
año que sigue la demanda aumenta 16%; estábamos muy mal, estamos dejando dinero
en la mesa”.
Responsabilidades
estatales
Para
detener la epidemia de obesidad y diabetes, la Secretaría de Salud realizó
campañas de comunicación masiva en redes sociales, creó un observatorio de
enfermedades no transmisibles, el cual maneja el sistema de información sobre
enfermedades crónicas, y estructuró la llamada Red de Excelencia en Diabetes en
234 centros de salud esparcidos en 26 entidades, destaca Kuri.Advierte también
que el sistema de salud está descentralizado, por lo que “la responsabilidad de
la provisión de los servicios de salud es de los estados”, los cuales a veces
están rebasados por la tarea o su personal no está bien capacitado.
Pone
un ejemplo: “Si bien el financiamiento para las pruebas de hemoglobina
glucosilada estaba garantizado con el Seguro Popular, sólo 20% lo obtienen”.
Ante
esta situación, la dependencia optó por centralizar la compra de algunas
medicinas, entre ellas las tiras que miden la glucosa, la hemoglobina
glucosilada y los lípidos para distribuirlas en los estados y alcanzar con ello
40% de cobertura.
Respecto
a los incentivos a la actividad física, Kuri opina que “se han logrado algunas
cosas”, entre ellas el incremento de horarios para actividades físicas en las
escuelas de tiempo completo.
“No
son todas las que quisiéramos –comenta–, pero son 24 mil de las 200 mil
escuelas que hay.”
Lamenta
la falta de espacios para que la gente realice esas actividades, y anuncia que
a mediano plazo se podrá observar si las tendencias de diabetes continuaron al
alza, se estancaron o bajaron. “Si me preguntas: ¿ya se acabó todo lo que había
que hacer? Te diría que no. Falta mucho por hacer”.
“Instancias
de responsabilidades”
Sobre
las acciones de la administración peñanietista que beneficiaron a las
industrias refresquera y de alimentos chatarra, el entrevistado se deslinda. En
materia de salud, sostiene, “hay instancias de responsabilidades”.
El
etiquetado alimentario frontal que la Comisión Federal para la Protección
contra los Riesgos Sanitarios (Cofepris) instauró a principios de 2014 es uno
de esos temas.
El
reportero le señala a Kuri que la Cofepris, dependiente de la Secretaría de
Salud, no consultó a ninguna instancia sanitaria para elaborar el etiquetado.
En su lugar retomó el modelo de las industrias mencionadas.
“No
te puedo responder por qué lo hizo. Ellos (los de la Cofepris) hicieron el
estudio, ellos tienen la información. Son la autoridad regulatoria. Hay
responsabilidades dentro de las áreas”, comenta.
Admite
que, de acuerdo con un estudio del INSP de 2011, sólo dos de 122 estudiantes
fueron capaces de descifrar el etiquetado y determinar la cantidad de azúcar
contenida en un producto. “El estudio está ahí. Yo no tengo el proceso de cómo
lo hicieron porque no estaba en Cofepris”.
Informa
que la Secretaría de Salud está levantando una encuesta “de medio camino” para
evaluar el etiquetado y las demás medidas implementadas en la estrategia, cuyos
resultados se darán a conocer a finales de año.
Entre
ellas se encuentra la regulación en materia de publicidad de refrescos y comida
chatarra orientada al público infantil. La Cofepris prohibió la difusión de
comerciales de estos productos entre las 14:00 y las 22:00 horas, en televisión
y en las salas de cine.
Esa
prohibición generó una polémica, pues no incluyó a los medios digitales y es
una copia del llamado EU Pledge, que elaboró la propia industria refresquera y
de alimentos chatarra en Europa, comenta el reportero a su entrevistado.
Él
responde: “Lo que se argumentó a la industria en su momento fue que ni siquiera
los estándares mínimos que acordaron los están siguiendo en México. Nos falta
entrar a otros medios, como internet. Eso lo tenemos que platicar con
Cofepris”.
Otro
de los temas polémicos abordado es la carta que envió la Secretaría de Economía
(SE) al gobierno ecuatoriano en junio de 2014, en la que la administración de
Peña Nieto descalificó el etiquetado vigente en aquel país con los mismos
argumentos que la industria refresquera.
De
nuevo, Kuri se deslinda: “Hay instancias de responsabilidad. Yo no soy la SE.
Entiendo las controversias, pero estamos entrando en esto como si la solución
fuera poner un etiquetado o un impuesto, cuando la cosa es mucho más compleja:
tiene que ver con educación, con cambios de hábitos, con instalación de
espacios para que la gente haga actividad física”.
–¿Hay
un antagonismo entre el gobierno y la industria? –se le pregunta.
–La
industria tiene sus objetivos, que son comerciales, y el gobierno tiene el
objetivo de cuidar la salud. Creo que hemos avanzado en muchas cosas de manera
conjunta.
“La
pregunta es: ¿es suficiente? No, no es suficiente, hay que seguir avanzando.
Anteriormente hubo una confrontación entre el gobierno y la iniciativa privada
y no se avanzó mucho.”
–¿Es
normal que la industria apoye o patrocine programas federales?
–No
somos enemigos. Es una industria legal que paga sus impuestos y genera empleos.
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