‘Fake news’ o la política del engaño/Henry Kamen es historiador británico
El Mundo, 20 de enero de 2017..
El presidente Trump ha denunciado, de manera comprensible, la política de fake news (noticias falsas) fabricadas por un grupo de demócratas que han estado tratando de socavar su mandato incluso antes de que comience. La información, contenida en un informe preparado por el FBI sobre la base de documentos suministrados por un ex agente de inteligencia británico, alega que el Kremlin ha estado “cultivando, apoyando y ayudando” a Trump durante al menos cinco años. El informe también alega que los espías rusos han sacado provecho de las “obsesiones sexuales personales” del nuevo presidente para reunir material comprometedor, basado en la estancia de Trump en un hotel de Moscú en 2013, con el que esperan chantajearle. En efecto, afirma que hay una conspiración entre Trump y Putin.
El informe completo ha sido publicado online por un cuerpo de periodistas llamado BuzzFeed, que se especializa en la distribución de noticias no oficiales. En un documento distribuido a sus miembros, BuzzFeed admite que “hay razones serias para dudar de las acusaciones”, pero afirma que todas las noticias falsas deben ser publicadas porque interesan al público. Uno de sus periodistas declaró: “Éste es un documento que está siendo discutido en los círculos de los medios de comunicación y en los círculos de seguridad. Si se está informando al presidente electo, entonces es mejor poder ver de qué se le está siendo informado”.
La acción de BuzzFeed plantea una cuestión muy importante que debería interesar no sólo a los periodistas, sino también al público instruido. Si no hay evidencia de que la noticia es verdadera, ¿debería ser publicada? Es interesante destacar que WikiLeaks afirma que “el documento publicado por BuzzFeed sobre Trump no es un informe de los servicios de Inteligencia. Estilo, hechos y fechas no muestran credibilidad. No aprobamos la publicación por BuzzFeed de un documento que es claramente falso”.
Recientemente ha habido un brote de noticias falsas de todo tipo, no sólo online, sino también en publicaciones en papel. Los medios que se especializan en noticias falsas se pueden encontrar por todas partes, sobre todo en Estados Unidos. Sin embargo, este país también tiene algunos de los periodistas más serios del mundo. Es significativo que el New York Times, cuyo eslogan es “todas las noticias que son aptas para imprimir”, se haya negado a publicar detalles de las acusaciones hechas contra Trump, y ha señalado que las acusaciones no han sido demostradas o contrastadas. Está por ver si los periodistas de todo el mundo tratarán de mantener los estándares de su profesión o si van a elegir la manera más fácil de sensacionalismo y de noticias falsas.
Sin embargo, los periodistas no son el único gremio cuyos estándares están en cuestión. Los gobiernos son sin duda alguna los mayores creadores de noticias falsas, porque su interés radica claramente en distorsionar nuestro entendimiento de eventos que el público no puede juzgar ni evaluar. Uno de los ejemplos más notables de noticias falsas fue la información que el Gobierno de Estados Unidos suministró en 2003 para justificar la invasión de Irak. En una reunión del Consejo de Seguridad, el secretario de Estado Colin Powell hizo una larga presentación de supuestas pruebas para demostrar que el régimen de Sadam tenía armas de destrucción masiva que amenazaban la paz del mundo. La noticia era falsa, pero ayudó a justificar la invasión, y permitió que el resto del mundo se dejara engañar por el FBI y la CIA. Después de la guerra, en 2006, el presidente Bush admitió que “comprendía plenamente que la Inteligencia estaba equivocada y [estaba] tan decepcionado como todos los demás” cuando las tropas estadounidenses no pudieron encontrar armas de destrucción masiva en Irak.
El uso de noticias falsas para lograr fines políticos no es, por supuesto, un privilegio único del Gobierno de Estados Unidos. Todos los estados totalitarios se han especializado en información falsa, y muchos estados que no lo son también han visto los beneficios de deformar la verdad para lograr sus propósitos. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos, sin embargo, han revelado por primera vez el papel crucial de las noticias falsas. Hillary Clinton culpó a Rusia por una campaña diseñada para hacerle perder las elecciones. Fue el mismo Partido Demócrata de Clinton el que pagó a los investigadores para investigar las visitas de Trump a Rusia. El concepto de noticias falsas adquirió muy pronto un significado específico en las agencias de inteligencia (la CIA, el FBI y la NSA) de Estados Unidos. Uno de los directores de la Inteligencia estadounidense ha afirmado que cualquier crítica al sistema electoral estadounidense está muy cerca de ser “un acto de guerra”. Para estos funcionarios, la única verdadera noticia es la que ellos mismos han fabricado; todo lo demás es falso. A sus ojos, periodistas independientes e individuos como Edward Snowden y Julian Assange son enemigos del Estado porque tratan de usar fuentes alternativas de información. De hecho, toda la información no producida o controlada directamente por el Gobierno de EEUU se considera como fake.
Se necesita poca imaginación para comprender las consecuencias de este estilo de pensamiento. En un mundo donde la tecnología de la información se ha hecho increíblemente influyente, se ha vuelto esencial para algunos gobiernos controlar y, si es necesario, distorsionar la información. Un periodista de investigación estadounidense, Derrick Broze, es de la opinión de que “los medios de comunicación de propiedad corporativa, y sus socios en el Gobierno, están trabajando horas extras para difundir el meme de la falsa noticia. Este meme está diseñado para limitar, y en última instancia destruir, a los medios de comunicación independientes y alternativos mediante la censura de puntos de vista antiestablishment“. Broze declara: “Noticias falsas son las nuevas armas de destrucción masiva“.
Los alegatos (en cada caso, sin pruebas) de que los rusos fueron responsables de la derrota de Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses, y de que controlan a Trump a través del chantaje personal, son quizá los ejemplos más sorprendentes de este nuevo estilo oficial de fake news. La falsa noticia alcanza su punto de éxito cuando el público comienza a debatirla, aunque no haya evidencia de que sea auténtica. El acto de debate indica aceptación. Ahí es donde la responsabilidad de la prensa libre es primordial, pues sólo una prensa que verifique rigurosamente sus fuentes puede protegernos del efecto corrosivo de la falsa información fabricada por el Estado.
Es ingenuo creer que porque vivimos en una democracia estamos protegidos contra las consecuencias de la desinformación. Aquéllos que controlan los órganos de internet y de la comunicación son quienes también pueden controlar nuestras ideas, regularmente alimentándonos con noticias falsas. El presidente George W. Bush explicó con franqueza cómo logró engañar al público para que aceptara su historia de las armas de destrucción masiva: “En mi línea de trabajo, tienes que seguir repitiendo las cosas una y otra vez para que la verdad penetre, en una especie de catapulta de la propaganda”.
La gente acabará creyendo lo que es fake. Termino con una observación de Noam Chomsky: “En las sociedades democráticas, el Estado no puede controlar el comportamiento por la fuerza. Por lo tanto, tiene que controlar lo que piensas. Una de las maneras de controlar lo que la gente piensa es creando la ilusión de que hay un debate en curso, pero asegurándose de que el debate se mantiene dentro de márgenes muy estrechos”. Todo el mundo pensará que tiene una libre elección, pero, de hecho, la selección ya se habrá hecho para ellos. Lo que parece ser cierto es falso.
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