SERPIENTES Y ESCALERAS /Salvador García Soto /
El Universal, 12 de mayo de 2021
El Metro, las elecciones y ¿por qué AMLO habló de injerencia de EU?
Al Presidente sólo le quedó sospechar del otro gran poder que tendría la capacidad de conspirar en su contra: EU.
El jueves 6 de mayo, tres días después de la tragedia del Metro en la Ciudad de México, donde murieron 26 personas, el presidente López Obrador instruyó al canciller Marcelo Ebrard a que presentara una “nota diplomática” a la Embajada de Estados Unidos en contra del gobierno de Joe Biden, al que acusó de “intervenir en asuntos de política interna” de México y de apoyar a los opositores a su gobierno con financiamiento desde Washington a empresarios y organizaciones no gubernamentales, como Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, que reciben recursos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, por sus siglas en inglés. La fuerte acusación del gobierno mexicano se leyó como un ataque más de López Obrador a Claudio X. González Guajardo, aunque en realidad traía mucho más de fondo.
Fuentes directas de Palacio Nacional nos aseguran que la extraña acusación contra Estados Unidos tuvo su origen en una primera versión del colapso del Metro en Tláhuac que le ofrecieron al Presidente sus colaboradores de inteligencia, en la reunión del Gabinete de Seguridad del martes 4 de mayo.
En ese encuentro al Presidente le dijeron que estaban “analizando detenidamente el video del momento del derrumbe de las trabes y la caída de trenes en la Línea 12 porque al parecer se aprecia una explosión.
Todavía no es algo definitivo”, le aclararon sus colaboradores al Presidente, "pero se aprecia algún tipo de explosión”. Y en la lógica de esa información, aunque nunca fue corroborada por el gobierno, alguien le susurró al mandatario que sólo había un gobierno que podía haber tenido la capacidad de realizar algo así y ese era el gobierno de Estados Unidos.
La alocada teoría conspiracionista, que nunca tuvo confirmación oficial, revivió los fantasmas y la obsesión del Presidente por la amenaza de intentos de golpe de Estado en su contra y uno de los pasajes históricos que más ha citado López Obrador en lo que va de su gobierno: la asonada militar contra Francisco I. Madero financiada y orquestada por el gobierno de Estados Unidos, que apoyó al general Victoriano Huerta.
Por eso no fue casualidad que el jueves, a solo unas horas del encuentro virtual que tendría con la vicepresidenta Kamala Harris, y la próxima visita de la segunda de a bordo a México el próximo 8 de junio, el mandatario mexicano lanzara las acusaciones de “injerencia política e intervencionismo” del gobierno de Biden por apoyar y financiar a grupos opositores que buscan atacar a su gobierno y ganarle la mayoría en la Cámara de Diputados en los próximos comicios.
Aunque la teoría de una explosión en el colapso del Metro no fue confirmada por las áreas de inteligencia federales, el mismo día de la tragedia un funcionario del gobierno federal, el subsecretario de Electricidad de la Sener, Omar Saldaña Zorrilla, lanzó la sospecha conspiracionista en un mensaje desde su cuenta de twitter: “En el video se ve un fuerte destello, como una detonación.
Puede ser parte de las consecuencias, pero también causa del colapso de la estructura”, dijo el funcionario que más tarde borró su tuit y ofreció disculpas por su afirmación. Y es que, en contra de esas teorías golpistas, a López Obrador le explicó la jefa de Gobierno que el desplome de las trabes había sido causado por una falla estructural y que no había ninguna explosión.
Por eso fue que el Presidente decidió confiarle a Claudia Sheinbaum la realización de los peritajes técnicos, para saber las causas y determinar a los responsables, aunque en el fondo no desechó la idea de un ataque o sabotaje a su gobierno.
Los señalamientos que el Presidente lanzó contra Estados Unidos se basaron también en la información que le dieron de que Adrián de la Garza, el candidato del PRI-PRD, estaba recibiendo apoyos desde Washington por parte de varios congresistas y políticos de la administración demócrata, lo que hizo que el Presidente se lanzara el 5 de mayo en contra del priista al que acusó de estar “comprando el voto” al ofrecer entregas de dinero mensuales, de entre 1,500 y 1,800 pesos, en una tarjeta bancaria denominada la “tarjeta rosa”, después de las elecciones del 6 de junio y si es que él ganaba la gubernatura.
Ese día, López Obrador acusó a De la Garza desde la mañanera y le pidió a la FGR “hacer su trabajo” e investigar la presunta coacción de los electores neoleoneses. Y, casualmente, cinco días después la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales anunció la carpeta de investigación en contra del abanderado priista.
Ese mismo día que la FGR anunciaba su investigación, Adrián de la Garza viajó a Washington, acompañado de su coordinador de campaña, el exsecretario de Economía del gobierno de Peña Nieto, Ildefonso Guajardo, para reunirse con congresistas de Estados Unidos.
El candidato del PRI-PRD confirmó su viaje a la capital estadounidense y se limitó a señalar que “vienen cosas buenas para Nuevo León”, al tiempo que desestimaba las acusaciones del presidente y de la Fiscalía como un tema de persecución política porque va arriba en las encuestas electorales.
Así que, entre una tragedia como la del Metro, que lo golpeó fuertemente a él y a su proyecto de sucesión presidencial y que lo irritó tanto que hasta lo hizo mandar “al carajo” una posible visita a las víctimas y heridos de esta tragedia; entre las elecciones en curso en Nuevo León, donde los empresarios regios operaron para frenar y tumbarle a su candidata por Morena, Clara Luz Flores, y financiar a los dos candidatos punteros, Samuel García y Adrián de la Garza; y todo eso combinado con los temores y obsesiones de López Obrador por la posibilidad de un golpe en su contra, que sabe que no podría venir del Ejército Mexicano ni la Marina a los que tiene comprados con obras, cargos y presupuestos, al Presidente sólo le quedó pensar en el otro gran poder que tendría la capacidad de conspirar en su contra: el gobierno de Estados Unidos.
¿Será que en sus miedos y obsesiones el Presidente mexicano ha empezado a delirar y a ver teorías golpistas y conspiracionistas desde el exterior o será que algo tiene de razón en sus sospechas? Veremos si algo de eso aflora en la próxima visita de Kamala Harris que llegará al territorio mexicano en tres semanas, para el primer encuentro oficial de la administración Biden y la administración de López Obrador.
NOTAS INDISCRETAS…
"Habrá justicia para las víctimas, no vamos a encubrir a nadie y vamos a investigar tope donde tope”, dijo ayer la fiscal general de la Ciudad de México, Ernestina Godoy.
Aunque la frase de la doctora suena contundente y la hizo al anunciar que en seis semanas habrá conclusiones de la investigación oficial por los delitos de homicidio culposo, lesiones y daño en propiedad ajena, que le serán fincados a los que resulten responsables del colapso del Metro en Tláhuac, lamentablemente la expresión la hemos escuchado tantas veces los mexicanos que ya se desgastó y no garantiza que realmente se llegará a la verdad y a los culpables de esta tragedia. Por lo pronto, cada vez hay más señales de que las investigaciones de la Fiscalía y el peritaje que ordenó la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, a la empresa noruega BTA se van a orientar hacia la hipótesis de una falla estructural causada por el exceso de peso que se le impuso al viaducto elevado y a cambios que se hicieron en los materiales de construcción con que se realizaron las columnas y que fueron distintos a los materiales sugeridos por el proyecto realizado por la empresa Riobóo del ingeniero José María Riobóo.
Hay varios indicios que apuntan hacia allá, desde la afirmación del Presidente la semana pasada que el colapso del Metro no fue por un problema de mantenimiento, hasta lo que se afirma entregó Riobóo al gobierno capitalino que es su proyecto original de la línea 12, en cuyas columnas se sugirió utilizar sólo concreto, mientras la empresa constructora de Grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, prefirió utilizar acero.
Si las cosas se orientan en esa dirección y los peritajes confirman que la falla fue de origen atribuible a la construcción del viaducto elevado que se desplomó en uno de sus tramos, entonces las culpas irían para Marcelo Ebrard, el exjefe de Gobierno, y contra la empresa de Carlos Slim.
Y será por seguridad o por pura precaución, pero fuentes cercanas al Grupo Carso nos dicen que ya activaron a sus abogados y despachos para prepararse para responder a una posible denuncia en contra de la empresa que construyó esa parte de la Línea 12.
¿Será que en el dilema de sacrificar a Sheinbaum o a Ebrard, el Presidente ya decidió desde el momento en que la investigación le fue encargada a la jefa de Gobierno, que es algo así como juez y parte en la investigación de la tragedia?... Los dados mandan Serpiente. Caída Libre.
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