AMLO en política exterior: injerencismo e incongruencia/Salvador García Soto
El Universal, 10/12/2022
Si en la política interna el presidente López Obrador aparece como vengativo, rencoroso y autoritario, en la política exterior el Presidente de México ha resultado ser un auténtico chivo en cristalería. Como ningún presidente en la historia reciente de México –quizá solo comparable con el protagonismo de Luis Echeverría–, Andrés Manuel ha vuelto a poner en boga la expresión popular de “candil de la calle y oscuridad de la casa”, al convertirse en un mandatario que pretende ejercer un supuesto liderazgo internacional, con injerencia en la política interna de otras naciones, sobre todo en Latinoamérica, cuando en su propio país cunde el desorden, la anarquía y la ingobernabilidad.
La política externa de la 4T ha resultado ser una de las más conflictivas y problemáticas que se recuerden en el país. Con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y vecino, la relación bilateral ha estado supeditada siempre al tema de la migración, en donde México aceptó ser –primero con Peña Nieto y luego con López Obrador– un tercer país seguro de facto para los solicitantes de asilo estadounidense, al mismo tiempo que nos convertimos en la policía migratoria para frenar militarmente en la frontera sur, y cuando no se pueda también en la frontera norte, a los miles de migrantes centroamericanos, venezolanos y de otras partes del mundo que intentan llegar al territorio de los Estados Unidos en busca del ya casi inexistente “sueño americano”.
Sin sacar beneficio alguno de haber cedido nuestro territorio para ser el depósito de los migrantes que no quiere el gobierno de Washington, el gobierno de López Obrador se convirtió, al mismo tiempo que servil y dócil en el tema migratorio, en rebelde y desafiante en otros asuntos de la relación bilateral. Su política energética nacionalista y estatista se volvió un tema de incertidumbre y afectación a las millonarias inversiones de empresas estadounidenses en territorio mexicano y a pesar de las advertencias, llamados y peticiones de enviados de Washington, como John Kerry y del embajador Ken Salazar, el Presidente mexicano se aferró a una reforma legal que modificó las reglas de competencia en el sector eléctrico y petrolero, y terminó siendo impugnada y controvertida por Washington en el marco del TMEC.
Y por si no fuera poco con la guerra en materia energética, que está a punto de llevar a México a unos paneles que avizoran sanciones comerciales para nuestro país, el presidente López Obrador abrió otro frente de confrontación al cuestionar la política hacia Latinoamérica, acusando injerencia y hegemonía de la Casa Blanca sobre las naciones de la región. Primero fue su ausencia y fallido boicot contra la Cumbre de las Américas, el pasado mes de junio en Los Angeles, y luego los intentos del mandatario mexicano de conformar un nuevo bloque de izquierda entre los gobiernos de América Latina para oponerse a la hegemonía estadounidense.
Todas esas actitudes le costaron a López Obrador perder la confianza de la administración de Joe Biden, que hoy lo ve con recelo y lo consideran poco fiable para los temas de cooperación e inversión bilateral.
Y si la política con Estados Unidos, que es la más importante y estratégica para México, ha resultado cuestionable y dudosa, la política del gobierno lopezobradorista hacia Latinoamérica ha resultado desastrosa porque está marcada por el interés personal e ideológico del Presidente. Con un canciller como Marcelo Ebrard que, para no meterse en conflictos con el Presidente, le dejó hacer y deshacer lo mismo en nombramientos de embajadas y consulados, que en posicionamientos de política exterior en los que se ignoraron los principios y la tradición del Servicio Exterior Mexicano, para dar paso a una política exterior definida por las filias y fobias ideológicas de López Obrador, el resultado es lo que estamos viendo ahora con las posiciones mexicanas ante lo ocurrido esta semana en Perú y Argentina.
La defensa irracional e ideológica que ha emprendido López Obrador del depuesto presidente peruano Pedro Castillo, así como su cuestionable posicionamiento en la sentencia de la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, representan uno de los peores momentos en la historia diplomática y del Servicio Exterior Mexicano. Defender a un personaje como Castillo, acusado de delitos graves de corrupción y narcotráfico por la Fiscalía Peruana y considerado “incapaz moralmente” por el Congreso de su país, con base en el artículo 133 de la Constitución del Perú, es una de las expresiones más lamentables del presidente mexicano, que no sólo ha cuestionado a los congresistas y a la Constitución peruana, sino que ha acusado la existencia de “conspiraciones y acosos” para justificar un golpe de Estado como el que intentó Castillo contra la democracia peruana.
Junto a eso, está la injerencia en un proceso penal y judicial de Argentina, al que descalifica el presidente de México al calificar de “venganza de la derecha y vileza de conservadurismo”, cuando existen investigaciones sustentadas en pruebas y testimonios que documentan los desvíos millonarios de Cristina Fernández y su difunto esposo, el expresidente Néstor Kirchner, en los negocios que hicieron en la Patagonia y las operaciones de desvío y lavado de dinero público con el contratista Lázaro Báez. Todo con la complacencia y la inacción de un canciller como Ebrard que, lejos de moderar y frenar al Presidente en sus excesos y desbarres en la política exterior, se convierte en su vocero y aplaudidor, con tal de no contradecirlo y afectar así sus posibilidades de resultar el candidato ungido a la Presidencia de la República.
Lo más grave de la política exterior de la 4T no son sólo las afectaciones que causa a los intereses y la imagen del país, al confrontarse lo mismo con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y vecino, sino también con naciones hermanas de Latinoamérica o con España, con las que genera tensiones artificiales e innecesarias que dejan mal parada la imagen de México con un Presidente alocado y hostil; lo que resulta incomprensible y dibuja de cuerpo entero el estilo autoritario y personalista de gobernar de Andrés Manuel López Obrador, es su incongruencia e injerencismo, al predicar una doctrina de “respeto a la libre determinación de los pueblos”, mientras ataca y cuestiona procesos constitucionales y judiciales de otros países, y su egocentrismo al creer que él puede manejar la política exterior de todo un país con base en sus filias y fobias personales e ideológicas, dañando con ello a la imagen de todos los mexicanos.
NOTAS INDISCRETAS…
Desde los altos niveles del gabinete lopezobradorista nos llega una información sobre un cambio de señales en la definición de la candidatura de Morena al gobierno de Coahuila. Cuando ya se daba por hecho que el presidente López Obrador apoyaba la postulación del subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía Berdeja, a quien el Presidente llevó y cuidó desde las mañaneras para mandarlo a competir a Saltillo, ahora se dice que el candidato morenista ya no será el subsecretario, sino el senador Armando Guadiana, que siempre fue el primer lugar en todas las encuestas sobre el proceso electoral de Coahuila. Sin dar mayores razones sobre la razón del cambio de caballo antes de cruzar el río, lo que nos dicen fuentes de muy buen nivel es que el Presidente entendió que Mejía Berdeja no tenía posibilidades de competir, frente a la fuerza que trae el candidato del PRI-PAN-PRD, el saltillense Manolo Jiménez, y decidió no mandar a su subsecretario a una batalla que considera perdida. En ese sentido, nos dicen las fuentes de Palacio Nacional, la candidatura de Morena se le daría a Guadiana, no necesariamente para buscar un triunfo en Coahuila, sino para mandar al empresario, al que el Presidente le retiró su apoyo, prácticamente al sacrificio, a sabiendas de que la 4T perderá en Coahuila…Los artificios políticos y la verborrea con la que la secretaria de Energía, Rocío Nahle, intentó defenderse en su comparecencia de esta semana ante el Senado, son un fiel reflejo de lo que ha sido su papel como encargada de la obra de la refinería de Dos Bocas. Con más palabras y retórica que con datos y cifras contundentes, Nahle trató de defender la viabilidad de la refinería, cuyo costo y retraso son ya una carga multimillonaria para los mexicanos y una obra cuya rentabilidad y terminación aún están en duda para todos los especialistas del sector energético. Lo que sí se notó en la presentación de la secretaria Nahle en el Senado es que, en su aspecto y vestimenta, se nota un cambio muy notorio que confirma que detrás de Dos Bocas ha habido un negocio millonario para muchos funcionarios responsables y para sus amigos contratistas…Los dados mandan Serpiente. Semana de altibajos.
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