31 dic 2023

Jorge Ricardo, entrevista a Roger Bartra

 El EZLN, suspendido en la nada.- Bartra/Jorge Ricardo, reportero.

Reforma, Cd. de México (31 diciembre 2023) 

Bartra reconoce el impulso del movimiento zapatista a la transición democrática y a la erosión del mito del carácter del mexicano.

El 1 de enero de 1994, el EZLN tomó cinco municipios de Chiapas para reclamar la marginación histórica del Gobierno mexicano a los pueblos indígenas.

A 30 años de la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 1 de enero de 1994, en Chiapas, Roger Bartra (CDMX, 1942) sostiene la misma esperanza que le formuló a mediados de ese año al Subcomandante Marcos: "Yo quisiera contribuir a que ustedes abandonen la noche blanca del olvido y brinquen hacia la sombra de la civilidad democrática".

"Hoy podemos ver que la transición democrática ocurrió y que la identidad nacional quedó como un trasto viejo. En cambio, la situación de pobreza de los indígenas no ha cambiado sustancialmente".

Eso respondió el antropólogo y académico a la invitación del Subcomandante Marcos a la primera Convención Nacional Democrática del EZLN, en una carta que no obtuvo respuesta, y que repite ahora. Su deseo de que, para que no los cubra un gran sudario, se quiten las máscaras e inicien un nuevo tipo de movimiento civil y democrático.

"Sería un acto espectacular que podría sacarlos de su marginación", considera en entrevista el intelectual mexicano que asistió a la reunión en Guadalupe Tepeyac, Chiapas, el 8 de agosto de 1994, pero que se negó a estar en el presídium.

Simpatizante, pero crítico como era entonces del levantamiento armado, de su dogmatismo, como sigue siendo ahora, Bartra reconoce el enorme impacto del movimiento indígena que apareció con pasamontañas el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y liderado por el Subcomandante Marcos, mediático, con humor y brillante.

Bartra, autor de clásicos sobre la cultura mexicana como La jaula de la melancolía, reconoce el impulso del movimiento zapatista a la transición democrática y a la erosión del mito del carácter del mexicano; incluso considera que quedó rebasado por sus propios logros. 

Aislados por sí mismos, por los nuevos tiempos políticos o por el crimen organizado, el académico ubica al EZLN en una parte de lo que llama "izquierda infrarrealista".

"Han quedado suspendidos en la nada, en espera que las fuerzas que llegan de un espíritu rebelde soterrado impulsen un cambio que no se vislumbra", afirma en respuesta a un cuestionario enviado por R.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos a nivel personal y perspectivas que tuvo de la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 1 de enero de 1994? 

El 1 de enero de 1994 nos amanecimos con la gran sorpresa de que estaba ocurriendo un levantamiento indígena en Chiapas. Un desconocido ejército zapatista declaraba la guerra y se disponía a avanzar hacia la Capital, para vencer a las tropas federales y pedir su rendición incondicional, con el objeto de cambiar la forma de gobierno, aduciendo el derecho de hacerlo con el artículo 39 constitucional. El levantamiento parecía tan desquiciado que llamó poderosamente la atención. El EZLN llegó a San Cristóbal de las Casas ante la mirada atónita de turistas, periodistas y transeúntes. Allí el subcomandante Marcos declaró que se trataba de una respuesta al Tratado de Libre Comercio. 

Los combates fueron escasos y solo en Ocosingo hubo un trágico derramamiento de sangre. Los neozapatistas despertaron la simpatía de muchos, incluyendo a intelectuales y periodistas. En unos diez días se acabaron las hostilidades, para asombro de todos, y se iniciaron las negociaciones. Los zapatistas se esfumaron de los espacios que habían tomado y desaparecieron en la clandestinidad. Se iniciaba un proceso muy teatralizado, pactado con el gobierno, y la lucha se trasladaba al plano simbólico. Ese fue el gran éxito del EZLN, lograr que se iniciase un gran espectáculo político que, ahora lo sabemos, tendría grandes consecuencias políticas. En aquel momento me di cuenta de que estaba ocurriendo algo que yo había descrito en mi libro Las redes imaginarias del poder político: se trataba de lo que llamé el síndrome de Jezabel, un personaje femenino de la mitología bíblica. Estaba contemplando la elevación espectacular de grupos marginales al escenario de un teatro guerrillero donde la acción revolucionaria era tan fantasiosa, exorbitada y disparatada que produjo un enorme efecto simbólico.

Usted ha destacado el impacto del EZLN en por lo menos tres dimensiones: recordar la necesidad de discutir sobre la falta de democracia y la pobreza de capas marginales mayoritarias; legitimar la idea de que la identidad nacional estaba en crisis y el impulso a la transición democrática. ¿Lo sigue considerando así? ¿Cómo considera a la distancia que ha sido el desarrollo de esas tres dimensiones?

Sí, sigo pensando que el levantamiento del EZLN, al mostrar espectacularmente la miseria en la que estaban sumidas las capas marginales de indígenas, hizo ver que la identidad nacional estaba en crisis y que llegaba la hora de una transición democrática. Me parece que Marcos, a pesar de su gran sensibilidad e inteligencia, no se percató de que habían contribuido decisivamente a impulsar la transición democrática. Erosionaron el mito del carácter del mexicano, base del nacionalismo revolucionario del régimen autoritario. Los indígenas aparecieron y mostraron que no había un carácter nacional, sino múltiples maneras de ser mexicano. Hoy podemos ver que la transición democrática ocurrió y que la identidad nacional quedó como un trasto viejo. En cambio, la situación de pobreza de los indígenas no ha cambiado sustancialmente.

En aquellos años se dijo mucho que el zapatismo era un modelo democrático del que teníamos que aprender. ¿Hubo enseñanzas o algún tipo de aporte en ese sentido?

No era un nuevo modelo democrático, era el viejo sistema de la llamada democracia directa, que funciona solamente en comunidades pequeñas y conlleva muchos riesgos. No hay que olvidar la dimensión militar del zapatismo: un ejército, por definición, no es democrático. Ese ha sido un lastre del que no han logrado desprenderse del todo. Además, se supone que rescataban los usos y costumbres indígenas, los cuales también contenían formas no democráticas, como la hegemonía de los ancianos y la exclusión de las mujeres. Esos usos y costumbres, en gran medida, eran resabios de las formas españolas coloniales (como el hoy famoso bastón de mando). La confusión fue muy grande, pero el proceso de transición democrática a escala nacional comenzó unos tres años después del alzamiento.

¿La rebelión zapatista mejoró las condiciones de los indígenas que dijo representar?

Al poner de manera destacada en la agenda política el problema indígena, la rebelión contribuyó a que se renovasen los esfuerzos por sacar de la pobreza y la marginación a los indígenas. Pero ello no ha sido suficiente. Las comunidades zapatistas fueron protegidas por el EZLN y en cierta medida mejoraron sus condiciones económicas. Pero al mismo tiempo se aislaron de procesos económicos a escala nacional y se estancaron en formas rudimentarias de economía. Frenaron la entrada del capitalismo en sus comunidades, con lo que evitaron sus efectos predadores. Pero no crearon una verdadera alternativa.

¿A 30 años, qué diría que representa el EZLN? 

Creo que han quedado atrapados en el futuro que han imaginado. Como ese futuro no existe (ningún futuro existe), han quedado suspendidos en la nada, en espera que las fuerzas que llegan de un espíritu rebelde soterrado impulsen un cambio que no se vislumbra. Ya no representan una fuerza revolucionaria; son más bien la expresión de una resistencia contra el sistema capitalista que pretendieron derribar. El EZLN forma parte de la que he llamado la izquierda infrarrealista. Es infrarrealista, sin intención peyorativa, porque fluye por debajo de la realidad política, cavando túneles para derribar al sistema. He tomado el término de infrarrealista del grupo marginal que encabezó el novelista Roberto Bolaño en México, que se propuso subvertir el orden literario que sentían como opresivo. La izquierda infrarrealista es una variopinta franja de gente joven, organizaciones no gubernamentales, asociados a la protesta de los estudiantes de Ayotzinapa, anarquistas, simpatizantes de partidos de izquierda, desilusionados por la transición democrática y por el gobierno de López Obrador. Generalmente son radicales que se inclinan por la extrema izquierda, desean grandes cambios, rechazan la represión, están resentidos, desean la revolución y a veces ejercen una leve violencia ilegal. Reflejan el disgusto por el bajo nivel de la clase política, protestan contra los agravios a la población marginada y por los actos del mal gobierno. La franja infrarrealista es un revulsivo benéfico contra la mediocridad de la política, a pesar de todas sus incongruencias y su fragmentación.

El EZLN nació rodeado de una fascinación de intelectuales, durante la primera Convención Nacional Democrática, en agosto de 1994, especialmente. ¿Cómo ha visto la relación de intelectuales mexicanos con el zapatismo? ¿En qué punto la ve ahora? 

Los neozapatistas despertaron la simpatía de muchos intelectuales desde el comienzo, pues fueron un reto que hizo pensar en los caminos para escapar del régimen autoritario. Incluso Octavio Paz, quien de momento los rechazó, acabó escuchándolos. Eso hicimos muchos. El lado tan demencial y desquiciado del levantamiento fue un estímulo para la imaginación, especialmente cuando muy pronto la atractiva e inteligente prosa de Marcos cambió los parámetros de las discusiones. Se produjo una paradoja curiosa: un ejército que invocó la violencia revolucionaria acabó atrayendo a masas que exigían la paz. Yo escribí un ensayo titulado "Sangre y tinta del kitsch tropical" que generó muchas polémicas.

¿Cómo ha sido su relación con el EZLN?

En ese escrito se puede ver la gran atracción que generó en mí el EZLN. Y esa atracción cristalizó en el hecho de que acepté participar en la Convención Nacional Democrática que convocó el subcomandante en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, rebautizada como Aguascalientes, en 1994. Allí nos reunimos miles de intelectuales y activistas de todas las tendencias políticas. Pero me negué a formar parte del presídium: nunca me consultaron, pero por altavoces anunciaron mi presencia y me negué a ello. La Convención fue un gran fracaso, pues el EZLN no estaba interesado en la discusión sino solo en imponer su visión política. Además, una gran tromba de agua disolvió la reunión. A pesar de mi simpatía por los indígenas, fui crítico del EZLN, pues desde mi perspectiva socialdemócrata no podía estar de acuerdo con un levantamiento armado. Tampoco me gustó su radicalismo maoísta.

¿Cuál fue el impacto del EZLN en la izquierda mexicana?

Fue una gran sacudida política e intelectual en la izquierda. Curiosamente, el levantamiento armado reafirmó a las fuerzas que buscaban una transición pacífica a la democracia. No hay que olvidar que el EZLN venía de la rigidez dogmática del maoísmo, que era una corriente marginal en México. Es posible que ese dogmatismo fuese lo que impulsó la locura de un alzamiento y de declarar la guerra al gobierno. Pero en muy pocos días Marcos comprendió que había despertado algo inesperado y que debía cambiar. Ese cambio, que lo llevó a las negociaciones, influyó en toda la izquierda, que comenzó a entender que en México la revolución era una idea conservadora asociada al autoritarismo. La izquierda, o al menos una parte de ella, aprendió que México atravesaba no solo por un problema político sino por una crisis de civilización, un trance cultural de gran envergadura que todavía está presente en la sociedad.

¿Cuáles considera que son los aprendizajes que el resto del País puede tomar de la organización zapatista a 30 años de existencia?

Una lección muy importante ha sido la de entender que la invocación de las virtudes del buen salvaje que se levanta en armas es un recurso que lleva a un callejón sin salida. El atractivo de unos indígenas habitantes de la selva tropical apelando por justicia, que anuncian que están hartos de la explotación milenaria y que quieren hacer la revolución no lleva a nada bueno. Sin embargo, ese atractivo, que sedujo a muchos en todo el mundo, es el que provocó el cambio dentro del EZLN, que se adaptó muy pronto a esa fascinación que despertaban los buenos salvajes levantados en armas y dirigidos por un encapuchado que fumaba en pipa y se expresaba con gran destreza.

¿Le parece beneficioso o pertinente que el EZLN se haya negado a dialogar con los Gobiernos de Vicente Fox después de 2001, con la contrarreforma indígena, y con los siguientes gobiernos, especialmente con el del Presidente Andrés Manuel López Obrador?

El EZLN no comprendió que se vivía una transición democrática y que las fuerzas políticas, en la nueva situación, tenían que dialogar. En tiempos de Vicente Fox los zapatistas encabezaron una gran manifestación que llegó al Zócalo; fueron recibidos por los legisladores, pero se negaron a negociar los acuerdos que habían hecho con el gobierno priista. No entendieron que en las nuevas condiciones el presidente no podía simplemente ordenar a los diputados que aprobasen los acuerdos previos. Ofendidos, regresaron a Chiapas y se sumergieron en la marginación y la intrascendencia durante muchos años. Trataron de escapar del encierro con encuentros "intergalácticos" o contra el neoliberalismo y con sus expediciones políticas por Europa, pero no lo lograron.

¿Cómo ha visto la disputa entre el Subcomandante Marcos y el Presidente Andrés Manuel López Obrador?

El presidente ha hecho varios intentos por utilizar símbolos indígenas para legitimarse. Inició su presidencia con una fastuosa y grotesca ceremonia pseudoindígena en el Zócalo y constantemente ha intentado representar a los indígenas, como cuando hizo el ridículo de exigir al rey de España que pidiera perdón por la conquista y la colonización. Ha usado con frecuencia el bastón de mando supuestamente indígena para actos demagógicos. Los zapatistas se burlaron de todos estos intentos de manipular los mitos indígenas. En el EZLN se dan perfectamente cuenta de que el gobierno de López Obrador no es de izquierda, y critican su populismo reaccionario.

¿Considera que el EZLN puede tener continuidad, continuarán aislados en Chiapas o podrían transformarse en otro tipo de movimiento? ¿Cuál considera que es el papel del crimen organizado en su aislamiento?

Yo esperaría que este 1 de enero, cuando se cumplen 30 años del levantamiento armado, se decidieran a abandonar su aislamiento político. Un gran acto simbólico sería que todos ellos se quitasen las máscaras e iniciasen un nuevo tipo de movimiento. Para eso deberían dejar de ser un ejército e inaugurar formas de organización no militarizadas, civiles y democráticas. Sería un acto espectacular que podría sacarlos de su marginación. Ellos aparentemente han disuelto lo que llamaban "caracoles", formas autónomas y comunitarias de organización en diversos municipios. Y lo han hecho porque se encuentran inmersos en una nueva realidad, la que impone la presencia del crimen organizado ante el cual sus "caracoles" no sirven de nada. Es obvio que tienen que cambiar. No sé si lo harán.

¿Cuál es su opinión sobre el Subcomandante Marcos a la fecha? 

Yo tengo una muy buena opinión del personaje que es hoy Marcos. Aprecio su inteligencia y su creatividad literaria. Es un importante símbolo en la escena de la izquierda. Mis desacuerdos y mis críticas al EZLN no han erosionado mi aprecio. Aparentemente renunció a seguir en su papel de dirigente, ignoro por qué razones. Creo que no debió renunciar. Hoy le repetiría lo que le dije en una carta que respondía a su invitación a participar en la Convención Nacional Democrática: que yo quisiera "contribuir a que ustedes abandonen la noche blanca del olvido y brinquen hacia la sombra de la civilidad democrática".

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