7 oct 2005

Medios; credibilidad y responsabilidad social


Texto presentado en el aula magna Jacinto Pallares de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, México DF, a 6 de octubre de 2005
”La información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas”, Serge Halimi, autor de Los nuevos perros guardianes (Periodistas y poder).
Agradezco la invitación, a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados, concretamente a la Comisión de Participación Ciudadana a participar en esta mesa; sobre el marco axiológico de los medios; en el marco del Parlamento; “El Binomio Derecho y Política Frente al desafío del 2006”.
Celebro compartir la mesa con dos distinguidos comunicadores de este país: Beatriz Pages Rebollar y Sergio Sarmiento.

En los últimos años parece haberse abierto un debate sobre el papel de los medios de comunicación -y sobretodo la credibilidad que merecen sus informaciones.
Y es que ¡la credibilidad es el principal valor de un periodista! Eso nadie lo duda
Además, el Trabajo periodístico conlleva una enorme responsabilidad social.
Conviene señalar que los trabajadores de los medios – yo soy sólo un aprendiz-, somos únicamente los depositarios profesionales del ejercicio de un derecho cuyos titulares son los ciudadanos que nos escuchan o nos leen.
Medios de comunicación libres e independientes son condición fundamental de cualquier democracia; libertad de expresión y democracia son conceptos que, desde los inicios del pensamiento liberal, han sido considerados como inseparables. Pensadores clásicos como Hume, Tocqueville y Stuart Mill, y autores contemporáneos como J. Habermas, han propuesto como núcleo central de su teoría de la democracia que el sustrato básico de la libertad del hombre lo constituye la existencia de una comunidad de personas racionales y bien informadas, capaces de pensar autónomamente.
Delimitar claramente los campos y reglas de juego deviene en una obligación del Estado de derecho – esta es una asignatura pendiente en México-, ya que si bien es cierto, las libertades de expresión e información gozan de la protección constitucional, según lo señala los artículos 6 y 7.
Pero como dice el investigador Ernesto Villanueva, “México tiene una regulación jurídica positiva con grandes dosis de polémica e ineficacia”… Pero ese no es el tema hoy, hay muchas iniciativas en el Congreso y varios trabajos que merecen la pena ser retomados para una urgente reforma.
Y también requiere ante todo el acuerdo de profesionales y empresas para establecer un código de ética exigible para aquellos que decidan asumirlo libremente. Es una tarea que incumbe, ante todo, a periodistas y empresarios de la comunicación. Es una necesidad profesional y empresarial en la que está en juego el futuro del oficio: la credibilidad la exigen los clientes, sean lectores, oyentes o televidentes.
¡Pero, ojo la ética no puede estar -como muchos lo creen- por encima del derecho!
Los medios de comunicación día con día han ido adquiriendo una importancia creciente en la vida de todas las sociedades, cualquiera sea esta. Podría decirse que a partir del episodio conocido como Watergate, conocimos las porquerías del poder en el país más poderoso del mundo, y concluyó el asunto, con la destitución del presidente Richard Nixon como resultado de la investigación de dos periodistas del diario The Washington Post: Carl Bernstein y Bob Woodward.
Pero también el papel del periodista tiene enormes riesgos y si nos equivocamos hay que estar preparados para pagarlos.
¿Por que digo esto?
Voy a comentar dos casos -de muchos - de periodismo que simplemente se han equivocado; ; uno en un medio impreso y otro electrónico.
El Times e Irak: Una autocrítica
Un 26 de mayo de 1981 el profesor Karl Popper decía “debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica…, La crítica racional..., Debe ser guiada por la idea de acercarse en lo posible a la verdad objetiva.”.
Jamás imaginaría el autor de La Sociedad abierta y su enemigos, que justo trece años después, el 26 de mayo de 2004, el equipo de dirección del periódico The New York Times hizo lo que muchos debemos hacer cotidianamente, un ejercicio severo de autocrítica..
El poderoso diario neoyorkino publicó una reflexión sobre los errores cometidos en la cobertura del conflicto de la guerra en Irak. En total, se mencionó cinco artículos escritos entre 2001 y 2003 con informaciones sobre armas químicas, biológicas y nucleares.
El diario descubrió que las historias publicadas “dependían, en buena parte, de informaciones procedentes de un círculo de iraquíes disidentes, espías o en el exilio partidarios del cambio de régimen, gente cuya credibilidad ha sido sometida a un intenso debate público en las últimas semanas”.
Tras haber repasado sus propios artículos, el rotativo dice haber detectado inexactitudes y errores en algunos de ellos, que estuvieron basados en afirmaciones a las que se dio excesiva importancia.
Por otra parte, informaciones que cuestionaban noticias ya publicadas quedaron relegadas a un segundo o tercer plano, cuando debían haber merecido la portada.
El diario reconoció que debían “haber sido más agresivos”, haber revisado las afirmaciones a medida que aparecían nuevas pruebas o se carecía de ellas; reconoce que los editores, que deberían haber examinado más escrupulosamente las informaciones de los reporteros y haberles exigido más escepticismo, estaban quizá demasiado ansiosos por publicar una noticia en exclusiva.
El asunto de la Mea culpa no terminó ahí. Cuatro días después, el lunes 31 de mayo, su defensor del Lector, Daniel Okrent, publicó un análisis no menos crítico.

Afirmó que en las noticias relativas a las supuestas armas de destrucción masiva en Irak, los lectores encontraron algunas historias alarmistas “basadas en revelaciones sin confirmar que, en muchos casos, eran las afirmaciones encubiertas por el anonimato de mucha gente con intereses creados”.
Aunque el Defensor del Lector menciona varios casos concretos, asegura que sería injusto culpar a periodistas específicos, y considera que “el fracaso no fue individual, sino institucional”; culpó de la situación a la necesidad de contar con información “exclusiva”, al tiempo que reclamó la reparación del daño. El periódico deberá elaborar una serie de artículos de investigación que revelen “no sólo las tácticas de aquellos que promovieron las informaciones sobre las armas de destrucción masiva, sino también cómo se utilizó al Times mismo para diseminar su astuta campaña”.
Lo que hizo el Times es de la mayor importancia, porque nos recuerda las normas básicas del proceso periodístico a la hora de difundir las noticias, debemos describir con exactitud los hechos sin falsear, omitir, ni distorsionar la información. 
El caso de Dan Rather y la CBS
Hace un año, principios de septiembre del 2004, a días de la elección presidencial en EE UU:, la cadena CBS de EE UU de repente creyeron estar ante un pequeño Watergate y desplegaron toda su capacidad, y el prestigio del connotado periodista Dan Rather, además de la fuerza del programa 60 minutos para ofrecer documentos en los que se cuestionaba el pasado militar del presidente Bush.
Poco después de la emisión -8 de septiembre- de los memorandos varios expertos en la verificación de documentos señalaron detalles de los papeles divulgados que sugerían que habían sido falsificados. En concreto, la terminología militar empleada y por el tipo de escritura, ya que algunas de las letras tenían la forma de las modernas computadoras y no de las máquinas de escribir de comienzos de los años 70.
Pero la información fue reproducida una y otra vez lo que afectó los niveles de popularidad del presidente Bush en un momento difícil para su reelección.
Pero a la CBS le salio el tiro por la culata; la bomba informativa contra Bush resulto ser un duro proyectil a la credibilidad de la cadena.
Y es que no fue sino hasta doce días después que CBS News y Dan Rather dieron la cara en cadena nacional y dijeron: “lo siento cometimos un error de juicio., fuimos engañados por la fuente.”
Sin embargo, en la oficina presidencial no se dieron por satisfechos con las explicaciones de la televisora y pidieron que el asunto fuese investigado a fondo.
Y es que el golpe a entonces candidato fue ¡durísimo!
Para tal efecto la CBS designó una comisión que investigó el asunto.
Fueron nombrados el ex secretario de justicia Dick Thornburgh y al ex director general de la agencia AP Louis Boccardi.
Y efecto, dos meses después, Dan Rather, anunció su retiro (anticipado) como periodista.
Dos meses después, el 10 de enero del 2005, la Comisión concluía que el equipo de informativos no siguió los principios básicos del periodismo, no verificaron bien sus fuentes; además dieron una serie de recomendaciones para que esto no vuelva a suceder, a saber:
i) designar a un supervisor que vigile que se cumplan los estándares periodísticos y que dependa directamente del jefe de informativos, cuyo trabajo consistiría en investigar los reportajes, documentos y fuentes anónimas; 
ii) cambiar la atmósfera de trabajo para que la presión por llegar antes que la competencia no propicie este tipo de errores de juicio;
iii) dar a conocer a los jefes la identidad de las fuentes confidenciales;
iv) y elegir siempre a jueces independientes para que analicen cualquier reportaje cuya veracidad haya sido puesta en cuestión.
Y por su parte la cadena anunciaba el retiro de cuatro periodistas, entre ellos tres jefes, Betsy West, vicepresidente de la CBS; Josh Howard, productor ejecutivo de 60 minutos; y Mary Murphy, además de la productora del reportaje sin fuente, Mary Mapes,
El retiro de Rather, de 73 años, sacudió al país y al mundo periodístico.
Y es Rather no era cualquier periodista, tenía una larga experiencia y era toda una institución. Había sido reportero estrella en la CBS en la mayoría de los grandes conflictos del siglo XX, y comienzos del siglo XXI, desde la muerte del presidente Kennedy, la guerra de Vietnam, la Guerra del Golfo o los Balcanes, así como en la búsqueda de la paz en Sudáfrica y Medio Oriente hasta los taques del 11 de septiembre. Era quien cubría la fuente de Casa Banca durante el escándalo Watergate que acabó con el presidente Nixon, después de las investigaciones periodísticas del Washington Post. 
El caso de Rather es un efecto traumático del partidismo de los medios.
Al respecto José Carreño Carlón comento en su columna en La Crónica de Hoy- 24 de noviembre-, que “el descenso de Dan Rather del trono de conductor y director del noticiario de CBS parece un efecto traumático del partidismo de los medios. Involucrados con o contra causas, gobiernos, partidos o candidatos, sus protagonistas quedan expuestos al riesgo de otorgarles valor noticioso a versiones y materiales seudoinformativos o francamente ilegales provenientes de sus fuentes políticamente aliadas o afines. Estos juegos peligrosos son práctica común en México. Con la diferencia de que aquí ni el medio ni el periodista se sienten deudores al menos de una disculpa por los quebrantos causados a los derechos informativos de lectores y audiencias”.
Tiene razón Pepe. El pedir perdón cuando nos equivocamos es un asunto de ética y de autocrítica, y habla muy bien de quien lo hace.
¡Muchas veces eso basta! Otras veces no.
Llama la atención el discurso de ayer – 5 de octubre-, en la comida de la Cámara de la Radio y la Televisión del Presidente de la República, Vicente Fox, cuando reclama el documentar la verdad, dijo::
“Hoy la democracia exige una nueva prensa, nuevos medios de comunicación plenamente abiertos, dispuestos a rechazar cualquier intento de retroceso a la censura, a la autocensura; dispuestos a rechazar cualquier arreglo en perjuicio de la imparcialidad.
La democracia necesita de una prensa profesional, ética, que privilegie la verdad, que confronte fuentes y que supere la mera especulación.
La democracia necesita una prensa responsable que distinga entre lo privado y lo público, una prensa que vaya al fondo de los problemas más allá de las coyunturas, una prensa que evite la calumnia, que esté dispuesta a sostener y documentar la verdad.”
Y creo que no falta razón al Presidente, pero ya que se metio en bretes debería haber dicho el nombre de los medios y periodistas que hacen ese tipo de periodismo tan nocivo a la sociedad.
Pero también los medios –salvo excepcuiones- no hacen nada para corregir esos “pecados”.
Sería bueno, que a falta de una legislación secundaria en el tema, por lo menos para casos específicos siguiéramos el ejemplo de la Comisión que investigó el caso de CBS y Dan Rather; mucho ayudaría a todos. Por lo menos para que ya no sucedan tan frecuentemente, o por lo menos, como lo hizo el Times en su autocrítica; decir "nos equivocamos".
Concluyó -para aprovechar el tiempo e intercambiar puntos de vista- con una cita del escritor, periodista y editor del semanario Le Nouvel Observateur. Jean Daniel. Quien en 1999 escribió un artículo para el periódico El País, llamado Nuestra bella profesión: ahí señaló que “ninguno de nosotros, digo bien, ninguno de nosotros (periodistas y medios), ha pensado nunca que todas las verdades, sin excepción, debían ser dichas de todas ni, sobre todo, que fuera moral decirlas. Porque, con toda seguridad, en cada momento seleccionamos, diferenciamos, elegimos y dejamos de lado muchas cosas. Ésa es nuestra profesión. Queda saber qué dejamos de lado y por qué. Cuanto más exigentes somos, más tiempo pasamos diciéndonos que la decencia dicta no hurgar en la basura para ensuciar la vida privada de nadie, por muy ajeno que nos sea. Nuestra ética profesional consiste en decidir a cada momento cuál es el punto a partir del cual tenemos el deber de informar a la sociedad sobre las faltas de algunos de sus miembros. En especial, tenemos el deber de decidir si tenemos suficientes pruebas en que basarnos cuando ponemos en tela de juicio una reputación.”

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