22 ene 2008

Alternativa

Dos opiniones de la crisis del jóven partido; de Granados Chapa y de Ricardo Becerra
Columna PLAZA PÚBLICA/ Miguel Angel Granados Chapa
Publicado en Reforma, 22/01/2008;
Mercado y Begné
Aliados en la fundación y en la principal crisis del partido Alternativa, su candidata presidencial y su actual dirigente, Alberto Begné, están ahora enemistados, en disputa por la dirección del partido, que no ha sido congruente con la pretensión que indica su nombre
Aliados en la formación del partido Alternativa Socialdemócrata y en la crisis por la candidatura presidencial de Patricia Mercado, los dos presidentes de esa organización, ella misma y Alberto Begné, son ahora adversarios. No lo serán sólo en la forma, porque ambos aspiran, ella a volver, él a mantenerse en la dirección del partido, sino en los hechos de la vida cotidiana en ese partido, donde ya no pueden coexistir. De modo que la elección de dirigente nacional puede en realidad significar la exclusión de una u otro, más probablemente la de Begné.
Genuina o aparente, la aspiración de grupos ciudadanos a crear una opción partidaria socialdemócrata ha corrido con mala fortuna. Los hermanos Sánchez Aguilar fueron los primeros en registrar un partido con esa denominación, cuyo mayor éxito consistió en presentar como candidato presidencial en 1982 a Manuel Moreno Sánchez (pionero en disentir del PRI), pero que no pudo prevalecer en la escena electoral. Ésa misma fue la suerte de Democracia Social, que en 2000 postuló a Gilberto Rincón Gallardo, y no a Patricia Mercado como un segmento de ese partido propuso. Por eso, y por la incorporación de Rincón Gallardo al gobierno de Vicente Fox, ella quedó a la cabeza de la corriente que en 2003 reinició la tentativa socialdemócrata con el nombre de México Posible, igualmente frustrada en las urnas.
La activista rehusó permanecer en las actividades meramente civiles e impulsó la conversión de la asociación feminista Diversa en Agrupación Política Nacional, a partir de la cual solicitó en 2004 registro para un nuevo partido. Para obtenerlo, entabló alianzas con otras agrupaciones políticas, una encabezada por Begné y otra por Ignacio Yris, un dirigente campesino a la antigua usanza. No obstante la fragilidad de su origen, el partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina obtuvo registro en enero de 2005, y Mercado quedó a la cabeza de la nueva organización. Renunció a la dirección en agosto siguiente para buscar la candidatura presidencial, e impulsó a Begné para sucederla, frente a las pretensiones del ala campesina que, en revancha, quiso frustrar su postulación y le opuso la de Víctor González Torres, el doctor Simi. Begné apoyó a Mercado en ese sainete, en el que Alternativa perdió su segundo apellido, pues los presuntos campesinos que la integraron se marcharon o quedaron relegados.
Plenamente identificados, Mercado y Begné festejaron juntos el éxito personal de la candidata presidencial, que aseguró con el 2.70 por ciento de los votos la permanencia del partido en la liza electoral y presencia parlamentaria con cinco diputados federales. Pero al día siguiente de la jornada electoral la autora de la victoria quedaba en el desempleo político y Begné como principal beneficiario del éxito ajeno. Se buscó paliar esa paradoja otorgando a Mercado la presidencia de la fundación del partido, Voz Alternativa, espacio notoriamente insuficiente para sus capacidades y aspiraciones. De modo que desde fines de 2006 los líderes del partido delinearon su enfrentamiento.
El torpe y codicioso manejo de Alternativa por Begné favoreció los designios de Mercado, que consiguió que los órganos internos del partido pusieran en jaque al presidente por varios motivos, entre ellos su convenenciera política de alianzas, que desdibujaba la imagen de una organización que apenas buscaba ser identificada como opción diferente. Begné consiguió mantener su decisión de aliarse con el PRI en Veracruz, pero el lance le costó un recorte de sus atribuciones y su virtual expulsión del Consejo Político Federado, a cuyas sesiones no asiste porque su grupo está en minoría.
El sábado 19 Mercado anunció que buscará retornar a la presidencia del partido, en la elección de marzo, en que Begné pretende quedarse. La ex candidata presidencial funda su aspiración en un examen severo de la actuación de su adversario, que "no ha estado a la altura de sus obligaciones", como lo probó:
"Hemos participado en 11 procesos electorales y en los 11 hemos obtenido (como) máximo la mitad de votos que en el 2006. La expectativa del millón de ciudadanos que votaron por Alternativa se mantiene a pesar de nuestros dirigentes... Sin duda podemos decir que la actual dirección fracasó 11 veces en las elecciones estatales, pero más importante es que ha fracasado en construir un partido unificado, cohesionado, con iniciativa propia".
Ciertamente, Begné no entrega buenas cuentas a sus compañeros. Por eso Mercado quiere volver a la cabeza de Alternativa:
"En el proceso de competencia interna en que estamos hemos vuelto a recorrer el país. Tomando contacto con nuevos ciudadanos que están haciendo crecer el partido, nos estamos organizando a pesar de todo. No nos eximimos de este balance autocrítico, pero precisamente por este balance y por la gente que está creyendo en Alternativa al afiliarse he decidido lanzarme a recuperar la presidencia del partido".
Apoyada por las diputadas Marina Arvizu y Elsa Conde, las más activas de su breve y maltrecho grupo parlamentario (que sufrió una baja el año pasado), Mercado dijo proponerse recuperar no sólo un cargo para ella sino "el rumbo del partido, mantener la congruencia pública y... el respeto a nuestros votantes". Y escribió el epitafio para la tumba política de Begné, que "ha pecado de ineptitud, falta de creatividad y... por ausencia en el debate político nacional".
Begné no aguardará impasible. Usará los nexos que ha podido establecer, incluso con el gobierno panista.
La opinión de Ricardo Becerra,
en La CrónicaLunes 21 de Enero de 2008;
Comenzaba el año electoral 2006 y el partido atravesaba una crisis mayúscula. Una emboscada protagonizada por el “ala campesina”, postuló a Víctor González Torres (el Doctor Simi) como candidato presidencial de la socialdemocracia. Se desplazaba así a la candidata legal, Patricia Mercado, quien semanas atrás había sido electa legalmente por la mayoría del Consejo Político, lo que abría un tipo de fractura nunca antes vista en nuestros partidos contemporáneos. Pero Mercado pudo superar el obstáculo, entre otras cosas, gracias al trabajo del presidente del partido, Alberto Begné, quien supo desfacer el entuerto y permitir a la candidata real, desplegar su propia, exitosa, campaña.
Era el plenilunio de un acuerdo político que permitió lo que pocos, muy pocos, creían factible: un millón 130 mil votos totales que remolcaron el nuevo registro de la novísima organización. Pero allí comenzó toda su desgracia: por el éxito, traída por un camino henchido de buenas intenciones, parabienes, sonrisas y los mejores deseos.
Fue entonces cuando el presidente Begné, hizo su extraña solicitud: que se le permitiera colmar la cartera dirigente con sus leales, con puros cuadros de su confianza (una petición mitad monárquica, mitad estrambótica, si hablamos de un partido político democrático en el que normalmente todas las fuerzas deben quedar representadas). Lo más asombroso es que la candidata aceptó esa ficción, ceder las carteras fundamentales, creyendo que de todos modos —merced a su peso político, carisma, personalidad, las buenas intenciones y los mecanismos informales que tanto seducen a la izquierda nacional— estaría en condiciones de decidir e influir en las cuestiones fundamentales.
Y no fue así. Con las piezas estratégicas en sus manos, la corriente del presidente hizo lo lógico: gobernar el partido con su propia sensibilidad, intereses y visión, lo que a su vez, los empujó hacia otro espejismo político: que puede tomar las decisiones más delicadas (relación con el gobierno, alianzas electorales, las reformas en el Congreso, etcétera) prescindiendo de su figura fundadora y principal. De esa suerte, se construyó un callejón sin salida en el cual Mercado queda fuera del circuito formal y cotidiano de las decisiones, mientras Begné conduce una nave que se destartala en cada determinación importante, pues de todos modos la corriente de Mercado conserva la válvula de seguridad, en última instancia, gracias a una mayoría en el Consejo Político que, como Sísifo, vive de corregir la plana al Comité Ejecutivo en los casos extremos.
Fue así que Alternativa se convirtió en un infierno diario, un insufrible militar en el que una mayoría avanzaba, dejando del lado a la corriente precursora que veía perder aspiraciones e identidad por aquella cesión de origen que se instaló, claro, gracias a las buenas intenciones de todos.
Por eso y después de eso, en plena neurosis orgánica, los bandos pactaron una salida de ruleta rusa: una competencia interna en la cual una de las dos corrientes principales morirá abatida por la conformación de una mayoría que estatutariamente, se quedará con (casi) todo, omitiendo la importancia, el arraigo, las relaciones, trabajo y mérito de sus adversarios.
Ahí esta la desgracia de Alternativa: cada vez más irrelevante en el debate nacional, con los puentes rotos y sus energías y recursos volcados hacia dentro, hacia una competencia fraticida que ha incluido varias de las peores prácticas de la política mexicana.
Es una desgracia porque ese partido representaba la única oportunidad real, sincera, de elaborar un pensamiento que no fuera disco rayado, una izquierda atenta a los mensajes del mundo, portadora de un programa audaz para eliminar en serio y desde ahora, pobreza y desigualdad, y metida de lleno en los temas de la modernidad. Es una desgracia porque la Socialdemocracia es un proyecto que ha sido sancionado por millones de votantes fieles, elección tras elección y cuya masa total no cesa de crecer; es una desgracia porque tiene una historia larga, de cuando menos una década, buscando un lugar para “otra izquierda” en México y en el que han intervenido miles, con su esfuerzo, dedicación, dinero y militancia genuina.
Y es una desgracia porque de esa lucha no saldrán ganadores sino una organización facciosa, sea por la derrota de su exitosa candidata o por la pérdida de una corriente que sacó a flote al partido en el momento crítico. Son dos ramas con historia y en su conflicto, ninguna de las dos es creíble. Sin acuerdo, la desgracia es segura porque el país tardará no sé cuántos años en forjar ese partido necesario para “jalar” al pensamiento político de izquierda. La socialdemocracia, tomada en serio, es una urgencia cultural de México y ni la guerra ni la cristalización de dos bandos, tienen derecho a destruirla.

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